Este texto se ocupa de las relaciones anglo-americanas antes de 1945. Las relaciones entre Estados Unidos y Gran Bretaña en 1934-1938 habían alcanzado un grado de cordialidad que hasta ahora sólo se había logrado, si acaso, en el breve período de participación activa de Estados Unidos en la Guerra Mundial. Esta situación contrasta fuertemente con la de hace una década antes, cuando, durante la conferencia naval de Ginebra y después de su colapso, las dos naciones estaban en serio desacuerdo sobre los métodos para limitar el tonelaje de las naves de guerra auxiliares. Aunque las relaciones angloamericanas mejoraron un poco durante la administración Hoover, volvieron a sufrir un revés en 1933, cuando la negativa del presidente Roosevelt a considerar la estabilización de la moneda provocó la ruptura de la Conferencia Monetaria y Económica Mundial de Londres. El acercamiento de las dos grandes naciones de habla inglesa había sido inducido, en parte, por la creciente amenaza a sus ideales democráticos y a sus intereses materiales que presentaba el creciente poder de los estados totalitarios en Europa y la agresión de Japón en el Extremo Oriente. Aunque seguína pendientes cuestiones tan controvertidas como el impago de la deuda de guerra y los asuntos relacionados con el próximo acuerdo comercial, se creía en 1935-1937 que la perspectiva de que puedan resolverse a satisfacción de ambos países se veía reforzada por el deseo, especialmente en Gran Bretaña, de aclarar las diferencias restantes para consolidar aún más las relaciones angloamericanas y proporcionar una base firme para un entendimiento general más estrecho en el futuro. La relación de Gran Bretaña con Estados Unidos cambió fundamentalmente en el periodo de 1939 a 1945. Gran Bretaña fue superada por Estados Unidos como primera potencia económica del mundo, pasó a depender de él para alcanzar sus objetivos de política exterior de mantener el equilibrio de poder en Europa y su imperio colonial en el extranjero, y cedió la hegemonía cultural.