Ritos Dionisíacos
El objetivo del culto dionisíaco era revivir el trágico destino que había caracterizado la vida del dios, fruto del adulterio de Zeus con un hombre y, por tanto, acosado hasta la locura (o la muerte, según otra tradición) por Hera, la esposa de Zeus. Las ménades, coronadas con hojas de laurel, vestían pieles de animales, mientras que los hombres se disfrazaban de sátiros; embriagados de vino, se dejaban llevar por el ritmo salvaje de los ditirambos, compulsivo y repetitivo, tocado con flautas y panderetas y acentuado por los gritos (evoé evoé) con los que se incitaban los seguidores. Al final, los sátiros y bacantes alcanzaban el estado de trance deseado y entraban en un estado de posesión psíquica, que los antiguos llamaban entusiasmo. El resultado del ritual, que en la Antigüedad estaba vinculado al ciclo vital de la vegetación y terminaba con la vendimia, era la vuelta temporal al estado natural (animal): cazar y devorar un animal salvaje era el colofón. A partir del siglo VI, este brutal ritual arcaico se fue sustituyendo,