La visión de Kelly era que Internet era el último buscador de lo que llamaríamos ahora “influencers”, que permitía el mecenazgo del siglo XXI. Los creadores, por muy aparentemente nicho que fueran, podrían ahora descubrir a sus verdaderos fans, que a su vez demostrarían su entusiasmo mediante un apoyo financiero directo.
Pero Internet dio un rodeo. Las plataformas sociales centralizadas se convirtieron en la forma dominante de conexión entre creadores y fans. Las plataformas utilizaron este poder para convertirse en los nuevos intermediarios, insertando anuncios y recomendaciones algorítmicas entre los creadores y los usuarios y quedándose con la mayor parte de los ingresos. La buena noticia es que Internet está volviendo a la visión de Kelly. Una categoría emergente de plataformas digitales está ayudando a las personas a convertir sus habilidades y talentos en negocios. Pero a medida que el panorama de los creadores evoluciona, es necesario actualizar el libro de jugadas. El redactor que más gana en la plataforma de boletines de pago Substack obtiene más de 500.000 dólares al año gracias a las suscripciones de los lectores. El principal creador de contenidos de Podia, una plataforma de cursos en vídeo y membresías digitales, gana más de 100.000 dólares al mes. Y los profesores de todo Estados Unidos ingresan miles de dólares al mes impartiendo clases virtuales en directo. Las nuevas plataformas integradas permiten a los empresarios monetizar la individualidad y la creatividad. En los próximos años, la economía de la creación y la relación directa con los usuarios seguirá creciendo. Imaginamos un futuro en el que el valor de las habilidades y los conocimientos únicos pueda ser desbloqueado, aumentado y puesto a disposición de los consumidores.