En el siglo XIX, Karl Marx y Friedrich Engels escribieron que un espectro recorre Europa: “el espectro del comunismo”. El comunismo, en la segunda mitad del siglo XX, ya no es un espectro. Se había convertido en un sistema político y económico bajo el que vivía un tercio de la población mundial (o global) en los años 60, 70 y 80. Hoy en día, comunistas y no comunistas estarían de acuerdo en que la “Gran Revolución Socialista de Octubre”, que tuvo lugar en Rusia en 1917, tuvo una enorme importancia internacional y que aceleró la marcha de los acontecimientos históricos en el mundo. El relevo lo ha tomado el partido comunista chino.
¿Qué ha conseguido el comunismo desde entonces? ¿Dónde se ha quedado corto en sus objetivos? Y, sobre todo, ¿hacia dónde se dirige? Estas preguntas se plantearon también mientras existía el comunismo soviético, y las respuestas no han sido ni mucho menos uniformes, ni lo son ahora en el caso del comunismo chino. Una Unión Soviética democratizada era incompatible con la negación de la independencia de los Estados bálticos, ya que, en la medida en que esas repúblicas soviéticas se democratizaran, su oposición a permanecer en una entidad política cuyo centro era Moscú se haría cada vez más evidente. Sin embargo, no estaba predestinado que toda la Unión Soviética se desintegrara, aunque eso fue lo que ocurrió. Y, respecto a Europa del Este, con Gorbachov, eso es lo que ocurrió también(véase más).