Nacionalismo
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Traducción al inglés: Nationalism.
Nacionalismo: Introducción al Concepto Jurídico
De acuerdo con Eduardo Jorge Arnoletto:
Ideología y movimiento político inspirado en ella, que en base a la exaltación de las características propias de un pueblo (históricas, culturales, étnicas, religiosas) procura lograr la creación de un estado nacional, o su consolidación, o el aumento de su autonomía y su poder. El nacionalismo fue el protagonista de la política europea y americana en el siglo XIX y se vincula con la implantación del capitalismo y de la hegemonía socio-política de la burguesía. Varias fueron las condiciones que posibilitaron su emergencia histórica: los procesos de unificación nacional bajo las monarquías absolutas; la reacción romántica anti-Ilustración, que exaltó los contenidos peculiares y aglutinantes de las culturas nacionales e hizo surgir una serie de mitos nacionales hasta llegar a identificar a los pueblos con ciertos caracteres antropológicos; la idea de la soberanía popular, exaltada por el crecimiento del poder burgués.
Más sobre el Significado Político de Nacionalismo
Actualmente, el nacionalismo, ya despojado de su vínculo burgués, y en una versión socialista revolucionaria, pretende ser una fuerza aglutinante y motriz de la lucha de los pueblos subdesarrollados contra la dependencia neo-colonialista a que los someten los países desarrollados.
Nacionalismo en 1948
Decía Guillermo Díaz en su Diccionario Político que Nacionalismo es:
Nacionalismo Económico
Como en otros aspectos de la vida social el nacionalismo exacerbado ha producido profundas alteraciones en el curso de la economía supeditándola a fines políticos y desembocando casi siempre en una economía de guerra. El mercantilismo de los siglos XVI y XVII era en principio un nacionalismo económico pero en la actualidad la idea de la autarquía deforma toda concepción de orden universal y tiene caracteres más agudos que el mercantilismo y parece en muchos aspectos un retorno a la época feudal.
Nacionalismo de Alemania e Italia
Aparte el proteccionismo desenfrenado que se practicó después de la primera guerra mundial (o global) el fascismo en Italia y el nacionalsocialismo en Alemania llevaron la idea del nacionalismo económico a términos de exageración que necesariamente implicaban la guerra. Muchos países han tratado de copiar esos modelos sin contar que si a pesar de la excepcional eficiencia alemana el sistema estaba destinado al fracaso el ejemplo de una Italia arruinada y de otros países como los balcánicos e ibéricos empobrecidos por estas concepciones retrógradas. habrían de ofrecer resultados aun más catastróficos en países que como los americanos todo ensayo de autarquismo ha de conducir fatalmente al atraso y paralización económicos.
Nacionalismo
Nacionalismo, ideología política que considera la creación de un Estado nacional condición indispensable para realizar las aspiraciones sociales, económicas y culturales de un pueblo. El nacionalismo se caracteriza ante todo por el sentimiento de comunidad de una nación, derivado de unos orígenes, religión, lengua e intereses comunes. Antes del siglo XVIII, momento de surgimiento de la idea de Estado nacional moderno, las entidades políticas estaban basadas en vínculos religiosos o dinásticos: los ciudadanos debían lealtad a la Iglesia o a la familia gobernante. Inmersos en el ámbito del clan, la tribu, el pueblo o la provincia, la población extendía en raras ocasiones sus intereses al espacio que comprendían las fronteras (véase qué es, su definición, o concepto jurídico, y su significado como «boundaries» en derecho anglosajón, en inglés) estatales.
Desde el punto de vista histórico, las reivindicaciones nacionalistas se generaron a raíz de diversos avances tecnológicos, culturales, políticos y económicos. Las mejoras en las comunicaciones permitieron extender los contactos culturales más allá del ámbito del pueblo o la provincia. La generalización de la educación en lenguas vernáculas a los grupos menos favorecidos les permitió a éstos conocer sus particularidades y sentirse miembros de una herencia cultural común que compartían con sus vecinos, y empezaron así a identificarse con la continuidad histórica de su comunidad. La introducción de constituciones nacionales y la lucha por conseguir derechos políticos otorgaron a los pueblos la conciencia de intentar determinar su destino como nación. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). Al mismo tiempo, el crecimiento del comercio y de la industria preparó el camino para la formación de unidades económicas mayores que las ciudades o provincias tradicionales.
La mayor parte de las naciones modernas se han desarrollado de modo gradual sobre la base de unos vínculos compartidos, tales como la historia, la religión y la lengua.
Puntualización
Sin embargo, existen algunas excepciones muy llamativas como Suiza, Estados Unidos, Israel y la India.
Suiza es un Estado donde no se llegó a producir nunca una comunidad lingüística o religiosa. Entre los helvéticos se encuentran católicos y protestantes; tampoco poseen un misma lengua, ya que se habla francés, alemán, rético o italiano según el cantón de que se trate. El nacionalismo suizo surgió por su aislamiento geográfico en una región montañosa y por el deseo de mantener su independencia política frente a otros estados que pretendían conquistarla.
Estados Unidos se configuró como Estado nacional a través de la colaboración de inmigrantes de diferentes religiones y procedencias, que solo compartían un mismo deseo de libertad religiosa, económica y política. Aunque solo se hablaba una lengua, el nacionalismo estadounidense se basó ante todo en un compromiso con la idea de la libertad individual y de la existencia de un gobierno representativo, según la tradición británica. Lo que en Gran Bretaña se consideraba el derecho por nacimiento de los británicos, en Estados Unidos se convirtió, gracias a la influencia del Siglo de las Luces, en el derecho natural de cualquier persona. La Declaración de Independencia culminó esta ética de las libertades.
Israel se constituyó como Estado a partir de la inmigración de diferentes grupos nacionales de judíos que compartían un ideal común basado en un nacionalismo de origen religioso que se remontaba a casi 2.000 años. Como resultado del genocidio (véase su historia, la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, adoptada y abierta a la firma y ratificación, o adhesión, por la Asamblea General en su resolución 260 A (III), de 9 de diciembre de 1948 y que entró en vigor el 12 de enero de 1951, de conformidad con el artículo XIII, y la aplicación de este tratado multinacional) cometido por la Alemania nacionalsocialista antes y durante la II Guerra Mundial, la reivindicación de un Estado por parte de los judíos cobró de pronto una importante fuerza. Más de un millón de refugiados procedentes de muchos países emigraron a Palestina. Aprendieron hebreo, el recuperado idioma nacional, e implantaron un nuevo Estado que proclamó el judaísmo como religión oficial.
Puntualización
Sin embargo, la mayoría de la población judía que vive en la diáspora sigue siendo un grupo religioso minoritario en los países en que reside.
La India es un Estado en el que el hinduismo actuó tradicionalmente como elemento de cohesión entre los heterogéneos pueblos de distintas lenguas, religiones y etnias que en ella habitaban. La India alcanzó la unidad nacional a través de la influencia de ideas occidentales, y sobre todo durante su lucha contra la dominación británica. [1]
El nacionalismo en la Primera Guerra Mundial y las causas de la guerra (Historia)
La Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas habían difundido por la mayor parte del continente europeo el concepto de democracia, extendiéndose así la idea de que las poblaciones que compartían un origen étnico, una lengua y unos mismos ideales políticos tenían derecho a formar estados independientes.
Puntualización
Sin embargo, el principio de la autodeterminación nacional fue totalmente ignorado por las fuerzas dinásticas y reaccionarias que decidieron el destino de los asuntos europeos en el Congreso de Viena (1815). Muchos de los pueblos que deseaban su autonomía quedaron sometidos a dinastías locales o a otras naciones. Por ejemplo, los estados alemanes, integrados en la Confederación Germánica, quedaron divididos en numerosos ducados, principados y reinos de acuerdo con los términos del Congreso de Viena; Italia también fue repartida en varias unidades políticas, algunas de las cuales estaban bajo control extranjero; los belgas flamencos y franceses de los Países Bajos austriacos quedaron supeditados al dominio holandés por decisión del Congreso. Las revoluciones y los fuertes movimientos nacionalistas del siglo XIX consiguieron anular gran parte de las imposiciones reaccionarias acordadas en Viena (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma online de ciencias sociales y humanidades). Bélgica obtuvo la independencia de los Países Bajos en 1830; la unificación de Italia fue culminada en 1861, y la de Alemania en 1871.
Puntualización
Sin embargo, los conflictos nacionalistas seguían sin resolverse en otras áreas de Europa a comienzos del siglo XX, lo que provocó tensiones en las regiones implicadas y entre diversas naciones europeas. Una de las más importantes corrientes nacionalistas, el paneslavismo, desempeñó un papel fundamental en los acontecimientos que precedieron a la guerra.[2]
Consideraciones Jurídicas y/o Políticas
Como concepto de la ciencia política, "política" tiene al menos dos significados muy distintos. Por un lado, "políticas" se consideran a menudo como formas de hacer las cosas, reglas de decisión. Por otra parte, las políticas son a menudo consideradas como programas sustantivos, refiriéndose específicamente al contenido de lo que se hace, y no necesariamente a cómo se hace.
Las empresas también elaboran políticas en general para ayudarles a funcionar de manera eficiente en el logro de sus objetivos. También las desarrollan para cumplir con el entorno legal y social en el que operan, así como para crear buena voluntad tanto con sus empleados como con sus clientes. De esta manera, las políticas ayudan a moldear la cultura de una organización.
Las políticas públicas
Los estudios de políticas públicas -las políticas de los gobiernos- a menudo emplean ambos significados. Tales estudios exploran no sólo lo que los organismos del gobierno están haciendo sino cómo lo están haciendo, no sólo el contenido del programa y su historia sino también su administración. La forma en que un programa es administrado ciertamente afectará su contenido y resultados. Aún así, los dos significados deben mantenerse separados, ya que se refieren a cosas analíticamente separadas. Este artículo se concentrará en el estudio del contenido de las actividades gubernamentales y se ocupará de la política administrativa sólo en la medida en que se estudie conjuntamente con la política sustantiva.
El campo de la política pública se ha dejado hasta ahora relativamente al margen de la rigurosa investigación científica que ha comenzado a caracterizar a gran parte de la ciencia política contemporánea. Aunque los politólogos han dedicado una enorme cantidad de tiempo, energía y recursos al estudio de los procesos políticos y los contextos en que éstos se producen, se ha prestado poca atención a los estudios de política por parte de los integrantes de la disciplina cuyo objetivo es aplicar criterios científicos al estudio de los problemas políticos. Una de las principales razones de ello es el contenido de valor obviamente manifiesto de las cuestiones de política pública y la tentación, por tanto, de cualquier ciudadano, sea o no politólogo profesional, de comentar dichas cuestiones. De hecho, algunos en la profesión considerarían la solución de las cuestiones de valor como la principal función del politólogo. Pero incluso entre los que tienen esa preferencia puede haber desacuerdo en cuanto al método más fructífero de proceder. Se podría optar por una estrategia directa de entablar inmediatamente un debate sobre los valores y proponer reformas de un tipo u otro. O, alternativamente, se podría adoptar la posición de que un cuidadoso análisis empírico y teórico es un requisito previo para una comprensión adecuada de los problemas.
Características de los estudios de las políticas públicas
Aunque hay algunos indicios de un creciente interés en el análisis de políticas por parte de los politólogos que se ocupan de la construcción de la teoría, la forma más frecuente de realizar investigaciones sobre cuestiones de política pública puede caracterizarse, en general, de la siguiente manera. Las siguientes son algunas características:
Histórico
La mayoría de los estudios de política pública toman como formato un orden cronológico de los acontecimientos, describiendo a menudo los comienzos y cambios de un programa particular hasta el presente. La división del programa en períodos históricos convenientes que marcan los principales cambios en la política pública es también un método común de presentación.
El enfoque histórico de la política pública se emplea a menudo de manera útil para organizar un gran conjunto de material, y proporciona una estructura lógica para el examen de las políticas en estudio. La cuestión de si el orden cronológico de los datos es útil para fines teóricos plantea una cuestión bastante diferente. Si el análisis histórico sugiere una tendencia o patrón de comportamiento que luego será analizado y explicado, la contribución a la teoría puede ser bastante grande. Si, como ocurre más a menudo, se elige un marco histórico simplemente para ordenar los datos de alguna manera conveniente, entonces la justificación de tal ordenamiento radica en otra parte. La cuestión es que las discusiones históricas sobre política pública, aunque indudablemente informativas, pueden no aumentar nuestra comprensión de la relación entre la política y otros factores significativos.
Descriptivo
En general, los estudios de políticas públicas destacan la riqueza de detalles descriptivos. Las generalizaciones sobre los procesos políticos o sobre políticas públicas comparables son bastante raras. Además, al relacionar nuestras observaciones de cualquier evento seleccionamos algunas características y dejamos fuera otras, a veces de forma bastante inadvertida. Es legítimo preguntarse entonces, en cualquier estudio, por qué se describieron ciertas cosas y otras no; en otras palabras, ¿cuáles son los criterios empleados para la inclusión o exclusión de datos? En su mayor parte, en los estudios de políticas públicas la respuesta a la pregunta de los criterios sería "Porque ayuda a contar la historia". ¿Pero por qué ciertos eventos en vez de otros? La mayoría de los investigadores, de hecho, tienen teorías implícitas que les ayudan a distinguir entre lo relevante e irrelevante, lo importante y lo no importante. Hacer explícitos esos criterios suele ser el principio de la teoría y sin duda ayudará al lector a decidir si comparte las mismas generalizaciones y premisas que el autor utilizó al elegir los acontecimientos que debe describir y las situaciones que debe evaluar. No hay razón para que se tengan que buscar o inducir tales generalizaciones a partir del estudio. Si el autor las presenta claramente, el argumento puede centrarse en su validez más que en su existencia.
Legal
Con frecuencia, en los estudios de política se cuestiona el carácter jurídico de la política, incluida su historia legislativa, ejecutiva y judicial. A veces se mencionan otros aspectos del proceso político (como la opinión pública y las actividades de los partidos políticos y los grupos de interés), pero la historia descriptiva jurídica, incluidos los cambios de la política a lo largo del tiempo, es el marco más habitual de los análisis de políticas. Aunque el marco jurídico actúa indudablemente como una limitación para quienes participan en la elaboración de políticas públicas, sus principales efectos serán constantes para la mayoría de las políticas públicas. Los investigadores tendrán que recurrir a otras variables, como el entorno social, económico y político, la personalidad de los actores y los factores organizativos, para explicar las variaciones dentro de las políticas públicas y entre ellas.
Normativa
La mayoría de los debates sobre política pública también tienen una posición de valor, o una postura de evaluación. Esta postura puede estar a favor o en contra del funcionamiento actual de la política, pero lo más frecuente es que sea esta última. En el mejor de estos estudios el autor hará bastante explícito cuáles son sus premisas de valor, pero ocasionalmente estos valores estarán algo ocultos e implícitos. Desde esta posición normativa el autor criticará entonces el programa. A menudo estas críticas se entrelazarán en la narrativa histórico-descriptiva-legal, pero ocasionalmente no aparecerán hasta el último o los últimos capítulos, posiblemente con alguna mención en el primer capítulo. Entonces el estudio normalmente concluirá con algunas sugerencias para mejorar el programa, en algunos casos con una lista de medidas de reforma para "resolver" el problema. Estas sugerencias de reforma tomarán normalmente una de dos formas. Para algunos autores son la condición sine qua non del estudio, la razón principal por la que se ha invertido tanto tiempo y esfuerzo en la recopilación de datos histórico-legales-descriptivos. Para otros, esta sección de reforma es simplemente pro forma; se espera que los estudios tradicionales de políticas públicas cuenten con una sección de este tipo, y dejarla fuera desmerecería las expectativas de ciertos lectores. En realidad, dado el carácter relativamente sencillo de este tipo de estudio, suponiendo que se haga de manera competente, la sección sobre la reforma puede ser la única sección controvertida y argumentativa. Si los hechos son correctos, el único argumento que queda es la interpretación de esos hechos, y como la generalización científica no es uno de los objetivos declarados de estos estudios, las cuestiones de valor llenan el vacío.
Otras características
Además de este cuarteto de características, pueden hacerse cuatro observaciones conexas sobre los estudios de política en general.
En primer lugar, en cuanto al enfoque de la política, la preocupación de la mayoría de los escritores es con los méritos de la política. ¿Es una buena política o no? ¿Satisface los valores apropiados? ¿Se administra con justicia? ¿Es integral? ¿Son los fondos gastados demasiado grandes o demasiado pequeños? En general, los politólogos interesados en explicar cómo y por qué las políticas se desarrollan de la manera en que lo hacen han tratado de evitar este tipo de preguntas. No es que no sean preguntas que todos los ciudadanos deberían hacerse, sino que son preguntas inapropiadas para que una disciplina científica se plantee sus propios datos.
En segundo lugar, en términos de enfoque, la investigación está orientada a los problemas, en el sentido de que los autores hablan de problemas que deben ser resueltos con políticas apropiadas. Una vez más, la resolución de problemas de este tipo es una forma apropiada de comportamiento, pero no necesariamente para los politólogos profesionales en contraposición a los actores políticos. Pensar en términos de soluciones a problemas es dirigir las energías de uno lejos del descubrimiento (el sello de la empresa científica) y hacia una forma de hacer las cosas que puede no estar relacionada de manera realista con los datos que se están estudiando. ¡Cuántas veces los politólogos proponen reformas que no son factibles porque no se ajustan a las realidades políticas!
En tercer lugar, la investigación está orientada a la acción en el sentido de que los politólogos que realizan estudios de política a menudo desearían tener un impacto en la política a la que se dirigen. No sólo escriben para sus colegas, sino también para los responsables gubernamentales y los líderes de opinión. Sin embargo, puede ser más útil que quienes analizan las políticas públicas proporcionen la mayor cantidad de información posible sobre cómo se relacionan entre sí los diversos aspectos de la política, qué intereses apoyan y se oponen a la política y cómo ésta se relaciona con las instituciones del gobierno y los procesos gubernamentales informales, y que dejen la función política de activistas a los encargados de adoptar decisiones y a aquellos cuyos intereses se ven claramente afectados por la política.
En cuarto lugar, en términos de diseño de la investigación, la investigación es a menudo sobre una sola política, un estudio de caso. Los escollos de los estudios de casos para la elaboración de la teoría son bien conocidos, pero como los estudios tradicionales de las políticas públicas están orientados a los problemas y a la acción, y centran el debate en los méritos de políticas concretas, el formato de los estudios de casos es perfectamente apropiado para los objetivos de los investigadores. Sin embargo, para los interesados en desarrollar una investigación científica, pueden ser más deseables diseños de investigación alternativos.
Aunque estas observaciones pretenden ser descriptivas de la mayoría de los estudios de políticas, se han producido desviaciones de este formato. Por ejemplo, recientemente se han hecho varios esfuerzos para pensar en el futuro en ciertas esferas de política. En lugar de preocuparse por los fracasos políticos del pasado, estos estudios tratan de delinear los problemas previstos en algún momento del futuro, a menudo sobre la base de tendencias hipotéticas de ciertos datos. Los estudios sobre la explosión demográfica y lo que hay que hacer al respecto, la estrategia nuclear, los recursos naturales y humanos, la automatización y otros problemas han captado la imaginación de algunos investigadores. A diferencia de los estudios tradicionales, no se preocupan tanto por los problemas del pasado o incluso del presente. Su principal preocupación es más bien cómo será el mundo dentro de x número de años y las posibles medidas que pueden ser deseables dados ciertos problemas en desarrollo. Sin embargo, estos estudios también tienden a ser casos individuales orientados a problemas, que difieren de la mayoría de los estudios tradicionales principalmente en sus amplias especulaciones sobre el futuro.
La Política Fiscal
La política fiscal es un aspecto de las finanzas públicas, de la realización y financiación de los gastos del gobierno. Se distingue de otros aspectos de las finanzas públicas en que se ocupa de las decisiones sobre ciertas variables "generales" -como los gastos totales, los ingresos totales y el superávit o déficit total- en lo que respecta a sus efectos "generales", como sus efectos sobre el ingreso nacional, el empleo total y el nivel general de los precios.
La gestión de sus ingresos y gastos totales y de la relación entre ellos se ha convertido en uno de los principales instrumentos mediante los cuales los gobiernos tratan de lograr un alto nivel de actividad económica y la estabilidad general de los precios. Este esfuerzo tropieza con muchos problemas, entre ellos la compatibilidad de estos dos objetivos entre sí y con otras metas, la incertidumbre en cuanto a la magnitud y el calendario de las medidas necesarias, y la dificultad de tomar y llevar a cabo decisiones en una organización grande y política. No obstante, existe una confianza generalizada en que el instrumento fiscal es lo suficientemente poderoso, y su utilización lo suficientemente comprendida, para contribuir de manera sustancial al éxito de los resultados económicos.
La distinción entre la política fiscal y los demás aspectos de las finanzas públicas que se ocupan de gastos e impuestos particulares y sus consecuencias particulares es una abstracción de la complejidad del mundo real. De hecho, las decisiones sobre las variables "generales" se componen de decisiones sobre las particulares. Además, cualquier decisión que tenga efectos "generales" también tendrá efectos particulares sobre individuos, industrias o sectores de la economía particulares.
Si bien la frontera entre la política fiscal y otros aspectos de las finanzas públicas es necesariamente arbitraria, el concepto de política fiscal es útil para el análisis y la formulación de políticas. Cada gasto, impuesto y problema de deuda particular puede tener un efecto general diferente de todos los demás. Sin embargo, para ciertos fines puede ser conveniente y seguro considerar algunas grandes categorías de gastos, impuestos y emisiones de deuda, o incluso sus totales, como variables únicas. De hecho, tal vez sea imposible hacer otra cosa, ya que los conocimientos existentes son demasiado crudos para permitir la distinción entre todas las variables posibles.
Es necesario distinguir la política fiscal no sólo de otros aspectos de las finanzas públicas sino también de la política monetaria, que también consiste en medidas generales que suelen evaluarse en función de los efectos generales sobre el ingreso nacional, el empleo total o el nivel de precios, por ejemplo. Esta distinción puede hacerse de varias maneras, según la definición que se dé a la política monetaria. La distinción y la conexión son más claras si la política monetaria se define como política con respecto a la cantidad de dinero. La política fiscal puede entonces definirse como la política con respecto al total de las fuentes y usos gubernamentales de los fondos y su composición. Ciertos conjuntos de acciones son una mezcla de política monetaria y fiscal, como un aumento del gasto público financiado por un aumento del endeudamiento público, que a su vez provoca o se permite que provoque un aumento de la oferta monetaria. Incluso en los casos mixtos es posible distinguir entre los aspectos monetarios y fiscales y considerar qué efectos se derivan de cada uno. Su relación con la política monetaria es uno de los problemas centrales de la política fiscal.
