Este texto se ocupa de la crítica histórica de la Biblia. Aunque las versiones modernas de la crítica bíblica tienen sus raíces en la interpretación bíblica patrística, medieval, de la Reforma y del Renacimiento, la primera declaración completa del enfoque proviene del filósofo Baruch/Benedicto Spinoza en su Tractatus Theologico-Politicus, publicado en 1670. Spinoza insistió en que la Biblia debe tratarse como cualquier otro libro, que debe leerse a la luz de las reglas de la filología y la historia, que hay que atender al contexto de un pasaje dentro de las Escrituras y establecer las circunstancias en las que se escribió el libro, que la verdad (o la falsedad) de la Biblia puede reconocerse a la luz de la razón natural (sin necesidad de la tradición o la interferencia eclesiástica), y que sus historias milagrosas deben interpretarse en términos de las leyes físicas de la naturaleza. Gran parte de la declaración de Spinoza, en Tractatus Theologico-Politicus, puede explicarse por las circunstancias históricas de su autor (excomulgado por la sinagoga local) y su filosofía (su idea de la naturaleza como sustituto de Dios). La crítica minorizada del Nuevo Testamento se refiere generalmente a las interpretaciones académicas y críticas de los textos bíblicos por parte de personas de color en los Estados Unidos de América, donde a menudo se les llama «minorías». La palabra «minorizada» significa que la cuestión en cuestión tiene menos que ver con el número y más con el poder, ya que la minorización es un proceso sancionado por el Estado y apoyado ideológicamente -incluyendo el uso de la Biblia para justificar- de racialización y marginación contra determinadas personas o comunidades por su raza/etnia y su historia migratoria. Con el movimiento por los derechos civiles y el desarrollo de la teología de la liberación negra de James Cone a finales de la década de 1960, los biblistas afroamericanos comenzaron a protestar contra la supremacía blanca destacando las relaciones y tensiones raciales/étnicas en los escritos bíblicos y haciendo que su interpretación bíblica fuera explícitamente contextual a las historias, experiencias y preocupaciones de sus comunidades. Desde entonces, con el modelo proporcionado por sus colegas negros y el énfasis en la «ubicación social» dentro de los estudios bíblicos, los académicos asiático-americanos y latinoamericanos también han desarrollado sus respectivas hermenéuticas para desafiar la discriminación racial y abordar cuestiones de identidad, representación, inclusión, exclusión, explotación, opresión y resistencia, entre otras, tanto en los textos bíblicos que leen como en las situaciones contemporáneas que enfrentan sus comunidades.