La línea de argumentación que aquí se propone no es ciertamente específica de los estudios de Internet: la radio, la televisión y el teléfono deben entenderse igualmente a través de sus apropiaciones particulares. Por ejemplo, la televisión que ve un euroamericano aislado es bastante más virtual que un televisor en el entorno comunitario de una taberna mexicana o una sala de estudiantes. Además, como se ha señalado anteriormente, hay algunas pruebas de que las nuevas formas de mediación se experimentan históricamente por primera vez como “virtuales”, ya que parecen sustituir o mediar otras formas de mediación que se han establecido históricamente como “reales”. ¿Por qué la gente parece pensar que los teléfonos son más reales que los chats de Internet? Al mismo tiempo, la enorme relevancia social de las nociones de virtualidad y ciberespacio en relación con Internet parece apuntar a algo específico de los medios de comunicación. No a características específicas de los medios de comunicación, sino más bien (como se ha señalado anteriormente) a una convergencia histórica y geográficamente localizable de la política con una inversión en la definición de Internet como un “espacio aparte”. Parece perfectamente válido tratar la distinción online/offline como parte de una fase de transición tanto para los usuarios como para los investigadores. Fue una forma de que ambos pensaran en los potenciales comunicativos y las especificidades de una serie de nuevos medios en el proceso de ver cómo asimilarlos en una amplia gama de prácticas sociales e instituciones. Es más que probable que la distinción entre online y offline se considere bastante pintoresca y poco comprensible dentro de diez años. Los usuarios y los investigadores ya han avanzado mucho en el proceso de desagregar “Internet” en su diversidad de tecnologías y usos, generando un paisaje mediático en el que la virtualidad no es claramente una característica de los medios de comunicación, sino una práctica social de uso de los medios entre muchas otras. Además, el alejamiento de la “virtualidad” no es sólo una cuestión de agendas de investigación, sino también de la evolución de las prácticas de los usuarios, así como de las estructuras de regulación comercial y legal. La diversidad social real y el cambio en la conformación de la distinción online/offline significa que hay una necesidad desesperada, en primer lugar, de investigación etnográfica que esté atenta tanto a la rica particularidad como a la comprensión “holística” de las relaciones sociales; y, en segundo lugar, de etnografía comparativa e histórica. Resulta bastante inútil buscar de forma abstracta correlaciones entre las variables de las “características” de los medios de comunicación y las prácticas comunicativas cuando los participantes se afanan en redefinir ambas cosas en distintas épocas y lugares.