Teoría de Política FiscalComprende lo siguiente:
Teorías relativas a la aplicación
La nueva teoría sostenía la posibilidad de lograr cualquier nivel o tasa de cambio deseado de la renta nacional monetaria. Decía que dado cualquier objetivo para el comportamiento del ingreso nacional monetario, y dados todos los factores distintos a la política fiscal que afectan su comportamiento, hay alguna combinación de programas de gasto del gobierno y tasas de impuestos que lograrán el objetivo. Sin embargo, esta proposición se queda corta al no especificar cuál es la política fiscal adecuada en cada momento.
La aplicación de la política fiscal debe enfrentarse a varias dificultades:
1) No es seguro cuál es el comportamiento del ingreso nacional de dinero que debe ser el objetivo de la política fiscal. El ingreso nacional monetario es un objetivo intermedio, importante por su influencia en el empleo, la producción, los precios, el crecimiento económico y la balanza de pagos. Siempre es imposible saber con precisión cuál será el efecto de un determinado nivel y tasa de cambio del ingreso nacional monetario en estos aspectos de la economía. Incluso si se supiera cuáles serían los efectos, aún habría que determinar cuáles serían los "mejores" efectos.
2) La política fiscal necesaria para lograr un determinado curso del ingreso nacional monetario dependerá de los demás factores autónomos que afecten al ingreso nacional en el futuro período en que operen las decisiones fiscales. Si esos otros factores -que pueden resumirse en tendencias privadas de inversión y consumo- son fuertes, se requerirá una política fiscal menos expansiva que si son débiles. Estos otros factores son variables y su predicción está sujeta a un amplio margen de error.
3) Los efectos de las diversas acciones fiscales sobre el ingreso nacional monetario se conocen sólo de manera muy aproximada. Es de suponer, por ejemplo, que una reducción de un punto en la tasa básica del impuesto sobre la renta de las personas físicas hará que el ingreso nacional monetario sea más elevado de lo que habría sido de otro modo. Pero las estimaciones informadas de la magnitud y el momento de los efectos variarán ampliamente, y esto también será cierto en el caso de otras acciones fiscales.
4) Incluso si el objetivo del comportamiento del ingreso nacional monetario, los factores autónomos que afectan el ingreso nacional, y los efectos de todas las acciones fiscales son conocidos con precisión, la política fiscal adecuada no se determina de manera única. Es casi seguro que habrá más de una combinación de acciones fiscales y de gastos que producirán el ingreso nacional objetivo. Habrá que elegir entre esas combinaciones y hacerlo con criterios distintos del efecto sobre la renta nacional, ya que las combinaciones son similares a ese respecto.
5) Dado que el comportamiento del ingreso nacional monetario se ve afectado en cierto grado, muy discutido, por la política monetaria, los paquetes de políticas entre los que hay que elegir consisten no sólo en varias combinaciones de acciones fiscales sino también en varias combinaciones de política fiscal y monetaria.
6) Por todo lo anterior, la gama y variedad de políticas fiscales que razonablemente se podría pensar en cualquier momento que dan una buena combinación de efectos sobre el empleo, la producción, los precios, etc., será grande, y no será posible seleccionar objetivamente y con certeza una política como la mejor. La selección de una política a seguir será hecha en el proceso político, por personas que sean sensibles a las consecuencias políticas de la selección. Esto puede introducir un sesgo en la selección, haciendo que se desvíe sistemáticamente de lo que probablemente sea la mejor opción.
Esta lista de dificultades no constituye un argumento en contra de la política fiscal, ni siquiera en contra de utilizar la política fiscal para lograr los efectos deseados en el empleo, la producción, el crecimiento, los precios y la balanza de pagos. Habrá una política fiscal mientras haya gobierno. Esta política fiscal tendrá efectos, y es obviamente deseable que tenga efectos buenos y no malos. Pero las dificultades enumeradas aquí sugieren los problemas que deben superarse para asegurar la elección de la política fiscal que tendrá los mejores efectos, o que es más probable que tenga los mejores efectos.
Estrategias generales de aplicación
En el período de posguerra han surgido dos líneas principales de pensamiento sobre la estrategia de aplicación de la política fiscal, aunque cada una de ellas tiene variantes y las dos líneas tienden a encontrarse cuando se elaboran cada una de ellas con respecto a las condiciones del mundo real. Un enfoque es directo y activista, el otro indirecto y pasivo.
El enfoque directo y activista podría denominarse el enfoque "haz lo mejor que puedas". En él se reconoce que no se puede saber con certeza cuál es el objetivo apropiado del ingreso nacional monetario, el estado futuro de la economía sobre el que operará la política fiscal y los efectos futuros de las diversas medidas fiscales. No obstante, según este punto de vista, las autoridades responsables del gobierno deben hacer, y actuar, sus mejores estimaciones de estos factores. Si bien habrá desviaciones del resultado ideal, se cree que estas desviaciones serán menores que las que produciría cualquier sistema alternativo.
El enfoque indirecto y pasivo exigiría que la política fiscal se ajustara a alguna regla o norma objetiva predeterminada que no requiriera la previsión de fluctuaciones económicas a corto plazo. Se intentó encontrar una norma de ese tipo que, en primer lugar, impidiera que la política fiscal fuera una fuerza desestabilizadora independiente y, en segundo lugar, en la medida en que fuera coherente con el primer objetivo, hiciera de la política fiscal una fuerza estabilizadora. Este esfuerzo fue más evidente en los Estados Unidos que en otros lugares, tal vez porque el proceso político estadounidense no dejaba la política presupuestaria en manos de "expertos", lo que generaba un mayor interés público en la especificación de guías de política presupuestaria.
La regla sugería comúnmente establecer como estándar una relación fija entre los programas de gastos y los tipos impositivos, de manera que los ingresos superaran a los gastos en alguna cantidad constante X (que podría ser positiva, cero o negativa) cuando los ingresos nacionales estuvieran en algún nivel estándar Y. Ejemplos de reglas presupuestarias propuestas pueden encontrarse en los artículos del Comité de Desarrollo Económico y de Milton Friedman incluidos en American Economic Association, Readings in Fiscal Policy (1955). Así pues, el superávit real sería constante cuando el ingreso nacional real estuviera en el nivel estándar. En este grado el presupuesto sería neutral. Si se siguiera esta regla, el superávit real estaría por debajo de X cuando el ingreso nacional real estuviera por debajo del estándar Y, y el superávit estaría por encima de X cuando el ingreso nacional real estuviera por encima del estándar Y. Cuanto más lejos estuviera el ingreso nacional por debajo del estándar, menos restaría el gobierno de la corriente de ingresos privados en impuestos, y más añadiría en gastos, de modo que cuanto mayor fuera el apoyo del gobierno al total de gastos e ingresos. En este grado el presupuesto se estabilizaría; resistiría a las variaciones de la renta nacional real en relación con el estándar. El nivel estándar del ingreso nacional aumentaría a lo largo del tiempo con el crecimiento de la producción nacional potencial. Si el ingreso nacional efectivo no aumentara tan rápido como el potencial, el cumplimiento de la norma generaría un déficit creciente (o un superávit decreciente), que tendería a acelerar el crecimiento del ingreso nacional efectivo.
La lógica de la norma no exigía que el ingreso nacional estándar fuera igual al ingreso nacional potencial o de "pleno empleo", aunque sí exigía que el estándar guardara cierta relación constante con el ingreso nacional potencial. Sin embargo, de hecho, la norma se prescribía normalmente como el ingreso nacional de pleno empleo, y la regla exigía que se equilibrara el presupuesto (o que se produjera algún superávit o déficit constante especificado) en el pleno empleo. Así pues, el examen de la norma centró la atención en lo que sería el superávit o el déficit en el momento del pleno empleo, distinguiéndolo del superávit o el déficit real. El "superávit de pleno empleo" se convirtió en una medida taquigráfica ampliamente utilizada del impacto de la política fiscal. Mientras que los cambios en el superávit o el déficit reales son el resultado de cambios en otras condiciones económicas, así como de cambios en la política presupuestaria, los cambios en el superávit de pleno empleo son el resultado casi total de cambios en la política presupuestaria. La utilización del superávit de pleno empleo para el análisis o la prescripción no implicaba necesariamente que el superávit de pleno empleo debiera ser constante, y el concepto llegó a ser utilizado en el decenio de 1960 por muchos que no aceptaban la norma del superávit de pleno empleo constante.
Los partidarios del enfoque indirecto y pasivo reconocieron que, en principio, una política activa basada en la previsión perfecta daría resultados de estabilización superiores. Sin embargo, la previsión perfecta no era posible, y las decisiones reales, si se liberaban de todas las normas convencionales, ni siquiera se regirían por las mejores previsiones económicas posibles. Las decisiones políticas podrían ser aleatorias y desestabilizadoras, o podrían estar sesgadas en una dirección inflacionaria y de aumento de los gastos. Por lo tanto, una política menos ambiciosa y más moderada daría mejores resultados. De hecho, cabría esperar un alto grado de estabilidad (lo que significa firmeza en el crecimiento) de una política fiscal pasiva, especialmente si se combina con una política monetaria estabilizadora. En algunas variantes se considera que esta política monetaria estabilizadora también se rige por una norma, como una tasa de crecimiento constante de la oferta monetaria; en otras variantes la política monetaria es flexible y discrecional.
Probablemente la crítica básica del enfoque indirecto es que el establecimiento de una regla presupuestaria requiere una previsión de las condiciones económicas que se darán en promedio durante el período en que la regla esté en vigor. Una regla que puede ser altamente inflacionaria en un conjunto de condiciones puede ser altamente deflacionaria en otro. Por lo tanto, la norma no elimina la necesidad de hacer previsiones, pero requiere un tipo de previsión más difícil, porque a más largo plazo, que una política más activa y flexible requiere.
La elección entre estos dos enfoques refleja las diferencias de opinión sobre el funcionamiento de los sistemas económico y político, así como algunas diferencias en la evaluación de las consecuencias de la inflación y el aumento del gasto público. Aunque estas diferencias no se han resuelto, la experiencia y el debate han tendido a reducir la diferencia entre los dos enfoques. Los defensores de lo que se denomina aquí el enfoque directo no desean ni esperan un ajuste continuo de la política fiscal a las condiciones económicas reales o previstas, sino sólo un ajuste a intervalos. También reconocerían que tal vez no sea conveniente modificar la política fiscal para hacer frente a cambios económicos que son pequeños o de pronóstico bastante incierto. Y han tenido, al menos cuando han ocupado puestos de responsabilidad, que aceptar como cierta restricción el sentimiento popular a favor de los presupuestos equilibrados.
Al mismo tiempo, al menos muchos partidarios de una "regla" de política fiscal reconocerían que puede ser necesario o deseable cambiar la regla de vez en cuando. También aceptarían la posible necesidad de apartarse temporalmente de la norma en algún momento.
Una vez alcanzados estos puntos, las diferencias entre los dos enfoques se reducen a cuestiones sobre la frecuencia de los cambios de la política fiscal y la solidez de las pruebas necesarias para justificar un cambio. Se trata de cuestiones de gradación, sobre las que se puede adoptar una graduación continua de posiciones.
La "mezcla" fiscal-monetaria
Si la política fiscal no es el único instrumento mediante el cual el gobierno puede influir en el ingreso nacional monetario, no es una guía suficiente para la política fiscal decir que debe ser administrada de manera que produzca el ingreso nacional deseado. Sólo puede decirse que los instrumentos disponibles deben utilizarse en combinación para lograr el resultado deseado, pero esto deja abierta la cuestión de la combinación en la que deben utilizarse los diversos instrumentos. La cuestión principal de la combinación de instrumentos se refiere a la combinación de la política fiscal y monetaria.
Aunque la política fiscal y la política monetaria pueden ser ambas capaces, en general, de afectar al ingreso nacional, puede haber circunstancias especiales en las que no sean instrumentos alternativos. Por ejemplo, se ha pensado que en el fondo de una profunda depresión, las perspectivas de beneficios pueden parecer tan sombrías que ninguna expansión de la oferta monetaria estimularía un aumento de la inversión u otros gastos privados. En este caso, la política monetaria no sería una alternativa a la política fiscal para promover la recuperación. Sin embargo, se ha discutido si se trata de una posibilidad realista, y no hay indicios de que hayan surgido tales circunstancias en el mundo de la posguerra.
Las medidas fiscales y las medidas monetarias pueden diferir en cuanto a la rapidez con que pueden adoptarse, surtir efecto y modificarse o invertirse en caso necesario. Esto puede servir de base para una división del trabajo entre la política fiscal y la monetaria, siendo el instrumento más flexible el que se utiliza en aquellas circunstancias en las que se necesita un efecto rápido y posiblemente reversible. En gran parte de los primeros escritos de la posguerra se asumió que la política monetaria era el instrumento más flexible y que, por lo tanto, se debía confiar en ella para los ajustes a corto plazo de los efectos del conjunto de medidas fiscales y monetarias. Sin embargo, en un estudio posterior se sugirió que el desfase entre la acción monetaria y sus efectos podría ser largo y variable. Esto planteaba la cuestión de si la política monetaria era de hecho el elemento más flexible y manejable de la combinación monetaria-fiscal. Así pues, el principio sigue siendo que en la división del trabajo entre la política fiscal y la política monetaria se debe utilizar el instrumento más flexible para los ajustes más rápidos y frecuentes, pero no se sabe con certeza cuál es el instrumento más flexible.
Si el ingreso nacional monetario deseado para cualquier período puede lograrse mediante una de las diversas combinaciones de política fiscal y monetaria, la elección entre esas combinaciones requiere la invocación de algún objetivo adicional. Dos de esos objetivos han parecido particularmente pertinentes: el crecimiento económico y el equilibrio de la balanza de pagos.
En ciertos supuestos, la economía crecerá más rápidamente con un gran superávit presupuestario que con un pequeño superávit o déficit presupuestario, si en cada caso existe la política monetaria adecuada para alcanzar la tasa actual deseada de ingresos nacionales monetarios. A menos que haya efectos totalmente compensatorios, el mayor superávit significará un mayor ahorro total y una mayor inversión total. Cabe esperar algunas compensaciones. Para obtener el mayor superávit se requerirá alguna combinación de impuestos más altos, que pueden reducir el ahorro privado o tener otros efectos de restricción del crecimiento, y de gastos públicos más bajos, algunos de los cuales podrían haber tenido efectos de promoción del crecimiento. Además, la política monetaria más expansiva necesaria para acompañar al mayor superávit puede deprimir el ahorro privado. Por lo tanto, no se puede decir que una política de mayor superávit sea una política de crecimiento más rápido sin más especificaciones, pero probablemente es posible diseñar una política de mayor superávit que sea una política de crecimiento más rápido. Incluso esto, por supuesto, no haría por sí mismo preferible el superávit más grande. Un superávit mayor sólo conduce a un crecimiento más rápido a un cierto costo, en forma de reducción del consumo actual y posiblemente también en otras formas; si es legítimo o prudente que el gobierno decida pagar ese costo es una pregunta que todavía tendría que ser respondida.
A finales del decenio de 1950 y principios del de 1960 la atención se centró en las consecuencias para la balanza de pagos de la combinación de la política fiscal y monetaria. Este nuevo interés se derivaba en gran medida de la preocupación por la posición de los Estados Unidos, que registraba un persistente déficit en la balanza de pagos junto con más desempleo y menos inflación que la mayoría del resto del mundo. Un país en esas circunstancias busca tanto la expansión interna como la contracción de su déficit externo. Se sugirió que esos dos objetivos podrían abordarse simultáneamente mediante una política fiscal más expansiva combinada con una política monetaria menos expansiva. En términos más generales, podría demostrarse que si el ingreso interno y la balanza de pagos dependen de la política monetaria y fiscal y de ninguna otra, y si esas dos políticas no afectan a ningún otro objetivo, los dos objetivos determinan la mejor combinación de las dos políticas. Si bien es posible que estas condiciones nunca se cumplan plenamente, se pueden aproximar por períodos breves.
Política Monetaria
En su sentido más amplio, la política monetaria incluye todas las acciones de los gobiernos, los bancos centrales y otras autoridades públicas que influyen en la cantidad de dinero y el crédito bancario. Por consiguiente, abarca las políticas relativas a aspectos como la elección del criterio monetario de la nación; la determinación del valor de la unidad monetaria en términos de un metal o de monedas extranjeras; la determinación de los tipos y cantidades de las propias emisiones monetarias del gobierno; el establecimiento de un sistema de banco central y la determinación de sus facultades y normas de funcionamiento; y las políticas relativas al establecimiento y la reglamentación de los bancos comerciales y otras instituciones financieras conexas. Unos pocos incluso amplían el significado de la política monetaria para incluir acciones oficiales que afectan no sólo a la cantidad de dinero sino también a su tasa de gasto, abarcando así las políticas gubernamentales de impuestos, gastos, préstamos y gestión de la deuda.
Sin embargo, se ha convertido en costumbre definir la política monetaria en un sentido más restringido y excluir de ella las opciones relativas al amplio marco jurídico e institucional del sistema monetario y bancario. Este concepto más restringido se empleará aquí. La política monetaria en este sentido se refiere a la regulación de la oferta de dinero y crédito bancario para la promoción de objetivos seleccionados.
Elementos de la política monetaria
Al igual que todas las políticas económicas, la política monetaria tiene tres elementos interrelacionados: la selección de objetivos, la aplicación y, al menos, una teoría implícita de las relaciones entre las acciones y los efectos. Los tres elementos presentan problemas de elección y siguen siendo objeto de controversia.
La política monetaria puede dirigirse hacia el logro de muchos objetivos diferentes. Por ejemplo, la oferta de dinero puede regularse para proporcionar al gobierno fondos baratos o incluso sin coste, para mantener los tipos de interés a un nivel determinado, para regular el tipo de cambio de la moneda nacional, para proteger el oro y otras reservas internacionales de la nación, para estabilizar los niveles de precios internos, para promover continuamente altos niveles de empleo, etc. Es poco probable que esos múltiples objetivos sean plenamente compatibles en todo momento. Por lo tanto, la formulación racional de políticas requiere la identificación de los diversos objetivos, el análisis de la medida en que son o pueden ser compatibles y la elección entre aquellos que entran en conflicto entre sí. En una sección posterior se hará hincapié en los cambios en los objetivos de la política monetaria y en algunos de los problemas de su conciliación.
El papel que desempeña la política monetaria en la promoción de determinados objetivos económicos depende en gran medida de la naturaleza del sistema económico y de las actitudes hacia el uso de otros métodos de regulación. Esta función suele ser secundaria en las economías caracterizadas por el funcionamiento gubernamental de la mayoría de las empresas económicas y el control gubernamental de la asignación de recursos, la distribución de la producción y los precios de los insumos y productos. Incluso en estas economías la política monetaria no es trivial. Una oferta excesiva de dinero puede crear una demanda excesiva y presiones inflacionistas, que se manifiestan en los mercados negros, el acaparamiento y las estanterías desnudas. Por otro lado, una oferta deficiente de dinero puede impedir el flujo de la producción y el comercio. Sin embargo, la principal función de la política monetaria en esas economías es la de la acomodación pasiva, es decir, proporcionar la cantidad de dinero necesaria para facilitar el funcionamiento de otros controles gubernamentales; no es servir de regulador principal.
La política monetaria suele desempeñar una función reguladora más positiva en los sistemas económicos que dependen en gran medida de las fuerzas del mercado para organizar y dirigir los procesos de producción y distribución. En esas economías, las decisiones de las empresas comerciales relativas a las tasas de producción, las cantidades de mano de obra empleada, las tasas de formación de capital, etc., están fuertemente influenciadas por las relaciones entre los costos y las demandas reales y previstas de producción. Si la demanda agregada es deficiente, las empresas no encontrarán rentable emplear toda la mano de obra disponible, utilizar plenamente la capacidad existente o adquirir todos los nuevos bienes de capital que podrían producirse. Por otra parte, las demandas agregadas excesivas de producción son inflacionarias. Por lo tanto, una de las principales funciones de la política monetaria es regular el comportamiento de la demanda agregada de producción para obtener un rendimiento más favorable de la economía. Esta función es compartida con la política fiscal en muchos países y en muchas combinaciones o "mixes" diferentes. Aunque el uso deliberado de la política fiscal con este fin ha aumentado considerablemente en los últimos decenios, la política monetaria sigue siendo un instrumento importante.
La responsabilidad principal de la administración de las políticas monetarias suele confiarse a los bancos centrales, aunque hay diversos grados de control gubernamental de los bancos centrales y sus políticas. Los bancos centrales regulan la oferta monetaria e influyen en la oferta de crédito en dos capacidades principales, separadas pero estrechamente relacionadas: como controladores de sus propias emisiones de dinero y como reguladores de la cantidad de dinero creada por los bancos comerciales. Ambas son importantes, pero su importancia relativa depende en parte de la etapa de desarrollo financiero del país y de los tipos de dinero empleados. En los países en que los depósitos bancarios aún no se han generalizado, los billetes emitidos por el banco central suelen constituir una parte importante de la oferta monetaria. En esos casos, el banco central puede regular la oferta monetaria en gran medida controlando directamente sus propias emisiones de billetes. Sin embargo, en los países que han alcanzado una etapa posterior de desarrollo financiero, los billetes del banco central constituyen una parte más pequeña de la oferta monetaria; los depósitos en los bancos comerciales son el principal componente, y las acciones de los bancos comerciales representan directamente una gran parte de las fluctuaciones de la oferta monetaria. En esos países, el banco central es principalmente un regulador de los bancos comerciales, aunque el control de su propia creación de dinero sigue siendo importante y forma parte del proceso.
Los términos "política monetaria" y "política crediticia" se utilizan a menudo indistintamente o con matices ligeramente diferentes. Esto se ha producido principalmente porque en la mayoría de los sistemas modernos la creación y destrucción de dinero por parte de los bancos centrales y comerciales están tan estrechamente entrelazadas con su expansión y contracción del crédito. Normalmente crean y emiten dinero (moneda y depósitos) haciendo préstamos o comprando valores, normalmente obligaciones de deuda. Así pues, una de las partes de la transacción es la emisión de dinero; la otra es la provisión de fondos a los prestatarios o vendedores de valores, lo que tiende a reducir los tipos de interés. Los bancos centrales y comerciales suelen retirar dinero (moneda y depósitos) disminuyendo sus préstamos pendientes o vendiendo valores, por lo general obligaciones de deuda. Así pues, se produce tanto una disminución de la oferta de dinero como una disminución de los fondos disponibles para los prestatarios y los compradores de los valores vendidos por los bancos, lo que tiende a aumentar los tipos de interés.
Los que hablan de política monetaria tienden a centrarse en el comportamiento de la reserva de dinero, mientras que los que hablan de política crediticia tienden a centrarse en la cantidad de fondos de préstamo disponibles de los bancos centrales y comerciales. Esas diferencias de enfoque no tienen por qué conducir a diferencias en el análisis o las conclusiones. Sin embargo, a veces lo hacen. Los que se centran en la reserva de dinero tienen más probabilidades de hacer hincapié en los "efectos de equilibrio real" tanto en el gasto de consumo como en el de inversión, mientras que los que se centran en el crédito tienen más probabilidades de hacer hincapié en los efectos directos en los tipos de interés, la disponibilidad de fondos y la inversión. La teoría monetaria ha avanzado considerablemente en la conciliación e integración de estos enfoques, pero aún queda mucho por hacer.
