Este texto se ocupa de los “Movimientos misioneros del Cristianismo” en relación con la Teología El cristianismo, religión misionera por naturaleza, fue en primer lugar propagado por los apóstoles, especialmente san Pablo, y por creyentes laicos. Desde finales del periodo medieval, un objetivo misionero clave había sido someter a las iglesias orientales a la jurisdicción romana, permitiéndoles por lo general conservar su liturgia oriental. En varios casos, estas iglesias se dividieron, una parte permaneciendo fuera de la autoridad romana y otra -las llamadas iglesias “uniatas”- entrando en comunión con Roma. Éstas no deben confundirse con los católicos de rito occidental, y a menudo se consideran a sí mismas ortodoxas, a pesar de su lealtad a Roma, pero el espacio impide hablar de ellas aquí. En ocasiones, esta historia ha hecho que los líderes de las iglesias orientales desconfíen de que los misioneros protestantes intenten igualmente someterlas a una jurisdicción extranjera; ha permitido que protestantes y ortodoxos se consideren mutuamente o bien aliados potenciales contra Roma (como en los primeros contactos) o bien colaboradores potenciales con ella (cuando protestantes y católicos romanos han compartido el estatus de minoría en zonas ortodoxas, el juego puede ser algo diferente). Además, durante las décadas de 1830 y 1840, la misión evangélica estimuló una mayor actividad católica en algunas zonas de Oriente Próximo.