Cambio Climático
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Cambio climático y Sostenibilidad
Sobre Sostenibilidad, véase aquí.
Cambio climático (marco jurídico internacional) en el Diccionario de Derecho Procesal Constitucional y Convencional
Se expresa el mencionado Diccionario, sobre Cambio climático (marco jurídico internacional), en voz escrita por César Nava Escudero, en los siguientes términos: La expresión cambio climático se utiliza comúnmente para describir dos fenómenos en el clima del planeta Tierra. Primero los cambios climáticos naturales, que pueden ser cortos o no muy cortos (entre estaciones, ciclos regulares anuales, algunas décadas, unos cuantos cientos de años), o los muy largos (fases glaciales e interglaciares). Segundo, el cambio climático inducido por los seres humanos como resultado de las crecientes concentraciones de gases de efecto invernadero que alteran la composición natural de la atmósfera, provocando una variación en el clima, y que abarca de los últimos 150 a 100 años hasta los próximos 50 a 100 años o más. Este segundo fenómeno es el que ha llamado la atención de la comunidad internacional que ha derivado en la creación de un régimen jurídico climático.
Aunque se atribuye al sueco Svante Arrhenius haber publicitado en 1896 que los gases de efecto invernadero producidos por los seres humanos tendrían una repercusión en el calentamiento del clima (lo que él asumía favorable), fue hasta la década de los setenta del siglo pasado que el cambio climático formó parte de las discusiones ambientales entre las naciones. A partir de la celebración de la Primera Conferencia Mundial sobre el Clima en Ginebra, Suiza, en 1979, ha prosperado un marco jurídico internacional conformado por normas e instrumentos vinculantes (derecho duro o hard law) y no vinculantes (derecho suave o derecho indicativo («soft law» en inglés)).
El primer tratado de importancia global (vinculante pero con alto contenido soft) fue adoptado en mayo de 1992; se abrió a la firma en junio del mismo año en la Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro, Brasil) y entró en vigor en marzo de 1994. Se trata de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (en adelante, la Convención), cuyo objetivo último es el de lograr «la estabilización de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida interferencias antropógenas peligrosas en el sistema climático. Ese nivel debería lograrse en un plazo (véase más en esta plataforma general) suficiente para permitir que los ecosistemas se adapten naturalmente al cambio climático, asegurar que la producción de alimentos no se vea amenazada y permitir que el desarrollo económico prosiga de manera sostenible».
La Convención inserta en su texto principios fundamentales del derecho internacional ambiental (e.g. el de responsabilidades comunes pero diferenciadas, el de precaución, el de desarrollo sustentable, etcétera) y establece dos tipos de compromisos para las partes contratantes. Primero, los compromisos genéricos, que aplican a todas las partes pero que son mínimos, y que bien podrían caracterizarse como disposiciones derecho indicativo («soft law» en inglés) por su contenido político, programático y de cooperación.
Segundo, los específicos, que aplican, por un lado, a las partes enumeradas en el Anexo I de la Convención que son tanto los países desarrollados como los que están en proceso de transición a una economía de mercado y, por el otro, a los países desarrollados y a los países que figuran en el Anexo II.
La Convención establece la Conferencia de las Partes (en adelante, COP), que en su calidad de órgano supremo examina la implementación de la Convención y de cualquier otro instrumento jurídico conexo adoptado por la propia COP, y toma las decisiones necesarias relativas a su aplicación eficaz. Siguiendo lo establecido por la Convención, el Mandato de Berlín de 1995 (COP-1) y la Declaración Ministerial de Ginebra de 1996 (COP-2), se adoptó en Japón, en diciembre de 1997 (COP-3), el Protocolo de Kyoto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (en adelante, PK). El PK, que precisa y desarrolla las disposiciones de la Convención y lo establecido en las COPs anteriores, entró en vigor en febrero de 2005 y es el segundo tratado multilateral de importancia global en materia climática.
Destacan dos cuestiones jurídicas en el PK. Primero, se establecen compromisos cuantificados de limitación y reducción de las emisiones de los gases de efecto invernadero enumerados en el Anexo A (emisiones agregadas expresadas en bióxido de carbono). Lo anterior para los países desarrollados, la entonces Comunidad Europea y sus miembros, y los de economías en transición según el listado del Anexo B del propio PK. El fin de estos compromisos, vinculantes, es el de reducir individual o conjuntamente el total de las emisiones por lo menos en un 5% para un primer periodo que abarca de 2008 a 2012, tomando como referencia los niveles de emisión de 1990. Algunos países pueden aumentar sus emisiones, otros quedarse en el nivel establecido, y otros reducirlas.
Segundo, se determinan tres mecanismos flexibles para lograr el cumplimiento de los compromisos asumidos: a) proyectos de aplicación conjunta (joint implementation); b) mecanismos para un desarrollo limpio (clean development mechanism), y c) comercio de los derechos de emisión (emissions trading). Con estos mecanismos se ha creado un marco jurídico de aplicación regional y bilateral en el que pueden participar las partes incluidas o no —según sea el caso— en el Anexo I de la Convención. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). Por ejemplo, en el caso del comercio de derechos de emisión destaca a nivel regional la expedición de la Directiva 2003/87/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, que se aprobó en octubre de 2003 y entró en vigor en ese mismo mes y año.
En el mecanismo para un desarrollo limpio, cuyo número de instrumentos bilaterales es muy amplio e incluye tanto tratados internacionales como tratados en forma simplificada, se puede hablar del acuerdo celebrado entre el gobierno de los Estados Unidos Mexicanos y el gobierno de la República Francesa (junio de 2005). Para el de aplicación conjunta, un buen ejemplo es el proyecto de protección forestal y de especies en peligro de extinción Bikin Tiger Carbon Project (enero de 2013), ubicado en Primorsky Krai, al sureste de Rusia.
Acuerdo de Bali
En 2007, en Bali, Indonesia (COP-13), se acordó iniciar las negociaciones y una ruta crítica para un segundo periodo de cumplimiento. Se tendría un documento final en 2009 en Copenhague, Dinamarca (COP-15), pero ni en ésta ni en la siguiente conferencia donde también se tenía cierta expectativa en este sentido, i.e. la de Cancún, México (COP-16), se logró adoptar un régimen climático vinculante para después de 2012.
Aviso
No obstante, y tras la celebración de las conferencias siguientes, en Durbán, Sudáfrica, en 2011 (COP-17), y en Doha, Qatar, en 2012 (COP-18), la comunidad internacional ha logrado ciertos acuerdos importantes.
Entre ellos:
- el compromiso de las partes para mantener el aumento de la temperatura media mundial (o global) respecto a niveles preindustriales por debajo de 2º C;
- la creación y funcionamiento del Fondo Verde para el Clima;
- alcanzar el objetivo conjunto de los $100,000 millones de dólares de los Estados Unidos de América anuales para el 2020 de las partes que son países desarrollados;
- la extensión por 8 años más (a partir de enero de 2013) del régimen vinculante existente para un segundo periodo de cumplimiento, y
- la adopción de un nuevo acuerdo climático universal hard para 2015, con aplicación (entrada en vigor) en 2020.
Cambio climático y Justicia
La justicia del cambio climático es una rama de la investigación filosófica que se ocupa de las condiciones justas de cooperación para abordar el cambio climático global. El cambio climático mundial (o global) se refiere a los efectos adversos del aumento de la temperatura global media en los sistemas meteorológicos, medioambientales y sociales debido a las actividades humanas. Las observaciones independientes muestran una tendencia ascendente en la temperatura global media de la superficie desde 1880, con la mayor parte del calentamiento global relevante que ocurre desde los años 80. Estos cambios climáticos son el resultado de concentraciones elevadas de gases de efecto invernadero (GEI) – por ejemplo, dióxido de carbono, metano, óxido nitroso – en la atmósfera. Estos gases son producidos por una amplia gama de actividades humanas, desde la quema de combustibles fósiles para la energía a nivel industrial y de consumo hasta el uso general de la tierra.
La relación fundamental entre las concentraciones de GEI en la atmósfera y el calentamiento global es bien comprendida. Y, sin embargo, lograr una coordinación internacional efectiva y justa para responder al problema del cambio climático global ha sido mucho más difícil de lo esperado. Una de las razones de ello es que cualquier intento de abordar el cambio climático global plantea problemas complejos de justicia.Entre las Líneas En primer lugar, las comunidades que son más vulnerables a los riesgos y los daños del cambio climático han contribuido menos al problema.Entre las Líneas En segundo lugar, la capacidad económica para abordar el problema no se distribuye equitativamente en todo el mundo.Entre las Líneas En tercer lugar, las comunidades políticas y las generaciones han enfrentado las reivindicaciones de interés en relación con las cargas de abordar el cambio climático.
El calentamiento global es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la humanidad hoy en día, y el fenómeno climático fue objeto de titulares una y otra vez mientras la gente seguía observando extrañas pautas meteorológicas y mientras los debates se ensañaban en los ámbitos políticos sobre si debíamos abordar el tema y cómo hacerlo.
El calentamiento global es real, y está cambiando el clima. Hay pruebas significativas de que los climas de todo el mundo están cambiando y que esos cambios están ocurriendo debido a las actividades humanas. Esa es una de las razones por las que es tan importante estar informado sobre qué actividades humanas contribuyen al calentamiento global y qué actividades humanas pueden ayudar a evitar que progrese.
Política pública sobre el calentamiento global
Desde el siglo XIX, muchos investigadores que trabajan en una amplia gama de disciplinas académicas han contribuido a mejorar la comprensión de la atmósfera y del sistema climático mundial. La preocupación de los científicos prominentes del clima por el calentamiento global y el cambio climático inducido por el hombre (o "antropogénico") surgió a mediados del siglo XX, pero la mayor parte del debate científico y político sobre la cuestión no comenzó hasta el decenio de 1980. Hoy en día, los principales científicos del clima están de acuerdo en que muchos de los cambios que se están produciendo en el sistema climático mundial se deben en gran medida a la liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero, gases que potencian el efecto invernadero natural de la Tierra. La mayoría de los gases de efecto invernadero son liberados por la quema de combustibles fósiles para la calefacción, la cocina, la generación de electricidad, el transporte y la fabricación, pero también son liberados como resultado de la descomposición natural de los materiales orgánicos, los incendios forestales, la deforestación y las actividades de limpieza de tierras. Quienes se oponen a este punto de vista han subrayado a menudo el papel de los factores naturales en la variación climática del pasado y han acentuado las incertidumbres científicas relacionadas con los datos sobre el calentamiento de la Tierra y el cambio climático. No obstante, un creciente número de científicos ha pedido a los gobiernos, las industrias y los ciudadanos que reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Todos los países emiten gases de efecto invernadero, pero los países altamente industrializados y los países más poblados emiten cantidades significativamente mayores que otros. Los países de América del Norte y Europa que fueron los primeros en someterse al proceso de industrialización han sido responsables de la liberación de la mayoría de los gases de efecto invernadero en términos acumulativos absolutos desde el comienzo de la Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII. Hoy en día, a estos países se les están sumando grandes países en desarrollo como China y la India, donde la rápida industrialización va acompañada de una creciente liberación de gases de efecto invernadero. Los Estados Unidos, que poseen aproximadamente el 5% de la población mundial, emitieron casi el 21% de los gases de efecto invernadero mundiales en 2000. Ese mismo año, los entonces 25 Estados miembros de la Unión Europea (UE) -con una población combinada de 450 millones de personas- emitieron el 14 por ciento de todos los gases de efecto invernadero antropogénicos. Esta cifra era aproximadamente la misma que la fracción liberada por los 1.200 millones de personas de China. En 2000, el estadounidense medio emitió 24,5 toneladas de gases de efecto invernadero, la persona media que vivía en la UE emitió 10,5 toneladas, y la persona media que vivía en China emitió sólo 3,9 toneladas. Aunque las emisiones de gases de efecto invernadero per cápita de China siguieron siendo considerablemente inferiores a las de la UE y los Estados Unidos, fue el mayor emisor de gases de efecto invernadero en 2006 en términos absolutos.
El IPCC y el consenso científico
Un primer paso importante en la formulación de políticas públicas sobre el calentamiento global y el cambio climático es la recopilación de datos científicos y socioeconómicos pertinentes. En 1988 la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente establecieron el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). El IPCC tiene el mandato de evaluar y resumir los datos científicos, técnicos y socioeconómicos más recientes sobre el cambio climático y de publicar sus conclusiones en informes que se presentan a las organizaciones internacionales y a los gobiernos nacionales de todo el mundo. Muchos miles de los principales científicos y expertos del mundo en las esferas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático han trabajado en el marco del IPCC, produciendo importantes conjuntos de evaluaciones en 1990, 1995, 2001, 2007 y 2014, y varias evaluaciones especiales adicionales. En esos informes se evaluaron las bases científicas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático, las principales cuestiones relacionadas con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y el proceso de adaptación a un clima cambiante.
En el primer informe del IPCC, publicado en 1990, se afirmaba que una buena cantidad de datos mostraba que la actividad humana afectaba a la variabilidad del sistema climático; sin embargo, los autores del informe no pudieron llegar a un consenso sobre las causas y los efectos del calentamiento de la Tierra y el cambio climático en ese momento. El informe del IPCC de 1995 afirmaba que el balance de las pruebas sugería "una influencia humana discernible en el clima". El informe del IPCC de 2001 confirmó las conclusiones anteriores y presentó pruebas más sólidas de que la mayor parte del calentamiento de los 50 años anteriores era atribuible a las actividades humanas. En el informe de 2001 también se señalaba que los cambios observados en los climas regionales estaban empezando a afectar a muchos sistemas físicos y biológicos y que había indicios de que los sistemas sociales y económicos también se estaban viendo afectados.
La cuarta evaluación del IPCC, publicada en 2007, reafirmó las principales conclusiones de los informes anteriores, pero los autores también declararon -en lo que se consideró un juicio conservador- que estaban seguros, al menos en un 90%, de que la mayor parte del calentamiento observado durante el medio siglo anterior había sido causado por la liberación de gases de efecto invernadero a través de una multitud de actividades humanas. Tanto el informe de 2001 como el de 2007 afirmaban que durante el siglo XX se había producido un aumento de la temperatura superficial media mundial de 0,6 °C (1,1 °F), dentro de un margen de error de ±0,2 °C (0,4 °F). Mientras que el informe de 2001 preveía un aumento adicional de la temperatura media de 1,4 a 5,8 °C (2,5 a 10,4 °F) para 2100, el informe de 2007 refinó esta previsión hasta un aumento de 1,8 a 4,0 °C (3,2 a 7,2 °F) para finales del siglo XXI. Esas previsiones se basaron en el examen de una serie de hipótesis que caracterizaron las tendencias futuras de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La quinta evaluación del IPCC, publicada en 2014, refinó aún más los aumentos previstos de la temperatura media mundial y del nivel del mar. El informe de 2014 afirmaba que en el intervalo entre 1880 y 2012 se produjo un aumento de la temperatura media mundial de aproximadamente 0,85 °C (1,5 °F) y que en el intervalo entre 1901 y 2010 se produjo un aumento del nivel medio del mar mundial de unos 19-21 cm (7,5-8,3 pulgadas). El informe predijo que para finales del siglo XXI las temperaturas superficiales en todo el mundo aumentarían entre 0,3 y 4,8 °C (0,5 y 8,6 °F), y el nivel del mar podría subir entre 26 y 82 cm (10,2 y 32,3 pulgadas) en relación con el promedio de 1986-2005.
Cada informe del IPCC ha contribuido a crear un consenso científico en el sentido de que las elevadas concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera son los principales impulsores del aumento de las temperaturas del aire cerca de la superficie y de los cambios climáticos asociados en curso. A este respecto, se considera que el actual episodio de cambio climático, que comenzó a mediados del siglo XX, es fundamentalmente diferente de los períodos anteriores en el sentido de que los ajustes críticos han sido causados por actividades derivadas del comportamiento humano y no por factores no antropogénicos. En la evaluación de 2007 del IPCC se proyectó que cabría esperar que los futuros cambios climáticos incluyeran un calentamiento continuo, modificaciones de las pautas y cantidades de precipitaciones, elevación del nivel del mar y "cambios en la frecuencia e intensidad de algunos fenómenos extremos". Esos cambios tendrían efectos importantes en muchas sociedades y en los sistemas ecológicos de todo el mundo (véase Investigación sobre el clima y los efectos del calentamiento mundial). Véase en este recurso la Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto.
Futura política sobre el cambio climático
Los países difieren en cuanto a la forma de proceder en materia de política internacional con respecto a los acuerdos climáticos. Los objetivos a largo plazo formulados en Europa y los Estados Unidos buscan reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 80 por ciento para mediados del siglo XXI. En relación con estos esfuerzos, la UE estableció el objetivo de limitar el aumento de la temperatura a un máximo de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales. (Muchos científicos del clima y otros expertos coinciden en que se producirán importantes daños económicos y ecológicos si el promedio mundial de las temperaturas del aire cercano a la superficie se eleva más de 2 °C (3,6 °F) por encima de las temperaturas preindustriales en el próximo siglo).
A pesar de las diferencias de enfoque, los países iniciaron las negociaciones sobre un nuevo tratado, basado en un acuerdo alcanzado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en 2007 en Bali (Indonesia), que sustituiría al Protocolo de Kyoto una vez que éste expirara. En la 17ª Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP17), celebrada en Durban (Sudáfrica) en 2011, la comunidad internacional se comprometió a elaborar un tratado climático amplio y jurídicamente vinculante que sustituyera al Protocolo de Kyoto para 2015. Dicho tratado exigiría a todos los países productores de gases de efecto invernadero -incluidos los principales emisores de carbono que no se atienen al Protocolo de Kyoto (como China, la India y los Estados Unidos)- que limitaran y redujeran sus emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Este compromiso fue reafirmado por la comunidad internacional en el 18º período de sesiones de la Conferencia de las Partes (CP 18), celebrado en Doha (Qatar) en 2012. Dado que los términos del Protocolo de Kyoto se fijaron para que terminaran en 2012, los delegados de la CP 17 y la CP 18 acordaron prorrogar el Protocolo de Kyoto para salvar la brecha entre la fecha de expiración original y la fecha en que el nuevo tratado sobre el clima pasaría a ser jurídicamente vinculante. En consecuencia, los delegados de la COP18 decidieron que el Protocolo de Kyoto terminaría en 2020, año en el que se esperaba que el nuevo tratado climático entrara en vigor. Esta prórroga tenía el beneficio añadido de proporcionar un tiempo adicional para que los países cumplieran sus objetivos de emisión para 2012.
Convocados en París en 2015, los líderes mundiales y otros delegados de la COP21 firmaron un acuerdo global pero no vinculante para limitar el aumento de la temperatura media mundial a no más de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales y, al mismo tiempo, esforzarse por mantener este aumento a 1,5 °C (2,7 °F) por encima de los niveles preindustriales. El Acuerdo de París fue un acuerdo histórico que ordenó un examen de los progresos cada cinco años y la creación de un fondo de 100.000 millones de dólares para 2020 -que se repondría anualmente- para ayudar a los países en desarrollo a adoptar tecnologías que no produzcan gases de efecto invernadero. El número de partes (signatarios) del convenio ascendía a 197 en 2019, y 185 países habían ratificado el acuerdo. A pesar de que Estados Unidos había ratificado el acuerdo en septiembre de 2016, la toma de posesión de Donald J. Trump como presidente en enero de 2017 anunció una nueva era en la política climática de Estados Unidos, y el 1 de junio de 2017 Trump señaló su intención de sacar a Estados Unidos del acuerdo climático después de que concluyera el proceso de salida formal. Su sucesor, Biden, es un firme defensor de la lucha por el medio ambiente.
Un número cada vez mayor de ciudades del mundo está iniciando una multitud de esfuerzos locales y subregionales para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Muchos de esos municipios están adoptando medidas como miembros del Consejo Internacional para las Iniciativas Ambientales Locales y su programa Ciudades para la Protección del Clima, que esboza principios y medidas para adoptar medidas a nivel local. En 2005, la Conferencia de Alcaldes de los Estados Unidos aprobó el Acuerdo de Protección del Clima, en el que las ciudades se comprometieron a reducir para 2012 las emisiones a un 7 por ciento por debajo de los niveles de 1990. Además, muchas empresas privadas están desarrollando políticas corporativas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Un ejemplo notable de un esfuerzo liderado por el sector privado es la creación del Chicago Climate Exchange como medio para reducir las emisiones a través de un proceso de comercio.
A medida que las políticas públicas relativas al calentamiento global y al cambio climático continúan desarrollándose a nivel mundial, regional, nacional y local, se dividen en dos grandes tipos. El primer tipo, la política de mitigación, se centra en diferentes formas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Dado que la mayoría de las emisiones proceden de la quema de combustibles fósiles para la energía y el transporte, gran parte de la política de mitigación se centra en el cambio a fuentes de energía menos intensivas en carbono (como la energía eólica, solar e hidroeléctrica), la mejora de la eficiencia energética de los vehículos y el apoyo al desarrollo de nuevas tecnologías. En cambio, el segundo tipo, la política de adaptación, trata de mejorar la capacidad de diversas sociedades para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante. Por ejemplo, algunas políticas de adaptación están concebidas para alentar a los grupos a modificar las prácticas agrícolas en respuesta a los cambios estacionales, mientras que otras políticas están concebidas para preparar a las ciudades situadas en las zonas costeras para un nivel de mar elevado.
En cualquier caso, la reducción a largo plazo de las descargas de gases de efecto invernadero requerirá la participación tanto de los países industriales como de los principales países en desarrollo. En particular, la liberación de gases de efecto invernadero de fuentes chinas e indias está aumentando rápidamente en paralelo con la rápida industrialización de esos países. En 2006 China superó a los Estados Unidos como principal emisor del mundo de gases de efecto invernadero en términos absolutos (aunque no en términos per cápita), en gran medida debido a la mayor utilización de carbón y otros combustibles fósiles por parte de China. De hecho, todos los países del mundo se enfrentan al reto de encontrar formas de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero al tiempo que promueven un desarrollo económico ambiental y socialmente deseable (conocido como "desarrollo sostenible" o "crecimiento inteligente"). Mientras que algunos opositores de los que piden medidas correctivas siguen sosteniendo que los costos de la mitigación a corto plazo serán demasiado elevados, un número cada vez mayor de economistas y encargados de la formulación de políticas sostienen que será menos costoso, y posiblemente más rentable, para las sociedades adoptar medidas preventivas tempranas que abordar los graves cambios climáticos en el futuro. Es probable que muchos de los efectos más nocivos del calentamiento del clima se produzcan en los países en desarrollo. Combatir los efectos nocivos del calentamiento de la Tierra en los países en desarrollo será especialmente difícil, ya que muchos de esos países ya están luchando y poseen una capacidad limitada para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante.
