Este texto se ocupa de las políticas de lucha contra la pobreza en los países en vías de desarrollo. Desde los años 80, los países en desarrollo han estado sometidos a una gran presión por parte de los países desarrollados y de las instituciones internacionales que controlan – como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio – para que adopten una serie de “buenas políticas”, especialmente el libre comercio, y de “buenas instituciones”, como una sólida ley de patentes, con el fin de fomentar su desarrollo económico.
El hecho histórico es que los actuales países desarrollados no se desarrollaron sobre la base de las políticas e instituciones que ahora recomiendan, o incluso imponen, a los países en desarrollo. Prácticamente todos los países desarrollados actuales utilizaron históricamente la protección arancelaria y las subvenciones para desarrollar sus industrias, y en las primeras etapas de su desarrollo ni siquiera contaban con instituciones “básicas” como la democracia, los bancos centrales, la ley de patentes o los servicios civiles profesionales. Dado que la adopción de “buenas políticas” y “buenas instituciones” no ha generado la prometida aceleración del desarrollo económico en el mundo en desarrollo, y que en algunos casos incluso ha provocado colapsos económicos y sociales, hace tiempo que se ha considerado necesario un replanteamiento radical de la ortodoxia del desarrollo. Sobre todo, algunos expertos consideran que deberían cambiarse radicalmente las condiciones de la ayuda financiera bilateral y multilateral a los países en desarrollo, reconociendo que la receta ortodoxa no funciona y que no puede haber una receta única de políticas de “mejores prácticas” que todos deban utilizar. En segundo lugar, opinan algunos, las normas de la OMC deberían reescribirse para que los países en desarrollo puedan utilizar más activamente los aranceles y las subvenciones para el desarrollo industrial.
En tercer lugar, y esto es más generalizado, debe fomentarse la mejora de las instituciones, pero esto no debe equipararse a la imposición a todos los países de un conjunto fijo de instituciones angloamericanas de hoy -ni siquiera de ayer-; tampoco debe intentarse de forma precipitada, ya que el desarrollo institucional es un proceso largo y costoso.