A lo largo de su carrera, Mises señaló que los individuos se enfrentan al riesgo y a la incertidumbre en su lucha por sobrevivir. Se encuentran con muchos obstáculos, tanto naturales como provocados por el hombre. Las catástrofes naturales, como los terremotos, las inundaciones, los tornados, los huracanes, los corrimientos de tierra, las avalanchas y las inundaciones pueden desbaratar sus planes. Las catástrofes provocadas por el hombre, como las guerras, los robos, los fraudes y las intervenciones gubernamentales, también pueden desbaratar sus planes. Con respecto a los obstáculos que la naturaleza pone en su camino, los hombres no tienen más remedio que arreglárselas como puedan. Sin embargo, con respecto a los obstáculos creados por el hombre, la situación es diferente; los hombres no están completamente indefensos; tienen la capacidad de evitarlos y/o eliminarlos. Al explicar cómo funciona el mercado, Mises criticó las intervenciones gubernamentales creadas por el hombre: controles, regulaciones, restricciones, privilegios especiales y subsidios para algunos a expensas de otros. Siempre señaló, como lo hace en este libro, que aunque se promulguen con la mejor de las intenciones, tales intervenciones gubernamentales conducen a condiciones que incluso sus defensores consideran peores que las que trataban de aliviar. Sin embargo, también explicó que esos obstáculos, al ser creados por el hombre, eran evitables y eliminables, una vez que la gente se diera cuenta de que el gobierno no debía interferir en las relaciones interpersonales pacíficas. Mises también señaló que el papel del gobierno debía ser limitado. El gobierno debe proteger por igual la vida y la propiedad de todas las personas bajo su jurisdicción. Debe resolver las disputas entre individuos para asegurar, en la medida de lo posible, una justicia igual para todos.