Esta entrada se ocupa del Neocolonialismo. Cabe decir que hay cuatro formas básicas de dependencia de un pueblo respecto de una potencia extranjera: colonial, neocolonial, satelital y provincial, y tienden a darse sucesivamente en ese orden. La esencia del neocolonialismo es que el Estado que está sometido es teóricamente independiente, poseyendo todas las insignias de la soberanía en el plano internacional, pero en realidad su economía, y por consecuencia su política, son manipulados desde el exterior. Esa manipulación puede revestir aspectos diversos. Por ejemplo, en un caso extremo, las tropas de la potencia imperial pueden estar emplazadas sobre el territorio del Estado neocolonial y controlar su gobierno. Más frecuentemente, sin embargo, el control es ejercido por medios económicos y monetarios.
El neocolonialismo ha pasado por la crisis general del sistema capitalista mundial, el propio colapso del neocolonialismo y el de su antiimperialismo alternativo y radical (en intenciones, por lo menos), pero es incapaz de superar sus propios límites internos. El sometimiento de África a las potencias externas en todo el continente ha reducido a la nada las diferencias entre las vías de desarrollo afirmadas durante los decenios anteriores; el África de las clases dominantes ya no tiene un plan de desarrollo, ya sea neocolonial o parasocialista. Esta regresión, que a menudo se ha calificado de “cuarta mundialización” en contraposición a la semi-industrialización del “tercer mundo”, crea nuevas aperturas en el mercado mundial (o global) y convoca una especie de “recolonización” del continente, llevada a cabo cínicamente por las potencias dominantes. La forma neocompradora que adopta el Estado local tanto como las clases dominantes en estas circunstancias -reemplazando las ilusiones del nacionalismo burgués radical y del neocolonialismo- es incapaz de convencer a la sociedad de su legitimidad. Así pues, esta forma supone un caos político que sólo se superará cuando los nuevos sistemas de poder social popular logren cristalizar en torno a un proyecto que ofrezca una alternativa a la utopía (idealista, irreal: derivado del griego “u-topos”, significa “ningún lugar así”) de la internacionalización capitalista.