Se prevé que cada país se verá afectado de manera diferente por el creciente esfuerzo por reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Los países que son emisores relativamente grandes tendrán que hacer frente a mayores exigencias de reducción que los emisores más pequeños. Del mismo modo, se prevé que los países que experimentan un rápido crecimiento económico se enfrentarán a mayores exigencias para controlar sus emisiones de gases de efecto invernadero a medida que consuman cantidades cada vez mayores de energía. También se producirán diferencias entre los distintos sectores industriales e incluso entre las distintas empresas. Por ejemplo, los productores de petróleo, carbón y gas natural -que en algunos casos representan porciones importantes de los ingresos nacionales por exportación- pueden ver reducida la demanda o los precios de sus productos a medida que sus clientes disminuyen el uso de combustibles fósiles. En cambio, es probable que muchos productores de tecnologías y productos nuevos y más respetuosos del clima (como los generadores de energía renovable) vean aumentar la demanda.
Para hacer frente al calentamiento del planeta y al cambio climático, las sociedades deben encontrar la manera de modificar fundamentalmente sus pautas de utilización de la energía en favor de la generación de energía, el transporte y la ordenación de los bosques y el uso de la tierra con menor intensidad de carbono. Un número cada vez mayor de países ha asumido este desafío, y hay muchas cosas que los individuos también pueden hacer. Por ejemplo, los consumidores tienen más opciones para adquirir electricidad generada a partir de fuentes renovables. Entre las medidas adicionales que reducirían las emisiones personales de gases de efecto invernadero y también conservarían la energía figuran el funcionamiento de vehículos más eficientes desde el punto de vista energético, el uso del transporte público cuando esté disponible y la transición a productos domésticos más eficientes desde el punto de vista energético. Las personas también podrían mejorar el aislamiento de sus hogares, aprender a calentar y enfriar sus residencias de manera más eficaz, y comprar y reciclar productos más sostenibles desde el punto de vista ambiental.
La Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto
Los informes del IPCC y el consenso científico que reflejan han proporcionado una de las bases más prominentes para la formulación de la política sobre el cambio climático. A escala mundial, la política sobre el cambio climático se rige por dos grandes tratados: la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) de 1992 y el correspondiente Protocolo de Kyoto de 1997 de la CMNUCC (que lleva el nombre de la ciudad de Japón donde se concertó).
La CMNUCC se negoció entre 1991 y 1992. Fue adoptada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en Río de Janeiro en junio de 1992 y se convirtió en legalmente vinculante en marzo de 1994. En el Artículo 2 la CMNUCC establece el objetivo a largo plazo de "estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida una interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático". El artículo 3 establece que los países del mundo tienen "responsabilidades comunes pero diferenciadas", lo que significa que todos los países comparten la obligación de actuar, aunque los países industrializados tienen la responsabilidad particular de tomar la iniciativa en la reducción de las emisiones debido a su contribución relativa al problema en el pasado. Con este fin, el Anexo I de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático enumera 41 países industrializados específicos y países con economías en transición, además de la Comunidad Europea (CE; sucedida oficialmente por la UE en 2009), y el Artículo 4 establece que estos países deben trabajar para reducir sus emisiones antropogénicas a los niveles de 1990. Sin embargo, no se ha establecido un plazo para este objetivo. Además, la CMNUCC no asigna ningún compromiso de reducción específico a los países no incluidos en el Anexo I (es decir, los países en desarrollo).
El acuerdo de seguimiento de la CMNUCC, el Protocolo de Kyoto, se negoció entre 1995 y 1997 y se adoptó en diciembre de 1997. El Protocolo de Kyoto regula seis gases de efecto invernadero liberados por las actividades humanas: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), perfluorocarbonos (PFC), hidrofluorocarbonos (HFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). En virtud del Protocolo de Kyoto, los países del Anexo I deben reducir sus emisiones agregadas de gases de efecto invernadero a un 5,2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990 a más tardar en 2012. Para alcanzar este objetivo, el protocolo establece objetivos de reducción individuales para cada país del Anexo I. Estos objetivos requieren la reducción de los gases de efecto invernadero en la mayoría de los países, pero también permiten el aumento de las emisiones de otros. Por ejemplo, el protocolo requiere que los entonces 15 estados miembros de la UE y otros 11 países europeos reduzcan sus emisiones a un 8 por ciento por debajo de sus niveles de emisión de 1990, mientras que Islandia, un país que produce cantidades relativamente pequeñas de gases de efecto invernadero, puede aumentar sus emisiones hasta un 10 por ciento por encima de su nivel de 1990. Además, el Protocolo de Kioto exige a tres países -Nueva Zelanda, Ucrania y Rusia- que congelen sus emisiones a los niveles de 1990.
El Protocolo de Kyoto establece cinco requisitos por los que las partes del Anexo I pueden optar por cumplir sus objetivos de emisión para 2012. En primer lugar, exige la elaboración de políticas y medidas nacionales que reduzcan las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero. En segundo lugar, los países pueden calcular los beneficios de los sumideros de carbono nacionales que absorben más carbono del que emiten. En tercer lugar, los países pueden participar en planes de intercambio de emisiones con otros países del Anexo I. Cuarto, los países signatarios pueden crear programas de aplicación conjunta con otras partes del Anexo I y recibir créditos por los proyectos que reduzcan las emisiones. Quinto, los países pueden recibir créditos por reducir las emisiones en los países no incluidos en el Anexo I a través de un mecanismo de "desarrollo limpio", como la inversión en la construcción de un nuevo proyecto de energía eólica.
Para entrar en vigor, el Protocolo de Kyoto tenía que ser ratificado por al menos 55 países, incluidos suficientes países del Anexo I para representar al menos el 55 por ciento del total de las emisiones de gases de efecto invernadero de ese grupo. Más de 55 países ratificaron rápidamente el protocolo, incluyendo todos los países del Anexo I, excepto Rusia, Estados Unidos y Australia. (Rusia y Australia ratificaron el protocolo en 2005 y 2007, respectivamente.) No fue hasta que Rusia, bajo la fuerte presión de la UE, ratificó el protocolo que éste se convirtió en legalmente vinculante en febrero de 2005.
La política regional de cambio climático más desarrollada hasta la fecha ha sido formulada por la UE en parte para cumplir sus compromisos en virtud del Protocolo de Kyoto. En 2005, los 15 países de la UE que tienen un compromiso colectivo en virtud del protocolo redujeron sus emisiones de gases de efecto invernadero a un 2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990, aunque no es seguro que cumplan su objetivo de reducción del 8 por ciento para 2012. En 2007 la UE estableció un objetivo colectivo para los 27 estados miembros de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 20 por ciento por debajo de los niveles de 1990 para el año 2020. Como parte de su esfuerzo por lograr este objetivo, la UE estableció en 2005 el primer plan de comercio multilateral de emisiones de dióxido de carbono del mundo, que abarca más de 11.500 grandes instalaciones en todos sus Estados miembros.
En los Estados Unidos, en cambio, el presidente George W. Bush y la mayoría de los senadores rechazaron el Protocolo de Kyoto, citando como motivo de queja particular la falta de reducciones obligatorias de emisiones para los países en desarrollo. Al mismo tiempo, la política federal de los Estados Unidos no estableció ninguna restricción obligatoria para las emisiones de gases de efecto invernadero, y las emisiones de los Estados Unidos aumentaron más del 16 por ciento entre 1990 y 2005. En parte para compensar la falta de dirección a nivel federal, muchos estados individuales de los EE.UU. formularon sus propios planes de acción para abordar el calentamiento global y el cambio climático y tomaron una serie de iniciativas legales y políticas para frenar las emisiones. Entre esas iniciativas cabe citar: la fijación de un límite máximo a las emisiones de las centrales eléctricas, el establecimiento de normas de carteras de energía renovable que exigen a los proveedores de electricidad que obtengan un porcentaje mínimo de su energía de fuentes renovables, la elaboración de normas sobre emisiones de vehículos y combustibles, y la adopción de normas de "construcción ecológica".
Desde el final de la última edad de hielo, los humanos han desarrollado herramientas y máquinas y han modificado la tierra para la agricultura y el asentamiento a largo plazo. A medida que la población ha ido creciendo y las nuevas tecnologías se han ido extendiendo por las culturas y los continentes, cada vez más recursos del planeta se han visto presionados para servir a la especie. En el proceso, las actividades humanas han alterado el orden natural del medio ambiente al despoblar y eliminar especies y añadir sustancias químicas nocivas al aire, el agua y el suelo, actividades que están cambiando el clima y la estructura y función de los ecosistemas, así como las comunidades biológicas que contienen.
Resolver los problemas ambientales críticos del calentamiento global, la escasez de agua, la contaminación y la pérdida de biodiversidad son quizás los mayores desafíos del siglo XXI.
Los grandes problemas del planeta
La acción humana ha desencadenado una vasta cascada de problemas ambientales que ahora amenazan la continua capacidad de los sistemas naturales y humanos para prosperar. Aquí hay cuatro grandes problemas ambientales:
- Contaminación. La contaminación es uno de los problemas más serios que enfrenta el planeta, pero puede ser uno de los más fáciles de superar. Aprenda cómo los humanos causan y pueden remediar nuestros problemas de contaminación.
- Crisis del agua. Esta crisis plantea el riesgo más inmediato para la vida humana y la estabilidad regional. Conozca las causas y los efectos de la escasez de agua a nivel mundial, y algunas de las estrategias para enfrentarla.
- Calentamiento global. Las emisiones de gases de efecto invernadero de las actividades humanas están cambiando la faz de la Tierra. Explora las formas en que se está produciendo el cambio climático y lo que podemos hacer al respecto.
- Pérdida de biodiversidad. La vida no humana en la Tierra está sufriendo enormemente en manos humanas. Conozca las principales amenazas a la biodiversidad y lo que se puede hacer para evitar que nuestros organismos se pierdan para siempre.
La fluctuación climática, la variación climática o el cambio climático es la modificación periódica del clima de la Tierra provocada por los cambios en la atmósfera, así como las interacciones entre la atmósfera y otros factores geológicos, químicos, biológicos y geográficos del sistema terrestre.
Causas del cambio climático
Es mucho más fácil documentar las pruebas de la variabilidad del clima y el cambio climático pasado que determinar sus mecanismos subyacentes. El clima está influenciado por una multitud de factores que operan en escalas de tiempo que van desde horas hasta cientos de millones de años. Muchas de las causas del cambio climático son externas al sistema de la Tierra. Otras son parte del sistema de la Tierra pero externas a la atmósfera. Otras implican interacciones entre la atmósfera y otros componentes del sistema terrestre y se describen colectivamente como retroalimentaciones dentro del sistema terrestre. Las retroalimentaciones se encuentran entre los factores causales más recientemente descubiertos y difíciles de estudiar. No obstante, se reconoce cada vez más que esos factores desempeñan un papel fundamental en la variación del clima. En esta sección se describen los mecanismos más importantes.
Variabilidad solar
La luminosidad, o brillo, del Sol ha ido aumentando constantemente desde su formación. Este fenómeno es importante para el clima de la Tierra, porque el Sol proporciona la energía para impulsar la circulación atmosférica y constituye el aporte para el presupuesto de calor de la Tierra. La baja luminosidad solar durante el tiempo del Precámbrico subyace a la tenue paradoja del joven Sol, descrita en la sección Climas de la Tierra temprana.
La energía radiante procedente del Sol es variable en escalas de tiempo muy pequeñas, debido a las tormentas solares y otras perturbaciones, pero las variaciones en la actividad solar, en particular la frecuencia de las manchas solares, también están documentadas en escalas de tiempo que van de decenios a milenios y probablemente se producen también en escalas de tiempo más largas. Se ha sugerido que el "mínimo de Maunder", un período de actividad de manchas solares drásticamente reducida entre 1645 y 1715 d.C., es un factor que contribuye a la Pequeña Edad de Hielo. (Ver abajo Variación y cambio climático desde la aparición de la civilización).
La actividad volcánica
La actividad volcánica puede influir en el clima de varias maneras y en diferentes escalas de tiempo. Las erupciones volcánicas individuales pueden liberar grandes cantidades de dióxido de azufre y otros aerosoles en la estratosfera, reduciendo la transparencia atmosférica y, por tanto, la cantidad de radiación solar que llega a la superficie y la troposfera de la Tierra. Un ejemplo reciente es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que tuvo influencias mensurables en la circulación atmosférica y los balances de calor. La erupción de 1815 del Monte Tambora en la isla de Sumbawa tuvo consecuencias más dramáticas, ya que la primavera y el verano del año siguiente (1816, conocido como "el año sin verano") fueron inusualmente fríos en gran parte del mundo. Nueva Inglaterra y Europa experimentaron nevadas y heladas durante todo el verano de 1816.
Los volcanes y los fenómenos conexos, como el desgarramiento y la subducción de los océanos, liberan dióxido de carbono tanto en los océanos como en la atmósfera. Las emisiones son bajas; incluso una masiva erupción volcánica como la del Monte Pinatubo libera sólo una fracción del dióxido de carbono emitido por la combustión de combustibles fósiles en un año. Sin embargo, a escala geológica, la liberación de este gas de efecto invernadero puede tener efectos importantes. Las variaciones en la liberación de dióxido de carbono por los volcanes y las grietas oceánicas a lo largo de millones de años pueden alterar la química de la atmósfera. Esta variabilidad en las concentraciones de dióxido de carbono probablemente explica gran parte de la variación climática que ha tenido lugar durante el Eón Fanerozoico.
Actividad tectónica
Los movimientos tectónicos de la corteza terrestre han tenido profundos efectos en el clima en escalas de tiempo de millones a decenas de millones de años. Estos movimientos han cambiado la forma, el tamaño, la posición y la elevación de las masas continentales, así como la batimetría de los océanos. A su vez, los cambios topográficos y batimétricos han tenido fuertes efectos en la circulación tanto de la atmósfera como de los océanos. Por ejemplo, el levantamiento de la meseta tibetana durante la era cenozoica afectó las pautas de circulación atmosférica, creando el monzón de Asia meridional e influyendo en el clima de gran parte del resto de Asia y las regiones vecinas.
La actividad tectónica también influye en la química atmosférica, en particular en las concentraciones de dióxido de carbono. El dióxido de carbono se emite desde los volcanes y las fumarolas de las zonas de fisura y de subducción. Las variaciones en la tasa de propagación en las zonas de fisuras y el grado de actividad volcánica cerca de los márgenes de las placas han influido en las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono a lo largo de la historia de la Tierra. Incluso la meteorización química de la roca constituye un importante sumidero de dióxido de carbono. (Un sumidero de carbono es cualquier proceso que elimina el dióxido de carbono de la atmósfera mediante la conversión química del CO2 en compuestos de carbono orgánicos o inorgánicos). El ácido carbónico, formado a partir de dióxido de carbono y agua, es un reactivo en la disolución de silicatos y otros minerales. Las tasas de meteorización están relacionadas con la masa, la elevación y la exposición del lecho rocoso. La elevación tectónica puede aumentar todos estos factores y, por lo tanto, conducir a un aumento de la meteorización y la absorción de dióxido de carbono. Por ejemplo, la meteorización química de la meseta tibetana en ascenso puede haber desempeñado un papel importante en el agotamiento del dióxido de carbono en la atmósfera durante un período de enfriamiento global a finales del Cenozoico.
Variaciones orbitales
La geometría orbital de la Tierra se ve afectada de manera predecible por las influencias gravitatorias de otros planetas del sistema solar. Tres características primarias de la órbita de la Tierra se ven afectadas, cada una de ellas de manera cíclica o recurrente. Primero, la forma de la órbita de la Tierra alrededor del Sol, varía de casi circular a elíptica (excéntrica), con periodicidades de 100.000 y 413.000 años. En segundo lugar, la inclinación del eje de la Tierra con respecto al Sol, que es el principal responsable de los climas estacionales de la Tierra, varía entre 22,1° y 24,5° con respecto al plano de rotación de la Tierra alrededor del Sol. Esta variación se produce en un ciclo de 41.000 años. En general, cuanto mayor es la inclinación, mayor es la radiación solar recibida por los hemisferios en verano y menor la recibida en invierno. El tercer cambio cíclico en la geometría orbital de la Tierra resulta de dos fenómenos combinados: 1) El eje de rotación de la Tierra se tambalea, cambiando la dirección del eje con respecto al Sol, y 2) la orientación de la elipse orbital de la Tierra gira lentamente. Estos dos procesos crean un ciclo de 26.000 años, llamado precesión de los equinoccios, en el que la posición de la Tierra en los equinoccios y solsticios cambia. Hoy en día la Tierra está más cerca del Sol (perihelio) cerca del solsticio de diciembre, mientras que hace 9.000 años el perihelio se produjo cerca del solsticio de junio.
Estas variaciones orbitales causan cambios en la distribución latitudinal y estacional de la radiación solar, que a su vez impulsan una serie de variaciones climáticas. Las variaciones orbitales juegan un papel importante en el ritmo de los patrones glaciales-interglaciales y monzónicos. Sus influencias se han identificado en los cambios climáticos de gran parte del Fanerozoico. Por ejemplo, los ciclomotores -que son lechos marinos, fluviales y de carbón intercalados característicos del subperíodo de Pensilvania (hace 318,1 millones a 299 millones de años)- parecen representar los cambios impulsados por Milankovitch en el nivel medio del mar.
Los gases de efecto invernadero son moléculas de gas que tienen la propiedad de absorber la radiación infrarroja (energía térmica neta) emitida desde la superficie de la Tierra y volverla a radiar hacia la superficie terrestre, contribuyendo así al fenómeno conocido como efecto invernadero. El dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua son los gases de efecto invernadero más importantes, y tienen un profundo efecto en el presupuesto energético del sistema terrestre a pesar de que constituyen sólo una fracción de todos los gases atmosféricos. Las concentraciones de gases de efecto invernadero han variado sustancialmente durante la historia de la Tierra, y estas variaciones han impulsado cambios climáticos sustanciales en una amplia gama de escalas de tiempo. En general, las concentraciones de gases de efecto invernadero han sido particularmente altas durante los períodos cálidos y bajas durante las fases frías. Varios procesos influyen en las concentraciones de gases de efecto invernadero. Algunos, como las actividades tectónicas, operan en escalas de tiempo de millones de años, mientras que otros, como la vegetación, el suelo, los humedales y las fuentes y sumideros oceánicos, operan en escalas de tiempo de cientos a miles de años. Las actividades humanas -especialmente la combustión de combustibles fósiles desde la Revolución Industrial- son responsables del aumento constante de las concentraciones atmosféricas de diversos gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido de carbono, el metano, el ozono y los clorofluorocarbonos (CFC).
Tal vez el tema más intensamente discutido e investigado sobre la variabilidad del clima sea el papel de las interacciones y retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre. Las retroalimentaciones implican diferentes componentes que operan a diferentes velocidades y escalas de tiempo. Las capas de hielo, el hielo marino, la vegetación terrestre, las temperaturas oceánicas, las tasas de meteorización, la circulación oceánica y las concentraciones de gases de efecto invernadero están todas influidas directa o indirectamente por la atmósfera; sin embargo, todas ellas también retroalimentan a la atmósfera, influyéndola así de manera importante. Por ejemplo, las diferentes formas y densidades de vegetación en la superficie terrestre influyen en el albedo, o reflectividad, de la superficie de la Tierra, afectando así al balance global de radiación a escalas locales y regionales. Al mismo tiempo, la transferencia de moléculas de agua del suelo a la atmósfera está mediada por la vegetación, tanto directamente (por la transpiración a través de los estomas de las plantas) como indirectamente (por las influencias de la sombra y la temperatura en la evaporación directa del suelo). Esta regulación del flujo de calor latente por parte de la vegetación puede influir en el clima a escalas locales y globales. Como resultado, los cambios en la vegetación, que están parcialmente controlados por el clima, pueden a su vez influir en el sistema climático. La vegetación también influye en las concentraciones de gases de efecto invernadero; las plantas vivas constituyen un importante sumidero de dióxido de carbono atmosférico, mientras que actúan como fuentes de dióxido de carbono cuando se queman por incendios o se descomponen. Estas y otras retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre son fundamentales tanto para comprender los cambios climáticos del pasado como para predecir los futuros.
Las actividades humanas
El reconocimiento del cambio climático mundial como una cuestión ambiental ha llamado la atención sobre el impacto climático de las actividades humanas. La mayor parte de esta atención se ha centrado en la emisión de dióxido de carbono mediante la combustión de combustibles fósiles y la deforestación. Las actividades humanas también producen emisiones de otros gases de efecto invernadero, como el metano (procedente del cultivo de arroz, el ganado, los vertederos y otras fuentes) y los clorofluorocarbonos (procedentes de fuentes industriales). Hay pocas dudas entre los climatólogos de que estos gases de efecto invernadero afectan al presupuesto de radiación de la Tierra; la naturaleza y la magnitud de la respuesta climática son objeto de una intensa actividad de investigación. Los registros paleoclimáticos de los anillos de los árboles, los corales y los núcleos de hielo indican una clara tendencia al calentamiento que abarca todo el siglo XX y la primera década del siglo XXI. De hecho, el siglo XX fue el más cálido de los últimos 10 siglos, y la década 2001-10 fue la década más cálida desde el comienzo de los registros instrumentales modernos. Muchos climatólogos han señalado este patrón de calentamiento como una clara evidencia de los cambios climáticos inducidos por el hombre como resultado de la producción de gases de efecto invernadero.
Un segundo tipo de impacto humano, la conversión de la vegetación por la deforestación, la forestación y la agricultura, está recibiendo una creciente atención como una fuente adicional de cambio climático. Cada vez es más evidente que los impactos humanos sobre la cubierta vegetal pueden tener efectos locales, regionales e incluso mundiales sobre el clima, debido a los cambios en el flujo de calor sensible y latente hacia la atmósfera y la distribución de la energía dentro del sistema climático. La medida en que estos factores contribuyen al cambio climático reciente y en curso es una importante área de estudio emergente.
