La política de información se ha convertido en una parte fundamental de nuestra era de la información; la mayoría de los departamentos gubernamentales, las instituciones y las empresas tienen políticas para la gestión diaria del correo electrónico, la recopilación de conocimientos y el almacenamiento de información y cuestiones de privacidad. La terminología de la política de información es relativamente reciente, pero las ideas de gestión, control y tratamiento del conocimiento humano tienen precedentes más antiguos. La aparición de una política explícita de la información sólo fue posible después de un cambio de comprensión a mediados del siglo XIX que, por primera vez, comenzó a percibir la información como un fenómeno en sí mismo, divorciado de su contenido. Cada vez está más claro que los impulsores tecnológicos y las directrices impuestas de forma centralizada pueden pasar por alto las necesidades reales de la política de información y contribuir a una importante mala gestión de la información. Es probable que las demandas sociales y culturales sean los motores más apropiados, y que las respuestas políticas emanen de las necesidades cotidianas en constante cambio, en lugar de las listas de deseos prescritas por el gobierno o las instituciones. Los responsables políticos contemporáneos harían bien en tener en cuenta el modelo anterior de la época victoriana, que sugiere que es posible que una política de información moderna sea más descentralizada, local y fluida.