El tercer elemento de la política monetaria es, al menos, una teoría implícita de las relaciones entre las acciones y los efectos. Para que sus acciones promuevan sus objetivos, la autoridad monetaria necesita alguna teoría sobre la naturaleza, la dirección, la magnitud y el momento de las respuestas. Las respuestas pertinentes son numerosas y de varios niveles. Por ejemplo, incluyen la respuesta de la oferta de dinero y crédito; la respuesta de la demanda agregada de producción; y las respuestas de la producción, el empleo y los precios reales. Sigue habiendo desacuerdos entre los economistas y los banqueros centrales sobre muchas de esas cuestiones teóricas y empíricas, y esos desacuerdos subyacen a muchas controversias permanentes sobre la naturaleza y el alcance adecuados de la política monetaria. Algunos de ellos se tratarán en una sección posterior.
Evolución de los objetivos
La política monetaria, en el sentido moderno de gestión deliberada y continua de la oferta monetaria para promover objetivos sociales y económicos seleccionados, es en gran medida un producto del siglo XX, especialmente de las décadas posteriores a la Primera Guerra Mundial. La disminución de las reservas metálicas de la nación a niveles peligrosamente bajos, o cualquier otra amenaza a la redimibilidad, se convirtió en una señal de restricción monetaria y crediticia, cualesquiera que fueran sus otros efectos económicos. Cuando la posibilidad de rescate parecía segura, la política monetaria se utilizaba para promover otros objetivos: hacer frente a los pánicos, las crisis y otras restricciones crediticias, e incluso para expandir un poco el dinero cuando los negocios estaban deprimidos. Pero esa intervención era esporádica en lugar de continua y sus propósitos limitados en lugar de ambiciosos. El patrón oro internacional del período anterior a 1914 no era puramente automático, sino que se gestionaba sólo marginalmente.
Muchas fuerzas han contribuido al cambio y al crecimiento de la política monetaria desde la Primera Guerra Mundial. Un conjunto de fuerzas incluye la ruptura del patrón oro internacional y otros cambios y crisis en los sistemas monetarios -inflación durante y después de la Primera Guerra Mundial y el largo período de suspensión del reembolso del oro en la mayoría de los países, la naturaleza cambiante e insegura de los patrones de cambio del oro y del oro restablecidos en el decenio de 1920, la nueva ruptura de los patrones oro durante la gran depresión del decenio de 1930 y la inflación mundial durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Tanto los países que tenían demasiado poco oro como los que tenían demasiado, pasaron a considerar que el estado de sus reservas de oro ya no era una guía adecuada para la política y que debían elaborarse nuevos objetivos y guías. Las acciones monetarias se volvieron cada vez menos esporádicas y limitadas y más continuas y ambiciosas en su alcance.
Los objetivos de la política monetaria también se han visto poderosamente influidos por los cambios de actitud relativos a las responsabilidades de los bancos centrales y los gobiernos en el desempeño de la economía. En el decenio de 1920 se observó una creciente demanda de que algún organismo central redujera la inestabilidad de los niveles de precios y de la actividad empresarial. Esas exigencias se vieron reforzadas enormemente por la catástrofe económica del decenio de 1930 y por los temores de que a la guerra mundial n siguiera otra depresión mundial. A los pocos años de esa guerra, los gobiernos de casi todas las naciones occidentales habían asumido formalmente la responsabilidad de promover continuamente altos niveles de empleo y producción. Y en unos pocos años más casi todos estos gobiernos habían manifestado su intención de promover el crecimiento económico. La política monetaria es necesaria, en algunos casos por el gobierno y en otros por la fuerza de la opinión pública y la presión, para contribuir a tales objetivos.
Aunque a menudo se formulan en términos diferentes, ahora es común que las autoridades monetarias establezcan cuatro objetivos principales o básicos de la política monetaria: 1) niveles continuamente altos de empleo y producción, 2) la tasa más alta de crecimiento económico sostenible, 3) niveles de precios internos relativamente estables y 4) mantenimiento de un tipo de cambio estable para la moneda nacional y protección de su posición de reserva internacional. En algunos países la política monetaria también se ve influida por otras consideraciones, como el deseo de mantener bajos tipos de interés para facilitar la financiación pública u otros tipos de actividad económica favorecidos.
Conflictos de objetivos
Algunos de los problemas más básicos de la política monetaria se refieren a la compatibilidad de esos objetivos múltiples. ¿Pueden todos ellos ser alcanzados simultáneamente y en un grado aceptable, incluso si una nación tiene un control preciso del comportamiento de la demanda agregada de la producción? Por supuesto, la respuesta depende en parte de la ambición de los objetivos; difícilmente se puede esperar la perfección en todos los aspectos.
La respuesta también depende en gran medida de las respuestas de la producción, el empleo, los salarios monetarios y los precios a los cambios en la demanda agregada. El caso más favorable es aquel en que la oferta de producción es completamente elástica a los niveles de precios existentes hasta el punto de "pleno empleo" y producción de capacidad. En esos casos, el aumento de la demanda sólo provocaría un incremento de la producción hasta que la economía alcanzara su máxima capacidad de producción. La inflación de los precios sólo aparecería cuando la demanda fuera excesiva en relación con la capacidad productiva.
Sin embargo, surgen problemas para conciliar los objetivos relativos a la producción, el empleo y la estabilidad del nivel de precios cuando la oferta de productos no responde de manera tan favorable a los aumentos de la demanda y cuando los precios aumentan antes de que la economía se haya acercado a su capacidad de producción. Incluso ante cantidades considerables de desempleo, los salarios medios del dinero pueden aumentar más rápidamente que la producción media por hora-hombre, lo que tiende a elevar los costos de producción. Y por esta u otras razones, las empresas comerciales pueden aumentar los precios de sus productos aunque persista un considerable exceso de capacidad. En esas condiciones puede resultar imposible alcanzar todos los objetivos, en grados aceptables, únicamente mediante el control de la demanda agregada. Los niveles de demanda suficientes para provocar el "pleno empleo" y la producción de capacidad pueden provocar inflación, mientras que los niveles de demanda suficientemente bajos para asegurar la estabilidad de los niveles de precios pueden dejar grandes cantidades de desempleo y capacidad no utilizada.
Debido a esas dificultades, muchos economistas y otros observadores han llegado a la conclusión de que los objetivos relativos a la producción, el empleo y los niveles de precios sólo pueden conciliarse satisfactoriamente si la regulación de la demanda agregada mediante políticas monetarias y fiscales se complementa con medidas destinadas a suscitar respuestas más favorables de la economía. Esas medidas son de varios tipos, que sólo pueden enumerarse aquí: 1) la reforma de los procesos salariales para evitar aumentos inflacionarios de los salarios monetarios, 2) la disminución del poder de monopolio en la industria, y 3) el aumento de la movilidad regional y ocupacional de la mano de obra.
La discusión anterior se refería a los posibles conflictos entre los múltiples objetivos nacionales de una nación. Uno o más de estos objetivos domésticos también pueden entrar en conflicto con los objetivos internacionales de la nación de mantener un tipo de cambio estable para su moneda y de proteger su posición de reserva internacional. Afortunadamente, los objetivos nacionales e internacionales no siempre entran en conflicto. Por ejemplo, una nación puede tener un déficit en su balanza de pagos debido principalmente a una demanda interna excesiva y al aumento de los precios. En esos casos, las políticas monetarias restrictivas pueden ser apropiadas por razones tanto internas como internacionales. Por otra parte, una nación puede tener un superávit en su balanza de pagos debido principalmente al desempleo y a la disminución de la producción y los ingresos nacionales, lo que reduce su demanda de importaciones. En este caso, una política monetaria expansiva promoverá sus objetivos tanto nacionales como internacionales.
Sin embargo, se dan casos en que entran en conflicto los objetivos nacionales y los objetivos de mantener unos tipos de cambio estables y una balanza de pagos internacional. Por ejemplo, una nación puede tener un superávit grande y persistente en su balanza de pagos mientras que las demandas de su producción son tan grandes que provocan una inflación real o una amenaza de inflación. Una política monetaria expansiva, encaminada a reducir el superávit de su balanza de pagos, aumentaría las presiones inflacionistas en el plano interno; mientras que una política restrictiva, encaminada a inhibir la inflación interna, mantendría, y tal vez incluso aumentaría, el superávit de su balanza de pagos. Una nación que se enfrente a esta situación puede verse obligada a sacrificar su objetivo interno de prevenir la inflación o a aumentar el tipo de cambio de su moneda para disminuir el valor de sus exportaciones en relación con sus importaciones.
Considerada por la mayoría de los países como aún más grave es la situación en la que existe un gran y persistente déficit en la balanza de pagos combinado con un exceso de desempleo real o amenazado en el país. El empleo de políticas monetarias y fiscales expansivas para aumentar la demanda interna y erradicar el exceso de desempleo tendería a ampliar el déficit de la balanza de pagos de la nación y a agotar sus reservas internacionales. Pero el empleo de políticas restrictivas para erradicar el déficit en su balanza de pagos aumentaría el desempleo en el país. La nación puede verse obligada a sacrificar sus objetivos internos relacionados con el empleo, la producción y el crecimiento o a reducir el tipo de cambio de su moneda.
Debido a estos conflictos, muchos economistas han criticado los acuerdos en los que los tipos de cambio permanecen fijos durante largos períodos de tiempo. Consideran que la estabilidad de los tipos de cambio como tal tiene poco mérito y que los alteraría siempre que entraran en conflicto con objetivos económicos importantes. Sin embargo, sus prescripciones varían mucho. Por ejemplo, algunos favorecen la estabilidad de los tipos de cambio la mayoría de las veces con ajustes sólo en caso de "desequilibrio fundamental". Otros favorecen tipos de cambio continuamente flexibles, con o sin intervención oficial para influir en su comportamiento. Todo el campo de la política de tipos de cambio sigue siendo muy controvertido.
Nacionalismo
Describe la enciclopedia Rialp, sobre nacionalismo lo siguiente: Con la expresión nacionalismo formada con la palabra nacional y el sufijo tónico «ismo», se designa la doctrina, secta, sistema o ideología que considera a la nación como fuente primaria y criterio básico de adhesiones, de juicios de valor, del Derecho y de actividades políticas. El alcance de la expresión guarda estrecha relación o dependencia con las ideas de nación (véase esta voz en la plataforma digital) y nacionalidad (véase esta voz en la plataforma digital), a las que se subordina. Se conecta con expresiones afines, como son las de patriotismo (véase esta voz en la plataforma digital) e imperialismo (véase esta voz en la plataforma digital), distinguiéndose de ellas por la peculiaridad significativa de los sustantivos patria (véase esta voz en la plataforma digital) e imperio (véase esta voz en la plataforma digital) de los que se forman; y principalmente con la de pueblo (véase esta voz en la plataforma digital), que es una de las notas esenciales originarias de la idea de nación. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). La expresión nacionalismo acoge significados tan variados, opuestos y ambivalentes que se ha convertido de hecho en, término ambiguo y de muy difícil definición esencial.
Concepto y significados
El nacionalismo, en su significado más amplio, expresa la vinculación ideológica y afectiva al grupo humano de una colectividad unida por lazos de homogeneidad cultural, la conciencia defensiva de la unidad de costumbres, instituciones, lengua, religión y de afinidades electivas o congénitas y los proyectos de vida en común, es decir, de lo que, en términos generales, se entiende como nacionalidad distintiva.Entre las Líneas En su significado más estricto, el nacionalismo encuentra en la nacionalidad la razón política, moral y militar del comportamiento interior y exterior. El nacionalismo es una noción sociológica y permanece siempre fiel a las exigencias derivadas del grupo étnico que fundamenta la idea y el desenvolvimiento de la nación. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). No es esencial la unidad política para que aparezca el nacionalismo, incluso exacerbado, como sucede, p. ej., en el nacionalismo judío; sin embargo, es precisamente la unidad geopolítica (más detalles sobre relaciones internacionales y las tensiones geopolíticas en nuestra plataforma) y su reforzamiento lo que constituye su rasgo dominante.Entre las Líneas En la ambigüedad del término nacionalismo se encuentran elementos ideológicos en suspensión. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). Recaséns Siches engloba en los términos transpersonalismo y antihumanismo a todos los movimientos nacionalistas desde la época griega hasta Rosemberg, a los que estigmatiza apoyándose en la negación que profesan del hombre como ser moral con dignidad.
Desde los Romanos
Un subconsciente nacionalista alienta ya en el significado que los romanos otorgaron al término nación: raza de hombres que han nacido en la tierra que habitan, algo en que nacemos, como subraya Ortega; a diferencia de pueblo: colectividad organizada en un territorio bajo una actividad política y jurídica. Con todo, el nacionalismo, en su sentido moderno, arranca de Maquiavelo (véase esta voz en la plataforma digital), considerado como el primer teórico del nacionalismo político. La confusión y las equivocidades con que son empleados los términos nación y Estado han permitido que el nacionalismo sea una expresión de difícil tratamiento, resultando frecuente encontrar nacionalismo en colectividades cuya nacionalidad era por lo menos cuestionable.Entre las Líneas En opinión de Toynbee, el nacionalismo ha sido el criterio historiográfico que ha regido en los s. XIX y XX, con menosprecio de las sociedades vivas y del universo humano.
Periodos
El nacionalismo ha pasado por varios periodos hasta encontrar en el s. XX su apogeo y posteriormente su desintegración. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto).Entre las Líneas En un primer periodo, de formación, se inicia al disolverse la unidad medieval, encarnando los príncipes la nacionalidad y no solo su soberanía. Luis XIV pudo decir «el Estado soy yo», subsumiendo a la nación en el Estado. El nacionalismo alienta en este primer periodo con ideas varias del mundo protestante y de la sacralización cristiana del Poder.
Romanticismo
El segundo periodo está centrado en la Revolución francesa y en Napoleón, y corre hasta la I Guerra mundial. El Romanticismo (véase esta voz en la plataforma digital) es un ingrediente esencial del sentimiento nacionalista, y los pactos internacionales afianzan y a veces exacerban el nacionalismo, hasta el punto de que en ellos se trata de configurar políticamente a las naciones, y es esta configuración por razones militares, económicas o políticas, la que origina la concepción moderna del nacionalismo Para comprender el nacionalismo de este periodo hay que tener siempre presente la identificación operada por Rousseau entre nación y pueblo, que serviría de pauta para la evolución del nacionalismo y para su exasperación. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). Se democratiza el nacionalismo y se idealiza al pueblo que encarna a la nación, produciéndose una pasión psicológica de tremendas consecuencias. El pueblo se afianza como sujeto en el que se encarnan los derechos nacionales, y estos derechos humanos son más fuertes y originarios que los derechos políticos, que son considerados como emanación popular. El crecimiento demográfico y el sistema económico liberal, que en un principio parecían asegurar un internacionalismo saludable, engendran nuevas formas de poderío nacionalista en algunos países y de deflación política y económica en otros, dando ocasión a un nacionalismo bifronte, el planetario de Alemania, Inglaterra y Francia, y el satélite de otros muchos, con las superpotencias de Estados Unidos y Rusia. El laissez-faire desemboca en una discriminación peligrosa de nacionalismo encontrados y la libertad incondicionada del s. XIX les exaspera hasta el belicismo.
Ambiciones Imperialistas
El tercer periodo discurre desde 1918 hasta la II Guerra mundial. Es la época de la formación de nacionalismo tipificados, en los que se exasperan las ambiciones imperialistas basándolas en panteísmos estatales, en syperioridades étnicas o en ahogos demográficos. El principio de la National self-determination no impide la subyugación de otros pueblos, sino que lo justifica. La fenomenología de este periodo no puede ser entendida si no se presta atención preferente a la sociología económica y a la historia política. El advenimiento de las masas es tan tremendo que el vocablo pueblo se monopoliza para designarlas. Es la época de la socialización del nacionalismo o de la nacionalización del socialismo, jacobino en Francia, lasalliano en Alemania y jingoísta en Gran Bretaña. Entre los factores que contribuyen a la estructuración política y mental del nacionalismo figura la multiplicación de las naciones que bucean en sus razones seminales la justificación de su soberanía, y exigen un internacionalismo económico para reforzar la autonomía industrial, entrando en juego la colonización económica de las grandes potencias y la exacerbación política del nacionalismo en las subdesarrolladas. El absolutismo (siglos XVII y XVIII en Europa; consulte también la información respecto a la historia del derecho natural) nacionalista, al degenerar en expansionismo imperialista, permite la absorción (véase su concepto jurídico) de las naciones vencidas, sin que valgan los derechos elementales. El Tribunal de Nuremberg de 1945, aunque eximió de responsabilidad al Gobierno y al pueblo alemán, condenó a muerte al nacionalismo, y bien puede decirse que el 16 oct. 1946, en que se ejecutaron las sentencias, pasaban a la historia las formas en que se habían expresado hasta entonces los nacionalismo El nacionalismo de las nuevas naciones que se sientan en la ONU y el mismo de China no presentan originalidad alguna ni ofrecen aspectos conceptuales, aunque supongan una reiteración obsesiva. La única novedad se aprecia si acaso en el nacionalismo de algunos países comunistas como Albania, Yugoslavia y, más recientemente, Checoslovaquia.
En Hispanoamérica
En los países hispanoamericanos el proceso histórico guarda semejanza, aunque las fechas son otras. A un periodo de colonización sigue lo que Leopoldo Zea llamará la búsqueda de la originalidad, no contra España y Europa, sino ante ellas. Este afán explicable y legítimo es el que lleva a las repúblicas de habla y civilización españolas a buscar afanosa y convulsivamente desde sí mismas como nación, sin descuidar su indigenismo, un n, ideológico ante Europa y económico frente a Estados Unidos. El proceso nacionalista de Iberoamérica presenta unas características peculiares de resultados imprevisibles a la hora de su explosión.
La filosofía y las ideologías
Los nacionalismo europeos esconden en su nacimiento y formación una vena literaria, religiosa, filosófica, y no solo, ni preferentemente siquiera, política. Rousseau (m. 1778), Herder (m. 1803), Fichte (m. 1814), Hegel (m. 1831), Vico (m. 1744), Renan (m. 1892), Romagnosi (m. 1835), Dostoievski (m. 1881), son unos nombres entre ciento que no se pueden olvidar. Hegel (véase esta voz en la plataforma digital), entre todos, es el que suministra material ideológico para la trasfiguración del nacionalismo hasta el extremo de absolutizar el espíritu del pueblo, sin consentir otras determinaciones, ni siquiera las etimológicas, en la formación nacional. A Hegel (Filosofía de la Historia, Buenos Aires 1946, 1,49-50) pertenecen estas frases verdaderamente impresionantes: «Los pueblos son existencias por sí, y como tales tienen una existencia natural. Son naciones y, por tanto, su principio es un principio natural. Y como los principios son distintos, también los pueblos son naturalmente distintos. Cada uno tiene su propio principio, al cual tiende como a su fin… Este espíritu del pueblo es un espíritu determinado, en todo concreto, que debe ser conocido en su determinación… La religión, la ciencia (para un examen del concepto, véase que es la ciencia y que es una ciencia física), las artes, los destinos y acontecimientos constituyen su desenvolvimiento. Todo esto y no la naturaleza física del pueblo (como la derivación de la palabra natio de nasci podría sugerir) da al pueblo su carácter… El espíritu tiene por fuerza que realizar esto y lo realizará». Los Discursos a la nación alemana de Fichte (véase esta voz en la plataforma digital) en 1808 pueden ser considerados como auténticos manifiestos filosófico-políticos para salvar el espíritu alemán frente al militarismo napoleónico. La economía y el derecho tienen en C. Nies (m. 1898) y en J (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma online de ciencias sociales y humanidades). Bluntschli (m. 1881) sus respectivos teóricos del nacionalismo y en la Escuela histórica de Savigny la plasmación histórico-jurídica.
Ideologías
M. Duverger, que ha estudiado la fenomenología del nacionalismo con detenimiento, acompasa su evolución al ritmo de las ideologías (véase esta voz en la plataforma digital).Entre las Líneas En esta concepción el nacionalismo vendría a ser como el arma de que se valen las ideologías para ejercer el poder. Ésta sería la razón que explicara los cambios de manos (monarquía, izquierdas, derechas, conservadores, radicales, comunismo) por los que ha atravesado el nacionalismo en las distintas naciones y en una misma nación, y que ha permitido a J. Messner hablar del nacionalismo como problemático en sí mismo.
Polisemia de sus formas. Al nacionalismo se le sufijan distintos sustantivos o adjetivos, tomados generalmente de la idea primordial que les sirve de base o de la intención que subyace en ellos, como sucede con el nacionalsocialismo (véase esta voz en la plataforma digital) o nacionalismo socialista, en el nacionalcomunismo o comunismo nacional, o en el nacionalsindicalismo o sindicalismo nacional, aunque en este último el nacionalismo lo sea solo de nombre, válido solo como sinónimo de tradición o patria, hasta el extremo de que su fundador, José Antonio Primo de Rivera (véase esta voz en la plataforma digital), pudo escribir que «el ser nacionalistas es una pura sandez». Otras variantes terminológicas del nacionalismo son las de nacionalismo profético, denominación aplicable al que se inspira directamente en Hegel y en Nietzsche; nacionalismo irredento, el que se proclama en países con territorios o grupos humanos separados de la patria; nacionalismo separatista, el que se fomenta en regiones con grupos étnicos, lingüísticos o culturales distintivos; nacionalismo rentré o hacia dentro, en el que veía Ortega y Gasset (véase esta voz en la plataforma digital) el nuevo peligro para una verdadera solución internacional. Especial mención merece el nacionalismo de los pueblos subdesarrollados, en los que el nacionalismo brota al unísono con el proceso de descolonización. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). Los supuestos en que se basa el nacionalismo africano, p. ej., no encajan en las imágenes de los nacionalismo europeos. Este desencaje de imágenes fue observado por Tocqueville con referencia a las grandes potencias, como son Rusia y los Estados Unidos.
Nacionalismo
Describe la enciclopedia Rialp, sobre nacionalismo, lo siguiente:
Valoración actual
Para quienes la nación es una realidad sustantiva primigenia, el nacionalismo es concebido como una preocupación siempre objetiva y, por tanto, artificiosa, por muy elemental y mesurado que sea el sentimiento nacionalista. El nacionalismo, ha escrito Ortega, es el que ha convertido a la nacionalidad y a la conciencia nacional en algo no auténtico, y señala, en diálogo polémico con Toynbee (véase esta voz en la plataforma digital), que como todos los -ismos ha sido catastrófico. El nacionalismo, ha escrito F. Valsecchi, no es una degeneración de la nacionalidad; es, si acaso, su consecuencia límite, es la consecuencia lógica de la interpretación dogmática de la nacionalidad. Rosmini considera al nacionalismo como legítimo, siempre que se le fomente como subsidiario de la sociedad universal en contraste con Mazzini, que defiende el nacionalismo como fundamento del orden internacional.