El cambio climático en el transcurso de la vida humana
Independientemente de su ubicación en el planeta, todos los seres humanos experimentan la variabilidad y el cambio climático durante sus vidas. Los fenómenos más familiares y predecibles son los ciclos estacionales, a los que las personas ajustan su ropa, las actividades al aire libre, los termostatos y las prácticas agrícolas. Sin embargo, no hay dos veranos o inviernos exactamente iguales en el mismo lugar; algunos son más cálidos, húmedos o tormentosos que otros. Esta variación interanual del clima es en parte responsable de las variaciones de un año a otro en los precios del combustible, el rendimiento de los cultivos, los presupuestos de mantenimiento de las carreteras y los riesgos de incendios forestales. Las inundaciones provocadas por las precipitaciones en un solo año pueden causar graves daños económicos, como los de la cuenca de drenaje del río Misisipí superior durante el verano de 1993, y pérdidas de vidas, como las que devastaron gran parte de Bangladesh en el verano de 1998. También pueden producirse daños y pérdidas de vidas similares como resultado de incendios forestales, tormentas graves, huracanes, olas de calor y otros acontecimientos relacionados con el clima.
La variación y el cambio climático también pueden ocurrir en períodos más largos, como décadas. Algunos lugares experimentan múltiples años de sequía, inundaciones u otras condiciones duras. Esas variaciones decenales del clima plantean problemas para las actividades humanas y la planificación. Por ejemplo, las sequías plurianuales pueden perturbar el suministro de agua, inducir a la pérdida de cosechas y causar trastornos económicos y sociales, como en el caso de las sequías de Dust Bowl en el medio continente de América del Norte durante el decenio de 1930. Las sequías plurianuales pueden incluso causar una hambruna generalizada, como en la sequía del Sahel que se produjo en el norte de África durante los años setenta y ochenta.
Variación estacional
Todos los lugares de la Tierra experimentan una variación estacional del clima (aunque el cambio puede ser leve en algunas regiones tropicales). Esta variación cíclica es impulsada por los cambios estacionales en el suministro de radiación solar a la atmósfera y la superficie de la Tierra. La órbita de la Tierra alrededor del Sol es elíptica; está más cerca del Sol ( 147 millones de km [unos 91 millones de millas]) cerca del solsticio de invierno y más lejos del Sol (152 millones de km [unos 94 millones de millas]) cerca del solsticio de verano en el Hemisferio Norte. Además, el eje de rotación de la Tierra se produce en un ángulo oblicuo (23,5°) con respecto a su órbita. Por lo tanto, cada hemisferio está inclinado lejos del Sol durante su período de invierno y hacia el Sol en su período de verano. Cuando un hemisferio está inclinado lejos del Sol, recibe menos radiación solar que el hemisferio opuesto, que en ese momento está apuntado hacia el Sol. Así, a pesar de la mayor proximidad del Sol en el solsticio de invierno, el hemisferio norte recibe menos radiación solar durante el invierno que durante el verano. También como consecuencia de la inclinación, cuando el Hemisferio Norte experimenta el invierno, el Hemisferio Sur experimenta el verano.
El sistema climático de la Tierra está impulsado por la radiación solar; las diferencias estacionales en el clima resultan en última instancia de los cambios estacionales en la órbita de la Tierra. La circulación del aire en la atmósfera y del agua en los océanos responde a las variaciones estacionales de la energía disponible del Sol. Los cambios estacionales específicos del clima que se producen en cualquier lugar determinado de la superficie de la Tierra resultan en gran medida de la transferencia de energía de la circulación atmosférica y oceánica. Las diferencias en el calentamiento de la superficie que tienen lugar entre el verano y el invierno hacen que las vías de las tormentas y los centros de presión cambien de posición y fuerza. Estas diferencias de calentamiento también provocan cambios estacionales en la nubosidad, las precipitaciones y el viento.
Las respuestas estacionales de la biosfera (especialmente la vegetación) y la criosfera (glaciares, hielo marino, campos de nieve) también contribuyen a la circulación atmosférica y al clima. La caída de hojas de los árboles de hoja caduca al entrar en el letargo invernal aumenta el albedo (reflectividad) de la superficie de la Tierra y puede conducir a un mayor enfriamiento local y regional. De manera similar, la acumulación de nieve también aumenta el albedo de las superficies terrestres y a menudo amplifica los efectos del invierno.
Variación interanual
Las variaciones climáticas interanuales, incluidas las sequías, las inundaciones y otros acontecimientos, son causadas por una compleja serie de factores e interacciones del sistema terrestre. Una característica importante que desempeña un papel en estas variaciones es el cambio periódico de las pautas de circulación atmosférica y oceánica en la región del Pacífico tropical, conocido colectivamente como variación de El Niño-Oscilación Austral (ENSO). Aunque sus principales efectos climáticos se concentran en el Pacífico tropical, la ENOS tiene efectos en cascada que a menudo se extienden a la región del Océano Atlántico, al interior de Europa y Asia, y a las regiones polares. Estos efectos, denominados teleconexiones, se producen porque las alteraciones en las pautas de circulación atmosférica de baja latitud en la región del Pacífico influyen en la circulación atmosférica de los sistemas adyacentes y descendentes. Como resultado, las trayectorias de las tormentas se desvían y las crestas de presión atmosférica (zonas de alta presión) y las canalizaciones (zonas de baja presión) se desplazan de sus patrones habituales.
Como ejemplo, los eventos de El Niño ocurren cuando los vientos alisios del este en el Pacífico tropical se debilitan o invierten su dirección. Esto cierra el afloramiento de las aguas profundas y frías de la costa occidental de América del Sur, calienta el Pacífico oriental e invierte el gradiente de presión atmosférica en el Pacífico occidental. Como resultado, el aire de la superficie se desplaza hacia el este desde Australia e Indonesia hacia el Pacífico central y las Américas. Estos cambios producen grandes precipitaciones e inundaciones repentinas a lo largo de la costa normalmente árida del Perú y una grave sequía en las regiones normalmente húmedas del norte de Australia e Indonesia. Los fenómenos de El Niño particularmente graves provocan el fracaso de los monzones en la región del Océano Índico, lo que da lugar a una intensa sequía en la India y en África oriental. Al mismo tiempo, las trayectorias del oeste y de las tormentas se desplazan hacia el Ecuador, lo que proporciona a California y al desierto del sudoeste de los Estados Unidos un clima invernal húmedo y tormentoso y hace que las condiciones invernales en el noroeste del Pacífico, que suelen ser húmedas, se vuelvan más cálidas y secas. El desplazamiento de los vientos del oeste también provoca sequías en el norte de China y desde el noreste de Brasil a través de secciones de Venezuela. Los registros a largo plazo de la variación del ENOS a partir de documentos históricos, anillos de árboles y corales de arrecifes indican que los eventos de El Niño ocurren, en promedio, cada dos a siete años. Sin embargo, la frecuencia e intensidad de estos eventos varían a lo largo del tiempo.
La Oscilación del Atlántico Norte (OAN) es otro ejemplo de una oscilación interanual que produce importantes efectos climáticos dentro del sistema terrestre y puede influir en el clima en todo el hemisferio norte. Este fenómeno es el resultado de la variación del gradiente de presión, o la diferencia de presión atmosférica entre el máximo subtropical, situado normalmente entre las Azores y Gibraltar, y el mínimo islandés, centrado entre Islandia y Groenlandia. Cuando el gradiente de presión es pronunciado debido a un fuerte máximo subtropical y un bajo islandés profundo (fase positiva), Europa septentrional y Asia septentrional experimentan inviernos cálidos y húmedos con frecuentes y fuertes tormentas invernales. Al mismo tiempo, el sur de Europa es seco. El este de los Estados Unidos también experimenta inviernos más cálidos y menos nevados durante las fases positivas de la NAO, aunque el efecto no es tan grande como en Europa. El gradiente de presión se atenúa cuando la NAO está en un modo negativo, es decir, cuando existe un gradiente de presión más débil a partir de la presencia de un débil máximo subtropical y un mínimo islandés. Cuando esto sucede, la región del Mediterráneo recibe abundantes precipitaciones invernales, mientras que el norte de Europa es frío y seco. El este de los Estados Unidos es típicamente más frío y con más nieve durante una fase negativa de la NAO.
Durante los años en que la Oscilación del Atlántico Norte (OAN) se encuentra en su fase positiva, el este de los Estados Unidos, el sudeste del Canadá y el noroeste de Europa experimentan temperaturas invernales más cálidas, mientras que en estos lugares se encuentran temperaturas más frías durante su fase negativa. Cuando tanto el Niño/Oscilación Austral (ENSO) como la NAO se encuentran en su fase positiva, los inviernos europeos tienden a ser más húmedos y menos severos; sin embargo, más allá de esta tendencia general, la influencia del ENSO sobre la NAO no se comprende bien.
Los ciclos del ENSO y la NAO son impulsados por las retroalimentaciones e interacciones entre los océanos y la atmósfera. La variación climática interanual es impulsada por estos y otros ciclos, interacciones entre ciclos y perturbaciones en el sistema terrestre, como las que resultan de grandes inyecciones de aerosoles de las erupciones volcánicas. Un ejemplo de perturbación debida al vulcanismo es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que provocó una disminución de la temperatura mundial media de aproximadamente 0,5 °C (0,9 °F) el verano siguiente.
Variación decenal
El clima varía en escalas de tiempo decenales, con grupos de varios años de condiciones húmedas, secas, frescas o cálidas. Estos grupos plurianuales pueden tener efectos dramáticos en las actividades y el bienestar humanos. Por ejemplo, una grave sequía de tres años a finales del siglo XVI probablemente contribuyó a la destrucción de la "Colonia Perdida" de Sir Walter Raleigh en la isla de Roanoke, en lo que hoy es Carolina del Norte, y una posterior sequía de siete años (1606-12) provocó una elevada mortalidad en la colonia de Jamestown, en Virginia. Además, algunos estudiosos han implicado a las sequías persistentes y graves como la principal razón del colapso de la civilización maya en Mesoamérica entre 750 y 950 d.C.; sin embargo, los descubrimientos de principios del siglo XXI sugieren que las perturbaciones del comercio relacionadas con la guerra desempeñaron un papel, posiblemente interactuando con las hambrunas y otras tensiones relacionadas con la sequía.
Aunque la variación climática a escala decenal está bien documentada, las causas no están del todo claras. Gran parte de la variación decenal del clima está relacionada con las variaciones interanuales. Por ejemplo, la frecuencia y la magnitud del ENOS cambian a lo largo del tiempo. Los primeros años de la década de 1990 se caracterizaron por repetidos eventos de El Niño, y se han identificado varias agrupaciones de este tipo que tuvieron lugar durante el siglo XX. La pendiente del gradiente del NAO también cambia en escalas temporales decenales; ha sido particularmente pronunciada desde el decenio de 1970.
Investigaciones recientes han revelado que las variaciones del clima a escala decenal son el resultado de las interacciones entre el océano y la atmósfera. Una de esas variaciones es la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO), también conocida como Variabilidad Decadal del Pacífico (PDV), que implica cambios en las temperaturas de la superficie del mar (SST) en el Océano Pacífico Norte. Las TSM influyen en la fuerza y la posición de la Baja Aleutiana, que a su vez afecta fuertemente los patrones de precipitación a lo largo de la costa del Pacífico de Norteamérica. La variación de las TSM consiste en una alternancia entre los períodos de "fase fría", en los que la costa de Alaska es relativamente seca y el noroeste del Pacífico relativamente húmedo (por ejemplo, 1947-76), y los períodos de "fase cálida", caracterizados por una precipitación relativamente alta en la costa de Alaska y una precipitación baja en el noroeste del Pacífico (por ejemplo, 1925-46, 1977-98). Los registros de anillos de árboles y corales, que abarcan al menos los últimos cuatro siglos, documentan la variación del DOP.
Una oscilación similar, la Oscilación Multidecadal del Atlántico (OMA), se produce en el Atlántico Norte e influye fuertemente en los patrones de precipitación de América del Norte oriental y central. Una AMO de fase cálida (TSM del Atlántico Norte relativamente cálida) se asocia con precipitaciones relativamente altas en Florida y bajas en gran parte del Valle de Ohio. Sin embargo, el AMO interactúa con el PDO, y ambos interactúan con variaciones interanuales, como el ENSO y la NAO, en formas complejas . Tales interacciones pueden llevar a la amplificación de sequías, inundaciones u otras anomalías climáticas. Por ejemplo, las graves sequías que se produjeron en gran parte de los Estados Unidos conterminosos en los primeros años del siglo XXI se asociaron con la OMA de fase cálida combinada con la DOP de fase fría. Los mecanismos que subyacen a las variaciones decenales, como el PDO y la AMO, no se conocen bien, pero probablemente estén relacionados con las interacciones océano-atmósfera con constantes temporales más grandes que las variaciones interanuales. Las variaciones climáticas decenales son objeto de un intenso estudio por parte de los climatólogos y los paleoclimatólogos.
El debate sobre la justicia del cambio climático se ha referido principalmente a lo que cuenta como una justa asignación de cargas y beneficios en la respuesta mundial (o global) al problema del cambio climático.
El calentamiento global es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la humanidad hoy en día, y el fenómeno climático fue objeto de titulares una y otra vez mientras la gente seguía observando extrañas pautas meteorológicas y mientras los debates se ensañaban en los ámbitos políticos sobre si debíamos abordar el tema y cómo hacerlo.
El calentamiento global es real, y está cambiando el clima. Hay pruebas significativas de que los climas de todo el mundo están cambiando y que esos cambios están ocurriendo debido a las actividades humanas. Esa es una de las razones por las que es tan importante estar informado sobre qué actividades humanas contribuyen al calentamiento global y qué actividades humanas pueden ayudar a evitar que progrese.
Política pública sobre el calentamiento global
Desde el siglo XIX, muchos investigadores que trabajan en una amplia gama de disciplinas académicas han contribuido a mejorar la comprensión de la atmósfera y del sistema climático mundial. La preocupación de los científicos prominentes del clima por el calentamiento global y el cambio climático inducido por el hombre (o "antropogénico") surgió a mediados del siglo XX, pero la mayor parte del debate científico y político sobre la cuestión no comenzó hasta el decenio de 1980. Hoy en día, los principales científicos del clima están de acuerdo en que muchos de los cambios que se están produciendo en el sistema climático mundial se deben en gran medida a la liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero, gases que potencian el efecto invernadero natural de la Tierra. La mayoría de los gases de efecto invernadero son liberados por la quema de combustibles fósiles para la calefacción, la cocina, la generación de electricidad, el transporte y la fabricación, pero también son liberados como resultado de la descomposición natural de los materiales orgánicos, los incendios forestales, la deforestación y las actividades de limpieza de tierras. Quienes se oponen a este punto de vista han subrayado a menudo el papel de los factores naturales en la variación climática del pasado y han acentuado las incertidumbres científicas relacionadas con los datos sobre el calentamiento de la Tierra y el cambio climático. No obstante, un creciente número de científicos ha pedido a los gobiernos, las industrias y los ciudadanos que reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Todos los países emiten gases de efecto invernadero, pero los países altamente industrializados y los países más poblados emiten cantidades significativamente mayores que otros. Los países de América del Norte y Europa que fueron los primeros en someterse al proceso de industrialización han sido responsables de la liberación de la mayoría de los gases de efecto invernadero en términos acumulativos absolutos desde el comienzo de la Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII. Hoy en día, a estos países se les están sumando grandes países en desarrollo como China y la India, donde la rápida industrialización va acompañada de una creciente liberación de gases de efecto invernadero. Los Estados Unidos, que poseen aproximadamente el 5% de la población mundial, emitieron casi el 21% de los gases de efecto invernadero mundiales en 2000. Ese mismo año, los entonces 25 Estados miembros de la Unión Europea (UE) -con una población combinada de 450 millones de personas- emitieron el 14 por ciento de todos los gases de efecto invernadero antropogénicos. Esta cifra era aproximadamente la misma que la fracción liberada por los 1.200 millones de personas de China. En 2000, el estadounidense medio emitió 24,5 toneladas de gases de efecto invernadero, la persona media que vivía en la UE emitió 10,5 toneladas, y la persona media que vivía en China emitió sólo 3,9 toneladas. Aunque las emisiones de gases de efecto invernadero per cápita de China siguieron siendo considerablemente inferiores a las de la UE y los Estados Unidos, fue el mayor emisor de gases de efecto invernadero en 2006 en términos absolutos.
El IPCC y el consenso científico
Un primer paso importante en la formulación de políticas públicas sobre el calentamiento global y el cambio climático es la recopilación de datos científicos y socioeconómicos pertinentes. En 1988 la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente establecieron el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). El IPCC tiene el mandato de evaluar y resumir los datos científicos, técnicos y socioeconómicos más recientes sobre el cambio climático y de publicar sus conclusiones en informes que se presentan a las organizaciones internacionales y a los gobiernos nacionales de todo el mundo. Muchos miles de los principales científicos y expertos del mundo en las esferas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático han trabajado en el marco del IPCC, produciendo importantes conjuntos de evaluaciones en 1990, 1995, 2001, 2007 y 2014, y varias evaluaciones especiales adicionales. En esos informes se evaluaron las bases científicas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático, las principales cuestiones relacionadas con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y el proceso de adaptación a un clima cambiante.
En el primer informe del IPCC, publicado en 1990, se afirmaba que una buena cantidad de datos mostraba que la actividad humana afectaba a la variabilidad del sistema climático; sin embargo, los autores del informe no pudieron llegar a un consenso sobre las causas y los efectos del calentamiento de la Tierra y el cambio climático en ese momento. El informe del IPCC de 1995 afirmaba que el balance de las pruebas sugería "una influencia humana discernible en el clima". El informe del IPCC de 2001 confirmó las conclusiones anteriores y presentó pruebas más sólidas de que la mayor parte del calentamiento de los 50 años anteriores era atribuible a las actividades humanas. En el informe de 2001 también se señalaba que los cambios observados en los climas regionales estaban empezando a afectar a muchos sistemas físicos y biológicos y que había indicios de que los sistemas sociales y económicos también se estaban viendo afectados.
La cuarta evaluación del IPCC, publicada en 2007, reafirmó las principales conclusiones de los informes anteriores, pero los autores también declararon -en lo que se consideró un juicio conservador- que estaban seguros, al menos en un 90%, de que la mayor parte del calentamiento observado durante el medio siglo anterior había sido causado por la liberación de gases de efecto invernadero a través de una multitud de actividades humanas. Tanto el informe de 2001 como el de 2007 afirmaban que durante el siglo XX se había producido un aumento de la temperatura superficial media mundial de 0,6 °C (1,1 °F), dentro de un margen de error de ±0,2 °C (0,4 °F). Mientras que el informe de 2001 preveía un aumento adicional de la temperatura media de 1,4 a 5,8 °C (2,5 a 10,4 °F) para 2100, el informe de 2007 refinó esta previsión hasta un aumento de 1,8 a 4,0 °C (3,2 a 7,2 °F) para finales del siglo XXI. Esas previsiones se basaron en el examen de una serie de hipótesis que caracterizaron las tendencias futuras de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La quinta evaluación del IPCC, publicada en 2014, refinó aún más los aumentos previstos de la temperatura media mundial y del nivel del mar. El informe de 2014 afirmaba que en el intervalo entre 1880 y 2012 se produjo un aumento de la temperatura media mundial de aproximadamente 0,85 °C (1,5 °F) y que en el intervalo entre 1901 y 2010 se produjo un aumento del nivel medio del mar mundial de unos 19-21 cm (7,5-8,3 pulgadas). El informe predijo que para finales del siglo XXI las temperaturas superficiales en todo el mundo aumentarían entre 0,3 y 4,8 °C (0,5 y 8,6 °F), y el nivel del mar podría subir entre 26 y 82 cm (10,2 y 32,3 pulgadas) en relación con el promedio de 1986-2005.
Cada informe del IPCC ha contribuido a crear un consenso científico en el sentido de que las elevadas concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera son los principales impulsores del aumento de las temperaturas del aire cerca de la superficie y de los cambios climáticos asociados en curso. A este respecto, se considera que el actual episodio de cambio climático, que comenzó a mediados del siglo XX, es fundamentalmente diferente de los períodos anteriores en el sentido de que los ajustes críticos han sido causados por actividades derivadas del comportamiento humano y no por factores no antropogénicos. En la evaluación de 2007 del IPCC se proyectó que cabría esperar que los futuros cambios climáticos incluyeran un calentamiento continuo, modificaciones de las pautas y cantidades de precipitaciones, elevación del nivel del mar y "cambios en la frecuencia e intensidad de algunos fenómenos extremos". Esos cambios tendrían efectos importantes en muchas sociedades y en los sistemas ecológicos de todo el mundo (véase Investigación sobre el clima y los efectos del calentamiento mundial). Véase en este recurso la Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto.
Futura política sobre el cambio climático
Los países difieren en cuanto a la forma de proceder en materia de política internacional con respecto a los acuerdos climáticos. Los objetivos a largo plazo formulados en Europa y los Estados Unidos buscan reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 80 por ciento para mediados del siglo XXI. En relación con estos esfuerzos, la UE estableció el objetivo de limitar el aumento de la temperatura a un máximo de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales. (Muchos científicos del clima y otros expertos coinciden en que se producirán importantes daños económicos y ecológicos si el promedio mundial de las temperaturas del aire cercano a la superficie se eleva más de 2 °C (3,6 °F) por encima de las temperaturas preindustriales en el próximo siglo).
A pesar de las diferencias de enfoque, los países iniciaron las negociaciones sobre un nuevo tratado, basado en un acuerdo alcanzado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en 2007 en Bali (Indonesia), que sustituiría al Protocolo de Kyoto una vez que éste expirara. En la 17ª Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP17), celebrada en Durban (Sudáfrica) en 2011, la comunidad internacional se comprometió a elaborar un tratado climático amplio y jurídicamente vinculante que sustituyera al Protocolo de Kyoto para 2015. Dicho tratado exigiría a todos los países productores de gases de efecto invernadero -incluidos los principales emisores de carbono que no se atienen al Protocolo de Kyoto (como China, la India y los Estados Unidos)- que limitaran y redujeran sus emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Este compromiso fue reafirmado por la comunidad internacional en el 18º período de sesiones de la Conferencia de las Partes (CP 18), celebrado en Doha (Qatar) en 2012. Dado que los términos del Protocolo de Kyoto se fijaron para que terminaran en 2012, los delegados de la CP 17 y la CP 18 acordaron prorrogar el Protocolo de Kyoto para salvar la brecha entre la fecha de expiración original y la fecha en que el nuevo tratado sobre el clima pasaría a ser jurídicamente vinculante. En consecuencia, los delegados de la COP18 decidieron que el Protocolo de Kyoto terminaría en 2020, año en el que se esperaba que el nuevo tratado climático entrara en vigor. Esta prórroga tenía el beneficio añadido de proporcionar un tiempo adicional para que los países cumplieran sus objetivos de emisión para 2012.
