Este texto se ocupa del impacto económico de la Peste Negra y otras consecuencias de lo que, en otras latitudes, se llamó “muerte negra”. La economía europea al final de la Edad Media (hacia 1500) difería fundamentalmente de la economía anterior a la peste. En el campo, el campesino más libre obtenía mayores beneficios materiales de su trabajo. Las rentas fijas, si no la propiedad absoluta de la tierra, habían desplazado en gran medida los derechos y servicios consuetudinarios y, a pesar de los bajos precios del grano, el campesino se alimentaba más fácilmente a sí mismo y a su familia con su propia tierra y producía un excedente para el mercado. Los rendimientos mejoraron a medida que la reducción de la población permitió una mayor concentración en las tierras fértiles y un barbecho más frecuente, un fenómeno beneficioso para el campesino. Se desarrollaron gradaciones socioeconómicas más pronunciadas entre los campesinos, ya que algunos, especialmente los más prósperos, explotaron el cambio de circunstancias, sobre todo la disponibilidad de tierras. La ganancia del campesino fue la pérdida del señor. A medida que la Edad Media fue decayendo, el señor era comúnmente un rentista puro cuyos ingresos estaban sujetos a las depredaciones de la inflación.
En el comercio y la manufactura, la relativa facilidad de éxito durante la Alta Edad Media dio paso a una mayor competencia, que recompensó las mejores prácticas empresariales y las empresas más eficientes y eficaces. La mayor sensibilidad al mercado y el recorte de costes acabaron por recompensar al consumidor europeo con una gama más amplia de productos a mejores precios. La peste negra fue el mayor desastre demográfico de la historia de Europa. Desde su llegada a Italia a finales de 1347, pasando por su desplazamiento en el sentido de las agujas del reloj a través del continente, hasta su extinción en el interior de Rusia en 1353, la magna pestilencia mató entre diecisiete y veintiocho millones de personas. Sus espantosos síntomas y su mortandad han fijado la Peste Negra en el imaginario popular; además, descubrir el impacto cultural, social y económico de la enfermedad ha ocupado a generaciones de estudiosos. A pesar de la creciente comprensión de los efectos de la Peste Negra, la evaluación definitiva de su papel como hito histórico sigue siendo un trabajo en curso. A largo plazo, la reestructuración demográfica provocada por la peste negra quizá favoreció la posibilidad de un nuevo crecimiento económico. La peste devolvió a la población de Europa a su nivel aproximado hacia el año 1100. Como señala un estudioso, la Peste Negra, a diferencia de otras catástrofes, destruyó a las personas pero no a los bienes, y a la población atenuada le quedó la totalidad de los recursos de Europa para explotar, recursos mucho más sustanciales en 1347 de lo que habían sido dos siglos y medio antes.