Aspectos Adicionales
El nacionalismo actúa como fuerza centrípeta cuando opera sobre el exterior, y como autocracia reactiva en el interior, favoreciendo las discriminaciones políticas dentro de la nación y provocando los conflictos internacionales diplomáticos y bélicos. Las dos últimas Guerras mundiales fueron posibles por la fuerza centrípeta del nacionalismo, y la agresividad o el recelo de las naciones que han obtenido la independencia en los últimos diez años se explican por la enorme carga nacionalista que opera sobre ellas, en un intento de imitación de las potencias colonizadoras.Entre las Líneas En opinión de B. Magnino, el nacionalismo como, sentimiento extremado disminuye la percepción de la realidad histórica en el ámbito político y económico, resultando impotente para traducir en hechos reales los derechos ideales.Entre las Líneas En el ámbito moral destruye la sensibilidad hacia los valores universales, llegando a confundir la nación con lo sagrado. Cuando estas confusiones se salvan, el nacionalismo es aceptable. Para H. Kahn, el nacionalismo y, más concretamente, el nacionalismo político, constituye la más activa entre las fuerzas destructoras de Europa, si bien en estas apreciaciones se tiene muy en cuenta un determinado tipo de nacionalismo, como fueron el nazi alemán y el fascista italiano. La valoración y apreciación crítica del nacionalismo está siempre colgando de la idea que se tenga de lo que es y de lo que representa la nación, a la que habrá que recurrir para interpretar con justeza en cada pensador el alcance de sus juicios sobre el nacionalismo.
Nacionalismo en el Derecho Social
Surgió en Europa en el siglo XVIII y de allí se extendió por todo el mundo. Nació con la aspiración democrática, con la lucha por la igualdad por los derechos, con el republicanismo y las reivindicaciones sociales; factores que posibilitaron las grandes transformaciones políticas, geográficas, sociales y económicas del siglo XX.
El nacionalismo es un fenómeno psicológico y cultural, es la conciencia de unidad que posee un grupo de individuos como resultado de un pasado y un presente histórico común que los motiva.
Nacionalismo: Desarrollo de la idea
Tradicionalmente se ha definido al idioma, territorio, costumbres, origen y religión como los elementos constitutivos del sentimiento de nacionalidad; pero esta concepción es errónea ya que la mayoría de los países están habitados por hombres de distinta religión, diferentes costumbres y que hablan diversos idiomas, y sin embargo sus integrantes poseen conciencia de nacionalidad. [3]
Nacionalismo en la Historia Social Europea
Nota: para una lista de entradas sobre la historia social de Europa, incluido nacionalismo, véase aquí.
Nacionalismo contemporáneo
Algunas personas sostienen que el nacionalismo, en lugar del comunismo, fue el factor principal que hizo que el Viet Minh luchara contra los franceses por el control de Vietnam.
Nacionalismo contemporáneo en la Enciclopedia Jurídica Omeba
Véase:
- Entradas de la Enciclopedia Jurídica Omeba
- Enciclopedia Jurídica Omeba (incluido Nacionalismo contemporáneo)
Definición de Nacionalismo en Economía Política
La economía política se define comúnmente como la rama de las ciencias sociales que se ocupa de la producción y distribución de la riqueza. La economía política de la ciencia y la tecnología se centraría, por lo tanto, en la producción y distribución de conocimientos científicos y capacidades tecnológicas que afectan a "quién obtiene qué". Aunque los estudiantes de economía política a veces afirman ser objetivos, las cuestiones éticas son intrínsecas al tema.
La tecnología asociada a la revolución industrial estimuló las investigaciones económicas políticas pioneras de Adam Smith (1723-1790) y David Ricardo (1772-1823). Smith y Ricardo estaban particularmente interesados en las políticas públicas que maximizaran la creación de riqueza. Con la integración de la ciencia en la cadena de valor industrial durante la segunda revolución industrial de finales del siglo XIX, también se convirtió en un tema de estudio económico político.
El concepto de "economía política" tiene una larga y variada historia. Aristóteles escribió sobre la asignación de los recursos domésticos y las relaciones de los productores individuales entre sí en las ciudades-estado de la antigua Grecia. Los estudiosos modernos a menudo emplean el término cuando investigan cómo los grandes sistemas de autoridad crean los medios para satisfacer los deseos y necesidades de grupos particulares de personas. En el sistema atlántico británico que se desarrolló desde principios del siglo XVII hasta principios del siglo XIX, la "economía política" se convirtió en un importante instrumento conceptual para los responsables políticos, los agentes económicos y los intelectuales interesados en dar forma a la expansión imperial de las naciones competidoras, su control sobre la población y los recursos de las colonias lejanas, y la producción y distribución de la riqueza dentro de las naciones europeas. Entre los escritores británicos de esa época, las ideas sobre la economía política coincidían con el amplio atractivo transatlántico del republicanismo en el pensamiento político y con los principios generales de la filosofía moral de la época.
Una Era de transformación
La aceleración de la transformación económica de Gran Bretaña hacia una revolución industrial se vio favorecida por la expansión comercial imperial y la prosperidad agrícola de los colonos norteamericanos. Como resultado, el estado y las clases sociales sufrieron una dramática alteración en todo el imperio. En Inglaterra, grupos ambiciosos de agricultores comerciales, empresarios, comerciantes y fabricantes en ascenso clamaban por la promoción y protección de sus intereses modernos frente a los intereses tradicionales, a menudo incluyendo aristócratas terratenientes y familias protegidas por el patrocinio de la monarquía. Los escritores se quedaron atrás y observaron la larga visión de esta era transformadora, y lo que vieron fue una paradoja: aunque el pueblo británico en casa y en las colonias disfrutó del alivio de la profunda inseguridad económica estructural que trajeron las plagas, la escasez y las guerras prolongadas de los siglos anteriores, los frutos de su expansión y desarrollo fueron desiguales e impredecibles en los siglos XVII y XVIII. El violento desorden que estalló localmente, así como las revoluciones y guerras civiles de la época, tenían a menudo causas económicas subyacentes, que a su vez apuntaban a la necesidad de una intervención gubernamental más activa en los asuntos económicos de la nación y del imperio. Los "economistas políticos" del Atlántico británico veían este estado de cosas como su reto particular, al igual que los republicanos, o "commonwealthmen", lidiaban con cuestiones de libertad y obligación. Mientras los republicanos redescubrían (y reformaban) teorías mucho más antiguas que explicaban que los gobernantes recorrían un precario camino de sabiduría, razón y virtud, a ambos lados del cual se hallaban la tiranía y el libertinaje, los economistas políticos trataban de asegurar el orden social y la prosperidad material con una red de políticas que abordaban las actividades económicas, los bienes y los servicios.
El arte de gestionar un Estado
La economía política moderna temprana era a la vez política y ética. Antes de principios del siglo XIX, la economía no era una ciencia pura, aunque los escritores afirmaban estar investigando o formulando "leyes" de comportamiento o desarrollo económico. Era, más bien, una rama de la filosofía moral y contenía numerosas suposiciones sobre la naturaleza humana y las relaciones éticas apropiadas que debían exhibir los pueblos en progreso. Así como un ciudadano republicano necesitaba vivir virtuosamente, la economía política de una nación necesitaba encarnar la justicia económica. Por supuesto, los principios abstractos sólo se traducían en la práctica de forma aleatoria, y la mayoría de las veces la letanía de legislación mercantil aprobada por las autoridades imperiales británicas servía a uno u otro interés económico especial. A finales del siglo XVIII, los estadounidenses británicos entendían la economía política como el arte de gestionar un Estado, o los medios por los que un gobierno asignaba recursos y protegía diversos intereses de su ciudadanía. El escritor escocés Adam Smith definió la economía política como "una rama de la ciencia de un estadista o legislador" cuyo objetivo principal era "enriquecer tanto al pueblo como al soberano". Smith y otros escritores creían que la economía política se derivaba directamente de las políticas e influía directamente en la vida económica de todos los grupos de un estado. Y aunque probablemente Smith está más estrechamente asociado con un asalto dirigido al estado mercantilista (el término utilizado por primera vez en La riqueza de las naciones de Smith en 1776), incluso Smith creía que el gobierno tenía un importante papel que desempeñar en el fomento del desarrollo económico de una nación. El gobierno y los ciudadanos de una república eran interdependientes; como en la creencia republicana, el estado no podía sobrevivir sin esforzarse por preservar el bienestar de la sociedad.
Como descubrieron los revolucionarios americanos, una vez asegurada su independencia política, su necesidad de asegurar una base económica que preservara el carácter republicano de los americanos puso de manifiesto un acolchado similar de legislación. No estaba claro cómo los nuevos americanos independientes crearían una economía política viable. Los optimistas y escépticos debatieron las cualidades del carácter republicano. Entre los decenios de 1780 y 1810, también entablaron un vibrante debate público y legislativo sobre si había suficientes recursos -personas, aptitudes, capital- para poner en marcha una república que pudiera entrar en el "mundo de las naciones" como un pueblo productivo independiente, y sobre qué base debería desarrollarse la productividad en absoluto. Una desconcertante gama de voces se unió a este debate sobre cómo dar forma a la economía política de la nueva nación.
Puntos de vista hamiltonianos y jeffersonianos
Los estudiosos tienden a agrupar las diferentes ideas y políticas de la época, y las numerosas alianzas cambiantes de los americanos que las promovieron, alrededor de dos polos. Uno, la economía política nacionalista o federalista o hamiltoniana, estaba más íntimamente asociada con el desarrollo británico, el cosmopolitismo urbano exhibido en el norte americano y el aumento de la capacidad empresarial y las manufacturas. Sus partidarios se identificaron con muchas de las ideas económicas que dieron lugar a la formulación de políticas mercantilistas del Imperio Británico; el mercantilismo se definía, si no otra cosa, por su dependencia de la legislación gubernamental para asegurar las actividades económicas más deseables y frustrar las indeseables. Siguiendo otros precedentes británicos, los economistas políticos hamiltonianos también apoyaron instituciones federales como el Banco de los Estados Unidos y las políticas destinadas a recaudar ingresos para financiar la deuda central.
El otro polo, una economía política localista o jeffersoniana, contrastaba la simplicidad estadounidense con la degeneración y la corrupción -conceptos heredados del republicanismo- del Estado británico en desarrollo, el sistema bancario y la revolución industrial. Destacaban la abundancia de recursos naturales en América del Norte, el potencial de expansión hacia el oeste y las virtudes de seguir existiendo como pueblo principalmente agrícola. La economía política jeffersoniana se asociaba con el "libre comercio" entre los plantadores del sur y adoptaba una visión de los asuntos internacionales basada en el papel de América en el fomento de la "virtud natural" de la expansión agrícola y la exportación de productos básicos. Según este punto de vista, los estadounidenses no sólo se proporcionarían suficiente y modesta comodidad a sí mismos, sino que también entrarían en el comercio como proveedores de pueblos devastados por la guerra y hambrientos en otras partes del mundo.
Los estudiosos de finales del siglo XX y principios del XXI sostienen que, aunque esa polarización de opiniones pudo haber aparecido en los animados debates de los estadounidenses durante la generación posterior a la Revolución, no reflejaba la realidad. Ni la economía política de los Hamiltonianos ni la de los Jeffersonianos era un cuerpo estático de ideas y políticas. Ambas persuasiones eran más pragmáticas que dogmáticas en sus enfoques para configurar la economía; ambas encarnaban una gama de puntos de vista polémicos; ambas aceptaban diversos grados de participación gubernamental para facilitar el desarrollo económico; y ambas anticipaban un futuro estadounidense de crecimiento económico y de comodidad material individual generalizada. De hecho, los estadounidenses posteriores a la Revolución adoptaron rápidamente muchas medidas mercantilistas para estabilizar y desarrollar las economías de los Estados y la nación, y pocos de ellos creían en la eficacia del "naturalismo económico" o el agrarismo de libre mercado, ideas que habían sido pregonadas por los economistas políticos franceses del siglo XVIII. En realidad, personas y grupos de toda América reclamaban políticas económicas a nivel local y estatal que canalizaran los recursos, regularan los privilegios particulares y establecieran los parámetros de las actividades de un interés económico; las políticas se aprobaron en legislaturas que combinaban representantes de los puntos de vista hamiltonianos y jeffersonianos de múltiples maneras durante los primeros años de la República. En realidad, también, la mayoría de los estadounidenses vivían en la tierra o muy cerca de las actividades agrícolas, y la mayoría de las tecnologías e infraestructuras económicas reflejaban arreglos preindustriales durante al menos dos generaciones después de la independencia.
Cuando surgieron diferencias entre los estadounidenses acerca de su economía, tendieron a ser acerca de cuánta intervención gubernamental en la economía era buena para fomentar; cuán grandes deberían ser las nuevas instituciones económicas; a quién deberían dirigirse ciertas políticas económicas; y si la base de la autoridad política para el desarrollo económico debería descansar en el nivel local, estatal o nacional. De hecho, la transición de la presidencia federalista de John Adams a la presidencia republicana demócrata de Jefferson en 1800, precedida por la transformación política de muchas legislaturas locales y estatales, fue más de naturaleza política que económica; los jeffersonianos se adhirieron a la mayoría de los principios y políticas económicas establecidas por los titulares de cargos federalistas en la generación anterior.
La transformación de las ideas económicas
En aspectos importantes, el debate contencioso entre los grupos cambiantes de estadounidenses que lucharon por estabilizar y desarrollar su economía no fue el resultado de la independencia política ni el inicio de las preocupaciones por el futuro económico de una nueva nación. Fue, más bien, la continuación de la transformación más fundamental de las ideas económicas en todo el mundo atlántico durante el siglo XVIII. Poco a poco, un gran número de personas a través de las fronteras imperiales y los océanos habían empezado a comprender que la fuente de valor no sólo residía en la acumulación de oro y plata, sino en la gente -que representaba el potencial laboral y reproductivo- de una nación; que el dinero podía hacerse tanto de papel como de especies (monedas de oro y plata), y que mientras la gente lo aceptara, el papel moneda podía proporcionar un valioso (aunque temporal) sustituto de las especies en los intercambios.
A lo largo del Atlántico, la gente comenzó a liberarse del miedo a la deuda y abrazó una enmarañada red de deuda y crédito que se expandía sin restricciones artificiales (del gobierno). Aunque desconfiaban de los "lujos", por lo general se volvieron menos temerosos de consumir bienes nuevos, no esenciales y extranjeros. Habiendo dejado atrás las largas épocas de extrema escasez y desempleo, un gran número de pueblos blancos libres del Atlántico comenzaron a abandonar la idea que tenían desde hacía tiempo de que la riqueza del mundo era relativamente fija en cantidad (y su corolario, que la riqueza de una nación aumentaba sólo al disminuir la riqueza de otra). En su lugar, desarrollaron una fe exuberante en su capacidad para transformar la abundancia natural ilimitada en mercancías utilizables y deseables y para domar las tierras salvajes que mantenían esa abundancia en valiosos bienes raíces y granjas productivas; además, aceptaron que el gobierno podía desempeñar algún papel en la consecución de todo esto. Aunque siguieron deplorando las "burbujas", o excesos de especulación en la deuda pública, que se desarrollaron en la Inglaterra del siglo XVIII y durante la Guerra Revolucionaria Americana, en la década de 1780 pocos ciudadanos dudaban de los beneficios de los bancos controlados localmente y de una moneda más grande y de mayor circulación.
La delimitación de derechos y obligaciones entre gobernantes y gobernados que había servido de base para muchos conceptos económicos antes del decenio de 1700 se estaba desmoronando rápidamente durante la generación revolucionaria. Cada vez más, el creciente número de corredores, banqueros, aseguradores, minoristas, especialistas en servicios comerciales y representantes de muchos nuevos oficios que funcionaban en los intersticios de la economía, vinculando a los pequeños inversores con instituciones emergentes o prestando servicios en los que las conexiones económicas eran todavía tenues, tuvo que incorporarse al "sistema de economía política" que abrazaban los estadounidenses. Para la década de 1820 la República había entrado en otra era de su economía política.
De la ética a la economía política
La palabra "ética" suele conllevar cuestiones de elección personal. En el contexto de la ciencia y la tecnología, se podría asociar con la utilización o no de medios extraordinarios para prolongar la vida o concebir un hijo. Sin embargo, la sociedad también hace elecciones colectivas sobre la ciencia y la tecnología, y estas elecciones tienen profundas implicaciones morales. Muchos medios extraordinarios en la medicina, por ejemplo, surgieron de proyectos de investigación y desarrollo (I+D) que fueron apoyados directamente por la financiación del gobierno o fueron subvencionados indirectamente a través de otras medidas de política.
En ausencia de una unanimidad completa e incuestionable dentro de un sistema de gobierno, las elecciones colectivas implican el ejercicio del poder. Las autoridades persuasivas o coercitivas extraen y redistribuyen los recursos o, lo que es igual de importante, determinan cómo pueden utilizarlos quienes poseen recursos. El gobierno de los Estados Unidos, para continuar con el ejemplo, gasta cerca de 30.000 millones de dólares al año en investigación y desarrollo biomédico. Sus reglamentos, especialmente los de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), determinan aún más el flujo de fondos privados para la investigación y el desarrollo biomédico.
La perspectiva de acción por parte de las autoridades induce a la movilización de intereses. Las personas y organizaciones con intereses materiales, ideológicos, burocráticos o de otro tipo en la utilización del poder buscan influencia. Los posibles receptores de la financiación de la I+D biomédica ejercen presión sobre los funcionarios gubernamentales; los grupos de reflexión propugnan cambios en el proceso de reglamentación; y los grupos que representan a los pacientes trabajan para ampliar las cuotas de la tarta de I+D dedicada a las enfermedades que más les preocupan.
La economía política abarca todas estas actividades: el ejercicio entrelazado del poder público y el ejercicio de la influencia privada para configurar la asignación y el uso de los recursos de la sociedad. En la economía política contemporánea de la ciencia y la tecnología, el dinero es el recurso que está visiblemente más en juego, pero no es el único. Los derechos de propiedad, el acceso a los mercados y las personas capacitadas también son muy importantes.
Centralización y descentralización
La innovación tecnológica es un proceso antiguo y, según algunos, característico del ser humano. La economía política de la tecnología es casi tan antigua. Douglass C. North (1994), por ejemplo, atribuye la invención de la agricultura a la afirmación de los derechos de propiedad sobre la tierra. La producción agrícola estimuló antiguas industrias como la metalúrgica sólo después de que se establecieran imperios centralizados.
Sin embargo, las economías políticas altamente centralizadas, como los imperios y los sistemas comunistas, sólo han fomentado la innovación tecnológica de manera intermitente. Son vulnerables a la osificación burocrática y a los caprichos del liderazgo. Durante la Edad Media, por ejemplo, el Imperio Chino desarrolló artes como la producción textil y la construcción naval hasta un nivel que asombró a los visitantes europeos. Entonces los emperadores del siglo XV pusieron fin a estos esfuerzos, llegando incluso a imponer la pena de muerte a cualquier sujeto que se atreviera a construir un barco de tres mástiles.
El capitalismo ha demostrado ser el más fecundo tecnológicamente de todos los grandes sistemas económicos políticos, en gran parte porque la toma de decisiones sobre cómo se utilizan los recursos tecnológicamente relevantes está en gran medida descentralizada. La competencia entre los productores conduce a la experimentación de nuevas formas de hacer las cosas y a la fabricación de nuevas cosas, experimentación que es posible gracias a los derechos de propiedad y que está mediada por los precios del mercado (Rosenberg y Birdzell 1986). Los resultados de estos experimentos son juzgados por una multitud de usuarios finales que, a través de sus decisiones de compra, devuelven tanto recursos como información al sistema de innovación.
Hay que tener cuidado de no exagerar el grado de descentralización. Las empresas capitalistas se insertan en un marco más amplio de instituciones sociales que dependen de la autoridad colectiva, aunque una autoridad que está circunscrita por la constitución y la cultura. Estas instituciones varían drásticamente con el tiempo y a través de las jurisdicciones políticas, coevolucionando con el sistema económico y en respuesta a los desafíos militares y otros desafíos externos. El delicado equilibrio entre el poder público y el privado, entre el control centralizado y la experimentación descentralizada, es un tema central de la economía política de la ciencia y la tecnología.
Derechos de propiedad intelectual
Los derechos de propiedad intelectual (DPI) ejemplifican el delicado equilibrio. Las patentes, los derechos de autor y otras formas de DPI permiten a los titulares utilizar el poder coercitivo del Estado para impedir que otros utilicen determinados conocimientos para fines definidos durante períodos de tiempo limitados. Este control sobre la competencia potencial tiene por objeto inducir la importante inversión adicional que suele ser necesaria para convertir los conocimientos protegidos en un producto o proceso comercialmente viable. En ausencia de protección de los derechos de propiedad intelectual, los posibles innovadores podrían verse disuadidos por la perspectiva de una rápida imitación. Sin embargo, una protección de los DPI muy amplia, muy larga o muy rígida puede ser una limitación igualmente poderosa para la innovación, al inhibir la acumulación y la competencia.
Esta teoría básica de los DPI ha sido articulada por varios economistas, pero ofrece poca orientación práctica para establecer el equilibrio. Esto se deja a los procesos políticos y legales. El contraste histórico entre Alemania y los Estados Unidos es sorprendente a este respecto. El Gobierno alemán ha sido en general mucho más tolerante con la cooperación entre los titulares de derechos, basándose en la tradición gremial medieval de control exclusivo de las artes de producción. Los Estados Unidos han suprimido a menudo esos acuerdos, no sólo cuando adoptan la forma de acuerdos contractuales, como los consorcios de patentes, sino también cuando son el resultado de la acumulación de posiciones dominantes en el mercado por parte de empresas individuales. La legislación antimonopolio se ha utilizado a menudo para obligar a conceder licencias de propiedad intelectual.
La economía política de la propiedad intelectual se ha vuelto cada vez más compleja y controvertida a medida que la ciencia y la tecnología han adquirido mayor importancia económica y la capacidad de producirlas se ha difundido a nivel mundial. La industria farmacéutica, por ejemplo, depende más que ninguna otra de las patentes. No es sorprendente que las empresas farmacéuticas hayan ejercido presión y litigio para ampliar el alcance y la duración de los derechos de propiedad intelectual, con gran éxito durante los últimos decenios del siglo XX. Nuevos tipos de invenciones, especialmente en biotecnología, han obtenido protección en los Estados Unidos, y los legisladores, administradores y jueces han tratado en general a los titulares de derechos más favorablemente que en las décadas anteriores.