Convocados en París en 2015, los líderes mundiales y otros delegados de la COP21 firmaron un acuerdo global pero no vinculante para limitar el aumento de la temperatura media mundial a no más de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales y, al mismo tiempo, esforzarse por mantener este aumento a 1,5 °C (2,7 °F) por encima de los niveles preindustriales. El Acuerdo de París fue un acuerdo histórico que ordenó un examen de los progresos cada cinco años y la creación de un fondo de 100.000 millones de dólares para 2020 -que se repondría anualmente- para ayudar a los países en desarrollo a adoptar tecnologías que no produzcan gases de efecto invernadero. El número de partes (signatarios) del convenio ascendía a 197 en 2019, y 185 países habían ratificado el acuerdo. A pesar de que Estados Unidos había ratificado el acuerdo en septiembre de 2016, la toma de posesión de Donald J. Trump como presidente en enero de 2017 anunció una nueva era en la política climática de Estados Unidos, y el 1 de junio de 2017 Trump señaló su intención de sacar a Estados Unidos del acuerdo climático después de que concluyera el proceso de salida formal. Su sucesor, Biden, es un firme defensor de la lucha por el medio ambiente.
Un número cada vez mayor de ciudades del mundo está iniciando una multitud de esfuerzos locales y subregionales para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Muchos de esos municipios están adoptando medidas como miembros del Consejo Internacional para las Iniciativas Ambientales Locales y su programa Ciudades para la Protección del Clima, que esboza principios y medidas para adoptar medidas a nivel local. En 2005, la Conferencia de Alcaldes de los Estados Unidos aprobó el Acuerdo de Protección del Clima, en el que las ciudades se comprometieron a reducir para 2012 las emisiones a un 7 por ciento por debajo de los niveles de 1990. Además, muchas empresas privadas están desarrollando políticas corporativas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Un ejemplo notable de un esfuerzo liderado por el sector privado es la creación del Chicago Climate Exchange como medio para reducir las emisiones a través de un proceso de comercio.
A medida que las políticas públicas relativas al calentamiento global y al cambio climático continúan desarrollándose a nivel mundial, regional, nacional y local, se dividen en dos grandes tipos. El primer tipo, la política de mitigación, se centra en diferentes formas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Dado que la mayoría de las emisiones proceden de la quema de combustibles fósiles para la energía y el transporte, gran parte de la política de mitigación se centra en el cambio a fuentes de energía menos intensivas en carbono (como la energía eólica, solar e hidroeléctrica), la mejora de la eficiencia energética de los vehículos y el apoyo al desarrollo de nuevas tecnologías. En cambio, el segundo tipo, la política de adaptación, trata de mejorar la capacidad de diversas sociedades para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante. Por ejemplo, algunas políticas de adaptación están concebidas para alentar a los grupos a modificar las prácticas agrícolas en respuesta a los cambios estacionales, mientras que otras políticas están concebidas para preparar a las ciudades situadas en las zonas costeras para un nivel de mar elevado.
En cualquier caso, la reducción a largo plazo de las descargas de gases de efecto invernadero requerirá la participación tanto de los países industriales como de los principales países en desarrollo. En particular, la liberación de gases de efecto invernadero de fuentes chinas e indias está aumentando rápidamente en paralelo con la rápida industrialización de esos países. En 2006 China superó a los Estados Unidos como principal emisor del mundo de gases de efecto invernadero en términos absolutos (aunque no en términos per cápita), en gran medida debido a la mayor utilización de carbón y otros combustibles fósiles por parte de China. De hecho, todos los países del mundo se enfrentan al reto de encontrar formas de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero al tiempo que promueven un desarrollo económico ambiental y socialmente deseable (conocido como "desarrollo sostenible" o "crecimiento inteligente"). Mientras que algunos opositores de los que piden medidas correctivas siguen sosteniendo que los costos de la mitigación a corto plazo serán demasiado elevados, un número cada vez mayor de economistas y encargados de la formulación de políticas sostienen que será menos costoso, y posiblemente más rentable, para las sociedades adoptar medidas preventivas tempranas que abordar los graves cambios climáticos en el futuro. Es probable que muchos de los efectos más nocivos del calentamiento del clima se produzcan en los países en desarrollo. Combatir los efectos nocivos del calentamiento de la Tierra en los países en desarrollo será especialmente difícil, ya que muchos de esos países ya están luchando y poseen una capacidad limitada para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante.
Se prevé que cada país se verá afectado de manera diferente por el creciente esfuerzo por reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Los países que son emisores relativamente grandes tendrán que hacer frente a mayores exigencias de reducción que los emisores más pequeños. Del mismo modo, se prevé que los países que experimentan un rápido crecimiento económico se enfrentarán a mayores exigencias para controlar sus emisiones de gases de efecto invernadero a medida que consuman cantidades cada vez mayores de energía. También se producirán diferencias entre los distintos sectores industriales e incluso entre las distintas empresas. Por ejemplo, los productores de petróleo, carbón y gas natural -que en algunos casos representan porciones importantes de los ingresos nacionales por exportación- pueden ver reducida la demanda o los precios de sus productos a medida que sus clientes disminuyen el uso de combustibles fósiles. En cambio, es probable que muchos productores de tecnologías y productos nuevos y más respetuosos del clima (como los generadores de energía renovable) vean aumentar la demanda.
Para hacer frente al calentamiento del planeta y al cambio climático, las sociedades deben encontrar la manera de modificar fundamentalmente sus pautas de utilización de la energía en favor de la generación de energía, el transporte y la ordenación de los bosques y el uso de la tierra con menor intensidad de carbono. Un número cada vez mayor de países ha asumido este desafío, y hay muchas cosas que los individuos también pueden hacer. Por ejemplo, los consumidores tienen más opciones para adquirir electricidad generada a partir de fuentes renovables. Entre las medidas adicionales que reducirían las emisiones personales de gases de efecto invernadero y también conservarían la energía figuran el funcionamiento de vehículos más eficientes desde el punto de vista energético, el uso del transporte público cuando esté disponible y la transición a productos domésticos más eficientes desde el punto de vista energético. Las personas también podrían mejorar el aislamiento de sus hogares, aprender a calentar y enfriar sus residencias de manera más eficaz, y comprar y reciclar productos más sostenibles desde el punto de vista ambiental.
La Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto
Los informes del IPCC y el consenso científico que reflejan han proporcionado una de las bases más prominentes para la formulación de la política sobre el cambio climático. A escala mundial, la política sobre el cambio climático se rige por dos grandes tratados: la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) de 1992 y el correspondiente Protocolo de Kyoto de 1997 de la CMNUCC (que lleva el nombre de la ciudad de Japón donde se concertó).
La CMNUCC se negoció entre 1991 y 1992. Fue adoptada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en Río de Janeiro en junio de 1992 y se convirtió en legalmente vinculante en marzo de 1994. En el Artículo 2 la CMNUCC establece el objetivo a largo plazo de "estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida una interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático". El artículo 3 establece que los países del mundo tienen "responsabilidades comunes pero diferenciadas", lo que significa que todos los países comparten la obligación de actuar, aunque los países industrializados tienen la responsabilidad particular de tomar la iniciativa en la reducción de las emisiones debido a su contribución relativa al problema en el pasado. Con este fin, el Anexo I de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático enumera 41 países industrializados específicos y países con economías en transición, además de la Comunidad Europea (CE; sucedida oficialmente por la UE en 2009), y el Artículo 4 establece que estos países deben trabajar para reducir sus emisiones antropogénicas a los niveles de 1990. Sin embargo, no se ha establecido un plazo para este objetivo. Además, la CMNUCC no asigna ningún compromiso de reducción específico a los países no incluidos en el Anexo I (es decir, los países en desarrollo).
El acuerdo de seguimiento de la CMNUCC, el Protocolo de Kyoto, se negoció entre 1995 y 1997 y se adoptó en diciembre de 1997. El Protocolo de Kyoto regula seis gases de efecto invernadero liberados por las actividades humanas: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), perfluorocarbonos (PFC), hidrofluorocarbonos (HFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). En virtud del Protocolo de Kyoto, los países del Anexo I deben reducir sus emisiones agregadas de gases de efecto invernadero a un 5,2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990 a más tardar en 2012. Para alcanzar este objetivo, el protocolo establece objetivos de reducción individuales para cada país del Anexo I. Estos objetivos requieren la reducción de los gases de efecto invernadero en la mayoría de los países, pero también permiten el aumento de las emisiones de otros. Por ejemplo, el protocolo requiere que los entonces 15 estados miembros de la UE y otros 11 países europeos reduzcan sus emisiones a un 8 por ciento por debajo de sus niveles de emisión de 1990, mientras que Islandia, un país que produce cantidades relativamente pequeñas de gases de efecto invernadero, puede aumentar sus emisiones hasta un 10 por ciento por encima de su nivel de 1990. Además, el Protocolo de Kioto exige a tres países -Nueva Zelanda, Ucrania y Rusia- que congelen sus emisiones a los niveles de 1990.
El Protocolo de Kyoto establece cinco requisitos por los que las partes del Anexo I pueden optar por cumplir sus objetivos de emisión para 2012. En primer lugar, exige la elaboración de políticas y medidas nacionales que reduzcan las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero. En segundo lugar, los países pueden calcular los beneficios de los sumideros de carbono nacionales que absorben más carbono del que emiten. En tercer lugar, los países pueden participar en planes de intercambio de emisiones con otros países del Anexo I. Cuarto, los países signatarios pueden crear programas de aplicación conjunta con otras partes del Anexo I y recibir créditos por los proyectos que reduzcan las emisiones. Quinto, los países pueden recibir créditos por reducir las emisiones en los países no incluidos en el Anexo I a través de un mecanismo de "desarrollo limpio", como la inversión en la construcción de un nuevo proyecto de energía eólica.
Para entrar en vigor, el Protocolo de Kyoto tenía que ser ratificado por al menos 55 países, incluidos suficientes países del Anexo I para representar al menos el 55 por ciento del total de las emisiones de gases de efecto invernadero de ese grupo. Más de 55 países ratificaron rápidamente el protocolo, incluyendo todos los países del Anexo I, excepto Rusia, Estados Unidos y Australia. (Rusia y Australia ratificaron el protocolo en 2005 y 2007, respectivamente.) No fue hasta que Rusia, bajo la fuerte presión de la UE, ratificó el protocolo que éste se convirtió en legalmente vinculante en febrero de 2005.
La política regional de cambio climático más desarrollada hasta la fecha ha sido formulada por la UE en parte para cumplir sus compromisos en virtud del Protocolo de Kyoto. En 2005, los 15 países de la UE que tienen un compromiso colectivo en virtud del protocolo redujeron sus emisiones de gases de efecto invernadero a un 2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990, aunque no es seguro que cumplan su objetivo de reducción del 8 por ciento para 2012. En 2007 la UE estableció un objetivo colectivo para los 27 estados miembros de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 20 por ciento por debajo de los niveles de 1990 para el año 2020. Como parte de su esfuerzo por lograr este objetivo, la UE estableció en 2005 el primer plan de comercio multilateral de emisiones de dióxido de carbono del mundo, que abarca más de 11.500 grandes instalaciones en todos sus Estados miembros.
En los Estados Unidos, en cambio, el presidente George W. Bush y la mayoría de los senadores rechazaron el Protocolo de Kyoto, citando como motivo de queja particular la falta de reducciones obligatorias de emisiones para los países en desarrollo. Al mismo tiempo, la política federal de los Estados Unidos no estableció ninguna restricción obligatoria para las emisiones de gases de efecto invernadero, y las emisiones de los Estados Unidos aumentaron más del 16 por ciento entre 1990 y 2005. En parte para compensar la falta de dirección a nivel federal, muchos estados individuales de los EE.UU. formularon sus propios planes de acción para abordar el calentamiento global y el cambio climático y tomaron una serie de iniciativas legales y políticas para frenar las emisiones. Entre esas iniciativas cabe citar: la fijación de un límite máximo a las emisiones de las centrales eléctricas, el establecimiento de normas de carteras de energía renovable que exigen a los proveedores de electricidad que obtengan un porcentaje mínimo de su energía de fuentes renovables, la elaboración de normas sobre emisiones de vehículos y combustibles, y la adopción de normas de "construcción ecológica".
Desde el final de la última edad de hielo, los humanos han desarrollado herramientas y máquinas y han modificado la tierra para la agricultura y el asentamiento a largo plazo. A medida que la población ha ido creciendo y las nuevas tecnologías se han ido extendiendo por las culturas y los continentes, cada vez más recursos del planeta se han visto presionados para servir a la especie. En el proceso, las actividades humanas han alterado el orden natural del medio ambiente al despoblar y eliminar especies y añadir sustancias químicas nocivas al aire, el agua y el suelo, actividades que están cambiando el clima y la estructura y función de los ecosistemas, así como las comunidades biológicas que contienen.
Resolver los problemas ambientales críticos del calentamiento global, la escasez de agua, la contaminación y la pérdida de biodiversidad son quizás los mayores desafíos del siglo XXI.
Los grandes problemas del planeta
La acción humana ha desencadenado una vasta cascada de problemas ambientales que ahora amenazan la continua capacidad de los sistemas naturales y humanos para prosperar. Aquí hay cuatro grandes problemas ambientales:
- Contaminación. La contaminación es uno de los problemas más serios que enfrenta el planeta, pero puede ser uno de los más fáciles de superar. Aprenda cómo los humanos causan y pueden remediar nuestros problemas de contaminación.
- Crisis del agua. Esta crisis plantea el riesgo más inmediato para la vida humana y la estabilidad regional. Conozca las causas y los efectos de la escasez de agua a nivel mundial, y algunas de las estrategias para enfrentarla.
- Calentamiento global. Las emisiones de gases de efecto invernadero de las actividades humanas están cambiando la faz de la Tierra. Explora las formas en que se está produciendo el cambio climático y lo que podemos hacer al respecto.
- Pérdida de biodiversidad. La vida no humana en la Tierra está sufriendo enormemente en manos humanas. Conozca las principales amenazas a la biodiversidad y lo que se puede hacer para evitar que nuestros organismos se pierdan para siempre.
La fluctuación climática, la variación climática o el cambio climático es la modificación periódica del clima de la Tierra provocada por los cambios en la atmósfera, así como las interacciones entre la atmósfera y otros factores geológicos, químicos, biológicos y geográficos del sistema terrestre.
Causas del cambio climático
Es mucho más fácil documentar las pruebas de la variabilidad del clima y el cambio climático pasado que determinar sus mecanismos subyacentes. El clima está influenciado por una multitud de factores que operan en escalas de tiempo que van desde horas hasta cientos de millones de años. Muchas de las causas del cambio climático son externas al sistema de la Tierra. Otras son parte del sistema de la Tierra pero externas a la atmósfera. Otras implican interacciones entre la atmósfera y otros componentes del sistema terrestre y se describen colectivamente como retroalimentaciones dentro del sistema terrestre. Las retroalimentaciones se encuentran entre los factores causales más recientemente descubiertos y difíciles de estudiar. No obstante, se reconoce cada vez más que esos factores desempeñan un papel fundamental en la variación del clima. En esta sección se describen los mecanismos más importantes.
Variabilidad solar
La luminosidad, o brillo, del Sol ha ido aumentando constantemente desde su formación. Este fenómeno es importante para el clima de la Tierra, porque el Sol proporciona la energía para impulsar la circulación atmosférica y constituye el aporte para el presupuesto de calor de la Tierra. La baja luminosidad solar durante el tiempo del Precámbrico subyace a la tenue paradoja del joven Sol, descrita en la sección Climas de la Tierra temprana.
La energía radiante procedente del Sol es variable en escalas de tiempo muy pequeñas, debido a las tormentas solares y otras perturbaciones, pero las variaciones en la actividad solar, en particular la frecuencia de las manchas solares, también están documentadas en escalas de tiempo que van de decenios a milenios y probablemente se producen también en escalas de tiempo más largas. Se ha sugerido que el "mínimo de Maunder", un período de actividad de manchas solares drásticamente reducida entre 1645 y 1715 d.C., es un factor que contribuye a la Pequeña Edad de Hielo. (Ver abajo Variación y cambio climático desde la aparición de la civilización).
La actividad volcánica
La actividad volcánica puede influir en el clima de varias maneras y en diferentes escalas de tiempo. Las erupciones volcánicas individuales pueden liberar grandes cantidades de dióxido de azufre y otros aerosoles en la estratosfera, reduciendo la transparencia atmosférica y, por tanto, la cantidad de radiación solar que llega a la superficie y la troposfera de la Tierra. Un ejemplo reciente es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que tuvo influencias mensurables en la circulación atmosférica y los balances de calor. La erupción de 1815 del Monte Tambora en la isla de Sumbawa tuvo consecuencias más dramáticas, ya que la primavera y el verano del año siguiente (1816, conocido como "el año sin verano") fueron inusualmente fríos en gran parte del mundo. Nueva Inglaterra y Europa experimentaron nevadas y heladas durante todo el verano de 1816.
Los volcanes y los fenómenos conexos, como el desgarramiento y la subducción de los océanos, liberan dióxido de carbono tanto en los océanos como en la atmósfera. Las emisiones son bajas; incluso una masiva erupción volcánica como la del Monte Pinatubo libera sólo una fracción del dióxido de carbono emitido por la combustión de combustibles fósiles en un año. Sin embargo, a escala geológica, la liberación de este gas de efecto invernadero puede tener efectos importantes. Las variaciones en la liberación de dióxido de carbono por los volcanes y las grietas oceánicas a lo largo de millones de años pueden alterar la química de la atmósfera. Esta variabilidad en las concentraciones de dióxido de carbono probablemente explica gran parte de la variación climática que ha tenido lugar durante el Eón Fanerozoico.
Actividad tectónica
Los movimientos tectónicos de la corteza terrestre han tenido profundos efectos en el clima en escalas de tiempo de millones a decenas de millones de años. Estos movimientos han cambiado la forma, el tamaño, la posición y la elevación de las masas continentales, así como la batimetría de los océanos. A su vez, los cambios topográficos y batimétricos han tenido fuertes efectos en la circulación tanto de la atmósfera como de los océanos. Por ejemplo, el levantamiento de la meseta tibetana durante la era cenozoica afectó las pautas de circulación atmosférica, creando el monzón de Asia meridional e influyendo en el clima de gran parte del resto de Asia y las regiones vecinas.
La actividad tectónica también influye en la química atmosférica, en particular en las concentraciones de dióxido de carbono. El dióxido de carbono se emite desde los volcanes y las fumarolas de las zonas de fisura y de subducción. Las variaciones en la tasa de propagación en las zonas de fisuras y el grado de actividad volcánica cerca de los márgenes de las placas han influido en las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono a lo largo de la historia de la Tierra. Incluso la meteorización química de la roca constituye un importante sumidero de dióxido de carbono. (Un sumidero de carbono es cualquier proceso que elimina el dióxido de carbono de la atmósfera mediante la conversión química del CO2 en compuestos de carbono orgánicos o inorgánicos). El ácido carbónico, formado a partir de dióxido de carbono y agua, es un reactivo en la disolución de silicatos y otros minerales. Las tasas de meteorización están relacionadas con la masa, la elevación y la exposición del lecho rocoso. La elevación tectónica puede aumentar todos estos factores y, por lo tanto, conducir a un aumento de la meteorización y la absorción de dióxido de carbono. Por ejemplo, la meteorización química de la meseta tibetana en ascenso puede haber desempeñado un papel importante en el agotamiento del dióxido de carbono en la atmósfera durante un período de enfriamiento global a finales del Cenozoico.
Variaciones orbitales
La geometría orbital de la Tierra se ve afectada de manera predecible por las influencias gravitatorias de otros planetas del sistema solar. Tres características primarias de la órbita de la Tierra se ven afectadas, cada una de ellas de manera cíclica o recurrente. Primero, la forma de la órbita de la Tierra alrededor del Sol, varía de casi circular a elíptica (excéntrica), con periodicidades de 100.000 y 413.000 años. En segundo lugar, la inclinación del eje de la Tierra con respecto al Sol, que es el principal responsable de los climas estacionales de la Tierra, varía entre 22,1° y 24,5° con respecto al plano de rotación de la Tierra alrededor del Sol. Esta variación se produce en un ciclo de 41.000 años. En general, cuanto mayor es la inclinación, mayor es la radiación solar recibida por los hemisferios en verano y menor la recibida en invierno. El tercer cambio cíclico en la geometría orbital de la Tierra resulta de dos fenómenos combinados: 1) El eje de rotación de la Tierra se tambalea, cambiando la dirección del eje con respecto al Sol, y 2) la orientación de la elipse orbital de la Tierra gira lentamente. Estos dos procesos crean un ciclo de 26.000 años, llamado precesión de los equinoccios, en el que la posición de la Tierra en los equinoccios y solsticios cambia. Hoy en día la Tierra está más cerca del Sol (perihelio) cerca del solsticio de diciembre, mientras que hace 9.000 años el perihelio se produjo cerca del solsticio de junio.
Estas variaciones orbitales causan cambios en la distribución latitudinal y estacional de la radiación solar, que a su vez impulsan una serie de variaciones climáticas. Las variaciones orbitales juegan un papel importante en el ritmo de los patrones glaciales-interglaciales y monzónicos. Sus influencias se han identificado en los cambios climáticos de gran parte del Fanerozoico. Por ejemplo, los ciclomotores -que son lechos marinos, fluviales y de carbón intercalados característicos del subperíodo de Pensilvania (hace 318,1 millones a 299 millones de años)- parecen representar los cambios impulsados por Milankovitch en el nivel medio del mar.
