En el nivel más general, el término se utiliza vagamente en sociología para referirse a cualquier enfoque que considere que la estructura social (aparente o no) tiene prioridad sobre la acción social. Sin embargo, de forma más específica, se refiere a una perspectiva teórica concreta que se puso de moda a finales de los años 60 y principios de los 70 y que se extendió por toda una serie de disciplinas como la antropología social, la lingüística, la crítica literaria, el psicoanálisis y la sociología. Su influencia en la sociología vino de varias direcciones: La antropología estructural de Claude Lévi-Strauss y el análisis semiótico de los fenómenos culturales en general; la obra de Michel Foucault sobre la historia de las ideas; el psicoanálisis de Jacques Lacan; y el marxismo estructural de Louis Althusser. Lo básico del enfoque es la idea de que podemos discernir las estructuras subyacentes detrás de las apariencias a menudo fluctuantes y cambiantes de la realidad social. El modelo es la lingüística estructural de Saussure y la noción de que una lengua puede describirse en términos de un conjunto básico de reglas que rigen la combinación de sonidos para producir significados. Para Lévi-Strauss y la semiótica en general, estas estructuras subyacentes son categorías de la mente, en términos de las cuales organizamos el mundo que nos rodea. Para Lévi-Strauss, pero no necesariamente para otros, dichas categorías pueden entenderse siempre como oposiciones binarias (por ejemplo, arriba/abajo, caliente/frío). El marxismo estructural sustituyó estas categorías mentales por posiciones en los modos de producción (como las de trabajador frente a no trabajador) y sustituyó las relaciones con los medios de producción por las reglas que rigen la producción de sentido.