Las empresas farmacéuticas también estuvieron a la vanguardia de un impulso de promoción que extendió los principios euroamericanos de protección de los derechos de propiedad intelectual a gran parte del resto de la comunidad internacional mediante el acuerdo sobre los aspectos de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio (ADPIC) en el marco de la Organización Mundial del Comercio. Sin embargo, a muchos agentes y observadores les parece que el Acuerdo sobre los ADPIC ha inclinado demasiado el delicado equilibrio en dirección de los titulares de derechos. En respuesta, ha surgido un movimiento mundial para asegurar el acceso a bajo costo a medicamentos patentados para el tratamiento de enfermedades que están muy difundidas en los países en desarrollo, como la tuberculosis y el SIDA. Invocando el principio ético de que las necesidades humanas actuales deben valorarse más que los futuros beneficios empresariales, este movimiento ha frenado por el momento la deriva de la política internacional en favor de unos DPI más fuertes.
Comercio
La asociación de los derechos de propiedad intelectual con el régimen de comercio internacional es un nuevo avance en la economía política de la ciencia y la tecnología. Sin embargo, desde hace mucho tiempo se entiende que la regulación tradicional del comercio de mercancías es un factor potencialmente poderoso que influye en la ciencia y la tecnología y en la distribución de los beneficios y los costos asociados a ellas. De hecho, Adam Smith, uno de los progenitores del concepto de economía política, sostuvo en La riqueza de las naciones (1776) que los mercados más grandes facilitan la especialización ocupacional, lo que a su vez fomenta el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Entre las ocupaciones especializadas a las que Smith atribuyó importancia económica estaba la propia ciencia: "filósofos u hombres de especulación, cuyo oficio no es hacer nada, sino observarlo todo; y que, por ese motivo, a menudo son capaces de combinar los poderes de los objetos más distantes y disímiles".
El economista político alemán del siglo XIX, Friedrich List (1789-1846), cuestionó la asociación que Smith hizo entre la amplitud del mercado y el desarrollo de las capacidades científicas y tecnológicas. List sostenía que el libre comercio permitía a quienes ya tenían esas capacidades profundizarlas y reducía las posibilidades de que quienes no las tenían las adquirieran. Los argumentos de List han sido expuestos en forma moderna por las teorías del estado desarrollista y el comercio estratégico. Al lograr un equilibrio cuidadoso y dinámico entre la protección del comercio y la apertura al mercado mundial, los gobiernos inteligentes y poderosos podrían -al menos en principio y en circunstancias particulares- inducir la creación de industrias nacionales de alta tecnología que de otro modo no habrían prosperado. La gran inspiración y el terreno de prueba de estas teorías ha sido Asia oriental, donde primero Japón y más recientemente los cuatro tigres de Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán, se unieron a las filas de las potencias mundiales de alta tecnología.
Una prueba aún mayor de estas teorías se avecina a medida que otros países en desarrollo, especialmente China e India, con más de un tercio de la población mundial, tratan de seguir el ejemplo. Tanto China como la India han buscado agresivamente la inversión extranjera directa desde el decenio de 1980, especialmente en esferas como la fabricación de semiconductores y el desarrollo de programas informáticos. También han abierto los mercados nacionales a las ventas de empresas extranjeras de alta tecnología, pero generalmente de manera condicional, utilizando el apalancamiento del acceso a los mercados para asegurar los beneficios de las empresas extranjeras para sus propias industrias incipientes de alta tecnología.
Queda por ver si esos niños se convertirán en adultos sanos que ayuden a elevar el nivel de vida en países anteriormente empobrecidos. Su crecimiento podría verse frenado, entre otras cosas, por una gobernanza inepta, la captura de la formulación de políticas por intereses estrechos o las reacciones proteccionistas agresivas de los países desarrollados. Las aspiraciones de miles de millones de personas a una vida mejor dependen en parte de que los encargados de formular políticas sobre el comercio mundial puedan orientarse eficazmente entre la perpetua desigualdad de Escila del comercio no reglamentado y la sofocante Caribdis del proteccionismo de trinquete.
Recursos humanos
La eficacia de la política comercial estratégica depende no sólo de la inteligencia y la agilidad con que se aplica, sino también de la capacidad de una economía para absorber las ideas del exterior y generar otras nuevas. El acceso a la literatura científica más rica y a los mejores proyectos, incluso en el contexto de mercados inteligentemente protegidos, no es garantía de que las empresas nacionales se sitúen en la vanguardia de la competencia mundial. El conocimiento tácito, que no se puede escribir, sino que se adquiere a través de la experiencia de hacer ciencia o de operar sistemas tecnológicos, es otro ingrediente necesario para el desarrollo de las capacidades científicas y tecnológicas. Las personas que tienen esos conocimientos, o que tienen la capacidad y el incentivo para adquirirlos, son, pues, recursos fundamentales en la economía política de la ciencia y la tecnología.
Karl Marx (1818-1883), que puso la ciencia y la tecnología en el centro de su pionero análisis económico político, afirmó por el contrario que la innovación tecnológica bajo el capitalismo simplemente desplazaba las capacidades humanas. Este proceso de alienación, como él lo llamó, motivaría en última instancia la agitación revolucionaria, ya que los trabajadores llegaron a reconocer su interés en el control de los medios de producción. La amenaza del desplazamiento tecnológico ha impulsado ocasionalmente a los trabajadores a ejercer su poder colectivo, aunque nunca hasta el punto de derrocar a los gobiernos. Los sindicatos han luchado por tener una voz en el proceso de cambio tecnológico en el lugar de trabajo. Las victorias de los trabajadores en esos concursos han provocado a veces una ralentización del ritmo de la innovación, pero (en contra de las expectativas marxistas) también han permitido a menudo a las empresas aprovechar más eficazmente los conocimientos de los trabajadores e incluso acelerar el ritmo del cambio.
Lo que es más importante, el enfoque marxista de determinados procesos laborales ignora la transformación más amplia de la economía provocada por el desarrollo de las industrias basadas en la ciencia y la información que comenzaron a aparecer en los últimos años de la vida de Marx. Incluso si la tecnología desplaza y capacita a los trabajadores de las industrias más antiguas, el crecimiento de las industrias más nuevas que dependen más fuertemente de los trabajadores del conocimiento más que contrarresta esas pérdidas a largo plazo. Esas transiciones industriales no se producen únicamente como resultado de los cambios en la inversión privada. Las inversiones públicas también suelen ser catalizadores críticos. Si bien el equilibrio entre la voz de los trabajadores y la flexibilidad capitalista es importante para la economía política de la ciencia y la tecnología, el equilibrio entre el consumo actual y las inversiones públicas y privadas orientadas al futuro puede serlo aún más.
La educación pública universal en los niveles primario y secundario, por ejemplo, parece ser un requisito previo para el desarrollo de una economía del conocimiento. Los Estados Unidos y Alemania superaron al Reino Unido en ciencia y tecnología durante el siglo XIX en parte porque estaban dispuestos a imponer impuestos (y a derribar las barreras sociales) para proporcionar educación. El milagro de desarrollo más reciente del Asia oriental se basa igualmente en una sólida base educativa.
La inversión privada entra en la balanza con más fuerza en los niveles superiores de la educación. Los estudiantes universitarios y de postgrado pueden recuperar los costos de la educación a través de ganancias futuras, incluso si piden prestado fondos para pagar la matrícula. La responsabilidad de esa inversión tenderá a alentar la diligencia y a ajustar a los estudiantes a las probables necesidades de los futuros empleadores. Sin embargo, la información sobre el futuro es suficientemente incierta y los beneficios indirectos para la sociedad de una fuerza de trabajo altamente capacitada son lo suficientemente grandes como para justificar importantes subvenciones públicas a la enseñanza superior. El sistema universitario estadounidense tiene más elementos privados que la mayoría, pero su ascenso al liderazgo mundial en el siglo XX coincidió con una infusión de recursos de los contribuyentes a los estudiantes, como becas, garantías de préstamos para matrículas y becas de investigación financiadas con fondos públicos.
La migración de personas altamente calificadas complica la economía política de la ciencia y la tecnología. Los beneficios sociales inmediatos de los graduados que emigran se extienden a sus nuevos vecinos, no a los que pagaron por su educación. La amenaza de una fuga de cerebros puede provocar medidas preventivas o compensatorias, como el control de los movimientos o los impuestos de salida. A largo plazo y en condiciones particulares, los emigrantes pueden, no obstante, devolver la inversión realizada por sus lugares de origen creando canales a través de los cuales fluya el conocimiento. Los astronautas taiwaneses de Silicon Valley, por ejemplo, han contribuido a que su país de origen se convierta en un centro mundial de la industria de la tecnología de la información.
Financiación de la I+D
La educación superior está cada vez más unida a la investigación científica en la institución de la universidad de investigación. La participación en la investigación transmite conocimientos tácitos a los estudiantes, incluso cuando éstos producen conocimientos formales, como publicaciones y patentes, junto con sus profesores y otros investigadores. Los beneficios del conocimiento formal se extienden con mayor facilidad que los del conocimiento tácito. En efecto, la comunidad científica académica tiene una economía política distintiva en la que las recompensas colectivas en forma de prestigio fluyen hacia los individuos cuyo trabajo se ha extendido más ampliamente. Este sistema disuade a los científicos de intentar apropiarse de los beneficios financieros que se derivan de una idea manteniéndola en secreto o consiguiendo la protección de los derechos de propiedad intelectual para ella, ya que el prestigio sólo puede ganarse mediante una difusión amplia y de bajo costo de las ideas.
Por supuesto, como los organizadores sindicales de Harvard dijeron una vez: "No se puede comer el prestigio". Afortunadamente para los científicos, las recompensas materiales tienden a correlacionarse con el prestigio, aunque de forma menos sistemática que los derechos de licencia se correlacionan con las tenencias de propiedad intelectual. Los mecenas privados inspirados por el espíritu científico y el deseo de bañarse en la gloria reflejada fueron una fuente de sustento especialmente importante para los científicos de la era moderna temprana. El mecenazgo privado continúa a principios del siglo XXI, pero se ve eclipsado por el apoyo gubernamental y empresarial que se basa en motivos más viles. Cuando la economía política de la ciencia comunista (como la caracterizó Robert Merton [1973]) o de conocimiento compartido se encuentra con la economía política capitalista de la ciencia y la tecnología, a menudo saltan chispas.
La teoría económica estándar que subyace a la financiación gubernamental de la I+D lleva adelante la tradición del noble patrón: la carga financiera de la I+D con beneficios que se acumulan para todos en la sociedad debería ser asumida por todos. La I+D que beneficia sólo a unos pocos debería ser financiada privadamente por esos pocos. Las investigaciones económicas realizadas por Richard R. Nelson (1959) y Edwin Mansfield (1977), entre otros, sugieren que muchas oportunidades de I+D socialmente valiosas quedan sin aprovechar. Dado que el electorado para los beneficios futuros difusos suele ser débil, los procesos políticos tienden a favorecer otros usos de los recursos de la sociedad. En la política de los Estados Unidos, una misión más específica y urgente, como la defensa nacional o la salud pública, debe ser típicamente movilizada para obtener una importante financiación gubernamental de I+D, aunque los que gestionan y desembolsan esos fondos han considerado a menudo que es conveniente apoyar proyectos muy apreciados por los científicos, pero que sólo tienen una relación distante con la misión declarada.
El hecho de que las fuerzas políticas impidan el logro del nivel socialmente óptimo de inversión pública no plantea ningún desafío a la teoría económica. Un problema más profundo es que los posibles beneficios públicos y privados son más difíciles de distinguir en la práctica que en principio; de hecho, algunos beneficios públicos pueden ser imposibles de obtener a menos que la gente se enriquezca proporcionándolos. La división del trabajo entre el sector público y el privado no es tan limpia como implican las categorías convencionales de investigación básica, investigación aplicada y desarrollo.
La industria de la biotecnología es el caso más destacado. La ciencia financiada públicamente subyace en la industria, y los científicos financiados públicamente suelen crear empresas para capitalizar sus hallazgos, a menudo con inversiones de sus propias universidades. Las grandes empresas farmacéuticas son las principales financiadoras de los investigadores académicos y también de las empresas de nueva creación, y hacen tratos que pueden imponer restricciones al libre intercambio de ideas a fin de preservar el interés pecuniario de los financiadores. En este punto álgido entre las economías políticas comunista y capitalista, han surgido acalorados debates sobre las normas que rigen la financiación pública, así como las normas que regulan el comportamiento de los científicos y las universidades de investigación.
Al igual que con los derechos de propiedad, el acceso a los mercados y los recursos humanos, la difusión de las capacidades científicas y tecnológicas a nivel mundial ha complicado los esfuerzos por encontrar un equilibrio viable en la asignación de la financiación de la I+D. Los efectos indirectos que se acumulan a través de las fronteras, ya sea en el sector público o privado, debilitan los incentivos para que los gobiernos hagan inversiones públicas en I+D. La acción colectiva en nombre del bien público mundial es un proceso tortuoso en ausencia de una autoridad mundial capaz de recaudar impuestos. Las mayores empresas multinacionales han globalizado sus infraestructuras de I+D, recurriendo a la capacidad intelectual de Barcelona a Bangalore y de Beijing a Boston. Pero estas empresas no forman todavía un grupo cohesivo que ejerza presión en favor de los bienes públicos mundiales, ni se debe esperar que, si lo hacen y cuando lo hagan, sus intereses coincidan con el mayor bien para la mayoría de las personas o con cualquier otro principio ético amplio.
Destrucción creativa
En cualquier momento de la historia, las personas que buscan "promover el progreso de la ciencia y las artes útiles" (Constitución de los EE.UU., Artículo 1, Sección 8) dependen del acceso a las ideas y materiales para hacer su trabajo. El acceso a estos recursos nunca ha sido gratuito y libre de cargas, sino que está condicionado por el poder público y la influencia privada. Marx imaginó un estado final de la historia en el que todas las personas se dedicarían al trabajo creativo, pero esta utopía está, en el mejor de los casos, muy lejos en el futuro. El socialismo real existente, como se denominó a veces a las repúblicas populares del siglo XX, era mucho menos eficiente en su asignación de recursos tecnológicamente relevantes que su competidor capitalista. También era mucho menos justo en la asignación de los costos y beneficios asociados con la investigación científica y la innovación tecnológica.
El capitalismo, para tomar prestado de Winston Churchill, es la peor economía política de la ciencia y la tecnología, a excepción de todas las demás. Los recursos críticos, incluyendo los derechos de propiedad, el acceso a los mercados, las personas altamente calificadas y la financiación de la investigación y el desarrollo, se asignan a través de una mezcla desordenada de intercambio de mercado y acción estatal. La división adecuada del trabajo entre los dos mecanismos se aclara sólo un poco en la teoría, e incluso estos conocimientos parciales se honran en la brecha. Algunas personas se hacen extraordinariamente ricas, y otras son desplazadas, lesionadas o dejadas de lado de alguna manera. El proceso de destrucción creativa, como Joseph Schumpeter (1950) lo llamó famosamente, es intrínsecamente perturbador.
La economía política de la ciencia y la tecnología es en sí misma un trabajo continuo en progreso. La globalización está obligando a las autoridades públicas y a los agentes privados a reconsiderar las prioridades y a replantearse las rutinas que antes se daban por sentadas. En este momento de transición pueden surgir oportunidades para impulsar el sistema en direcciones más satisfactorias desde el punto de vista ético.
TEORÍA DEL COMERCIO INTERNACIONAL
Aunque Adam Smith (1723-1790) es considerado hoy en día como el progenitor de la teoría económica del "laissez-faire" -donde el interés propio, el gobierno limitado y el desenfrenado afán de lucro convergen para producir la economía política ideal- su teoría económica comenzó realmente sobre bases mucho más limitadas.
Partiendo de la creencia general de que la mejor economía política producía un régimen de salarios altos y precios bajos y beneficios modestos, Smith creó lo que muchos consideran la primera teoría económica moderna, una teoría construida directamente sobre una crítica del comercio internacional británico a finales del siglo XVIII. Cuando Smith habló de la moderación en términos críticos, por ejemplo, se refirió más a menudo a las restricciones a la importación, no a la moderación del individuo y a su búsqueda de la riqueza. Al perderse gran parte de la teoría general de Smith en favor de la interpretación cuestionable de su elevada y algo más maleable retórica, uno se queda sobre todo con una teoría especial incisiva. Como los fisiócratas franceses que le precedieron, Smith construyó su teoría sobre la noción de que la promoción del comercio por parte del gobierno a menudo se hacía a expensas de grupos o individuos menos poderosos pero más significativos, económicamente, que los exportadores comerciales favorecidos por dicha promoción. Para los fisiócratas, estos individuos eran agricultores; para Smith, consumidores.
Así comenzó tanto un largo debate sobre los méritos económicos del libre comercio frente al proteccionismo y la promoción del comercio, como un curso de formulaciones teóricas basado en parte en la crítica de las políticas que favorecían los intereses comerciales frente a los agrícolas. Colocando al consumidor en el centro de su teoría, en lugar de los productores favorecidos en la política británica del siglo XVIII, Smith se aseguró de que esos consumidores estuvieran siempre representados en la teoría económica posterior relacionada con el comercio internacional. Los favores concedidos por los gobiernos a los exportadores residentes, señaló Smith, podrían beneficiar a esos productores sólo a expensas de los consumidores residentes, dejando a casi todos menos favorecidos. En lo sucesivo, esos consumidores serían eliminados de los cálculos de la política comercial sólo por ignorar la teoría económica pertinente y avanzada. El comercio más libre -quizás anticipándose a la teoría de la "segunda mejor" enunciada por James Edward Meade y Richard Lipsey en el decenio de 1950 y a las teorías "científicas de los aranceles" promulgadas por Harry G. Johnson en el decenio de 1970- se convirtió en un medio de mejorar el poder adquisitivo interno por primera vez bajo la formulación de Smith.
Aunque en última instancia llegó a quedar sumergido dentro de las teorías económicas posteriores que a menudo ignoraban sus postulados más inmediatos, el análisis de Smith fue muy apreciado en la primera república americana. De hecho, Thomas Jefferson -atraído, quizás, a la remodelación de Smith de las críticas fisiocráticas y centradas en la agricultura de los subsidios comerciales- lo consideró como el parangón de la economía política contemporánea. Las teorías comerciales de Smith también ayudarían a establecer una pauta general para las batallas políticas regionales de principios del siglo XIX (por ejemplo, el "Arancel de las Abominaciones" de 1828). El desafío del Vicepresidente John C. Calhoun al proteccionismo estadounidense, naciente a pesar de su conexión implícita con los intereses especiales de los esclavistas del Sur, bien podría haber anticipado tanto el populismo basado en el consumo en el Sur de América durante finales del siglo XIX y principios del XX como las teorías económicas subconsumistas de los seguidores de John Maynard Keynes de mediados del siglo XX. Su enfoque en los costos de los aranceles estadounidenses efectivos y propuestos se construyó directamente, aunque sin quererlo, sobre la base de la teoría comercial de Smith.
Si Smith apuntó la teoría económica hacia los posibles beneficios generales de un comercio más libre -encajado en un tratado filosófico más amplio y algo más ambivalente-, entonces David Ricardo (1772-1823) la transformó en una búsqueda más resuelta de un mejor análisis económico. La obra maestra de Ricardo, The Principles of Political Economy and Taxation, publicada por primera vez en 1817, contribuyó en gran medida al análisis de la determinación de los salarios, la fijación de precios y la política fiscal. Pero lo más famoso, quizás, es que también nos dio la ley de la ventaja comparativa. Al explicar cómo una nación puede ganar importando un bien, incluso si ese bien se puede producir en casa de manera más eficiente (permitiéndole dedicar más recursos a la producción de bienes en los que es más eficiente), Ricardo reveló las ventajas no reconocidas anteriormente de un régimen de comercio más libre. También sugirió el tipo de análisis riguroso en el que tendría que basarse toda la teoría posterior de la economía internacional. De hecho, pocos economistas pueden todavía escapar a los desafíos ricardianos, especialmente en el actual análisis de la determinación de los precios y la importancia relativa de los niveles de salarios y beneficios. Y aunque los encargados de la formulación de políticas tienden a ajustarse a la caracterización del primer ministro británico del siglo XIX, Benjamin Disraeli -que alentaba el libre comercio como una conveniencia más que como un principio-, también es probable que rara vez puedan evitar comenzar el análisis de cualquier régimen de política comercial sin las admoniciones tanto de Adam Smith como de David Ricardo.
HISTORIA DE LA TEORÍA DEL COMERCIO INTERNACIONAL: DE LOS PIONEROS A LOS PROFESIONALES DEL SIGLO XX
El filósofo y economista británico John Stuart Mill (1806-1873) actualizó (y respaldó) gran parte del análisis de Ricardo con su publicación de 1848, Principios de Economía Política. El primero en subrayar que la asignación de recursos y la distribución de los ingresos son dos funciones algo distintas que desempeñan los sistemas de mercado modernos, Mill se separó de los anteriores economistas clásicos al sugerir que la política podía, de hecho, dar forma a la distribución de los ingresos. Los análisis de finales del siglo XIX (principalmente 1871-1877) de William Stanley Jevons (1835-1882) en Inglaterra, Karl Menger (1840-1921) en Austria y Leon Walras (1834-1910) en Suiza vieron surgir la escuela marginalista de la teoría económica. Reorientando el análisis económico para alejarlo de las teorías de determinación de los precios que se habían basado exclusivamente en los factores del lado de la oferta o los costos de producción, la escuela marginalista actualizó significativamente los análisis de Smith y Ricardo y la teoría económica clásica construida sobre sus escritos. Comenzando su teoría de los precios (y por lo tanto también de la producción y la asignación) con el comportamiento y la elección del consumidor, los marginales acercaron la teoría económica a la filosofía centrada en el consumidor que propugnaba Smith, pero que nunca se desarrolló de forma sistemática o matemática. Walras lo haría con gran efecto, por ejemplo, con su creación de funciones de demanda, funciones matemáticas que por primera vez expresaban las cantidades de un producto o servicio dado, ya que estaban determinadas colectivamente por los ingresos del consumidor, la preferencia o el gusto del consumidor, el precio del producto y el precio del producto en relación con otros bienes o servicios relacionados.