Los gases de efecto invernadero son moléculas de gas que tienen la propiedad de absorber la radiación infrarroja (energía térmica neta) emitida desde la superficie de la Tierra y volverla a radiar hacia la superficie terrestre, contribuyendo así al fenómeno conocido como efecto invernadero. El dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua son los gases de efecto invernadero más importantes, y tienen un profundo efecto en el presupuesto energético del sistema terrestre a pesar de que constituyen sólo una fracción de todos los gases atmosféricos. Las concentraciones de gases de efecto invernadero han variado sustancialmente durante la historia de la Tierra, y estas variaciones han impulsado cambios climáticos sustanciales en una amplia gama de escalas de tiempo. En general, las concentraciones de gases de efecto invernadero han sido particularmente altas durante los períodos cálidos y bajas durante las fases frías. Varios procesos influyen en las concentraciones de gases de efecto invernadero. Algunos, como las actividades tectónicas, operan en escalas de tiempo de millones de años, mientras que otros, como la vegetación, el suelo, los humedales y las fuentes y sumideros oceánicos, operan en escalas de tiempo de cientos a miles de años. Las actividades humanas -especialmente la combustión de combustibles fósiles desde la Revolución Industrial- son responsables del aumento constante de las concentraciones atmosféricas de diversos gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido de carbono, el metano, el ozono y los clorofluorocarbonos (CFC).
Tal vez el tema más intensamente discutido e investigado sobre la variabilidad del clima sea el papel de las interacciones y retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre. Las retroalimentaciones implican diferentes componentes que operan a diferentes velocidades y escalas de tiempo. Las capas de hielo, el hielo marino, la vegetación terrestre, las temperaturas oceánicas, las tasas de meteorización, la circulación oceánica y las concentraciones de gases de efecto invernadero están todas influidas directa o indirectamente por la atmósfera; sin embargo, todas ellas también retroalimentan a la atmósfera, influyéndola así de manera importante. Por ejemplo, las diferentes formas y densidades de vegetación en la superficie terrestre influyen en el albedo, o reflectividad, de la superficie de la Tierra, afectando así al balance global de radiación a escalas locales y regionales. Al mismo tiempo, la transferencia de moléculas de agua del suelo a la atmósfera está mediada por la vegetación, tanto directamente (por la transpiración a través de los estomas de las plantas) como indirectamente (por las influencias de la sombra y la temperatura en la evaporación directa del suelo). Esta regulación del flujo de calor latente por parte de la vegetación puede influir en el clima a escalas locales y globales. Como resultado, los cambios en la vegetación, que están parcialmente controlados por el clima, pueden a su vez influir en el sistema climático. La vegetación también influye en las concentraciones de gases de efecto invernadero; las plantas vivas constituyen un importante sumidero de dióxido de carbono atmosférico, mientras que actúan como fuentes de dióxido de carbono cuando se queman por incendios o se descomponen. Estas y otras retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre son fundamentales tanto para comprender los cambios climáticos del pasado como para predecir los futuros.
Las actividades humanas
El reconocimiento del cambio climático mundial como una cuestión ambiental ha llamado la atención sobre el impacto climático de las actividades humanas. La mayor parte de esta atención se ha centrado en la emisión de dióxido de carbono mediante la combustión de combustibles fósiles y la deforestación. Las actividades humanas también producen emisiones de otros gases de efecto invernadero, como el metano (procedente del cultivo de arroz, el ganado, los vertederos y otras fuentes) y los clorofluorocarbonos (procedentes de fuentes industriales). Hay pocas dudas entre los climatólogos de que estos gases de efecto invernadero afectan al presupuesto de radiación de la Tierra; la naturaleza y la magnitud de la respuesta climática son objeto de una intensa actividad de investigación. Los registros paleoclimáticos de los anillos de los árboles, los corales y los núcleos de hielo indican una clara tendencia al calentamiento que abarca todo el siglo XX y la primera década del siglo XXI. De hecho, el siglo XX fue el más cálido de los últimos 10 siglos, y la década 2001-10 fue la década más cálida desde el comienzo de los registros instrumentales modernos. Muchos climatólogos han señalado este patrón de calentamiento como una clara evidencia de los cambios climáticos inducidos por el hombre como resultado de la producción de gases de efecto invernadero.
Un segundo tipo de impacto humano, la conversión de la vegetación por la deforestación, la forestación y la agricultura, está recibiendo una creciente atención como una fuente adicional de cambio climático. Cada vez es más evidente que los impactos humanos sobre la cubierta vegetal pueden tener efectos locales, regionales e incluso mundiales sobre el clima, debido a los cambios en el flujo de calor sensible y latente hacia la atmósfera y la distribución de la energía dentro del sistema climático. La medida en que estos factores contribuyen al cambio climático reciente y en curso es una importante área de estudio emergente.
El cambio climático en el transcurso de la vida humana
Independientemente de su ubicación en el planeta, todos los seres humanos experimentan la variabilidad y el cambio climático durante sus vidas. Los fenómenos más familiares y predecibles son los ciclos estacionales, a los que las personas ajustan su ropa, las actividades al aire libre, los termostatos y las prácticas agrícolas. Sin embargo, no hay dos veranos o inviernos exactamente iguales en el mismo lugar; algunos son más cálidos, húmedos o tormentosos que otros. Esta variación interanual del clima es en parte responsable de las variaciones de un año a otro en los precios del combustible, el rendimiento de los cultivos, los presupuestos de mantenimiento de las carreteras y los riesgos de incendios forestales. Las inundaciones provocadas por las precipitaciones en un solo año pueden causar graves daños económicos, como los de la cuenca de drenaje del río Misisipí superior durante el verano de 1993, y pérdidas de vidas, como las que devastaron gran parte de Bangladesh en el verano de 1998. También pueden producirse daños y pérdidas de vidas similares como resultado de incendios forestales, tormentas graves, huracanes, olas de calor y otros acontecimientos relacionados con el clima.
La variación y el cambio climático también pueden ocurrir en períodos más largos, como décadas. Algunos lugares experimentan múltiples años de sequía, inundaciones u otras condiciones duras. Esas variaciones decenales del clima plantean problemas para las actividades humanas y la planificación. Por ejemplo, las sequías plurianuales pueden perturbar el suministro de agua, inducir a la pérdida de cosechas y causar trastornos económicos y sociales, como en el caso de las sequías de Dust Bowl en el medio continente de América del Norte durante el decenio de 1930. Las sequías plurianuales pueden incluso causar una hambruna generalizada, como en la sequía del Sahel que se produjo en el norte de África durante los años setenta y ochenta.
Variación estacional
Todos los lugares de la Tierra experimentan una variación estacional del clima (aunque el cambio puede ser leve en algunas regiones tropicales). Esta variación cíclica es impulsada por los cambios estacionales en el suministro de radiación solar a la atmósfera y la superficie de la Tierra. La órbita de la Tierra alrededor del Sol es elíptica; está más cerca del Sol ( 147 millones de km [unos 91 millones de millas]) cerca del solsticio de invierno y más lejos del Sol (152 millones de km [unos 94 millones de millas]) cerca del solsticio de verano en el Hemisferio Norte. Además, el eje de rotación de la Tierra se produce en un ángulo oblicuo (23,5°) con respecto a su órbita. Por lo tanto, cada hemisferio está inclinado lejos del Sol durante su período de invierno y hacia el Sol en su período de verano. Cuando un hemisferio está inclinado lejos del Sol, recibe menos radiación solar que el hemisferio opuesto, que en ese momento está apuntado hacia el Sol. Así, a pesar de la mayor proximidad del Sol en el solsticio de invierno, el hemisferio norte recibe menos radiación solar durante el invierno que durante el verano. También como consecuencia de la inclinación, cuando el Hemisferio Norte experimenta el invierno, el Hemisferio Sur experimenta el verano.
El sistema climático de la Tierra está impulsado por la radiación solar; las diferencias estacionales en el clima resultan en última instancia de los cambios estacionales en la órbita de la Tierra. La circulación del aire en la atmósfera y del agua en los océanos responde a las variaciones estacionales de la energía disponible del Sol. Los cambios estacionales específicos del clima que se producen en cualquier lugar determinado de la superficie de la Tierra resultan en gran medida de la transferencia de energía de la circulación atmosférica y oceánica. Las diferencias en el calentamiento de la superficie que tienen lugar entre el verano y el invierno hacen que las vías de las tormentas y los centros de presión cambien de posición y fuerza. Estas diferencias de calentamiento también provocan cambios estacionales en la nubosidad, las precipitaciones y el viento.
Las respuestas estacionales de la biosfera (especialmente la vegetación) y la criosfera (glaciares, hielo marino, campos de nieve) también contribuyen a la circulación atmosférica y al clima. La caída de hojas de los árboles de hoja caduca al entrar en el letargo invernal aumenta el albedo (reflectividad) de la superficie de la Tierra y puede conducir a un mayor enfriamiento local y regional. De manera similar, la acumulación de nieve también aumenta el albedo de las superficies terrestres y a menudo amplifica los efectos del invierno.
Variación interanual
Las variaciones climáticas interanuales, incluidas las sequías, las inundaciones y otros acontecimientos, son causadas por una compleja serie de factores e interacciones del sistema terrestre. Una característica importante que desempeña un papel en estas variaciones es el cambio periódico de las pautas de circulación atmosférica y oceánica en la región del Pacífico tropical, conocido colectivamente como variación de El Niño-Oscilación Austral (ENSO). Aunque sus principales efectos climáticos se concentran en el Pacífico tropical, la ENOS tiene efectos en cascada que a menudo se extienden a la región del Océano Atlántico, al interior de Europa y Asia, y a las regiones polares. Estos efectos, denominados teleconexiones, se producen porque las alteraciones en las pautas de circulación atmosférica de baja latitud en la región del Pacífico influyen en la circulación atmosférica de los sistemas adyacentes y descendentes. Como resultado, las trayectorias de las tormentas se desvían y las crestas de presión atmosférica (zonas de alta presión) y las canalizaciones (zonas de baja presión) se desplazan de sus patrones habituales.
Como ejemplo, los eventos de El Niño ocurren cuando los vientos alisios del este en el Pacífico tropical se debilitan o invierten su dirección. Esto cierra el afloramiento de las aguas profundas y frías de la costa occidental de América del Sur, calienta el Pacífico oriental e invierte el gradiente de presión atmosférica en el Pacífico occidental. Como resultado, el aire de la superficie se desplaza hacia el este desde Australia e Indonesia hacia el Pacífico central y las Américas. Estos cambios producen grandes precipitaciones e inundaciones repentinas a lo largo de la costa normalmente árida del Perú y una grave sequía en las regiones normalmente húmedas del norte de Australia e Indonesia. Los fenómenos de El Niño particularmente graves provocan el fracaso de los monzones en la región del Océano Índico, lo que da lugar a una intensa sequía en la India y en África oriental. Al mismo tiempo, las trayectorias del oeste y de las tormentas se desplazan hacia el Ecuador, lo que proporciona a California y al desierto del sudoeste de los Estados Unidos un clima invernal húmedo y tormentoso y hace que las condiciones invernales en el noroeste del Pacífico, que suelen ser húmedas, se vuelvan más cálidas y secas. El desplazamiento de los vientos del oeste también provoca sequías en el norte de China y desde el noreste de Brasil a través de secciones de Venezuela. Los registros a largo plazo de la variación del ENOS a partir de documentos históricos, anillos de árboles y corales de arrecifes indican que los eventos de El Niño ocurren, en promedio, cada dos a siete años. Sin embargo, la frecuencia e intensidad de estos eventos varían a lo largo del tiempo.
La Oscilación del Atlántico Norte (OAN) es otro ejemplo de una oscilación interanual que produce importantes efectos climáticos dentro del sistema terrestre y puede influir en el clima en todo el hemisferio norte. Este fenómeno es el resultado de la variación del gradiente de presión, o la diferencia de presión atmosférica entre el máximo subtropical, situado normalmente entre las Azores y Gibraltar, y el mínimo islandés, centrado entre Islandia y Groenlandia. Cuando el gradiente de presión es pronunciado debido a un fuerte máximo subtropical y un bajo islandés profundo (fase positiva), Europa septentrional y Asia septentrional experimentan inviernos cálidos y húmedos con frecuentes y fuertes tormentas invernales. Al mismo tiempo, el sur de Europa es seco. El este de los Estados Unidos también experimenta inviernos más cálidos y menos nevados durante las fases positivas de la NAO, aunque el efecto no es tan grande como en Europa. El gradiente de presión se atenúa cuando la NAO está en un modo negativo, es decir, cuando existe un gradiente de presión más débil a partir de la presencia de un débil máximo subtropical y un mínimo islandés. Cuando esto sucede, la región del Mediterráneo recibe abundantes precipitaciones invernales, mientras que el norte de Europa es frío y seco. El este de los Estados Unidos es típicamente más frío y con más nieve durante una fase negativa de la NAO.
Durante los años en que la Oscilación del Atlántico Norte (OAN) se encuentra en su fase positiva, el este de los Estados Unidos, el sudeste del Canadá y el noroeste de Europa experimentan temperaturas invernales más cálidas, mientras que en estos lugares se encuentran temperaturas más frías durante su fase negativa. Cuando tanto el Niño/Oscilación Austral (ENSO) como la NAO se encuentran en su fase positiva, los inviernos europeos tienden a ser más húmedos y menos severos; sin embargo, más allá de esta tendencia general, la influencia del ENSO sobre la NAO no se comprende bien.
Los ciclos del ENSO y la NAO son impulsados por las retroalimentaciones e interacciones entre los océanos y la atmósfera. La variación climática interanual es impulsada por estos y otros ciclos, interacciones entre ciclos y perturbaciones en el sistema terrestre, como las que resultan de grandes inyecciones de aerosoles de las erupciones volcánicas. Un ejemplo de perturbación debida al vulcanismo es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que provocó una disminución de la temperatura mundial media de aproximadamente 0,5 °C (0,9 °F) el verano siguiente.
Variación decenal
El clima varía en escalas de tiempo decenales, con grupos de varios años de condiciones húmedas, secas, frescas o cálidas. Estos grupos plurianuales pueden tener efectos dramáticos en las actividades y el bienestar humanos. Por ejemplo, una grave sequía de tres años a finales del siglo XVI probablemente contribuyó a la destrucción de la "Colonia Perdida" de Sir Walter Raleigh en la isla de Roanoke, en lo que hoy es Carolina del Norte, y una posterior sequía de siete años (1606-12) provocó una elevada mortalidad en la colonia de Jamestown, en Virginia. Además, algunos estudiosos han implicado a las sequías persistentes y graves como la principal razón del colapso de la civilización maya en Mesoamérica entre 750 y 950 d.C.; sin embargo, los descubrimientos de principios del siglo XXI sugieren que las perturbaciones del comercio relacionadas con la guerra desempeñaron un papel, posiblemente interactuando con las hambrunas y otras tensiones relacionadas con la sequía.
Aunque la variación climática a escala decenal está bien documentada, las causas no están del todo claras. Gran parte de la variación decenal del clima está relacionada con las variaciones interanuales. Por ejemplo, la frecuencia y la magnitud del ENOS cambian a lo largo del tiempo. Los primeros años de la década de 1990 se caracterizaron por repetidos eventos de El Niño, y se han identificado varias agrupaciones de este tipo que tuvieron lugar durante el siglo XX. La pendiente del gradiente del NAO también cambia en escalas temporales decenales; ha sido particularmente pronunciada desde el decenio de 1970.
Investigaciones recientes han revelado que las variaciones del clima a escala decenal son el resultado de las interacciones entre el océano y la atmósfera. Una de esas variaciones es la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO), también conocida como Variabilidad Decadal del Pacífico (PDV), que implica cambios en las temperaturas de la superficie del mar (SST) en el Océano Pacífico Norte. Las TSM influyen en la fuerza y la posición de la Baja Aleutiana, que a su vez afecta fuertemente los patrones de precipitación a lo largo de la costa del Pacífico de Norteamérica. La variación de las TSM consiste en una alternancia entre los períodos de "fase fría", en los que la costa de Alaska es relativamente seca y el noroeste del Pacífico relativamente húmedo (por ejemplo, 1947-76), y los períodos de "fase cálida", caracterizados por una precipitación relativamente alta en la costa de Alaska y una precipitación baja en el noroeste del Pacífico (por ejemplo, 1925-46, 1977-98). Los registros de anillos de árboles y corales, que abarcan al menos los últimos cuatro siglos, documentan la variación del DOP.
Una oscilación similar, la Oscilación Multidecadal del Atlántico (OMA), se produce en el Atlántico Norte e influye fuertemente en los patrones de precipitación de América del Norte oriental y central. Una AMO de fase cálida (TSM del Atlántico Norte relativamente cálida) se asocia con precipitaciones relativamente altas en Florida y bajas en gran parte del Valle de Ohio. Sin embargo, el AMO interactúa con el PDO, y ambos interactúan con variaciones interanuales, como el ENSO y la NAO, en formas complejas . Tales interacciones pueden llevar a la amplificación de sequías, inundaciones u otras anomalías climáticas. Por ejemplo, las graves sequías que se produjeron en gran parte de los Estados Unidos conterminosos en los primeros años del siglo XXI se asociaron con la OMA de fase cálida combinada con la DOP de fase fría. Los mecanismos que subyacen a las variaciones decenales, como el PDO y la AMO, no se conocen bien, pero probablemente estén relacionados con las interacciones océano-atmósfera con constantes temporales más grandes que las variaciones interanuales. Las variaciones climáticas decenales son objeto de un intenso estudio por parte de los climatólogos y los paleoclimatólogos.
El calentamiento global es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la humanidad hoy en día, y el fenómeno climático fue objeto de titulares una y otra vez mientras la gente seguía observando extrañas pautas meteorológicas y mientras los debates se ensañaban en los ámbitos políticos sobre si debíamos abordar el tema y cómo hacerlo.
El calentamiento global es real, y está cambiando el clima. Hay pruebas significativas de que los climas de todo el mundo están cambiando y que esos cambios están ocurriendo debido a las actividades humanas. Esa es una de las razones por las que es tan importante estar informado sobre qué actividades humanas contribuyen al calentamiento global y qué actividades humanas pueden ayudar a evitar que progrese.
Política pública sobre el calentamiento global
Desde el siglo XIX, muchos investigadores que trabajan en una amplia gama de disciplinas académicas han contribuido a mejorar la comprensión de la atmósfera y del sistema climático mundial. La preocupación de los científicos prominentes del clima por el calentamiento global y el cambio climático inducido por el hombre (o "antropogénico") surgió a mediados del siglo XX, pero la mayor parte del debate científico y político sobre la cuestión no comenzó hasta el decenio de 1980. Hoy en día, los principales científicos del clima están de acuerdo en que muchos de los cambios que se están produciendo en el sistema climático mundial se deben en gran medida a la liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero, gases que potencian el efecto invernadero natural de la Tierra. La mayoría de los gases de efecto invernadero son liberados por la quema de combustibles fósiles para la calefacción, la cocina, la generación de electricidad, el transporte y la fabricación, pero también son liberados como resultado de la descomposición natural de los materiales orgánicos, los incendios forestales, la deforestación y las actividades de limpieza de tierras. Quienes se oponen a este punto de vista han subrayado a menudo el papel de los factores naturales en la variación climática del pasado y han acentuado las incertidumbres científicas relacionadas con los datos sobre el calentamiento de la Tierra y el cambio climático. No obstante, un creciente número de científicos ha pedido a los gobiernos, las industrias y los ciudadanos que reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Todos los países emiten gases de efecto invernadero, pero los países altamente industrializados y los países más poblados emiten cantidades significativamente mayores que otros. Los países de América del Norte y Europa que fueron los primeros en someterse al proceso de industrialización han sido responsables de la liberación de la mayoría de los gases de efecto invernadero en términos acumulativos absolutos desde el comienzo de la Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII. Hoy en día, a estos países se les están sumando grandes países en desarrollo como China y la India, donde la rápida industrialización va acompañada de una creciente liberación de gases de efecto invernadero. Los Estados Unidos, que poseen aproximadamente el 5% de la población mundial, emitieron casi el 21% de los gases de efecto invernadero mundiales en 2000. Ese mismo año, los entonces 25 Estados miembros de la Unión Europea (UE) -con una población combinada de 450 millones de personas- emitieron el 14 por ciento de todos los gases de efecto invernadero antropogénicos. Esta cifra era aproximadamente la misma que la fracción liberada por los 1.200 millones de personas de China. En 2000, el estadounidense medio emitió 24,5 toneladas de gases de efecto invernadero, la persona media que vivía en la UE emitió 10,5 toneladas, y la persona media que vivía en China emitió sólo 3,9 toneladas. Aunque las emisiones de gases de efecto invernadero per cápita de China siguieron siendo considerablemente inferiores a las de la UE y los Estados Unidos, fue el mayor emisor de gases de efecto invernadero en 2006 en términos absolutos.
El IPCC y el consenso científico
Un primer paso importante en la formulación de políticas públicas sobre el calentamiento global y el cambio climático es la recopilación de datos científicos y socioeconómicos pertinentes. En 1988 la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente establecieron el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). El IPCC tiene el mandato de evaluar y resumir los datos científicos, técnicos y socioeconómicos más recientes sobre el cambio climático y de publicar sus conclusiones en informes que se presentan a las organizaciones internacionales y a los gobiernos nacionales de todo el mundo. Muchos miles de los principales científicos y expertos del mundo en las esferas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático han trabajado en el marco del IPCC, produciendo importantes conjuntos de evaluaciones en 1990, 1995, 2001, 2007 y 2014, y varias evaluaciones especiales adicionales. En esos informes se evaluaron las bases científicas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático, las principales cuestiones relacionadas con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y el proceso de adaptación a un clima cambiante.
En el primer informe del IPCC, publicado en 1990, se afirmaba que una buena cantidad de datos mostraba que la actividad humana afectaba a la variabilidad del sistema climático; sin embargo, los autores del informe no pudieron llegar a un consenso sobre las causas y los efectos del calentamiento de la Tierra y el cambio climático en ese momento. El informe del IPCC de 1995 afirmaba que el balance de las pruebas sugería "una influencia humana discernible en el clima". El informe del IPCC de 2001 confirmó las conclusiones anteriores y presentó pruebas más sólidas de que la mayor parte del calentamiento de los 50 años anteriores era atribuible a las actividades humanas. En el informe de 2001 también se señalaba que los cambios observados en los climas regionales estaban empezando a afectar a muchos sistemas físicos y biológicos y que había indicios de que los sistemas sociales y económicos también se estaban viendo afectados.
