El crecimiento del islam en la vida pública de las sociedades modernas de mayoría musulmana es un fenómeno generalizado, pero Egipto puede considerarse una sociedad puntera por varias razones. Es la cuna del primer y más influyente movimiento político islámico moderno, conocido como Ikhwan o Hermandad Musulmana, fundado por Hasan al-Banna en 1928. No sólo ha sido éste posiblemente el movimiento islámico más fuerte””en cualquier país árabe, o posiblemente musulmán, en la actualidad, sino que también sus escritos y su modelo han sido influyentes para los movimientos islámicos políticos de todo el mundo musulmán. Además, Egipto tiene y más organizaciones no gubernamentales (ONG) que el resto del mundo árabe junto, lo que es indicativo de una sociedad moderna diversa y compleja. Además, fue un lugar importante en las grandes convulsiones de la Primavera Árabe de 2011, cuando una serie de manifestaciones populares amenazaron con derrocar a los regímenes autoritarios de todo Oriente Próximo. Los egipcios tenían cuatro veces más probabilidades de haber participado en acciones de desafío a las élites que los jordanos y, curiosamente, la relación entre la religiosidad y las acciones de desafío a las élites difería en los dos países: los egipcios más activamente religiosos tenían más probabilidades de participar en acciones de desafío a las élites, mientras que en Jordania ocurría lo contrario. Se puede argumentar que la verdadera importancia de la sociedad civil y la cultura en una democracia moderna radica precisamente en su capacidad para equilibrar o moderar el individualismo atomizador que es inherente a la doctrina liberal tradicional, tanto política como económica. Así pues, las luchas que ayudarán a determinar el destino de la democracia liberal no serán sobre la naturaleza de las instituciones, sobre las que ya existe un gran consenso en todo el mundo. Las verdaderas batallas se darán en los niveles de la sociedad civil y la cultura.