Sin embargo, hasta los asiduos esfuerzos de Alfred Marshall (1842-1924) en nombre de la disciplina y la profesión en Inglaterra, la economía era la vocación de pocos en el mundo académico, la política pública se construía con poco o ningún asesoramiento económico profesional, y la teoría del comercio internacional en particular sólo había progresado un poco más allá de sus fundamentos smithianos y ricardianos. A principios del siglo XIX se habían establecido cátedras académicas de economía política, pero a lo largo de gran parte de ese siglo la mayoría estaban vacantes o se mantenían como ocupación secundaria. Jevons, Menger y Walras, de hecho, todos trabajaron en profesiones fuera de la academia antes de ser nombrados para las cátedras de economía política en las universidades de Inglaterra, Austria y Suiza. El puesto de ensayador en el gobierno de Jevons en Sydney (Australia) parece haberlo convencido, de hecho, de que los funcionarios públicos necesitaban más -y de manera más constante- asesoramiento profesional en materia de política económica. A pesar de su posterior asociación con escuelas de libre mercado o incluso con análisis económicos antigubernamentales, los progenitores de la revolución marginalista gravitaron hacia la teoría económica por preocupación por la política pública, gran parte de la cual se centraba en los asuntos internacionales y el comercio internacional. Al igual que Jevons, Menger y Walras, los primeros economistas profesionales se encontraron ocupando cátedras académicas de economía política; la ciencia y la política pública en ciernes estaban innegablemente entrelazadas. Sin embargo, hasta el siglo XX, la designación no implicaba un cuerpo de conocimientos o de artesanía distinto. En Irlanda, por ejemplo, cayó inicialmente bajo la instrucción de la ley, cambiando poco después a un curso de estudio orientado principalmente a la gestión empresarial o industrial.
Profesor de economía política en la Universidad de Cambridge de 1885 a 1908, Marshall comenzó su carrera docente en 1868 en el St. John's College, Cambridge, como profesor de ciencias morales. Cuando se retiró de la enseñanza en 1908 para dedicar sus últimos años a la escritura, había logrado establecer un nuevo examen de honor (tríptico) en economía y política (1903) en Cambridge, había legado al análisis económico la distinción crítica entre el corto y el largo plazo (en lo que llamó "análisis de período"), y había establecido la economía política como una materia distinta digna de amplio estudio y generosa atención pública. La Escuela de Economía de Londres se inauguró en 1895 y la Universidad de Oxford ofreció su primer diploma en economía en 1903, lo que atestigua la creciente popularidad y la mayor relevancia de los estudios económicos. La contribución directa de Marshall a la teoría del comercio internacional se limitó a su análisis del comercio entre dos países con "curvas de oferta" que se cruzan y su análisis concomitante de la elasticidad de la demanda (cómo el aumento de los bienes ofrecidos por una nación puede afectar a la cantidad de bienes ofrecidos por un socio comercial). El término "elasticidad", tan ampliamente utilizado por los economistas de hoy en día para designar la relación de cambio entre las variables dependientes e independientes, fue un invento de Marshall. Lo que es más significativo, su atención al prestigio profesional de los economistas, su voluntad de participar en el debate sobre políticas y de observar las condiciones y los cambios económicos reales, y su vinculación consciente del análisis económico moderno con los fundamentos clásicos, allanaron el camino para los avances más importantes del siglo XX en la teoría del comercio internacional.
La principal obra de Marshall dedicada a cuestiones de comercio internacional, Industry and Trade, publicada en 1919, bien puede haber carecido de coherencia o estructura teórica precisamente porque consideraba muy de cerca las tendencias y actividades recientes en las redes de comercio británico y mundial. De hecho, su atención al alcance práctico de la economía moderna llevó a la frecuente inclusión en todos sus escritos de notas de advertencia sobre lo que podría o no ser "incautado" con éxito en los supuestos analíticos sobre los procesos económicos dinámicos. Estas advertencias siguen siendo significativas hoy en día. Para Marshall, cualquier descripción exacta de los procesos económicos dinámicos requería más información de la que nunca fue posible obtener, una visión que resultó ser cada vez más sólida debido a las limitaciones y deficiencias de los más recientes y ambiciosos modelos generados por computadora.
Marshall también creó un camino teórico que tendía a consolidar y sintetizar las líneas anteriores de análisis económico construidas sobre una concepción clásica y ordenada del mundo económico que aclaraba el mercado. A medida que la ciencia económica maduraba y proliferaban los puestos académicos en la economía política a principios del siglo XX, surgió un consenso clásico, construido en gran parte sobre la base del edificio de Marshall. Con su Teoría del comercio internacional, con su aplicación a la política comercial, publicada en 1936, Gottfried Haberler introdujo una reformulación expansiva de este consenso emergente, adaptándolo al lenguaje dinámico del análisis del equilibrio general. Los beneficios del libre comercio podían verse posteriormente en términos de efectos directos e indirectos, acercando la teoría del libre comercio a los fenómenos del mundo real. Y aunque los economistas históricos alemanes y los economistas institucionales estadounidenses, como Thorstein Veblen, señalaron de manera dramática las formas en que la realidad económica difería ampliamente del comportamiento predicho por la teoría económica clásica, no ofrecían ningún sustituto teórico convincente.
Sólo las dislocaciones económicas de la Primera Guerra Mundial y el comienzo de la Gran Depresión obligaron a los economistas a instar a una mayor cautela y a forzar la construcción de nuevas vías teóricas, muchas de las cuales pusieron de relieve y sirvieron a cuestiones de comercio internacional. El hecho de que los niveles de comercio internacional hubieran disminuido tan precipitadamente durante la Gran Depresión -dos tercios en términos de dólares nominales y un tercio en términos reales ajustados a la inflación- hizo prácticamente imposible considerar nuevas ideas económicas sin un enfoque inquebrantable en el comercio internacional.
Los principales economistas de este período de entreguerras empujaron la teoría a diferentes planos y perforaron gran parte de la ortodoxia imperante en relación con el ajuste económico general, el desempleo y la inversión, y la influencia del dinero y los tipos de interés. Los mercados libres fueron juzgados cada vez más como artefactos de la imaginación y como abstracciones hacia las cuales el comportamiento se inclinaba a menudo pero rara vez se manifestaba sin giros significativos, ajustes y arranques, o fallos de hasta la más simple profecía económica. La ortodoxia del libre comercio, sin embargo, demostró ser otra cosa; dependía en parte de un marco de libre mercado para gran parte de su poder de explicación, pero también llegó a ser vista cada vez más como una esfera de comportamiento potencialmente sin restricciones que existía sobre un gran surtido de asuntos económicos nacionales regulados a fondo o cultivados de forma más artificial. Ante el creciente escepticismo sobre la utilidad de la abstracción del libre mercado y el creciente proteccionismo comercial -la primera desviación significativa del libre comercio desde principios del siglo XIX-, los principios de la ortodoxia del libre comercio prevaleciente se mantuvieron prácticamente inalterados.
En 1921 el economista estadounidense Frank Knight (1885-1972) publicó Risk, Uncertainty, and Profit (Riesgo, incertidumbre y beneficio), en el que distinguía entre el riesgo asegurable que podía ser mayormente comprobado y la incertidumbre no asegurable que resultaba imposible de predecir. Casi diez años más tarde, el economista sueco Gunnar Myrdal (1898-1987) publicó Equilibrio monetario (1930), en el que introdujo los términos "ex ante" y "ex post", subrayando tanto la distinción y la relación entre las expectativas y los resultados como las formas impredecibles en que los ahorros equivalían a la inversión. Y en 1936 el economista británico John Maynard Keynes, antiguo alumno de Alfred Marshall, publicó The General Theory of Employment, Interest, and Money, en el que cuestionaba tanto los fundamentos microeconómicos como los de la liquidación automática e instantánea del mercado de la teoría clásica heredada.
Sin embargo, a pesar de los cada vez más numerosos desafíos de este tipo, las implicaciones y tendencias de la teoría heredada sobre cuestiones de comercio internacional permanecieron prácticamente intactas. Después de una amplia participación en la cuestión de las reparaciones alemanas después de la Primera Guerra Mundial, así como en el debate sobre el retorno de los británicos al patrón oro en 1924, Keynes había demostrado sin duda su interés en los asuntos internacionales. Más tarde en su carrera miró cada vez más a los Estados Unidos para la aplicación más práctica y digna de mención de sus cada vez más refinados principios económicos. Y la Teoría General de Keynes tenía implicaciones en cuanto a la forma en que las naciones podían lograr un comercio más libre y en cuanto a cómo la formulación de políticas internas debía dar cuenta de las dislocaciones y perturbaciones introducidas por una red de comercio internacional cada vez más abierta y libre. Pero estas implicaciones no eran en modo alguno un ataque al consenso general de libre comercio. De hecho, a finales del siglo XX surgieron pocos desafíos teóricos directos al libre comercio, a pesar de las recurrentes ofensivas lanzadas por los políticos y los diversos movimientos sindicales, y de la reacción relativamente desesperada a la recesión económica.
Desde el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), firmado en Ginebra (Suiza) el 1º de enero de 1948, hasta las siete revisiones del GATT y las rondas de negociación que comenzaron en 1955 (y en el marco de las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio a partir de 1994), el libre comercio volvió a ascender en los círculos de formulación de políticas. Elaborado como medio para ampliar el comercio multilateral en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, el GATT comenzó con nueve signatarios (incluida Cuba) y se amplió para incluir 128 en 1994; en 1995 quedó subsumido en la recién creada Organización Mundial del Comercio. Haciendo una pausa sólo por los momentos más breves durante las recesiones de finales del siglo XX que palidecieron en comparación con la calamidad del decenio de 1930, la teoría centrada en el libre comercio se encontró con cada vez menos detractores y la política volvió a ajustarse en general a la teoría.
Implicaciones de la teoría general A pesar del notable ascenso de la economía keynesiana en la segunda mitad del siglo XX, muchas de las cuestiones planteadas por Keynes en la teoría general siguen sin resolverse. Sus propios seguidores, por ejemplo, siguen discutiendo si Keynes describió una economía que comúnmente alcanzaba el equilibrio -aunque a niveles inaceptablemente bajos de producción de vez en cuando- o una economía caracterizada por continuas oscilaciones alrededor de un punto o meseta estable. Pocos argumentarían, sin embargo, que Keynes no describió una economía que convergiera hacia el equilibrio -tanto si podía llegar a ese punto como si no- mediante cambios en los ingresos y la producción, en lugar de mediante ajustes de precios rápidos y sensibles. De hecho, como explicó más tarde Janos Kornai, esas tendencias bien pueden ser universales en las economías modernas de producción en masa, sean o no capitalistas. En la formulación de Kornai, cuando se enfrentaban a la infrautilización y el exceso de capacidad, las economías capitalistas occidentales producían desempleo, mientras que las economías dominantes de Oriente, antiguas y actuales, producían escasez de bienes de consumo. En ambos casos, los ajustes de precios no desempeñaron un papel significativo. Esto puede explicar en parte por qué en los últimos decenios los funcionarios de la República Popular China han tenido tantas ganas de aprender economía keynesiana. Aunque Keynes dejó gran parte de la explicación de los precios pegajosos a sus sucesores, se dio cuenta de la forma obvia en que los tipos de interés, los salarios y los precios de los productos básicos respondían en Gran Bretaña y en el extranjero. Y como se movían con demasiada lentitud, de manera vacilante o imperceptible para despejar los mercados de manera suficientemente eficaz como para asegurar el pleno empleo, esto llevó a Keynes a sus revolucionarias conclusiones sobre la demanda efectiva y las causas del estancamiento económico o la recesión.
Irónicamente, en lo que respecta al comercio entre naciones, Keynes había pasado por alto este tipo de ajuste. El economista sueco Bertil Ohlin (1899-1979) hizo mucho para establecer su reputación al disputar la interpretación de Keynes del problema de las reparaciones alemanas posteriores a la Primera Guerra Mundial, que Keynes había formulado únicamente en términos de cambios de precios relativos. Aunque estaba algo prejuiciado por su creencia de que las dotaciones geográficas ordenaban a Alemania a liderar la economía europea, Keynes también creía que Alemania se enfrentaba a una doble carga al tener que pagar las reparaciones determinadas en el armisticio. En primer lugar, tenía que gravar a sus ciudadanos para pagar las reparaciones y, en segundo lugar, tenía que abaratar sus precios de exportación en relación con sus precios de importación bajando los salarios en el país (para efectuar los excedentes de exportación necesarios para transferir marcas a los acreedores extranjeros de las reparaciones). Ohlin observó que la primera carga probablemente eliminaría toda necesidad de la segunda; los nuevos impuestos alemanes enviados al extranjero reducirían simultáneamente la demanda alemana y aumentarían la demanda de los acreedores extranjeros de Alemania. Y esto afectaría a los niveles más altos de exportaciones alemanas y a los niveles más bajos de importaciones alemanas sin ningún cambio relativo en los niveles de los salarios alemanes o de los bienes de exportación.
Aunque Keynes acabó calificando el debate de "confuso" debido a su insistencia en la posibilidad real de que las naciones acreedoras pudieran enterrar los pagos alemanes en el acaparamiento o en las barreras a la importación recién erigidas -una posibilidad ignorada en gran medida por Ohlin-, el argumento de este último había dejado huella. De hecho, no mucho después, Keynes se movió rápidamente a través de una serie de giros teóricos - construyendo y luego prescindiendo de la teoría de la cantidad de dinero; terminando su Tratado sobre el dinero (1930) volviendo a poner de relieve en parte su argumento de la política de reparaciones y, al mismo tiempo, orientándose más hacia una teoría general construida sobre una economía cerrada y estática que subrayaba el énfasis de Ohlin en los cambios de la producción o la demanda. En este caso, la transferencia de divisas y los problemas de comercio internacional asociados disminuyeron en importancia y pudieron resolverse con divisas menos restringidas o impuestos especiales sobre los ingresos procedentes de préstamos extranjeros. La teoría del libre comercio podía seguir adelante no porque garantizara la colocación más eficiente de todos los recursos o el pleno empleo a nivel mundial, sino porque sólo ayudaba, y en gran medida podía ser ignorada, si se podía a la vez aflojar el "manto freudiano furtivo" del régimen de tipo de cambio fijo basado en el patrón oro y centrarse en cambio en la estabilización de la demanda interna. A los pocos años de la publicación del Tratado, Keynes alentó al Presidente Franklin D. Roosevelt a hacer que la política monetaria y cambiaria de los Estados Unidos "estuviera totalmente subordinada" al objetivo de aumentar la producción y el empleo.
Heckscher-Ohlin, la igualación de factores y precios y los verdaderos patrones de libre comercio Si la ventaja económica abstracta del libre comercio había quedado bien establecida a finales del decenio de 1930, la forma en que el libre comercio funcionaba realmente requería una explicación adicional. Basándose en "La influencia del comercio en la distribución de los ingresos", un artículo escrito en 1919 por su maestro, Eli Heckscher (1879-1952), Bertil Ohlin emprendió análisis que consolidarían más completamente la preeminencia de la persuasión del libre comercio en el proceso. Heckscher, con quien Ohlin había estudiado de 1917 a 1919 en la Escuela de Economía y Administración de Empresas de Estocolmo, y a quien Ohlin sucedió en 1930, concibió su artículo como una actualización menor de la teoría ricardiana clásica, que, al igual que la Ley de Ventaja Comparativa de Ricardo, no había hecho nada para abordar las razones de la existencia de dicha ventaja. Utilizando tanto el artículo de Heckscher como su propia investigación de postgrado, Ohlin planteó una posición teórica que empezó a explicar la existencia de la ventaja comparativa, sugirió los estrictos requisitos del mundo real para la explotación de los principios del libre comercio y, en parte, revivió la teoría de la localización, una parte sustancial de la cosmología de Adam Smith que se había perdido para la mayoría de los economistas fuera de la escuela histórica alemana. El trabajo posterior de Walter Isard en la economía de la localización y en los estudios económicos regionales, reflejado principalmente en su publicación de 1956 Location and Space Economy, siguió en parte este camino teórico reabierto principalmente por Bertil Ohlin.
Como se ilustra en el libro Interregional and International Trade (1933) de Ohlin -por el que ganó el Premio Nobel en 1977-, el teorema de Heckscher-Ohlin explicaba cómo una nación tenderá a tener una ventaja relativa produciendo bienes que requieren recursos que posee en relativa abundancia (y una ventaja importando aquellos bienes que requieren recursos relativamente escasos). Si una nación posee una abundancia de mano de obra relativamente mayor que sus socios comerciales, por ejemplo, lo más frecuente es que exporte productos derivados más intensamente de la mano de obra, en lugar de insumos de capital.
En 1922, Ohlin había presentado un trabajo a Francis Edgeworth (1845-1926), profesor Drummond de economía política en Oxford y coeditor de Keynes del Economic Journal, en el que introducía los esbozos matemáticos de lo que se convertiría en el teorema Heckscher-Ohlin. Aunque Keynes respondió a la petición de Edgeworth de un comentario con un cortés "Esto no significa nada y debe ser rechazado", fue uno de los principales discípulos americanos de Keynes, Paul Samuelson, quien refinó aún más el teorema de Heckscher-Ohlin. Pronto se convirtió en un elemento básico de prácticamente todos los textos de economía general, incluyendo el propio best-seller de Samuelson, publicado por primera vez en 1948.
El artículo de la Revista Económica de Samuelson, "Comercio Internacional y la Ecualización de los Precios de los Factores", también publicado en 1948, subrayó y refinó el trabajo teórico de Ohlin. En este artículo, Samuelson explotó a Heckscher-Ohlin para proporcionar una pulida explicación matemática de cómo el libre comercio podría servir como sustituto de la libre movilidad del capital y la mano de obra. Extendió el teorema para revelar cómo el cambio de precio de una mercancía comercializada internacionalmente afecta a un cambio similar en el ingreso del factor (trabajo o capital) utilizado más intensamente en su producción. De aquí surgió lo que él denominó el teorema de igualación de factor-precio: a medida que el libre comercio reduce las diferencias en los precios de los productos básicos entre las naciones, también debe, bajo las mismas condiciones, reducir las diferencias en los ingresos de los factores de producción. Así pues, el libre comercio disminuye naturalmente las diferencias y los desequilibrios resultantes introducidos por trabajadores, fábricas o recursos naturales inmóviles o relativamente inmóviles.
Al abandonar un supuesto modificador de la teoría de Ohlin tras otro (cero costos de transporte y derechos de importación, tipos de cambio flexibles, capital inmóvil, etc.), Samuelson reveló tanto la fuerza positiva y la eficiencia de un hipotético régimen de libre comercio como las estrictas condiciones necesarias para llevar a cabo dicho régimen. De hecho, como reveló el trabajo empírico de Wassily Leontief, Heckscher-Ohlin no siempre encajaba en el mundo real. Basándose en su trabajo pionero en los estudios de insumo-producto, Leontief señaló en su "Domestic Production and Foreign Trade: The American Capital Position Re-examinado" (1954) que las exportaciones estadounidenses tienden a ser intensivas en mano de obra mientras que las importaciones estadounidenses son en su mayoría intensivas en capital, resultados que se oponen directamente a los sugeridos por el teorema de Heckscher-Ohlin. Asimismo, cuando se pone a prueba, la teoría de la paridad del poder adquisitivo -desarrollada principalmente por otro de los profesores suecos de Ohlin, Gustav Cassel (1866-1945)- parece tener igual dificultad para adaptarse a las condiciones del mundo real. Relacionando los flujos de libre comercio con los asuntos monetarios internacionales, la paridad de poder adquisitivo sugiere que los poderes adquisitivos de las monedas en equilibrio serían equivalentes a ese tipo de cambio. En otras palabras, el tipo de cambio entre dos monedas nacionales cualesquiera debería ajustarse para reflejar las diferencias en los niveles de precios de las dos naciones.
Los principales factores que explican el desglose de la paridad del poder adquisitivo -la especulación con divisas en los mercados de divisas, la abundancia de bienes y servicios que no se comercian internacionalmente, el amplio comercio de activos financieros y la dificultad con que se determinan los niveles generales de precios nacionales e internacionales comparables- también explican en parte la posible invalidez del teorema de Heckscher-Ohlin. El hecho de que Leontief encontrara una aparente contradicción en el ejemplo de los Estados Unidos sólo puede sugerir que su economía es a la vez más variada y compleja que la de la mayoría de las demás naciones, y que su comportamiento acorde con el patrón de Heckscher-Ohlin puede simplemente encontrarse más fácilmente dentro de sus redes comerciales regionales, en contraposición a las internacionales.
Estas ideas teóricas demostraron que Samuelson es un consejero de política económica virtualmente indispensable. De hecho, como presidente del grupo de trabajo que asesoró al presidente electo Kennedy en 1960-1961 sobre política económica (y la primera elección de Kennedy como presidente del Consejo de Asesores Económicos), Samuelson bien puede reclamar la paternidad de los esfuerzos de Kennedy en nombre del libre comercio. La Ley de Expansión Comercial (TEA) de 1962, el primer patrocinio legislativo estadounidense importante del libre comercio desde la Ley de Acuerdos Comerciales Recíprocos de 1934, llevaba el sello del trabajo teórico y el asesoramiento político de Samuelson. Consciente de las condiciones difíciles en las que se podría promulgar un régimen ideal de libre comercio, Samuelson proporcionó una sólida base teórica para el enfoque pragmático reflejado en la TEA, una de las pocas victorias legislativas importantes del presidente Kennedy. Dando lugar a la llamada Ronda Kennedy de negociaciones del GATT, que redujo los derechos de importación de bienes industriales en todo el mundo en aproximadamente un 35% (y en un notable 64% para los bienes producidos en los Estados Unidos), el TEA también incluía nuevas restricciones a las importaciones de textiles. El TEA, un hito histórico en el camino hacia una mayor liberalización del comercio, reflejaba no obstante una evaluación pragmática de las condiciones económicas y las limitaciones de política del mundo real. La liberalización del comercio de productos manufacturados era probablemente imposible sin las protecciones de la industria textil.
Retos teóricos persistentes Nombrado para enseñar economía internacional en la Escuela de Economía de Londres en 1947, James Edward Meade (1907-1995) lanzó un proyecto de libro para ayudarle a comprender mejor las ideas que esperaba transmitir a sus nuevos estudiantes. La resultante Teoría de la Política Económica Internacional, publicada en dos volúmenes (The Balance of Payments en 1951; Trade and Welfare en 1955), intentaba integrar la política nacional e internacional, los efectos de los precios prekeynesianos con los efectos de los ingresos keynesianos, y las pautas abstractas de libre comercio con las tendencias del mundo real que a menudo incluían o requerían el control del comercio. Reconociendo y subrayando la noción de que la asistencia gubernamental legítima (la investigación del mercado internacional, por ejemplo) es a menudo difícil de distinguir de la protección del comercio subvencionado, Meade descubrió la "teoría del segundo mejor". En la formulación de Meade, los modelos abstractos de libre comercio bien pueden producir resultados menos que óptimos, dadas las condiciones o tendencias del mundo real. Su teoría del segundo mejor reveló cómo un régimen de libre comercio podría tolerar políticas alternativas que se apartaran de los principios absolutos del libre comercio, protegiendo así los beneficios auténticos de un comercio más libre. Tras el descubrimiento de Meade, pocas críticas a los resultados del libre comercio encontraron algo más que un flojo punto de apoyo teórico, especialmente si el propio régimen de libre comercio se convertía en objeto de críticas. Después de Meade, pocas de estas críticas representaron amplios desafíos teóricos a la creciente ortodoxia del libre comercio, sino que fueron, en cambio, recordatorios de que las condiciones imperfectas y el comportamiento económico irracional tenían que acomodarse -o aislarse y marginarse- dentro del régimen imperante.