La cuarta evaluación del IPCC, publicada en 2007, reafirmó las principales conclusiones de los informes anteriores, pero los autores también declararon -en lo que se consideró un juicio conservador- que estaban seguros, al menos en un 90%, de que la mayor parte del calentamiento observado durante el medio siglo anterior había sido causado por la liberación de gases de efecto invernadero a través de una multitud de actividades humanas. Tanto el informe de 2001 como el de 2007 afirmaban que durante el siglo XX se había producido un aumento de la temperatura superficial media mundial de 0,6 °C (1,1 °F), dentro de un margen de error de ±0,2 °C (0,4 °F). Mientras que el informe de 2001 preveía un aumento adicional de la temperatura media de 1,4 a 5,8 °C (2,5 a 10,4 °F) para 2100, el informe de 2007 refinó esta previsión hasta un aumento de 1,8 a 4,0 °C (3,2 a 7,2 °F) para finales del siglo XXI. Esas previsiones se basaron en el examen de una serie de hipótesis que caracterizaron las tendencias futuras de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La quinta evaluación del IPCC, publicada en 2014, refinó aún más los aumentos previstos de la temperatura media mundial y del nivel del mar. El informe de 2014 afirmaba que en el intervalo entre 1880 y 2012 se produjo un aumento de la temperatura media mundial de aproximadamente 0,85 °C (1,5 °F) y que en el intervalo entre 1901 y 2010 se produjo un aumento del nivel medio del mar mundial de unos 19-21 cm (7,5-8,3 pulgadas). El informe predijo que para finales del siglo XXI las temperaturas superficiales en todo el mundo aumentarían entre 0,3 y 4,8 °C (0,5 y 8,6 °F), y el nivel del mar podría subir entre 26 y 82 cm (10,2 y 32,3 pulgadas) en relación con el promedio de 1986-2005.
Cada informe del IPCC ha contribuido a crear un consenso científico en el sentido de que las elevadas concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera son los principales impulsores del aumento de las temperaturas del aire cerca de la superficie y de los cambios climáticos asociados en curso. A este respecto, se considera que el actual episodio de cambio climático, que comenzó a mediados del siglo XX, es fundamentalmente diferente de los períodos anteriores en el sentido de que los ajustes críticos han sido causados por actividades derivadas del comportamiento humano y no por factores no antropogénicos. En la evaluación de 2007 del IPCC se proyectó que cabría esperar que los futuros cambios climáticos incluyeran un calentamiento continuo, modificaciones de las pautas y cantidades de precipitaciones, elevación del nivel del mar y "cambios en la frecuencia e intensidad de algunos fenómenos extremos". Esos cambios tendrían efectos importantes en muchas sociedades y en los sistemas ecológicos de todo el mundo (véase Investigación sobre el clima y los efectos del calentamiento mundial). Véase en este recurso la Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto.
Futura política sobre el cambio climático
Los países difieren en cuanto a la forma de proceder en materia de política internacional con respecto a los acuerdos climáticos. Los objetivos a largo plazo formulados en Europa y los Estados Unidos buscan reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 80 por ciento para mediados del siglo XXI. En relación con estos esfuerzos, la UE estableció el objetivo de limitar el aumento de la temperatura a un máximo de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales. (Muchos científicos del clima y otros expertos coinciden en que se producirán importantes daños económicos y ecológicos si el promedio mundial de las temperaturas del aire cercano a la superficie se eleva más de 2 °C (3,6 °F) por encima de las temperaturas preindustriales en el próximo siglo).
A pesar de las diferencias de enfoque, los países iniciaron las negociaciones sobre un nuevo tratado, basado en un acuerdo alcanzado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en 2007 en Bali (Indonesia), que sustituiría al Protocolo de Kyoto una vez que éste expirara. En la 17ª Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP17), celebrada en Durban (Sudáfrica) en 2011, la comunidad internacional se comprometió a elaborar un tratado climático amplio y jurídicamente vinculante que sustituyera al Protocolo de Kyoto para 2015. Dicho tratado exigiría a todos los países productores de gases de efecto invernadero -incluidos los principales emisores de carbono que no se atienen al Protocolo de Kyoto (como China, la India y los Estados Unidos)- que limitaran y redujeran sus emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Este compromiso fue reafirmado por la comunidad internacional en el 18º período de sesiones de la Conferencia de las Partes (CP 18), celebrado en Doha (Qatar) en 2012. Dado que los términos del Protocolo de Kyoto se fijaron para que terminaran en 2012, los delegados de la CP 17 y la CP 18 acordaron prorrogar el Protocolo de Kyoto para salvar la brecha entre la fecha de expiración original y la fecha en que el nuevo tratado sobre el clima pasaría a ser jurídicamente vinculante. En consecuencia, los delegados de la COP18 decidieron que el Protocolo de Kyoto terminaría en 2020, año en el que se esperaba que el nuevo tratado climático entrara en vigor. Esta prórroga tenía el beneficio añadido de proporcionar un tiempo adicional para que los países cumplieran sus objetivos de emisión para 2012.
Convocados en París en 2015, los líderes mundiales y otros delegados de la COP21 firmaron un acuerdo global pero no vinculante para limitar el aumento de la temperatura media mundial a no más de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales y, al mismo tiempo, esforzarse por mantener este aumento a 1,5 °C (2,7 °F) por encima de los niveles preindustriales. El Acuerdo de París fue un acuerdo histórico que ordenó un examen de los progresos cada cinco años y la creación de un fondo de 100.000 millones de dólares para 2020 -que se repondría anualmente- para ayudar a los países en desarrollo a adoptar tecnologías que no produzcan gases de efecto invernadero. El número de partes (signatarios) del convenio ascendía a 197 en 2019, y 185 países habían ratificado el acuerdo. A pesar de que Estados Unidos había ratificado el acuerdo en septiembre de 2016, la toma de posesión de Donald J. Trump como presidente en enero de 2017 anunció una nueva era en la política climática de Estados Unidos, y el 1 de junio de 2017 Trump señaló su intención de sacar a Estados Unidos del acuerdo climático después de que concluyera el proceso de salida formal. Su sucesor, Biden, es un firme defensor de la lucha por el medio ambiente.
Un número cada vez mayor de ciudades del mundo está iniciando una multitud de esfuerzos locales y subregionales para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Muchos de esos municipios están adoptando medidas como miembros del Consejo Internacional para las Iniciativas Ambientales Locales y su programa Ciudades para la Protección del Clima, que esboza principios y medidas para adoptar medidas a nivel local. En 2005, la Conferencia de Alcaldes de los Estados Unidos aprobó el Acuerdo de Protección del Clima, en el que las ciudades se comprometieron a reducir para 2012 las emisiones a un 7 por ciento por debajo de los niveles de 1990. Además, muchas empresas privadas están desarrollando políticas corporativas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Un ejemplo notable de un esfuerzo liderado por el sector privado es la creación del Chicago Climate Exchange como medio para reducir las emisiones a través de un proceso de comercio.
A medida que las políticas públicas relativas al calentamiento global y al cambio climático continúan desarrollándose a nivel mundial, regional, nacional y local, se dividen en dos grandes tipos. El primer tipo, la política de mitigación, se centra en diferentes formas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Dado que la mayoría de las emisiones proceden de la quema de combustibles fósiles para la energía y el transporte, gran parte de la política de mitigación se centra en el cambio a fuentes de energía menos intensivas en carbono (como la energía eólica, solar e hidroeléctrica), la mejora de la eficiencia energética de los vehículos y el apoyo al desarrollo de nuevas tecnologías. En cambio, el segundo tipo, la política de adaptación, trata de mejorar la capacidad de diversas sociedades para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante. Por ejemplo, algunas políticas de adaptación están concebidas para alentar a los grupos a modificar las prácticas agrícolas en respuesta a los cambios estacionales, mientras que otras políticas están concebidas para preparar a las ciudades situadas en las zonas costeras para un nivel de mar elevado.
En cualquier caso, la reducción a largo plazo de las descargas de gases de efecto invernadero requerirá la participación tanto de los países industriales como de los principales países en desarrollo. En particular, la liberación de gases de efecto invernadero de fuentes chinas e indias está aumentando rápidamente en paralelo con la rápida industrialización de esos países. En 2006 China superó a los Estados Unidos como principal emisor del mundo de gases de efecto invernadero en términos absolutos (aunque no en términos per cápita), en gran medida debido a la mayor utilización de carbón y otros combustibles fósiles por parte de China. De hecho, todos los países del mundo se enfrentan al reto de encontrar formas de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero al tiempo que promueven un desarrollo económico ambiental y socialmente deseable (conocido como "desarrollo sostenible" o "crecimiento inteligente"). Mientras que algunos opositores de los que piden medidas correctivas siguen sosteniendo que los costos de la mitigación a corto plazo serán demasiado elevados, un número cada vez mayor de economistas y encargados de la formulación de políticas sostienen que será menos costoso, y posiblemente más rentable, para las sociedades adoptar medidas preventivas tempranas que abordar los graves cambios climáticos en el futuro. Es probable que muchos de los efectos más nocivos del calentamiento del clima se produzcan en los países en desarrollo. Combatir los efectos nocivos del calentamiento de la Tierra en los países en desarrollo será especialmente difícil, ya que muchos de esos países ya están luchando y poseen una capacidad limitada para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante.
Se prevé que cada país se verá afectado de manera diferente por el creciente esfuerzo por reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Los países que son emisores relativamente grandes tendrán que hacer frente a mayores exigencias de reducción que los emisores más pequeños. Del mismo modo, se prevé que los países que experimentan un rápido crecimiento económico se enfrentarán a mayores exigencias para controlar sus emisiones de gases de efecto invernadero a medida que consuman cantidades cada vez mayores de energía. También se producirán diferencias entre los distintos sectores industriales e incluso entre las distintas empresas. Por ejemplo, los productores de petróleo, carbón y gas natural -que en algunos casos representan porciones importantes de los ingresos nacionales por exportación- pueden ver reducida la demanda o los precios de sus productos a medida que sus clientes disminuyen el uso de combustibles fósiles. En cambio, es probable que muchos productores de tecnologías y productos nuevos y más respetuosos del clima (como los generadores de energía renovable) vean aumentar la demanda.
Para hacer frente al calentamiento del planeta y al cambio climático, las sociedades deben encontrar la manera de modificar fundamentalmente sus pautas de utilización de la energía en favor de la generación de energía, el transporte y la ordenación de los bosques y el uso de la tierra con menor intensidad de carbono. Un número cada vez mayor de países ha asumido este desafío, y hay muchas cosas que los individuos también pueden hacer. Por ejemplo, los consumidores tienen más opciones para adquirir electricidad generada a partir de fuentes renovables. Entre las medidas adicionales que reducirían las emisiones personales de gases de efecto invernadero y también conservarían la energía figuran el funcionamiento de vehículos más eficientes desde el punto de vista energético, el uso del transporte público cuando esté disponible y la transición a productos domésticos más eficientes desde el punto de vista energético. Las personas también podrían mejorar el aislamiento de sus hogares, aprender a calentar y enfriar sus residencias de manera más eficaz, y comprar y reciclar productos más sostenibles desde el punto de vista ambiental.
La Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto
Los informes del IPCC y el consenso científico que reflejan han proporcionado una de las bases más prominentes para la formulación de la política sobre el cambio climático. A escala mundial, la política sobre el cambio climático se rige por dos grandes tratados: la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) de 1992 y el correspondiente Protocolo de Kyoto de 1997 de la CMNUCC (que lleva el nombre de la ciudad de Japón donde se concertó).
La CMNUCC se negoció entre 1991 y 1992. Fue adoptada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en Río de Janeiro en junio de 1992 y se convirtió en legalmente vinculante en marzo de 1994. En el Artículo 2 la CMNUCC establece el objetivo a largo plazo de "estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida una interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático". El artículo 3 establece que los países del mundo tienen "responsabilidades comunes pero diferenciadas", lo que significa que todos los países comparten la obligación de actuar, aunque los países industrializados tienen la responsabilidad particular de tomar la iniciativa en la reducción de las emisiones debido a su contribución relativa al problema en el pasado. Con este fin, el Anexo I de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático enumera 41 países industrializados específicos y países con economías en transición, además de la Comunidad Europea (CE; sucedida oficialmente por la UE en 2009), y el Artículo 4 establece que estos países deben trabajar para reducir sus emisiones antropogénicas a los niveles de 1990. Sin embargo, no se ha establecido un plazo para este objetivo. Además, la CMNUCC no asigna ningún compromiso de reducción específico a los países no incluidos en el Anexo I (es decir, los países en desarrollo).
El acuerdo de seguimiento de la CMNUCC, el Protocolo de Kyoto, se negoció entre 1995 y 1997 y se adoptó en diciembre de 1997. El Protocolo de Kyoto regula seis gases de efecto invernadero liberados por las actividades humanas: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), perfluorocarbonos (PFC), hidrofluorocarbonos (HFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). En virtud del Protocolo de Kyoto, los países del Anexo I deben reducir sus emisiones agregadas de gases de efecto invernadero a un 5,2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990 a más tardar en 2012. Para alcanzar este objetivo, el protocolo establece objetivos de reducción individuales para cada país del Anexo I. Estos objetivos requieren la reducción de los gases de efecto invernadero en la mayoría de los países, pero también permiten el aumento de las emisiones de otros. Por ejemplo, el protocolo requiere que los entonces 15 estados miembros de la UE y otros 11 países europeos reduzcan sus emisiones a un 8 por ciento por debajo de sus niveles de emisión de 1990, mientras que Islandia, un país que produce cantidades relativamente pequeñas de gases de efecto invernadero, puede aumentar sus emisiones hasta un 10 por ciento por encima de su nivel de 1990. Además, el Protocolo de Kioto exige a tres países -Nueva Zelanda, Ucrania y Rusia- que congelen sus emisiones a los niveles de 1990.
El Protocolo de Kyoto establece cinco requisitos por los que las partes del Anexo I pueden optar por cumplir sus objetivos de emisión para 2012. En primer lugar, exige la elaboración de políticas y medidas nacionales que reduzcan las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero. En segundo lugar, los países pueden calcular los beneficios de los sumideros de carbono nacionales que absorben más carbono del que emiten. En tercer lugar, los países pueden participar en planes de intercambio de emisiones con otros países del Anexo I. Cuarto, los países signatarios pueden crear programas de aplicación conjunta con otras partes del Anexo I y recibir créditos por los proyectos que reduzcan las emisiones. Quinto, los países pueden recibir créditos por reducir las emisiones en los países no incluidos en el Anexo I a través de un mecanismo de "desarrollo limpio", como la inversión en la construcción de un nuevo proyecto de energía eólica.
Para entrar en vigor, el Protocolo de Kyoto tenía que ser ratificado por al menos 55 países, incluidos suficientes países del Anexo I para representar al menos el 55 por ciento del total de las emisiones de gases de efecto invernadero de ese grupo. Más de 55 países ratificaron rápidamente el protocolo, incluyendo todos los países del Anexo I, excepto Rusia, Estados Unidos y Australia. (Rusia y Australia ratificaron el protocolo en 2005 y 2007, respectivamente.) No fue hasta que Rusia, bajo la fuerte presión de la UE, ratificó el protocolo que éste se convirtió en legalmente vinculante en febrero de 2005.
La política regional de cambio climático más desarrollada hasta la fecha ha sido formulada por la UE en parte para cumplir sus compromisos en virtud del Protocolo de Kyoto. En 2005, los 15 países de la UE que tienen un compromiso colectivo en virtud del protocolo redujeron sus emisiones de gases de efecto invernadero a un 2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990, aunque no es seguro que cumplan su objetivo de reducción del 8 por ciento para 2012. En 2007 la UE estableció un objetivo colectivo para los 27 estados miembros de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 20 por ciento por debajo de los niveles de 1990 para el año 2020. Como parte de su esfuerzo por lograr este objetivo, la UE estableció en 2005 el primer plan de comercio multilateral de emisiones de dióxido de carbono del mundo, que abarca más de 11.500 grandes instalaciones en todos sus Estados miembros.
En los Estados Unidos, en cambio, el presidente George W. Bush y la mayoría de los senadores rechazaron el Protocolo de Kyoto, citando como motivo de queja particular la falta de reducciones obligatorias de emisiones para los países en desarrollo. Al mismo tiempo, la política federal de los Estados Unidos no estableció ninguna restricción obligatoria para las emisiones de gases de efecto invernadero, y las emisiones de los Estados Unidos aumentaron más del 16 por ciento entre 1990 y 2005. En parte para compensar la falta de dirección a nivel federal, muchos estados individuales de los EE.UU. formularon sus propios planes de acción para abordar el calentamiento global y el cambio climático y tomaron una serie de iniciativas legales y políticas para frenar las emisiones. Entre esas iniciativas cabe citar: la fijación de un límite máximo a las emisiones de las centrales eléctricas, el establecimiento de normas de carteras de energía renovable que exigen a los proveedores de electricidad que obtengan un porcentaje mínimo de su energía de fuentes renovables, la elaboración de normas sobre emisiones de vehículos y combustibles, y la adopción de normas de "construcción ecológica".
Desde el final de la última edad de hielo, los humanos han desarrollado herramientas y máquinas y han modificado la tierra para la agricultura y el asentamiento a largo plazo. A medida que la población ha ido creciendo y las nuevas tecnologías se han ido extendiendo por las culturas y los continentes, cada vez más recursos del planeta se han visto presionados para servir a la especie. En el proceso, las actividades humanas han alterado el orden natural del medio ambiente al despoblar y eliminar especies y añadir sustancias químicas nocivas al aire, el agua y el suelo, actividades que están cambiando el clima y la estructura y función de los ecosistemas, así como las comunidades biológicas que contienen.
Resolver los problemas ambientales críticos del calentamiento global, la escasez de agua, la contaminación y la pérdida de biodiversidad son quizás los mayores desafíos del siglo XXI.
Los grandes problemas del planeta
La acción humana ha desencadenado una vasta cascada de problemas ambientales que ahora amenazan la continua capacidad de los sistemas naturales y humanos para prosperar. Aquí hay cuatro grandes problemas ambientales:
- Contaminación. La contaminación es uno de los problemas más serios que enfrenta el planeta, pero puede ser uno de los más fáciles de superar. Aprenda cómo los humanos causan y pueden remediar nuestros problemas de contaminación.
- Crisis del agua. Esta crisis plantea el riesgo más inmediato para la vida humana y la estabilidad regional. Conozca las causas y los efectos de la escasez de agua a nivel mundial, y algunas de las estrategias para enfrentarla.
- Calentamiento global. Las emisiones de gases de efecto invernadero de las actividades humanas están cambiando la faz de la Tierra. Explora las formas en que se está produciendo el cambio climático y lo que podemos hacer al respecto.
- Pérdida de biodiversidad. La vida no humana en la Tierra está sufriendo enormemente en manos humanas. Conozca las principales amenazas a la biodiversidad y lo que se puede hacer para evitar que nuestros organismos se pierdan para siempre.
La fluctuación climática, la variación climática o el cambio climático es la modificación periódica del clima de la Tierra provocada por los cambios en la atmósfera, así como las interacciones entre la atmósfera y otros factores geológicos, químicos, biológicos y geográficos del sistema terrestre.
Causas del cambio climático
Es mucho más fácil documentar las pruebas de la variabilidad del clima y el cambio climático pasado que determinar sus mecanismos subyacentes. El clima está influenciado por una multitud de factores que operan en escalas de tiempo que van desde horas hasta cientos de millones de años. Muchas de las causas del cambio climático son externas al sistema de la Tierra. Otras son parte del sistema de la Tierra pero externas a la atmósfera. Otras implican interacciones entre la atmósfera y otros componentes del sistema terrestre y se describen colectivamente como retroalimentaciones dentro del sistema terrestre. Las retroalimentaciones se encuentran entre los factores causales más recientemente descubiertos y difíciles de estudiar. No obstante, se reconoce cada vez más que esos factores desempeñan un papel fundamental en la variación del clima. En esta sección se describen los mecanismos más importantes.
Variabilidad solar
La luminosidad, o brillo, del Sol ha ido aumentando constantemente desde su formación. Este fenómeno es importante para el clima de la Tierra, porque el Sol proporciona la energía para impulsar la circulación atmosférica y constituye el aporte para el presupuesto de calor de la Tierra. La baja luminosidad solar durante el tiempo del Precámbrico subyace a la tenue paradoja del joven Sol, descrita en la sección Climas de la Tierra temprana.
La energía radiante procedente del Sol es variable en escalas de tiempo muy pequeñas, debido a las tormentas solares y otras perturbaciones, pero las variaciones en la actividad solar, en particular la frecuencia de las manchas solares, también están documentadas en escalas de tiempo que van de decenios a milenios y probablemente se producen también en escalas de tiempo más largas. Se ha sugerido que el "mínimo de Maunder", un período de actividad de manchas solares drásticamente reducida entre 1645 y 1715 d.C., es un factor que contribuye a la Pequeña Edad de Hielo. (Ver abajo Variación y cambio climático desde la aparición de la civilización).
La actividad volcánica
La actividad volcánica puede influir en el clima de varias maneras y en diferentes escalas de tiempo. Las erupciones volcánicas individuales pueden liberar grandes cantidades de dióxido de azufre y otros aerosoles en la estratosfera, reduciendo la transparencia atmosférica y, por tanto, la cantidad de radiación solar que llega a la superficie y la troposfera de la Tierra. Un ejemplo reciente es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que tuvo influencias mensurables en la circulación atmosférica y los balances de calor. La erupción de 1815 del Monte Tambora en la isla de Sumbawa tuvo consecuencias más dramáticas, ya que la primavera y el verano del año siguiente (1816, conocido como "el año sin verano") fueron inusualmente fríos en gran parte del mundo. Nueva Inglaterra y Europa experimentaron nevadas y heladas durante todo el verano de 1816.
Los volcanes y los fenómenos conexos, como el desgarramiento y la subducción de los océanos, liberan dióxido de carbono tanto en los océanos como en la atmósfera. Las emisiones son bajas; incluso una masiva erupción volcánica como la del Monte Pinatubo libera sólo una fracción del dióxido de carbono emitido por la combustión de combustibles fósiles en un año. Sin embargo, a escala geológica, la liberación de este gas de efecto invernadero puede tener efectos importantes. Las variaciones en la liberación de dióxido de carbono por los volcanes y las grietas oceánicas a lo largo de millones de años pueden alterar la química de la atmósfera. Esta variabilidad en las concentraciones de dióxido de carbono probablemente explica gran parte de la variación climática que ha tenido lugar durante el Eón Fanerozoico.
