Este texto se ocupa de las comunicaciones satelitales, o sistemas de comunicación por satélite. Durante algunos años se lanzaron varios satélites de comunicaciones experimentales como el Courier 1B, el Telstar 1 y el Relay 1, todos ellos desplegados en diferentes órbitas bajas de la Tierra. Sin embargo, el desarrollo futuro de las comunicaciones por satélite estaba inseparablemente relacionado con el uso de la órbita de los satélites geoestacionarios. Las telecomunicaciones por satélite, al ser una rama de la industria espacial con 60 años de antigüedad, es una de las aplicaciones espaciales más maduras. Forma parte de nuestra vida cotidiana y proporciona comunicaciones, emisiones de radio y televisión, conexión a Internet y otros servicios de datos a millones de usuarios en todo el mundo. Los satélites de comunicaciones están situados muy lejos de la Tierra, a cientos y miles de kilómetros por encima de nuestras cabezas, y su funcionamiento está regulado por normas internacionales específicas compuestas principalmente por el derecho espacial internacional y el régimen de la UIT. Ambos bloques de normas deben cumplirse cuidadosamente cuando se despliegan y operan sistemas de telecomunicaciones por satélite. Las telecomunicaciones por satélite están experimentando importantes cambios que afectan a toda la industria espacial. El número de Estados que realizan actividades espaciales y de agentes no estatales está aumentando considerablemente, mientras que cada vez más Estados desarrollan sistemas nacionales de telecomunicaciones por satélite. Los satélites son cada vez más pequeños, más ligeros y menos costosos de fabricar y lanzar. Así, el espacio exterior no sólo es más accesible y asequible, sino que está cada vez más congestionado, disputado y competitivo. Por otra parte, es evidente que el interés se desplaza de la órbita geoestacionaria convencional a las órbitas terrestres bajas y medias. Los sistemas de comunicaciones no geoestacionarios tienen una menor latencia en la transmisión de señales, lo que es esencial para los servicios modernos por satélite, como la conducción autónoma, las comunicaciones entre máquinas y el Internet de las cosas. Sin embargo, para cubrir eficazmente la superficie de la Tierra, los sistemas no geoestacionarios no requieren un único satélite, sino varios, y cuanto más baja es la órbita, más satélites se necesitan. Algunos de los nuevos sistemas propuestos constan de cientos e incluso miles de satélites, mientras que las operaciones de tales constelaciones parecen ser una tarea desafiante con un riesgo significativamente mayor relacionado con las colisiones de los satélites y la creación de desechos espaciales. Los satélites no geoestacionarios son, por lo general, naves espaciales de pequeño y mediano tamaño con una vida útil más corta en órbita si se compara con los satélites geoestacionarios convencionales; esto también podría afectar negativamente al número de desechos espaciales y, en consecuencia, a la accesibilidad del espacio exterior por parte de los nuevos sistemas de telecomunicaciones.