La principal disputa en curso con la creciente liberalización del comercio parece ser una crítica a los teóricos y políticos que combinan el libre comercio internacional con los mercados libres nacionales, o el comercio internacional con los flujos de capital internacionales. Con la reciente aparición de iniciativas políticas como las medidas de inversión relacionadas con el comercio (TRIM), se ha hecho más fácil hacer esa combinación. Promulgadas por la Organización Mundial del Comercio, las TRIM son medidas que obligan a las naciones a compensar a los inversores extranjeros por las normas impuestas después de su inversión inicial (como los aumentos del salario mínimo). Pero el libre comercio no tiene por qué implicar una política de estricta no interferencia por parte de los gobiernos nacionales (o incluso de las organizaciones internacionales); algunos, como Charles Kindleberger, han sugerido que la prosperidad interna patrocinada por los gobiernos puede ser incluso un requisito previo para la ampliación de las redes de libre comercio en el extranjero. Si esa ampliación requiere que una nación próspera sirva de prestamista o comprador de último recurso, y esté dispuesta a sacrificar partes de algunos mercados internacionalmente expuestos en el proceso, entonces bien podría ser el caso.
A medida que la teoría y la política del libre comercio fueron ganando terreno entre los encargados de la formulación de políticas de todo el mundo en el último cuarto del siglo XX, las circunstancias económicas siguieron planteando interrogantes persistentes. Los efectos distributivos del comercio a menudo parecían socavar la prosperidad general; los regímenes proteccionistas a menudo parecían beneficiosos si se introducían con la suficiente habilidad para evitar represalias; el libre comercio parecía socavar la protección del medio ambiente en las naciones en desarrollo. La teoría de Prebisch-Singer surgió directamente en respuesta a los crecientes problemas de distribución, en particular los que surgieron en el hemisferio sur. Bautizada con el nombre de Raúl Prebisch (1901-1986), profesor de economía de la Universidad de Buenos Aires y primer director general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, y Hans W. Singer, economista de las Naciones Unidas de origen alemán que se había formado tanto con Joseph Schumpeter como con Keynes, la teoría de Prebisch-Singer sugería que el libre comercio internacional reforzaba las prácticas de desarrollo económico perjudiciales en los países en desarrollo y menos adelantados. Dado que el colonialismo había producido en esas naciones estructuras económicas insostenibles basadas en el fomento de las exportaciones -la mayoría de las cuales eran materias primas baratas-, Prebisch y Singer sostenían que la protección comercial y las estrategias de sustitución de las importaciones eran necesarias para que esas naciones en desarrollo emprendieran un camino sostenible de crecimiento y prosperidad.
Un acuerdo para establecer un fondo común de apoyo a los precios de las materias primas de 750 millones de dólares, tras las deliberaciones de la cuarta Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, fue el resultado directo de Prebisch-Singer. Sin embargo, Prebisch sugirió más tarde que estaba motivado principalmente por la promesa de la industrialización, bien adaptada a las políticas de sustitución de importaciones pero no, quizás, a los excedentes de mano de obra tan evidentes en las economías en desarrollo. Al notar más tarde que el aumento de la riqueza y el incremento de la demanda de importaciones en los países desarrollados bien podría mejorar los términos de intercambio de los países en desarrollo, Singer también modificó sus conclusiones teóricas y recomendaciones de política. La lenta maduración de las economías latinoamericanas a principios del período posterior a la Segunda Guerra Mundial, combinada con el aumento de la prosperidad americana y europea en los años cincuenta y sesenta (especialmente en el último decenio), tal vez enmascaró las formas en que el proteccionismo y la sustitución de importaciones pueden haberse convertido fácilmente en estrategias autodestructivas. Esas naciones en desarrollo maduraron y pasaron a depender cada vez más de los mercados y capitales externos sólo unos pocos años antes de que la estanflación, las subidas de los precios del petróleo y los tipos de interés más elevados de los años setenta eliminaran las ganancias de ambas partes.
El aparente éxito de los regímenes proteccionistas del Asia oriental a finales del siglo XX y la embestida de las crisis ambientales del mundo en desarrollo también ponen en duda la superioridad y la aplicabilidad de la teoría del libre comercio. Pero también en este caso los teóricos han reconocido en gran medida que los regímenes proteccionistas sólo pueden prosperar cuando las fuentes extranjeras de prosperidad ofrecen indulgencia y adaptación en lugar de represalias o una creciente autarquía. En ausencia de sistemas políticos no democráticos y de políticas fiscales y monetarias regresivas, la mayoría de los teóricos también han deducido que el libre comercio mundial no tiene por qué impedir la ordenación del medio ambiente, como tampoco tiene por qué impedir que disminuya la desigualdad dentro de las naciones o entre ellas. La mayoría ha llegado a la conclusión de que es el propio crecimiento económico y la intensidad de capital asociada lo que ejerce presión sobre el medio ambiente natural. El libre comercio ha estado esencialmente implicado, entonces, en las crisis ambientales como poco más que la mano de obra del crecimiento económico. Sin embargo, si no se distingue el libre comercio del mercado libre absoluto, tales conclusiones teóricas a menudo siguen siendo opacas y prácticamente incomprensibles. Y como las ganancias teóricas del libre comercio tienden a ser tan regresivas como las ganancias teóricas del crecimiento económico en general, la combinación del libre comercio con el laissez-faire sólo sirve para hacer la teoría del comercio aún más ambigua. Al vincular la teoría del comercio con la teoría del desarrollo y el crecimiento, Gunnar Myrdal y otros instaron a que se adoptaran iniciativas políticas deliberadas, sin las cuales la reducción de la desigualdad y el crecimiento resultarían inalcanzables. Sostuvieron que si no se hacía esa distinción, la política "de segunda clase" y las medidas progresivas y compensatorias que a menudo requería quedarían fuera de alcance y el libre comercio sería incapaz de cumplir su modesta promesa teórica.
Revisor: Lawrence
Definición de Nacionalismo en Ciencias Sociales
El concepto de nacionalismo, al igual que el concepto de nación, tiene dos significados bastante distintos. La idea común a ambas definiciones es que es la nación la que proporciona a la gente su forma primaria de pertenencia y que estas naciones deben ser autogobernadas. Los pueblos del mundo se encuentran por lo tanto dentro de las naciones, se identifican con estos estados nacionales y la actividad política se organiza alrededor de estos estados nacionales. Michael Ignatieff distingue dos formas de nacionalismo.Entre las Líneas En primer lugar, el «nacionalismo cívico», que significa que todos los ciudadanos dentro de una nación estado son tratados como iguales y comparten valores políticos. Dentro de este sentido de nacionalismo uno encontraría comunidades pluralistas actuando como una sola y tratando a los ciudadanos con igualdad. Es este sentido de nacionalismo el que muchos pensaron que estaba emergiendo después de las estrechas luchas religiosas y étnicas del siglo XIX y principios del XX. El segundo sentido del nacionalismo gira en torno a la ecuación de ‘pueblo’ con el estado nacional.Entre las Líneas En esta formulación la nación o el pueblo existe antes que el estado y en cierto sentido crea el estado.Entre las Líneas En estas comunidades, la nación y el sentido de identificación nacional fluyen de una característica común (generalmente la herencia étnica) y por lo tanto excluyen a otros. Esta forma de nacionalismo puede ser menos tolerante con la diferencia y se puede encontrar en el estado nacional alemán donde la ciudadanía sigue siendo definida en términos de etnia. La preocupación de que los estados nacionales y, por lo tanto, el nacionalismo se están organizando cada vez más en torno a características étnicas (u otras) se describe frecuentemente como la tribalización del mundo moderno. La tensión entre los dos significados del nacionalismo se puede encontrar en las discusiones sobre el derecho a la autodeterminación de Québec; ¿está el nacionalismo cívico en funcionamiento o es el nacionalismo del «pueblo»? Véase también: TRIBALISMO, POLÍTICA DE IDENTIDAD, POSTMODERNO. (En general, aplicable a Canadá)Revisor: Lawrence
Nacionalismo
Nacionalismo en Sociología
Revisor: Lawrence
Visualización Jerárquica de Nacionalismo
Vida Política > Marco político > Ideología política
Vida Política > Partido político > Partidos políticos > Partido nacionalista
Asuntos Sociales > Cultura y religión > Cultura > Identidad cultural > Identidad nacional
Nacionalismo
A continuación se examinará el significado.
¿Cómo se define? Concepto de Nacionalismo
Véase la definición de Nacionalismo en el diccionario.
Características de Nacionalismo
Este recurso incluye, entre otros, lo siguiente: marco político, partido político, procedimiento electoral y sistema de votación, Parlamento, trabajos parlamentarios, seguridad pública, poder ejecutivo y administración pública.
Filosofía política, rama de la filosofía que se ocupa, en el nivel más abstracto, de los conceptos y argumentos que intervienen en la opinión política. El significado del término político es en sí mismo uno de los principales problemas de la filosofía política. Sin embargo, a grandes rasgos, se pueden calificar de políticas todas las prácticas e instituciones que tienen que ver con el gobierno.
El problema central de la filosofía política es cómo desplegar o limitar el poder público para mantener la supervivencia y mejorar la calidad de la vida humana. Como todos los aspectos de la experiencia humana, la filosofía política está condicionada por el entorno y por el alcance y las limitaciones de la mente, y las respuestas dadas por los sucesivos filósofos políticos a los problemas perennes reflejan el conocimiento y los supuestos de su época. La filosofía política, a diferencia del estudio de la organización política y administrativa, es más teórica y normativa que descriptiva. Está inevitablemente relacionada con la filosofía general y es a su vez objeto de la antropología cultural, la sociología y la sociología del conocimiento. Como disciplina normativa, se ocupa, por tanto, de lo que debe ser, según diversos supuestos, y de cómo puede promoverse este propósito, más que de una descripción de los hechos -aunque cualquier teoría política realista está necesariamente relacionada con estos hechos-. El filósofo político no se ocupa tanto, por ejemplo, de cómo funcionan los grupos de presión o de cómo, mediante diversos sistemas de votación, se llega a las decisiones, como de cuáles deberían ser los objetivos de todo el proceso político a la luz de una determinada filosofía de la vida.
Existe, pues, una distinción entre la filosofía política, que refleja la visión del mundo de los sucesivos teóricos y que exige una apreciación de su entorno histórico, y la ciencia política moderna propiamente dicha, que, en la medida en que puede llamarse ciencia, es empírica y descriptiva. Sin embargo, la filosofía política no es una mera especulación poco práctica, aunque pueda dar lugar a mitos muy poco prácticos: es un aspecto de la vida de vital importancia y que, para bien o para mal, ha tenido resultados decisivos en la acción política, ya que los supuestos sobre los que se desarrolla la vida política deben influir claramente en lo que realmente ocurre. La filosofía política puede considerarse, pues, como una de las disciplinas intelectuales más importantes, ya que establece normas de juicio y define los fines constructivos del uso del poder público. Esta consideración de los fines para los que debe utilizarse el poder es en cierto modo más urgente hoy que en épocas anteriores, ya que la humanidad tiene a su disposición el poder de crear una civilización mundial en la que la tecnología moderna pueda beneficiar a la raza humana o de destruirse a sí misma en pos de los mitos políticos. El alcance de la filosofía política es, por lo tanto, grande, y la aclaración de su propósito y limitaciones es urgente, un aspecto, de hecho, de la supervivencia de la civilización.
A pesar de este aspecto único de la situación contemporánea, y aunque las antiguas filosofías políticas se formularon en condiciones muy diferentes, su estudio sigue iluminando cuestiones vitales hoy en día. Las cuestiones relativas a los objetivos del gobierno, los fundamentos de la obligación política, los derechos de los individuos frente al Estado, el fundamento de la soberanía, la relación del poder ejecutivo con el legislativo y la naturaleza de la libertad política y la justicia social se han planteado y respondido de muchas maneras a lo largo de los siglos. Todas ellas son fundamentales para la filosofía política y exigen respuestas en términos de conocimiento y opinión modernos.
El procedimiento parlamentario se ha ido configurando a lo largo de muchos siglos mediante una compleja mezcla de normas formales (recogidas en normas jurídicas y reglamentos y el Reglamento) y prácticas informales (como las convenciones).
Grandes Temas de la Política Británica
En la política contemporánea del Reino Unido han surgido dos temas principales e interconectados. Estos temas vinculan las distintas partes de la política británica. Son:
C El declive del compromiso cívico
C El cambio de la estructura constitucional.
El declive del compromiso cívico
La preocupación por el compromiso cívico en el Reino Unido ha surgido en gran medida por el hecho de que cada vez menos personas se molestan en votar. En las elecciones generales de 2001 y 2005 se registraron los niveles de participación más bajos (un 59% y un 61%, respectivamente) desde 1918. Aunque la participación aumentó en las elecciones generales de 2015 hasta el 66%, sigue siendo baja en comparación con los niveles históricos. En el caso de 2005, la combinación de una baja participación y el descenso del apoyo al Partido Laborista hizo que solo algo más de una quinta parte del electorado votara al gobierno de turno. Otra prueba de la creciente apatía y la desilusión con la política convencional, a veces llamada "antipolítica" (ver más detalles), se encuentra en el constante descenso del número de personas que se afilian a los partidos políticos (aunque las tendencias del Partido Laborista y del SNP sugieren que esto puede haberse invertido desde 2015), y en las encuestas de opinión que muestran la caída de los niveles de confianza en el gobierno y en los políticos en general.
Estas tendencias y la forma de contrarrestarlas son los temas que vinculan los capítulos de esta parte del libro. Estos capítulos consideran la llamada "crisis de participación" en la política británica y la idea de la renovación democrática en el Reino Unido; el papel de las elecciones (capítulo 3); la naturaleza de la política de partidos, y las ideas y políticas de los principales partidos (capítulo 5); y el papel y la importancia de los grupos de presión (véase más detalles).
El cambio de la estructura constitucional
La política británica se encuentra actualmente en un estado inusual de cambio. Desde 1997, el sistema político del Reino Unido ha cambiado más rápidamente que en cualquier otro momento desde el siglo XVII. Se han introducido asambleas descentralizadas, creando una especie de estructura "cuasi-federal" dentro del Reino Unido. Se ha iniciado el proceso de reforma de la Cámara de los Lores y, una vez iniciado, ha crecido la presión para que se lleve a cabo una nueva reforma (aunque se interponen grandes obstáculos en su camino). Se ha generalizado el uso de los referendos, lo que hace esperar que los futuros cambios constitucionales sean aprobados directamente por el pueblo y no sólo por el Parlamento. Los sistemas de votación proporcional se utilizan ahora ampliamente en distintas partes del Reino Unido. La Ley de Derechos Humanos de 1998 ha dotado al Reino Unido, por primera vez, de un marco de derechos individuales recogidos en la legislación. La lista continúa.
Estas reformas ya han cambiado las relaciones entre las instituciones de gobierno de forma significativa y permanente. Pero también han creado un impulso de cambio que puede ser irresistible: la reforma constitucional es un proceso, no un acontecimiento. Sin embargo, estos acontecimientos han planteado dos cuestiones importantes:
- ¿Qué grado de fragmentación debe tener el poder gubernamental? Por un lado, hay quienes están a favor de un gobierno fragmentado o dividido con el argumento de que crea una red de controles y equilibrios (ver más detalles al respecto) que protegen la libertad y mantienen al gobierno "fuera de nuestras espaldas". Por otro lado, hay quienes advierten que un gobierno fragmentado conduce a la debilidad y la confusión, dejando un gobierno que está en guerra consigo mismo. Este debate se refiere, entre otras cosas, a la relación entre el Parlamento y el ejecutivo, y entre los Lores y los "Comunes" (diputados de la Cámara de los Comunes), a la relación entre el primer ministro y el gabinete (ver más detalles), y a la relación entre el gobierno central y las asambleas "descentralizadas" y la UE (ver más detalles).
- ¿Cuál debe ser la relación entre el derecho y la política? Por un lado, hay quienes desean reforzar el papel de la ley, para garantizar que no se abuse del poder gubernamental y, en particular, que se protejan los derechos individuales y las libertades civiles (ver más detalles). Por otro lado, hay quienes sostienen que la política debe prevalecer siempre sobre el derecho, sencillamente porque los políticos son elegidos mientras que los jueces no son elegidos y no son socialmente representativos. Este debate es relevante, entre otras cosas, para la naturaleza de la constitución y la idea de una constitución codificada (ver más); y el papel del poder judicial y la posibilidad de una declaración de derechos en el Reino Unido (ver más).
Nacionalismo en economía
En inglés: Nationalism in economics. Véase también acerca de un concepto similar a Nacionalismo en economía.
Introducción a: Nacionalismo en este contexto
Hay una cierta ambigüedad en palabras como nacionalismo, por no hablar de nacionalismo económico. En efecto, hay que distinguir entre la realidad social que determina una nación y el grado de autonomía de los Estados en el sistema mundial. Hay que distinguir igualmente entre las teorías relativas al análisis del sistema económico mundial y las proposiciones normativas que definen las estrategias de inserción o de confrontación con este sistema. Este texto tratará de equilibrar importantes preocupaciones teóricas con debates empíricos clave para ofrecer una visión general de este importante tema sobre: Nacionalismo. Para tener una panorámica de la investigación contemporánea, puede interesar asimismo los textos sobre economía conductual, economía experimental, teoría de juegos, microeconometría, crecimiento económico, macroeconometría, y economía monetaria.
Datos verificados por: Sam.
Historia Económica
¿Cuáles fueron las raíces económicas del industrialismo moderno? ¿Fueron los sindicatos eficaces para elevar el nivel de vida de los trabajadores? ¿Los elevados niveles de impuestos en el pasado condujeron normalmente al declive económico? Estas y otras preguntas similares informan profundamente sobre un amplio abanico de cuestiones sociales entrelazadas cuya complejidad, alcance y profundidad se hacen plenamente evidentes en este recurso.
Se examina los cambios en las pautas y la evolución de la agricultura, el comercio, los intercambios, la industria y el transporte que tuvieron lugar durante el milenio transcurrido entre la caída del Imperio Romano y el descubrimiento del Nuevo Mundo. También esboza las tendencias de la demografía, los precios, las rentas y los salarios, así como las pautas de asentamiento y cultivo.
Incluye:
- Cambio y expansión rural hasta c.1000
- El crecimiento del señorío
- El comercio en la Alta Edad Media
- La reactivación del comercio y el crecimiento de las ciudades
- La organización del comercio en Italia: el crédito y la banca
- El comercio medieval europeo: el sur y el norte
- El crecimiento económico en los siglos XII y XIII
- El transporte medieval
- Las zonas desarrolladas de la Europa medieval: Bizancio y Córdoba
- La industria en la Edad Media: La construcción
- La industria en la Edad Media: el textil
- La industria minera y metalúrgica en la Edad Media
- La sociedad agraria medieval en su apogeo: las relaciones de tenencia
- La sociedad agraria medieval en su apogeo: el trabajo de la tierra, las técnicas y los cultivos
- Decadencia y cambio: renacimiento y nuevos horizontes.
Historia Económica del Siglo XV al Siglo XIX
Este texto abarca aspectos importantes de la evolución histórica de la economía mundial desde el fin de la Edad Media, y especialmente desde la revolución industrial, hasta el siglo XIX. El análisis del desarrollo económico a largo plazo desde 1400 incluye la evolución histórica de las ideas y conceptos económicos y cómo éstos han configurado la política económica y el desarrollo durante el período 1400-1800.
Interés propio, supervivencia humana e historia
¿En qué se diferencia la historia económica de la historia de la economía? ¿Cuáles son las principales preocupaciones de los historiadores económicos actuales? ¿Cuáles son algunos de los momentos económicos decisivos de los últimos 500 años? ¿Por qué la historia económica moderna "comienza" en torno al año 1400? Descúbralo en esta conferencia introductoria al extraordinario viaje que le espera.
Marco Polo, China y el comercio de la Ruta de la Seda
Examine el estado de la economía mundial en torno a 1400, cuando Europa se encontraba sorprendentemente en la parte inferior de la escala de éxito económico. Por el camino, examinará las líneas generales de la economía de China, la India y el mundo islámico y descubrirá cómo Europa sentó las bases del nuevo sistema mundial capitalista que existe en la actualidad.
La sociedad señorial en la Europa medieval
Aprenderá cómo las sociedades señoriales de Europa ayudaron a desarrollar las estructuras e instituciones que conducirían a la revolución comercial medieval. Descubrirá cómo era la vida cotidiana en un señorío, cómo los siervos eran explotados por las élites, la importancia de las ferias comerciales medievales, cómo la producción de lana y tela redefinió el noroeste de Europa, y mucho más.
Cómo la peste negra reconfiguró la ciudad y el campo
Los brotes, las epidemias y las pandemias pueden tener efectos profundos no sólo en las poblaciones humanas, sino también en la economía. Descubra cómo la Peste Negra cerró las rutas comerciales, redujo la productividad económica, alteró la oferta y la demanda, deprimió el valor de la tierra y, en última instancia, hizo insostenible el sistema feudal medieval.
Gremios y monopolios de finales del siglo XIV
Después de la Peste Negra, las revueltas urbanas hicieron hincapié en los derechos de los campesinos europeos. Esto también condujo a la creación de gremios y monopolios que reflejaban los intereses propios de quienes controlaban las estructuras de poder urbano. Descubre cómo estos sistemas ayudaron a llevar la economía europea a lo largo de los siglos siguientes.
La historia económica preindustrial
Este texto estudia los procesos de crecimiento y desarrollo a largo plazo en la Europa medieval tardía y moderna temprana (siglos XI al XVIII). Se centra en la transición de una sociedad jerárquica de estamentos u órdenes corporativos a una sociedad de mercado basada en la igualdad jurídica y la libertad de contratación. Hay dos cuestiones fundamentales: En primer lugar, ¿por qué esta transición se produjo de forma evolutiva en Inglaterra y los Países Bajos, mientras que se retrasó mucho en el resto de Europa? Y en segundo lugar, ¿cómo se relaciona con la "pequeña divergencia" entre la República Holandesa e Inglaterra, por un lado, y la mayor parte del continente, por otro, donde el noroeste gozaba de un nivel de vida y una renta per cápita significativamente superiores a los de otros países mucho antes del inicio de la industrialización?.
Aquí se plantea, pues, cuestiones fundamentales sobre las sociedades y las economías: ¿Fue el crecimiento económico preindustrial transitorio y regional? ¿O era un fenómeno recurrente, incluso normal, que sin embargo podía revertirse ocasionalmente? ¿Fue el éxito holandés y británico el resultado de sus características sociales e institucionales? ¿O fue una combinación de factores geográficos y de buena suerte? ¿Hasta qué punto los primeros gobiernos modernos ayudaron o dificultaron el desarrollo económico? ¿La fragmentación política de Europa frenó el desarrollo del continente o la competencia entre Estados tuvo consecuencias beneficiosas? En conclusión, ¿podemos definir una combinación óptima de instituciones sociales, políticas y económicas que haya sostenido el crecimiento en el pasado (y, por tanto, quizás en el futuro)?