Actividad tectónica
Los movimientos tectónicos de la corteza terrestre han tenido profundos efectos en el clima en escalas de tiempo de millones a decenas de millones de años. Estos movimientos han cambiado la forma, el tamaño, la posición y la elevación de las masas continentales, así como la batimetría de los océanos. A su vez, los cambios topográficos y batimétricos han tenido fuertes efectos en la circulación tanto de la atmósfera como de los océanos. Por ejemplo, el levantamiento de la meseta tibetana durante la era cenozoica afectó las pautas de circulación atmosférica, creando el monzón de Asia meridional e influyendo en el clima de gran parte del resto de Asia y las regiones vecinas.
La actividad tectónica también influye en la química atmosférica, en particular en las concentraciones de dióxido de carbono. El dióxido de carbono se emite desde los volcanes y las fumarolas de las zonas de fisura y de subducción. Las variaciones en la tasa de propagación en las zonas de fisuras y el grado de actividad volcánica cerca de los márgenes de las placas han influido en las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono a lo largo de la historia de la Tierra. Incluso la meteorización química de la roca constituye un importante sumidero de dióxido de carbono. (Un sumidero de carbono es cualquier proceso que elimina el dióxido de carbono de la atmósfera mediante la conversión química del CO2 en compuestos de carbono orgánicos o inorgánicos). El ácido carbónico, formado a partir de dióxido de carbono y agua, es un reactivo en la disolución de silicatos y otros minerales. Las tasas de meteorización están relacionadas con la masa, la elevación y la exposición del lecho rocoso. La elevación tectónica puede aumentar todos estos factores y, por lo tanto, conducir a un aumento de la meteorización y la absorción de dióxido de carbono. Por ejemplo, la meteorización química de la meseta tibetana en ascenso puede haber desempeñado un papel importante en el agotamiento del dióxido de carbono en la atmósfera durante un período de enfriamiento global a finales del Cenozoico.
Variaciones orbitales
La geometría orbital de la Tierra se ve afectada de manera predecible por las influencias gravitatorias de otros planetas del sistema solar. Tres características primarias de la órbita de la Tierra se ven afectadas, cada una de ellas de manera cíclica o recurrente. Primero, la forma de la órbita de la Tierra alrededor del Sol, varía de casi circular a elíptica (excéntrica), con periodicidades de 100.000 y 413.000 años. En segundo lugar, la inclinación del eje de la Tierra con respecto al Sol, que es el principal responsable de los climas estacionales de la Tierra, varía entre 22,1° y 24,5° con respecto al plano de rotación de la Tierra alrededor del Sol. Esta variación se produce en un ciclo de 41.000 años. En general, cuanto mayor es la inclinación, mayor es la radiación solar recibida por los hemisferios en verano y menor la recibida en invierno. El tercer cambio cíclico en la geometría orbital de la Tierra resulta de dos fenómenos combinados: 1) El eje de rotación de la Tierra se tambalea, cambiando la dirección del eje con respecto al Sol, y 2) la orientación de la elipse orbital de la Tierra gira lentamente. Estos dos procesos crean un ciclo de 26.000 años, llamado precesión de los equinoccios, en el que la posición de la Tierra en los equinoccios y solsticios cambia. Hoy en día la Tierra está más cerca del Sol (perihelio) cerca del solsticio de diciembre, mientras que hace 9.000 años el perihelio se produjo cerca del solsticio de junio.
Estas variaciones orbitales causan cambios en la distribución latitudinal y estacional de la radiación solar, que a su vez impulsan una serie de variaciones climáticas. Las variaciones orbitales juegan un papel importante en el ritmo de los patrones glaciales-interglaciales y monzónicos. Sus influencias se han identificado en los cambios climáticos de gran parte del Fanerozoico. Por ejemplo, los ciclomotores -que son lechos marinos, fluviales y de carbón intercalados característicos del subperíodo de Pensilvania (hace 318,1 millones a 299 millones de años)- parecen representar los cambios impulsados por Milankovitch en el nivel medio del mar.
Los gases de efecto invernadero son moléculas de gas que tienen la propiedad de absorber la radiación infrarroja (energía térmica neta) emitida desde la superficie de la Tierra y volverla a radiar hacia la superficie terrestre, contribuyendo así al fenómeno conocido como efecto invernadero. El dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua son los gases de efecto invernadero más importantes, y tienen un profundo efecto en el presupuesto energético del sistema terrestre a pesar de que constituyen sólo una fracción de todos los gases atmosféricos. Las concentraciones de gases de efecto invernadero han variado sustancialmente durante la historia de la Tierra, y estas variaciones han impulsado cambios climáticos sustanciales en una amplia gama de escalas de tiempo. En general, las concentraciones de gases de efecto invernadero han sido particularmente altas durante los períodos cálidos y bajas durante las fases frías. Varios procesos influyen en las concentraciones de gases de efecto invernadero. Algunos, como las actividades tectónicas, operan en escalas de tiempo de millones de años, mientras que otros, como la vegetación, el suelo, los humedales y las fuentes y sumideros oceánicos, operan en escalas de tiempo de cientos a miles de años. Las actividades humanas -especialmente la combustión de combustibles fósiles desde la Revolución Industrial- son responsables del aumento constante de las concentraciones atmosféricas de diversos gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido de carbono, el metano, el ozono y los clorofluorocarbonos (CFC).
Tal vez el tema más intensamente discutido e investigado sobre la variabilidad del clima sea el papel de las interacciones y retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre. Las retroalimentaciones implican diferentes componentes que operan a diferentes velocidades y escalas de tiempo. Las capas de hielo, el hielo marino, la vegetación terrestre, las temperaturas oceánicas, las tasas de meteorización, la circulación oceánica y las concentraciones de gases de efecto invernadero están todas influidas directa o indirectamente por la atmósfera; sin embargo, todas ellas también retroalimentan a la atmósfera, influyéndola así de manera importante. Por ejemplo, las diferentes formas y densidades de vegetación en la superficie terrestre influyen en el albedo, o reflectividad, de la superficie de la Tierra, afectando así al balance global de radiación a escalas locales y regionales. Al mismo tiempo, la transferencia de moléculas de agua del suelo a la atmósfera está mediada por la vegetación, tanto directamente (por la transpiración a través de los estomas de las plantas) como indirectamente (por las influencias de la sombra y la temperatura en la evaporación directa del suelo). Esta regulación del flujo de calor latente por parte de la vegetación puede influir en el clima a escalas locales y globales. Como resultado, los cambios en la vegetación, que están parcialmente controlados por el clima, pueden a su vez influir en el sistema climático. La vegetación también influye en las concentraciones de gases de efecto invernadero; las plantas vivas constituyen un importante sumidero de dióxido de carbono atmosférico, mientras que actúan como fuentes de dióxido de carbono cuando se queman por incendios o se descomponen. Estas y otras retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre son fundamentales tanto para comprender los cambios climáticos del pasado como para predecir los futuros.
Las actividades humanas
El reconocimiento del cambio climático mundial como una cuestión ambiental ha llamado la atención sobre el impacto climático de las actividades humanas. La mayor parte de esta atención se ha centrado en la emisión de dióxido de carbono mediante la combustión de combustibles fósiles y la deforestación. Las actividades humanas también producen emisiones de otros gases de efecto invernadero, como el metano (procedente del cultivo de arroz, el ganado, los vertederos y otras fuentes) y los clorofluorocarbonos (procedentes de fuentes industriales). Hay pocas dudas entre los climatólogos de que estos gases de efecto invernadero afectan al presupuesto de radiación de la Tierra; la naturaleza y la magnitud de la respuesta climática son objeto de una intensa actividad de investigación. Los registros paleoclimáticos de los anillos de los árboles, los corales y los núcleos de hielo indican una clara tendencia al calentamiento que abarca todo el siglo XX y la primera década del siglo XXI. De hecho, el siglo XX fue el más cálido de los últimos 10 siglos, y la década 2001-10 fue la década más cálida desde el comienzo de los registros instrumentales modernos. Muchos climatólogos han señalado este patrón de calentamiento como una clara evidencia de los cambios climáticos inducidos por el hombre como resultado de la producción de gases de efecto invernadero.
Un segundo tipo de impacto humano, la conversión de la vegetación por la deforestación, la forestación y la agricultura, está recibiendo una creciente atención como una fuente adicional de cambio climático. Cada vez es más evidente que los impactos humanos sobre la cubierta vegetal pueden tener efectos locales, regionales e incluso mundiales sobre el clima, debido a los cambios en el flujo de calor sensible y latente hacia la atmósfera y la distribución de la energía dentro del sistema climático. La medida en que estos factores contribuyen al cambio climático reciente y en curso es una importante área de estudio emergente.
El cambio climático en el transcurso de la vida humana
Independientemente de su ubicación en el planeta, todos los seres humanos experimentan la variabilidad y el cambio climático durante sus vidas. Los fenómenos más familiares y predecibles son los ciclos estacionales, a los que las personas ajustan su ropa, las actividades al aire libre, los termostatos y las prácticas agrícolas. Sin embargo, no hay dos veranos o inviernos exactamente iguales en el mismo lugar; algunos son más cálidos, húmedos o tormentosos que otros. Esta variación interanual del clima es en parte responsable de las variaciones de un año a otro en los precios del combustible, el rendimiento de los cultivos, los presupuestos de mantenimiento de las carreteras y los riesgos de incendios forestales. Las inundaciones provocadas por las precipitaciones en un solo año pueden causar graves daños económicos, como los de la cuenca de drenaje del río Misisipí superior durante el verano de 1993, y pérdidas de vidas, como las que devastaron gran parte de Bangladesh en el verano de 1998. También pueden producirse daños y pérdidas de vidas similares como resultado de incendios forestales, tormentas graves, huracanes, olas de calor y otros acontecimientos relacionados con el clima.
La variación y el cambio climático también pueden ocurrir en períodos más largos, como décadas. Algunos lugares experimentan múltiples años de sequía, inundaciones u otras condiciones duras. Esas variaciones decenales del clima plantean problemas para las actividades humanas y la planificación. Por ejemplo, las sequías plurianuales pueden perturbar el suministro de agua, inducir a la pérdida de cosechas y causar trastornos económicos y sociales, como en el caso de las sequías de Dust Bowl en el medio continente de América del Norte durante el decenio de 1930. Las sequías plurianuales pueden incluso causar una hambruna generalizada, como en la sequía del Sahel que se produjo en el norte de África durante los años setenta y ochenta.
Variación estacional
Todos los lugares de la Tierra experimentan una variación estacional del clima (aunque el cambio puede ser leve en algunas regiones tropicales). Esta variación cíclica es impulsada por los cambios estacionales en el suministro de radiación solar a la atmósfera y la superficie de la Tierra. La órbita de la Tierra alrededor del Sol es elíptica; está más cerca del Sol ( 147 millones de km [unos 91 millones de millas]) cerca del solsticio de invierno y más lejos del Sol (152 millones de km [unos 94 millones de millas]) cerca del solsticio de verano en el Hemisferio Norte. Además, el eje de rotación de la Tierra se produce en un ángulo oblicuo (23,5°) con respecto a su órbita. Por lo tanto, cada hemisferio está inclinado lejos del Sol durante su período de invierno y hacia el Sol en su período de verano. Cuando un hemisferio está inclinado lejos del Sol, recibe menos radiación solar que el hemisferio opuesto, que en ese momento está apuntado hacia el Sol. Así, a pesar de la mayor proximidad del Sol en el solsticio de invierno, el hemisferio norte recibe menos radiación solar durante el invierno que durante el verano. También como consecuencia de la inclinación, cuando el Hemisferio Norte experimenta el invierno, el Hemisferio Sur experimenta el verano.
El sistema climático de la Tierra está impulsado por la radiación solar; las diferencias estacionales en el clima resultan en última instancia de los cambios estacionales en la órbita de la Tierra. La circulación del aire en la atmósfera y del agua en los océanos responde a las variaciones estacionales de la energía disponible del Sol. Los cambios estacionales específicos del clima que se producen en cualquier lugar determinado de la superficie de la Tierra resultan en gran medida de la transferencia de energía de la circulación atmosférica y oceánica. Las diferencias en el calentamiento de la superficie que tienen lugar entre el verano y el invierno hacen que las vías de las tormentas y los centros de presión cambien de posición y fuerza. Estas diferencias de calentamiento también provocan cambios estacionales en la nubosidad, las precipitaciones y el viento.
Las respuestas estacionales de la biosfera (especialmente la vegetación) y la criosfera (glaciares, hielo marino, campos de nieve) también contribuyen a la circulación atmosférica y al clima. La caída de hojas de los árboles de hoja caduca al entrar en el letargo invernal aumenta el albedo (reflectividad) de la superficie de la Tierra y puede conducir a un mayor enfriamiento local y regional. De manera similar, la acumulación de nieve también aumenta el albedo de las superficies terrestres y a menudo amplifica los efectos del invierno.
Variación interanual
Las variaciones climáticas interanuales, incluidas las sequías, las inundaciones y otros acontecimientos, son causadas por una compleja serie de factores e interacciones del sistema terrestre. Una característica importante que desempeña un papel en estas variaciones es el cambio periódico de las pautas de circulación atmosférica y oceánica en la región del Pacífico tropical, conocido colectivamente como variación de El Niño-Oscilación Austral (ENSO). Aunque sus principales efectos climáticos se concentran en el Pacífico tropical, la ENOS tiene efectos en cascada que a menudo se extienden a la región del Océano Atlántico, al interior de Europa y Asia, y a las regiones polares. Estos efectos, denominados teleconexiones, se producen porque las alteraciones en las pautas de circulación atmosférica de baja latitud en la región del Pacífico influyen en la circulación atmosférica de los sistemas adyacentes y descendentes. Como resultado, las trayectorias de las tormentas se desvían y las crestas de presión atmosférica (zonas de alta presión) y las canalizaciones (zonas de baja presión) se desplazan de sus patrones habituales.
Como ejemplo, los eventos de El Niño ocurren cuando los vientos alisios del este en el Pacífico tropical se debilitan o invierten su dirección. Esto cierra el afloramiento de las aguas profundas y frías de la costa occidental de América del Sur, calienta el Pacífico oriental e invierte el gradiente de presión atmosférica en el Pacífico occidental. Como resultado, el aire de la superficie se desplaza hacia el este desde Australia e Indonesia hacia el Pacífico central y las Américas. Estos cambios producen grandes precipitaciones e inundaciones repentinas a lo largo de la costa normalmente árida del Perú y una grave sequía en las regiones normalmente húmedas del norte de Australia e Indonesia. Los fenómenos de El Niño particularmente graves provocan el fracaso de los monzones en la región del Océano Índico, lo que da lugar a una intensa sequía en la India y en África oriental. Al mismo tiempo, las trayectorias del oeste y de las tormentas se desplazan hacia el Ecuador, lo que proporciona a California y al desierto del sudoeste de los Estados Unidos un clima invernal húmedo y tormentoso y hace que las condiciones invernales en el noroeste del Pacífico, que suelen ser húmedas, se vuelvan más cálidas y secas. El desplazamiento de los vientos del oeste también provoca sequías en el norte de China y desde el noreste de Brasil a través de secciones de Venezuela. Los registros a largo plazo de la variación del ENOS a partir de documentos históricos, anillos de árboles y corales de arrecifes indican que los eventos de El Niño ocurren, en promedio, cada dos a siete años. Sin embargo, la frecuencia e intensidad de estos eventos varían a lo largo del tiempo.
La Oscilación del Atlántico Norte (OAN) es otro ejemplo de una oscilación interanual que produce importantes efectos climáticos dentro del sistema terrestre y puede influir en el clima en todo el hemisferio norte. Este fenómeno es el resultado de la variación del gradiente de presión, o la diferencia de presión atmosférica entre el máximo subtropical, situado normalmente entre las Azores y Gibraltar, y el mínimo islandés, centrado entre Islandia y Groenlandia. Cuando el gradiente de presión es pronunciado debido a un fuerte máximo subtropical y un bajo islandés profundo (fase positiva), Europa septentrional y Asia septentrional experimentan inviernos cálidos y húmedos con frecuentes y fuertes tormentas invernales. Al mismo tiempo, el sur de Europa es seco. El este de los Estados Unidos también experimenta inviernos más cálidos y menos nevados durante las fases positivas de la NAO, aunque el efecto no es tan grande como en Europa. El gradiente de presión se atenúa cuando la NAO está en un modo negativo, es decir, cuando existe un gradiente de presión más débil a partir de la presencia de un débil máximo subtropical y un mínimo islandés. Cuando esto sucede, la región del Mediterráneo recibe abundantes precipitaciones invernales, mientras que el norte de Europa es frío y seco. El este de los Estados Unidos es típicamente más frío y con más nieve durante una fase negativa de la NAO.
Durante los años en que la Oscilación del Atlántico Norte (OAN) se encuentra en su fase positiva, el este de los Estados Unidos, el sudeste del Canadá y el noroeste de Europa experimentan temperaturas invernales más cálidas, mientras que en estos lugares se encuentran temperaturas más frías durante su fase negativa. Cuando tanto el Niño/Oscilación Austral (ENSO) como la NAO se encuentran en su fase positiva, los inviernos europeos tienden a ser más húmedos y menos severos; sin embargo, más allá de esta tendencia general, la influencia del ENSO sobre la NAO no se comprende bien.
Los ciclos del ENSO y la NAO son impulsados por las retroalimentaciones e interacciones entre los océanos y la atmósfera. La variación climática interanual es impulsada por estos y otros ciclos, interacciones entre ciclos y perturbaciones en el sistema terrestre, como las que resultan de grandes inyecciones de aerosoles de las erupciones volcánicas. Un ejemplo de perturbación debida al vulcanismo es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que provocó una disminución de la temperatura mundial media de aproximadamente 0,5 °C (0,9 °F) el verano siguiente.
Variación decenal
El clima varía en escalas de tiempo decenales, con grupos de varios años de condiciones húmedas, secas, frescas o cálidas. Estos grupos plurianuales pueden tener efectos dramáticos en las actividades y el bienestar humanos. Por ejemplo, una grave sequía de tres años a finales del siglo XVI probablemente contribuyó a la destrucción de la "Colonia Perdida" de Sir Walter Raleigh en la isla de Roanoke, en lo que hoy es Carolina del Norte, y una posterior sequía de siete años (1606-12) provocó una elevada mortalidad en la colonia de Jamestown, en Virginia. Además, algunos estudiosos han implicado a las sequías persistentes y graves como la principal razón del colapso de la civilización maya en Mesoamérica entre 750 y 950 d.C.; sin embargo, los descubrimientos de principios del siglo XXI sugieren que las perturbaciones del comercio relacionadas con la guerra desempeñaron un papel, posiblemente interactuando con las hambrunas y otras tensiones relacionadas con la sequía.
Aunque la variación climática a escala decenal está bien documentada, las causas no están del todo claras. Gran parte de la variación decenal del clima está relacionada con las variaciones interanuales. Por ejemplo, la frecuencia y la magnitud del ENOS cambian a lo largo del tiempo. Los primeros años de la década de 1990 se caracterizaron por repetidos eventos de El Niño, y se han identificado varias agrupaciones de este tipo que tuvieron lugar durante el siglo XX. La pendiente del gradiente del NAO también cambia en escalas temporales decenales; ha sido particularmente pronunciada desde el decenio de 1970.
Investigaciones recientes han revelado que las variaciones del clima a escala decenal son el resultado de las interacciones entre el océano y la atmósfera. Una de esas variaciones es la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO), también conocida como Variabilidad Decadal del Pacífico (PDV), que implica cambios en las temperaturas de la superficie del mar (SST) en el Océano Pacífico Norte. Las TSM influyen en la fuerza y la posición de la Baja Aleutiana, que a su vez afecta fuertemente los patrones de precipitación a lo largo de la costa del Pacífico de Norteamérica. La variación de las TSM consiste en una alternancia entre los períodos de "fase fría", en los que la costa de Alaska es relativamente seca y el noroeste del Pacífico relativamente húmedo (por ejemplo, 1947-76), y los períodos de "fase cálida", caracterizados por una precipitación relativamente alta en la costa de Alaska y una precipitación baja en el noroeste del Pacífico (por ejemplo, 1925-46, 1977-98). Los registros de anillos de árboles y corales, que abarcan al menos los últimos cuatro siglos, documentan la variación del DOP.
Una oscilación similar, la Oscilación Multidecadal del Atlántico (OMA), se produce en el Atlántico Norte e influye fuertemente en los patrones de precipitación de América del Norte oriental y central. Una AMO de fase cálida (TSM del Atlántico Norte relativamente cálida) se asocia con precipitaciones relativamente altas en Florida y bajas en gran parte del Valle de Ohio. Sin embargo, el AMO interactúa con el PDO, y ambos interactúan con variaciones interanuales, como el ENSO y la NAO, en formas complejas . Tales interacciones pueden llevar a la amplificación de sequías, inundaciones u otras anomalías climáticas. Por ejemplo, las graves sequías que se produjeron en gran parte de los Estados Unidos conterminosos en los primeros años del siglo XXI se asociaron con la OMA de fase cálida combinada con la DOP de fase fría. Los mecanismos que subyacen a las variaciones decenales, como el PDO y la AMO, no se conocen bien, pero probablemente estén relacionados con las interacciones océano-atmósfera con constantes temporales más grandes que las variaciones interanuales. Las variaciones climáticas decenales son objeto de un intenso estudio por parte de los climatólogos y los paleoclimatólogos.
Autor: Williams
Acuerdo de París sobre el Cambio Climático de 2015
El Acuerdo de París representa un hito en las negociaciones sobre el clima de la ONU. A pesar de las diferencias duraderas y aparentemente insolubles, las Partes aprovecharon la voluntad política necesaria para llegar a un acuerdo que logre un equilibrio cuidadoso entre la ambición y la diferenciación. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). El Acuerdo de París contiene objetivos ambiciosos, obligaciones extensivas y una supervisión rigurosa. Es cierto que los objetivos son aspiracionales, las obligaciones en gran parte de la conducta y gran parte de los mecanismos de los mecanismos de supervisión aún no se han desarrollado.
Otros Elementos
Además, el Acuerdo de París en una muestra de solidaridad con los países en desarrollo también está firmemente anclado en el principio CBDR, y contiene una diferenciación matizada adaptada a las necesidades de cada pilar de Durban: mitigación, adaptación, finanzas, desarrollo de capacidades, tecnología y transparencia.
