Esta entrada se ocupa de la expansión del islam bajo el califato Omeya, sus problemas sociales, y su ocaso. A pesar de que los Omeyas confiaban en unificar los territorios bajo su poder, tuvieron que hacer frente a la oposición de diversos grupos, principalmente los mawali (musulmanes no árabes, pero relacionados con éstos), y los chiitas. Sólo 120 años después de la conquista de La Meca por parte de Mahoma, los Abasíes heredaron un Imperio islámico que se extendía desde el norte de çfrica y abarcaba el Creciente Fértil, la meseta iraní, el río Oxus y Asia central hasta las fronteras de China y la India. En los siglos posteriores, los Abasíes fueron perdiendo paulatinamente parte de sus territorios ante las provincias rebeldes. Finalmente, todas las regiones islámicas de Asia fueron invadidas por el Imperio mongol en el siglo XIII. A pesar de la caída del poder Abasí, la religión islámica arraigó en Oriente Próximo, Asia central y el norte de África. Finalmente, los misioneros y comerciantes extendieron este credo en el África subsahariana, la India subcontinental, el Sureste asiático y Europa oriental. En la actualidad, más de mil millones de personas en todo el mundo forman parte del umma, o comunidad del islam. Mientras los ejércitos del Islam avanzaban triunfantes hacia la conquista del mundo, esta enfermedad de la guerra civil les golpeaba en la cabeza. ¿Qué era el gobierno de Alá en el mundo para Ayesha, cuando podía ganar a la detestada Fátima, y qué atención iban a prestar los omeyas y los partidarios de Alí a la unidad de la humanidad cuando tenían una buena disputa caliente de este tipo para entretenerlos, con el califato como premio? El mundo del Islam se partió en dos. Esa disputa sigue viva. Hasta el día de hoy, una división principal de los musulmanes, los chiítas, mantienen el derecho hereditario de Alí a ser califa como un artículo de fe. Ellos prevalecen en Persia y en la India. Pero un sector igualmente importante, los sunnitas, niegan este peculiar añadido al sencillo credo de Mahoma.