Las rutas del descubrimiento europeo: Oriente y Occidente
¿Qué supuso la era de las exploraciones para la economía europea? Descúbralo en esta conferencia que abarca los viajes de exploradores como Colón y Magallanes, las razones por las que los asiáticos no lograron descubrir una ruta marítima hacia Occidente, los nuevos sistemas comerciales europeos creados en las Américas y mucho más.
1571: España y Portugal dan la vuelta al mundo
Hacia 1500, los reinos ibéricos de Portugal y España abrieron inmensas posibilidades para que la rezagada economía europea tomara la delantera en la escena mundial. Mientras sigue la historia de cómo lo hicieron, encontrará el histórico Tratado de Tordesillas; el desarrollo de las rutas comerciales de la Corona; los hidalgos y conquistadores españoles; y el vínculo entre los esclavos, el oro y las especias.
Información sobre las bolsas y los mercados del Viejo Mundo
Adéntrese en la creación de grandes sociedades anónimas patrocinadas por el Estado en el siglo XVII -como la Bolsa de Amberes y las Bolsas de Londres y Ámsterdam- y descubra cómo los espacios públicos negociados se convirtieron en instituciones comerciales esenciales. También hay que tener en cuenta la importancia de los manuales de los mercaderes, que recopilan las normas comerciales y las mejores prácticas.
El problema de la mano de obra europea en las plantaciones
En el corazón de muchas colonias europeas se encontraban las plantaciones, un sistema económico que depende de un cultivo comercial producido en masa y de una mano de obra numerosa y barata. ¿Cómo resolvieron los europeos los problemas de suministro de mano de obra en las colonias que establecieron en todo el mundo? ¿Cuándo (y dónde) comenzó la esclavitud basada en la raza? ¿Por qué duró tanto tiempo?
Adam Smith, el mercantilismo y la construcción del Estado
Según Adam Smith, si el trabajo crea valor, entonces la cantidad de riqueza en el mundo podría aumentar gracias al esfuerzo colectivo de una nación. Bienvenidos a los albores del mercantilismo, que, como aprenderá aquí, redefinió radicalmente la forma en que los gobernantes utilizaban la política económica, concretamente para impulsar el proceso de construcción del Estado.
Las sociedades anónimas británicas y holandesas
La Compañía Inglesa de las Indias Orientales. La Compañía Holandesa de las Indias Orientales. Adéntrese en estas y otras sociedades anónimas, en las que un grupo de mercaderes monopolizaba el comercio con determinadas partes del mundo. En el proceso, descubrirás cómo se les concedió a estas compañías amplios poderes, incluido el derecho a hacer la guerra cuando lo consideraran necesario.
Europa, la imprenta y la ciencia
¿Cómo la imprenta dio forma a la economía moderna del mundo occidental? La respuesta, como aprenderá, está inextricablemente ligada al progreso científico y tecnológico, incluyendo la rápida circulación de nuevas ideas, el surgimiento de una intelligentsia laica y el establecimiento de nuevas formas de organizar el conocimiento.
La revolución industrial: Crece la demanda
Explore los dos siglos que van de 1600 a 1800 conocidos como la revolución industrial". En primer lugar, examine el temprano surgimiento de las primeras fábricas (a las que se opusieron inicialmente los gremios y los estados). A continuación, estudie el lento cambio de la economía doméstica, los patrones de consumo y el comportamiento de los consumidores (incluida la introducción del paño de algodón)".
Historia Económica del Siglo XIX
La internacionalización del crecimiento económico desde 1870
El texto examina las interrelaciones entre el desarrollo de la economía internacional y el crecimiento de las economías nacionales desde finales del siglo XIX. Se incluye el análisis de la nación líder original, Gran Bretaña, y de su sustituta, Estados Unidos, así como la recuperación de zonas como la Europa continental, y el fracaso en la recuperación de zonas anteriormente bien situadas, como América Latina. Se investigan los efectos de los principales acontecimientos, como las guerras y las crisis de la deuda, y también se consideran las implicaciones de los cambios en las instituciones económicas mundiales, como el patrón oro y el FMI, así como los efectos de los cambios, a veces rápidos, en la tecnología de productos y procesos.
¿Por qué China no se industrializó antes?
El desarrollo económico de China entre 1500 y 1800 fue bastante similar al de Europa durante el mismo periodo. Entonces, ¿por qué Europa se industrializó y China no? Repase algunos de los factores que contribuyeron a una economía robusta en China, y luego examine por qué China y Europa emprendieron trayectorias económicas diferentes.
La agricultura y la producción del siglo XVIII
Utilizando Gran Bretaña como microcosmos de Europa Occidental, examine varios cambios clave en la relación entre la agricultura y la producción que sentaron las bases de la Revolución Industrial. Estos cambios incluyen la creciente centralización del gobierno y la mayor concentración de la mano de obra en las ciudades.
La revolución industrial: El comercio textil
Descubra lo que el floreciente comercio textil de Gran Bretaña en el siglo XVIII revela sobre por qué esta nación fue el corazón de la Revolución Industrial. Considere cómo la introducción de un nuevo producto popular generó una importante demanda en el mercado, cómo los inventores resolvieron los problemas de su época y por qué la máquina de vapor se considera, con razón, el factor decisivo que facilitó la producción industrial a gran escala.
El carbón británico, el coque y la nueva era del hierro
Durante la Revolución Industrial, Europa Occidental aprendió a fabricar productos de hierro mejor, más rápido y más barato que nunca. Viaje a la era del hierro y el acero en esta conferencia que abarca desde los nuevos procesos de fundición y el combustible de coque hasta los inventos de Henry Cort y la construcción de los primeros edificios con estructura de hierro.
La energía: De las turberas a las máquinas de vapor
El carbón no fue el único combustible utilizado durante la Revolución Industrial. En primer lugar, se presenta aquí otras fuentes de energía que se utilizaban en la época (como la turba y la energía animal). A continuación, esta parte nos introduce en la espectacular evolución de la máquina de vapor, una nueva fuente de energía que tendría un impacto irrevocable en la evolución de la economía mundial.
Una segunda revolución industrial después de 1850
¿Qué hace que la Segunda Revolución Industrial sea tan diferente de su predecesora? Descubra por qué Estados Unidos (gracias a sus estrechos lazos con Gran Bretaña) fue uno de los primeros participantes en esta segunda fase, que vio los albores del sistema americano de piezas intercambiables y un mayor vínculo entre la ciencia y la industria.
El trabajo familiar se convierte en trabajo de fábrica
La industrialización no sólo fue una fuerza útil, sino también disruptiva. De hecho, muchos estudiosos creen que llevó a la ruptura de la estructura familiar de la clase trabajadora. Investiga lo que esto significó para las familias, incluyendo la desestabilización de los salarios, la división por sexos de las ocupaciones, el empeoramiento de las condiciones de trabajo y el surgimiento de nuestras ideas modernas de conciencia de clase.
Cornelius Vanderbilt y la empresa moderna
Conozca a Cornelius Vanderbilt, el hombre que fue una verdadera pieza central de la Revolución Industrial. Aprenderá cómo este emblemático industrial amasó una gran riqueza e influencia, formó su enorme imperio ferroviario, provocó el surgimiento de la empresa moderna y de las jerarquías de gestión, y llegó a personificar la idea del individuo hecho a sí mismo.
La tecnología agrícola del siglo XIX, la reforma agraria
Desde la reforma agraria hasta las técnicas agrícolas científicas y la nueva tecnología agrícola, explore los factores que transformaron la producción agrícola en Europa y Estados Unidos. Los temas incluyen cómo Estados Unidos se convirtió en la potencia agrícola dominante del mundo, los derechos de los campesinos derivados de la Revolución Francesa y cómo los agricultores utilizaron nuevas prácticas como los sistemas de rotación de cultivos y los fertilizantes químicos para aumentar el éxito de sus cosechas.
Aceleración: Canales, barcos de vapor, ferrocarriles
Ferrocarriles, barcos de vapor, telégrafos, teléfonos... cada una de estas innovaciones del siglo XIX contribuyó a crear el mundo globalizado e interconectado que habitamos actualmente en el siglo XXI. Siga la trayectoria de la historia del transporte y la comunicación modernos (con su énfasis en la velocidad) en relación con la historia de la economía.
Historia Económica del Siglo XX
Urbanización y emigración en Europa
En 1910, la población de Europa se había triplicado, y esta población en expansión proporcionaba a los fabricantes una base creciente de consumidores a los que podían comercializar sus productos. Aquí se utiliza el París del siglo XIX como ejemplo perfecto de cómo una ciudad maneja (y maneja mal) la rápida urbanización y la enorme afluencia de inmigrantes.
Sindicatos, huelgas y el caso Haymarket
El caso Haymarket de Chicago ilustra perfectamente las tensiones sociales que generó la industrialización y que aún no se han resuelto. En primer lugar, aprenda qué entendemos por "clase" y "conciencia de clase". Luego, explore los objetivos únicos de los sindicatos. Por último, examine la creciente politización del trabajo, incluyendo el uso de las huelgas laborales y las filosofías de Marx y Engels".
Bancos, bancos centrales y Estados modernos
Esta parte le introduce en los orígenes de la banca moderna. En primer lugar, explore las principales revoluciones bancarias que tuvieron lugar en Gran Bretaña, Bélgica y Alemania. A continuación, examine cómo se desarrollaron las compañías de seguros junto con los bancos; cómo los bancos fomentaron la industrialización; y cómo los bancos centrales desempeñaron un papel importante en la creación de un entorno económico estable al establecer normas para el intercambio internacional.
Comprender el desarrollo económico desigual
Pasemos ahora a algunos de los factores que afectaron a la industrialización de finales del siglo XIX y que, en algunos casos, provocaron un desarrollo económico desigual entre los distintos países. Aprenderá cómo esta desigualdad de poder en las relaciones económicas contribuyó a un importante resentimiento hacia los sistemas capitalistas en Occidente, ya que algunos países sentían que la industrialización había exacerbado la disparidad económica.
El argumento de Adam Smith a favor del libre comercio
¿Hasta qué punto es "libre" la idea del libre comercio? ¿Se beneficiaron todas las naciones del libre comercio? ¿Cómo se convenció a la gente de que el libre comercio era la mejor opción para la economía mundial? Descubra por qué Gran Bretaña fue uno de los primeros campeones del libre comercio y vea cómo la crisis económica de 1870 condujo a un retroceso de los ideales del libre comercio.
Los catálogos de la clase media y el consumo de masas
Bienvenido al mundo del consumo de masas, que llevó a la humanidad a la economía moderna de forma definitiva. Después de examinar qué es exactamente la "clase media", reflexionará sobre la importancia económica de los catálogos de venta por correo, la aparición de los grandes almacenes en Estados Unidos y Europa y el nacimiento de la publicidad moderna.
El imperialismo: Apropiación de tierras y juegos morales
A finales del siglo XIX, Europa y Estados Unidos establecieron el control sobre gran parte de Asia, África y Oriente Medio. Examine los tratados internacionales que decidieron el destino de las naciones y las civilizaciones, las Guerras del Opio, las teorías del darwinismo social y cómo la competencia nacionalista entre los países industrializados llegó a dominar la forma en que Occidente interactuaba con el mundo no industrializado.
La Primera Guerra Mundial: Las potencias industriales chocan
La Primera Guerra Mundial fue una catástrofe global que tuvo un importante efecto en la economía mundial. En primer lugar, analice cómo la guerra puso fin a las políticas de libre comercio y permitió a los gobiernos asumir un control más directo de los asuntos económicos. A continuación, analice el mundo económico de la posguerra: un periodo de declive lleno de caída de la producción, pérdida de población, enormes deudas y vuelta al proteccionismo.
El experimento marxista-leninista de Rusia
Esta parte explica la ideología socialista de Karl Marx y Friedrich Engels, que se convirtió en la variedad de socialismo ampliamente aceptada a principios del siglo XX. Aprenderá las etapas de desarrollo de Marx; cómo Lenin condujo a Rusia por el camino del comunismo de guerra; y cómo Stalin rechazó el camino económico trazado para Rusia en favor de algo mucho peor.
El problema del patrón oro
Después de la Primera Guerra Mundial, el mundo industrializado se volcó en la vuelta al patrón oro. Adéntrese en la estabilización del sistema monetario internacional y examine los pros y los contras del patrón oro. Vea por qué algunos países industrializados no lograron recuperarse de la guerra, profundice en la deflación estructural de la economía mundial y considere el papel desempeñado por el aislacionismo estadounidense.
Aranceles, cárteles y John Maynard Keynes
Conozca cómo John Maynard Keynes, fundador de la macroeconomía, echó por tierra el pensamiento económico predominante del siglo XIX y principios del XX. ¿Qué hizo que los gobiernos fueran la mejor fuente para moderar las oscilaciones de los resultados económicos? ¿Qué no tuvieron en cuenta los responsables de la política económica en los años que precedieron a la Gran Depresión? ¿Cómo funcionaron los aranceles y los cárteles para eliminar gran parte del libre comercio?
El expansionismo japonés: El incidente de Manchuria
En primer lugar, aprenda por qué la dominación japonesa de Manchuria (en preparación para una eventual guerra más amplia con el Occidente capitalista) hizo poco para resolver los problemas económicos de Japón después de la Gran Depresión. A continuación, eche un vistazo comparativo a los motivos económicos del Japón imperialista y de la Alemania nazi, que adoptaron algunas políticas económicas keynesianas para salir de sus respectivas depresiones económicas.
La ayuda estadounidense y el milagro económico de la posguerra
El Plan Marshall (también conocido como Plan Europeo de Recuperación Económica) fue un paso importante para devolver al mundo las políticas de libre comercio del periodo anterior a la Primera Guerra Mundial. ¿Quién fue el artífice del milagro económico europeo de posguerra? ¿Cómo se desarrollaron estos grandes planes para las naciones que habían sido golpeadas por los costes de la guerra?
El colonialismo y el movimiento independentista
Desde Ghana hasta Argelia e Indonesia, muchas colonias europeas cayeron bajo la influencia de las teorías marxistas de autodeterminación. El resultado fue una nueva generación de líderes nativos que admiraron o vilipendiaron el movimiento capitalista occidental. Adéntrate en la batalla económica posterior a la Segunda Guerra Mundial entre los sistemas económicos comunista y capitalista en los nuevos territorios coloniales en disputa.
Japón, el transistor y los tigres de Asia
La economía japonesa (junto con la de Taiwán, Hong Kong, Corea del Sur y Singapur) tardó sólo 10 años después de la Segunda Guerra Mundial en resurgir con más fuerza que nunca. Descubra las raíces de esta resurrección económica, incluidos los intercambios tecnológicos, la expansión del comercio mundial, el aumento del nivel de vida y la humilde radio de transistores. Se explica el modelo japonés de capitalismo dirigido por el gobierno e impulsado por las exportaciones. Influyó profundamente en el desarrollo coreano y chino (después de Deng Xiao-ping). También se examina la dependencia de Taiwán de las pequeñas y medianas empresas.
El Estado del Bienestar: De Bismarck a Obama
Aterrice en la historia económica el feroz debate actual sobre los programas de bienestar social. Aquí explorará los orígenes de la asistencia social patrocinada por el Estado, el importante papel desempeñado por el economista y reformador social británico William Beveridge, la génesis del estado de bienestar durante la Gran Depresión, la carrera por el bienestar entre capitalistas y socialistas durante la Guerra Fría y los riesgos básicos que cubren los programas de bienestar.
Las principales cuestiones culturales desde el siglo XIX que afectan a la economía
Se examina la explicación de Max Weber sobre la "ética protestante".
¿El fin del excepcionalismo estadounidense?
La edad de oro del capitalismo estadounidense fue, sin duda, los años cincuenta y sesenta. Se traza el desarrollo del excepcionalismo económico estadounidense (ayudado por la industria automovilística de Estados Unidos). También examina cómo el excepcionalismo estadounidense fue moldeado por la Guerra Fría, y considera si llegó o no a su fin en la década de 1970.
Oriente Medio: De peón a agente de poder
Gracias a un cambio global en el consumo de combustible, el petróleo ha sido un arma en las disputas geopolíticas durante bastante tiempo. En esta conferencia, descubra cómo la economía global llegó a este punto y cómo los países en desarrollo de Oriente Medio empezaron a desempeñar un papel central en los asuntos económicos mundiales en el último cuarto del siglo XX.
Alemania, la Unión Europea y el euro
En primer lugar, investigue los inicios de la Unión Europea en los inciertos días posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Descubra por qué las organizaciones supranacionales resultan atractivas para los posibles Estados miembros y sea testigo del desarrollo de una de las primeras organizaciones supranacionales: la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Por último, siga los acontecimientos económicos que condujeron a la formación de la Unión Europea en 1993 y a su moneda común: el euro.
Libre comercio: bloques globales frente a regionales
Retroceda en el tiempo para examinar la economía política del comercio exterior (las relaciones entre los mercados y el Estado). Examine algunas de las diversas formas que puede adoptar el comercio internacional, como el unilateralismo y el multilateralismo, y estudie algunas de las organizaciones comerciales más importantes e influyentes (e incluso controvertidas) del mundo moderno, como la Liga Árabe y el TLCAN. También se examinan las economías redistributivas.
Gorbachov, Yeltsin y el declive soviético
En última instancia, el sistema comunista de la Unión Soviética (a pesar de los esfuerzos de líderes como Gorbachov y Yeltsin) fue incapaz de ofrecer una alternativa viable a la economía de mercado, y se derrumbó en 1989 y 1990. Siga la historia del fin del régimen comunista, desde las reformas fallidas y la acción populista hasta la escasez de bienes de consumo y la ausencia de una vida política abierta.
La mitad del mundo se queda atrás en la pobreza
¿Por qué algunas partes del mundo se han quedado atrás en términos de desarrollo económico? ¿Debemos leer las historias económicas de Nigeria y Bangladesh como historias de éxito o como cuentos de advertencia? ¿Cuáles son los diferentes tipos de ayuda exterior que existen, y cuál es la mejor manera de combatir problemas como el hambre y la falta de vivienda?
Asia Moderna. China e India: Dos caminos hacia los extremos de la riqueza
Haga un viaje a las nuevas fronteras de la economía mundial. Aprenderás cómo la India, mediante la promoción de su riqueza en capital humano, y China, mediante la promoción de la inversión extranjera, se han convertido en dos de las grandes potencias económicas del mundo. También estudiará la influencia ejercida por figuras políticas, como Gandhi, Mao Zedong y Deng Xiaoping.
La economía de la información: Del telégrafo a la tecnología
También aprenderá cómo nuestra creciente economía de la información está transformando la forma en que el mundo hace negocios. Aqui. retrocedemos más de 500 años para revelar la evolución desde un mundo en el que la información era lenta (y a menudo desfasada cuando se recibía) hasta el siglo XXI, en el que la información está disponible al instante y a un coste bastante bajo.
El apalancamiento con la globalización a cuestas
Descubra cómo la crisis financiera asiática de 1997, la Gran Recesión de 2008, la crisis de la deuda griega de 2009 y la pandemia de 2020 ponen de manifiesto, a su manera, la naturaleza interconectada de la nueva economía mundial actual. Como aprenderá en esta parte, los dos cambios económicos a los que nos enfrentamos ahora incluyen una nueva fase de globalización y la reorientación del capitalismo hacia el crecimiento impulsado por la deuda.
El futuro y las recientes controversias
¿Los acuerdos comerciales perjudican a unos sectores más que a otros? ¿Qué pasa con las desigualdades de riqueza y renta? ¿Es siempre malo el proteccionismo?
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Traducción de Nacionalismo
Inglés: Nationalism
Francés: Nationalisme
Alemán: Nationalismus
Italiano: Nazionalismo
Portugués: Nacionalismo
Polaco: Nacjonalizm
Tesauro de Nacionalismo
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Véase También
- Chovinismo
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Traducción al Inglés
Traducción al inglés de Nacionalismo: Nationalism
Véase También
Bibliografía
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Traducción al Inglés
Traducción al inglés de Nacionalismo: Nationalism
Véase También
Bibliografía
- Información acerca de «Nacionalismo» en el Diccionario de Ciencias Sociales, de Jean-Francois Dortier, Editorial Popular S.A.
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Véase También
- Ideología
- nación
- estado
- estado-nación
- el fascismo
Bibliografía
- Información relacionada con «Nacionalismo» en el Diccionario de Economía Política, de Claudio Napoleoni, Ediciones Castilla.
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Notas y Referencias
- Información sobre el nacionalismo de la Enciclopedia Encarta
- Información sobre Nacionalismo en la Enciclopedia Online Encarta
- Eduardo Giorlandini y Rodolfo Capon Filas, Diccionario de derecho social: derecho del trabajo y la seguridad social: relaciones colectivas profesionales, voz «Nacionalismo», (autor de la voz: V. L.), Rubinzal-Culzoni Editores, Argentina, 1991
Véase También
- Emigración
- Colonias
- Imperialismo
- Sociedad doméstica
- Racismo
- Condiciones Sociales
- Vida Social
- Costumbres Sociales
- Historia Social
Nacion; Nacionalidad.
Recursos
Bibliografía
h. Kohn, Historia del Nacionalismo, México 1949; c. j. h. Hayes, the Historical Evolution of Nationalism, Nueva York 1948; m. Vaussard, Enquéte Sur le Nationalisme, París s. F.; e. h. Carr, Nationalisme… et Aprés?, en Nations ou Fédéralisme (en Colaboración), París 1946, 1-86; l. Sturzo, Nationalism and Internationalism, Nueva York 1946; m. Duverger, ¿adónde Van los Nacionalismos?, en las Ideologías y Sus Aplicaciones en el Siglo xx (en Colaboración), Madrid 1962, 229-255; f. Morán, el Nuevo Reino (sentido de la Política en África Negra), Madrid 1967 (en las p. 22-50: Sentido del Nacionalismo Africano); j. Ortega y Gasset, Una Interpretación de la Historia Universal, en Obras Completas, Ix, Madrid 1965, 11-244; c. Locas, Nationalisme et Droit, Neuchátel 1954; Idea Europea e Concetto di Nazione, Áhumanitas», Xi, Brescia 1956, 897-1044 (referéndum Entre 35 Pensadores); a. p. Whitaker, y d. c. Jorran, Nationalism in Contemporary Latín America, Nueva York 1966; f. l. Huillier y p (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma online de ciencias sociales y humanidades). Benaerts, Nationalité et Nationalisme, 2 Ed. París 1968 (es Una Obra Importante y Muy Actual para el Estudio de la Formación del n. y Sus Condicionamientos Sociológicos e Históricos en 1860-78). Amplia Bibl. Sobre el n. en Iberoamérica en «anuario de Sociología de los Pueblos Ibéricos», Madrid 1967, i, 85-108, v. t (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma online de ciencias sociales y humanidades). Bibl. en Nación y Nacionalidad.
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