Es difícil creer que el conocimiento médico en sí mismo tiene propiedades únicas, que son la principal fuente de poder médico. Ciertamente, la medicina es una ocupación compleja, cargada de tareas altamente emocionales asociadas con el nacimiento, la enfermedad y la muerte, pero su conocimiento está claramente respaldado por prácticas sociales particulares, como su control sobre la producción de nuevos conocimientos y su asociación con la industria farmacéutica, en lugar de ser de alguna naturaleza “especial”. Sin duda, a los médicos nunca se les dirá lo que tienen que hacer en su trabajo diario, aunque ese trabajo estará limitado, moldeado y dirigido por fuerzas externas, incluidos los mecanismos de pago y la naturaleza y fuente de financiación de la atención. Sin embargo, tampoco dirigimos el trabajo “clínico” detallado de un fontanero. Los límites de las pretensiones de la medicina de controlar su propio trabajo y conocimiento tienen un carácter claramente político. Mientras el conocimiento científico avanza, el conocimiento médico se ve ahora con cierto escepticismo postmodernista. El auge del neoliberalismo a nivel mundial ha producido una serie de tensiones en la profesión médica. Por un lado, se ha producido una creciente presión institucional pública y privada hacia la racionalización de la asistencia. Por otro, existen relaciones bastante ambiguas entre la medicina y los gobiernos e ideologías neoliberales actualmente dominantes. Dada la dependencia del monopolio médico de un mandato del Estado, los cambios en el Estado, o en las instituciones sociales que influyen en el poder del Estado, tienen ramificaciones en la profesión médica. Aunque existen algunas afinidades ideológicas entre el neoliberalismo y algunos segmentos de la medicina, incluso la perspectiva de la privatización no es necesariamente atractiva para la mayoría de los médicos. Irónicamente, en algunos casos se considera que los médicos defienden uno de los últimos reductos del Estado del bienestar, es decir, la prestación pública de asistencia sanitaria. Para proteger su propio ámbito de trabajo, que en muchos países se encuentra en el sector público en los sistemas nacionales de salud o en los regímenes nacionales de seguro de enfermedad, los médicos, aunque quizá sólo sea por casualidad, defienden la asistencia sanitaria contra los ataques neoliberales. La medicina sigue atrayendo a los observadores como una ocupación de “servicio”, que promete una salida para los motivos altruistas. Considerar la medicina en términos de “poder” es seguramente tan unilateral como la visión anterior de la medicina como poseedora de los rasgos que sus líderes reclamaban. Otra cuestión es si el altruismo que sienten muchos médicos puede expresarse plenamente en las formas actuales de organización social, que hacen hincapié en la mercantilización de todas las formas de bienes y servicios.