Cierto es que, sin embargo, a pesar de sus muchos compromisos y enfermedades, el Acuerdo de París representa un acuerdo durísimo entre 196 naciones. Los países de la división de países desarrollados y en vías de desarrollo hicieron concesiones significativas de posiciones de larga duración en las últimas horas de la conferencia para hacer posible el acuerdo final. La notable voluntad política mostrada, si no el régimen creado por el Acuerdo de París, superará con el tiempo el desafío climático.
Autor: Williams
Cumbre de Durban sobre el Cambio Climático
Sobre la Conferencia o Cumbre de Durban sobre el Cambio Climático, véase aquí.
Consideraciones Generales
Hace referencia la expresión «cambio climático», en esta plataforma global, fundamentalmente a las variaciones que ha experimentado el clima a lo largo del tiempo y que modifican la composición de la atmósfera terrestre.Entre las Líneas En esta plataforma, cambio climático incluye entradas sobre cuestiones tales como Desertificación y Gases de efecto invernadero.Entre las Líneas En esta plataforma, los conceptos y temas relacionados con cambio climático incluyen los siguientes: Precursores químicos, Riego, Eficiencia energética, Deforestación, Convenio de Bonn, Productos petrolíferos, Comercio e industria. Para más información sobre cambio climático en un contexto más anglosajón, puede verse, en inglés, Climate change (cambio climático).
Falta de Implicación de las Personas
Las personas quieren evitar las amenazas. Si caminamos por una calle oscura y apartada de la ciudad, estaremos atentos a lo que vemos y oímos inesperadamente y, probablemente, aceleraremos el paso para regresar a una zona poblada lo más rápido posible. Si salimos a la calle y vemos un autobús que se dirige hacia nosotros, saltaremos hacia atrás. Si un gran perro desconocido está gruñendo delante de la puerta de nuestra casa, nos quedaremos dentro.
Recientemente, nos informaron sobre otra amenaza seria. Según el reciente informe de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, si los países de todo el mundo no toman medidas drásticas pronto, podría haber graves consecuencias en los próximos 25 años.Si, Pero: Pero el presidente de Estados Unidos ni siquiera hizo comentarios sobre el informe después de su publicación y el candidato principal en las elecciones presidenciales de Brasil prometió retirar al país del acuerdo de París.
Si la gente está motivada para evitar amenazas a su existencia, ¿por qué es tan difícil lograr su actividad sobre el cambio climático?
Desafortunadamente, el cambio climático implica una combinación de factores que dificultan que las personas se conciencen.
Primero, actuar sobre el cambio climático representa un intercambio entre los beneficios a corto y a largo plazo, que es lo más difícil para la gente. Varias décadas de trabajo sobre el descuento temporal señalan que sobrevaloramos los beneficios a corto plazo (véase más en esta plataforma general) en relación con los beneficios a largo plazo. Las personas no ahorran suficiente dinero para la jubilación, prefieren gastar el dinero ahora en lugar de tenerlo en su vejez. La gente come en exceso actualmente, a pesar de los problemas que la obesidad puede causar en el futuro.
Ignorar el cambio climático a corto plazo (véase más en esta plataforma general) tiene beneficios tanto para los individuos como para las organizaciones. Las personas no tienen que hacer cambios en los coches que conducen, en los productos que compran o en las casas donde viven si ignoran la influencia que tiene su huella de carbono en el mundo.
Detalles
Las empresas pueden mantener la producción más barata si no tienen que desarrollar nuevos procesos para limitar las emisiones de carbono. Los gobiernos pueden ahorrar dinero al confiar en los métodos de generar energía que impliquen combustión en vez de desarrollar y mejorar las fuentes de energía verde, incluso aquellas que son más rentables a largo plazo.
En segundo lugar, el cambio climático es un problema no lineal. A la gente le encanta hacer juicios de tendencias lineales. Si gastamos 5 dólares (4,35 euros) al día en café, entonces es fácil calcular cómo este gasto afecta nuestro presupuesto semanal, sin necesidad de una hoja de cálculo.
Cuando una función aumenta lentamente al principio y luego acelera, eso causa problemas, porque las personas la extrapolan linealmente. Un par de cigarrillos probablemente no son mortales.
Indicaciones
En cambio, es el daño acumulado de varios años de fumar que lleva a importantes problemas de salud. Durante muchos años, entonces, los fumadores pueden practicar su hábito sin consecuencias obvias hasta que de repente surge un problema significante. Como resultado, los problemas de salud parece que cogen de sorpresa a las personas cuando realmente han estado generándolos durante todo el tiempo.
Del mismo modo, pasó mucho tiempo antes de que hubiera signos de cambio climático que fueran obvios para las personas. La gente tiene una mejor reacción con amenazas obvias, como ese perro desagradable en la puerta, que con las que aumentan de manera rápida y no lineal.
Tercero, muchos efectos del cambio climático ocurren lejos de la mayoría de las personas. La investigación sobre la teoría del nivel de interpretación sostiene que las personas conceptualizan lo que está psicológicamente lejos de ellas (en el tiempo, el espacio o la distancia social) de manera más abstracta de lo que tienen cerca. Cuando hay desastres naturales que son probablemente un reflejo del cambio climático (como incendios forestales o tormentas extremas), tienden a ocurrir lejos de donde vive la mayoría de la gente. Como resultado, esa mayoría de las personas no están obligadas a lidiar con los aspectos específicos del cambio climático, sino que pueden tratarlo como un concepto abstracto. Y los conceptos abstractos simplemente no motivan a las personas a actuar tan enérgicamente como lo harían con los específicos.
Cuarto, el futuro es siempre más incierto que el presente. Esa es una de las razones por las cuales las personas valoran el presente muchísimo más. Al fin y al cabo, si ahorramos mucho dinero para la jubilación, no hay garantías de que viviremos lo suficiente como para disfrutarlo.Entre las Líneas En el caso del cambio climático, hay escépticos que argumentan que no es seguro que la influencia de la actividad humana en el clima tenga las terribles consecuencias que algunos expertos han proyectado.
Aunque todos estos factores están en contra de nosotros, la esperanza existe. Ya sea involucrándonos en más actividades que reduzcan nuestro impacto en el clima o tratando de convencer a otras personas (u organizaciones) para que actúen, hay algunas cosas que podemos hacer.
Acercarnos mentalmente al futuro, para empezar a sentir los detalles de una vida cotidiana interrumpida por un cambio en el clima global, ayudará a reducir la distancia psicológica. Solo cuando experimentemos esta futura amenaza en el presente (en vez de algo que aún está a una generación de distancia) tendremos suficiente fuerza motivadora para involucrarnos en acciones que requieren más esfuerzo hoy en día, como coger el transporte público o rechazar el servicio de aire acondicionado en un caluroso día de verano. Familiarizarnos con los informes y las predicciones (puede comenzar con el informe de las Naciones Unidas) y pensar y explicar cómo se verá afectada su vida diaria.
También vale la pena enfrentarse a la incertidumbre del futuro. Si Usted (o alguien que conoce) se muestra escéptico de que la actividad humana está afectando al clima, considere la probabilidad de que el cambio climático global sea real. La mayoría de los negacionistas piensan que hay al menos alguna posibilidad de que la actividad humana esté afectando al clima. Pídales que muestren su probabilidad. Cuando he intentado esto con los escépticos con los que he hablado, a menudo daban una probabilidad baja, como el 20%.Entre las Líneas En ese punto, trato de hacer la decisión más específica. Les pregunto si estarían dispuestos a renunciar a algo hoy para invertir en una enfermedad que tiene una posibilidad de uno entre cinco de afectar a un nieto suyo. Y si es así, entonces les pregunto qué diferencia tiene eso con tomar en serio el cambio climático.
El calentamiento global es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la humanidad hoy en día, y el fenómeno climático fue objeto de titulares una y otra vez mientras la gente seguía observando extrañas pautas meteorológicas y mientras los debates se ensañaban en los ámbitos políticos sobre si debíamos abordar el tema y cómo hacerlo.
El calentamiento global es real, y está cambiando el clima. Hay pruebas significativas de que los climas de todo el mundo están cambiando y que esos cambios están ocurriendo debido a las actividades humanas. Esa es una de las razones por las que es tan importante estar informado sobre qué actividades humanas contribuyen al calentamiento global y qué actividades humanas pueden ayudar a evitar que progrese.
Política pública sobre el calentamiento global
Desde el siglo XIX, muchos investigadores que trabajan en una amplia gama de disciplinas académicas han contribuido a mejorar la comprensión de la atmósfera y del sistema climático mundial. La preocupación de los científicos prominentes del clima por el calentamiento global y el cambio climático inducido por el hombre (o "antropogénico") surgió a mediados del siglo XX, pero la mayor parte del debate científico y político sobre la cuestión no comenzó hasta el decenio de 1980. Hoy en día, los principales científicos del clima están de acuerdo en que muchos de los cambios que se están produciendo en el sistema climático mundial se deben en gran medida a la liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero, gases que potencian el efecto invernadero natural de la Tierra. La mayoría de los gases de efecto invernadero son liberados por la quema de combustibles fósiles para la calefacción, la cocina, la generación de electricidad, el transporte y la fabricación, pero también son liberados como resultado de la descomposición natural de los materiales orgánicos, los incendios forestales, la deforestación y las actividades de limpieza de tierras. Quienes se oponen a este punto de vista han subrayado a menudo el papel de los factores naturales en la variación climática del pasado y han acentuado las incertidumbres científicas relacionadas con los datos sobre el calentamiento de la Tierra y el cambio climático. No obstante, un creciente número de científicos ha pedido a los gobiernos, las industrias y los ciudadanos que reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Todos los países emiten gases de efecto invernadero, pero los países altamente industrializados y los países más poblados emiten cantidades significativamente mayores que otros. Los países de América del Norte y Europa que fueron los primeros en someterse al proceso de industrialización han sido responsables de la liberación de la mayoría de los gases de efecto invernadero en términos acumulativos absolutos desde el comienzo de la Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII. Hoy en día, a estos países se les están sumando grandes países en desarrollo como China y la India, donde la rápida industrialización va acompañada de una creciente liberación de gases de efecto invernadero. Los Estados Unidos, que poseen aproximadamente el 5% de la población mundial, emitieron casi el 21% de los gases de efecto invernadero mundiales en 2000. Ese mismo año, los entonces 25 Estados miembros de la Unión Europea (UE) -con una población combinada de 450 millones de personas- emitieron el 14 por ciento de todos los gases de efecto invernadero antropogénicos. Esta cifra era aproximadamente la misma que la fracción liberada por los 1.200 millones de personas de China. En 2000, el estadounidense medio emitió 24,5 toneladas de gases de efecto invernadero, la persona media que vivía en la UE emitió 10,5 toneladas, y la persona media que vivía en China emitió sólo 3,9 toneladas. Aunque las emisiones de gases de efecto invernadero per cápita de China siguieron siendo considerablemente inferiores a las de la UE y los Estados Unidos, fue el mayor emisor de gases de efecto invernadero en 2006 en términos absolutos.
El IPCC y el consenso científico
Un primer paso importante en la formulación de políticas públicas sobre el calentamiento global y el cambio climático es la recopilación de datos científicos y socioeconómicos pertinentes. En 1988 la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente establecieron el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). El IPCC tiene el mandato de evaluar y resumir los datos científicos, técnicos y socioeconómicos más recientes sobre el cambio climático y de publicar sus conclusiones en informes que se presentan a las organizaciones internacionales y a los gobiernos nacionales de todo el mundo. Muchos miles de los principales científicos y expertos del mundo en las esferas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático han trabajado en el marco del IPCC, produciendo importantes conjuntos de evaluaciones en 1990, 1995, 2001, 2007 y 2014, y varias evaluaciones especiales adicionales. En esos informes se evaluaron las bases científicas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático, las principales cuestiones relacionadas con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y el proceso de adaptación a un clima cambiante.
En el primer informe del IPCC, publicado en 1990, se afirmaba que una buena cantidad de datos mostraba que la actividad humana afectaba a la variabilidad del sistema climático; sin embargo, los autores del informe no pudieron llegar a un consenso sobre las causas y los efectos del calentamiento de la Tierra y el cambio climático en ese momento. El informe del IPCC de 1995 afirmaba que el balance de las pruebas sugería "una influencia humana discernible en el clima". El informe del IPCC de 2001 confirmó las conclusiones anteriores y presentó pruebas más sólidas de que la mayor parte del calentamiento de los 50 años anteriores era atribuible a las actividades humanas. En el informe de 2001 también se señalaba que los cambios observados en los climas regionales estaban empezando a afectar a muchos sistemas físicos y biológicos y que había indicios de que los sistemas sociales y económicos también se estaban viendo afectados.
La cuarta evaluación del IPCC, publicada en 2007, reafirmó las principales conclusiones de los informes anteriores, pero los autores también declararon -en lo que se consideró un juicio conservador- que estaban seguros, al menos en un 90%, de que la mayor parte del calentamiento observado durante el medio siglo anterior había sido causado por la liberación de gases de efecto invernadero a través de una multitud de actividades humanas. Tanto el informe de 2001 como el de 2007 afirmaban que durante el siglo XX se había producido un aumento de la temperatura superficial media mundial de 0,6 °C (1,1 °F), dentro de un margen de error de ±0,2 °C (0,4 °F). Mientras que el informe de 2001 preveía un aumento adicional de la temperatura media de 1,4 a 5,8 °C (2,5 a 10,4 °F) para 2100, el informe de 2007 refinó esta previsión hasta un aumento de 1,8 a 4,0 °C (3,2 a 7,2 °F) para finales del siglo XXI. Esas previsiones se basaron en el examen de una serie de hipótesis que caracterizaron las tendencias futuras de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La quinta evaluación del IPCC, publicada en 2014, refinó aún más los aumentos previstos de la temperatura media mundial y del nivel del mar. El informe de 2014 afirmaba que en el intervalo entre 1880 y 2012 se produjo un aumento de la temperatura media mundial de aproximadamente 0,85 °C (1,5 °F) y que en el intervalo entre 1901 y 2010 se produjo un aumento del nivel medio del mar mundial de unos 19-21 cm (7,5-8,3 pulgadas). El informe predijo que para finales del siglo XXI las temperaturas superficiales en todo el mundo aumentarían entre 0,3 y 4,8 °C (0,5 y 8,6 °F), y el nivel del mar podría subir entre 26 y 82 cm (10,2 y 32,3 pulgadas) en relación con el promedio de 1986-2005.
Cada informe del IPCC ha contribuido a crear un consenso científico en el sentido de que las elevadas concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera son los principales impulsores del aumento de las temperaturas del aire cerca de la superficie y de los cambios climáticos asociados en curso. A este respecto, se considera que el actual episodio de cambio climático, que comenzó a mediados del siglo XX, es fundamentalmente diferente de los períodos anteriores en el sentido de que los ajustes críticos han sido causados por actividades derivadas del comportamiento humano y no por factores no antropogénicos. En la evaluación de 2007 del IPCC se proyectó que cabría esperar que los futuros cambios climáticos incluyeran un calentamiento continuo, modificaciones de las pautas y cantidades de precipitaciones, elevación del nivel del mar y "cambios en la frecuencia e intensidad de algunos fenómenos extremos". Esos cambios tendrían efectos importantes en muchas sociedades y en los sistemas ecológicos de todo el mundo (véase Investigación sobre el clima y los efectos del calentamiento mundial). Véase en este recurso la Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto.
Futura política sobre el cambio climático
Los países difieren en cuanto a la forma de proceder en materia de política internacional con respecto a los acuerdos climáticos. Los objetivos a largo plazo formulados en Europa y los Estados Unidos buscan reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 80 por ciento para mediados del siglo XXI. En relación con estos esfuerzos, la UE estableció el objetivo de limitar el aumento de la temperatura a un máximo de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales. (Muchos científicos del clima y otros expertos coinciden en que se producirán importantes daños económicos y ecológicos si el promedio mundial de las temperaturas del aire cercano a la superficie se eleva más de 2 °C (3,6 °F) por encima de las temperaturas preindustriales en el próximo siglo).
A pesar de las diferencias de enfoque, los países iniciaron las negociaciones sobre un nuevo tratado, basado en un acuerdo alcanzado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en 2007 en Bali (Indonesia), que sustituiría al Protocolo de Kyoto una vez que éste expirara. En la 17ª Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP17), celebrada en Durban (Sudáfrica) en 2011, la comunidad internacional se comprometió a elaborar un tratado climático amplio y jurídicamente vinculante que sustituyera al Protocolo de Kyoto para 2015. Dicho tratado exigiría a todos los países productores de gases de efecto invernadero -incluidos los principales emisores de carbono que no se atienen al Protocolo de Kyoto (como China, la India y los Estados Unidos)- que limitaran y redujeran sus emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Este compromiso fue reafirmado por la comunidad internacional en el 18º período de sesiones de la Conferencia de las Partes (CP 18), celebrado en Doha (Qatar) en 2012. Dado que los términos del Protocolo de Kyoto se fijaron para que terminaran en 2012, los delegados de la CP 17 y la CP 18 acordaron prorrogar el Protocolo de Kyoto para salvar la brecha entre la fecha de expiración original y la fecha en que el nuevo tratado sobre el clima pasaría a ser jurídicamente vinculante. En consecuencia, los delegados de la COP18 decidieron que el Protocolo de Kyoto terminaría en 2020, año en el que se esperaba que el nuevo tratado climático entrara en vigor. Esta prórroga tenía el beneficio añadido de proporcionar un tiempo adicional para que los países cumplieran sus objetivos de emisión para 2012.
Convocados en París en 2015, los líderes mundiales y otros delegados de la COP21 firmaron un acuerdo global pero no vinculante para limitar el aumento de la temperatura media mundial a no más de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales y, al mismo tiempo, esforzarse por mantener este aumento a 1,5 °C (2,7 °F) por encima de los niveles preindustriales. El Acuerdo de París fue un acuerdo histórico que ordenó un examen de los progresos cada cinco años y la creación de un fondo de 100.000 millones de dólares para 2020 -que se repondría anualmente- para ayudar a los países en desarrollo a adoptar tecnologías que no produzcan gases de efecto invernadero. El número de partes (signatarios) del convenio ascendía a 197 en 2019, y 185 países habían ratificado el acuerdo. A pesar de que Estados Unidos había ratificado el acuerdo en septiembre de 2016, la toma de posesión de Donald J. Trump como presidente en enero de 2017 anunció una nueva era en la política climática de Estados Unidos, y el 1 de junio de 2017 Trump señaló su intención de sacar a Estados Unidos del acuerdo climático después de que concluyera el proceso de salida formal. Su sucesor, Biden, es un firme defensor de la lucha por el medio ambiente.
Un número cada vez mayor de ciudades del mundo está iniciando una multitud de esfuerzos locales y subregionales para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Muchos de esos municipios están adoptando medidas como miembros del Consejo Internacional para las Iniciativas Ambientales Locales y su programa Ciudades para la Protección del Clima, que esboza principios y medidas para adoptar medidas a nivel local. En 2005, la Conferencia de Alcaldes de los Estados Unidos aprobó el Acuerdo de Protección del Clima, en el que las ciudades se comprometieron a reducir para 2012 las emisiones a un 7 por ciento por debajo de los niveles de 1990. Además, muchas empresas privadas están desarrollando políticas corporativas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Un ejemplo notable de un esfuerzo liderado por el sector privado es la creación del Chicago Climate Exchange como medio para reducir las emisiones a través de un proceso de comercio.
A medida que las políticas públicas relativas al calentamiento global y al cambio climático continúan desarrollándose a nivel mundial, regional, nacional y local, se dividen en dos grandes tipos. El primer tipo, la política de mitigación, se centra en diferentes formas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Dado que la mayoría de las emisiones proceden de la quema de combustibles fósiles para la energía y el transporte, gran parte de la política de mitigación se centra en el cambio a fuentes de energía menos intensivas en carbono (como la energía eólica, solar e hidroeléctrica), la mejora de la eficiencia energética de los vehículos y el apoyo al desarrollo de nuevas tecnologías. En cambio, el segundo tipo, la política de adaptación, trata de mejorar la capacidad de diversas sociedades para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante. Por ejemplo, algunas políticas de adaptación están concebidas para alentar a los grupos a modificar las prácticas agrícolas en respuesta a los cambios estacionales, mientras que otras políticas están concebidas para preparar a las ciudades situadas en las zonas costeras para un nivel de mar elevado.
En cualquier caso, la reducción a largo plazo de las descargas de gases de efecto invernadero requerirá la participación tanto de los países industriales como de los principales países en desarrollo. En particular, la liberación de gases de efecto invernadero de fuentes chinas e indias está aumentando rápidamente en paralelo con la rápida industrialización de esos países. En 2006 China superó a los Estados Unidos como principal emisor del mundo de gases de efecto invernadero en términos absolutos (aunque no en términos per cápita), en gran medida debido a la mayor utilización de carbón y otros combustibles fósiles por parte de China. De hecho, todos los países del mundo se enfrentan al reto de encontrar formas de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero al tiempo que promueven un desarrollo económico ambiental y socialmente deseable (conocido como "desarrollo sostenible" o "crecimiento inteligente"). Mientras que algunos opositores de los que piden medidas correctivas siguen sosteniendo que los costos de la mitigación a corto plazo serán demasiado elevados, un número cada vez mayor de economistas y encargados de la formulación de políticas sostienen que será menos costoso, y posiblemente más rentable, para las sociedades adoptar medidas preventivas tempranas que abordar los graves cambios climáticos en el futuro. Es probable que muchos de los efectos más nocivos del calentamiento del clima se produzcan en los países en desarrollo. Combatir los efectos nocivos del calentamiento de la Tierra en los países en desarrollo será especialmente difícil, ya que muchos de esos países ya están luchando y poseen una capacidad limitada para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante.
Se prevé que cada país se verá afectado de manera diferente por el creciente esfuerzo por reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Los países que son emisores relativamente grandes tendrán que hacer frente a mayores exigencias de reducción que los emisores más pequeños. Del mismo modo, se prevé que los países que experimentan un rápido crecimiento económico se enfrentarán a mayores exigencias para controlar sus emisiones de gases de efecto invernadero a medida que consuman cantidades cada vez mayores de energía. También se producirán diferencias entre los distintos sectores industriales e incluso entre las distintas empresas. Por ejemplo, los productores de petróleo, carbón y gas natural -que en algunos casos representan porciones importantes de los ingresos nacionales por exportación- pueden ver reducida la demanda o los precios de sus productos a medida que sus clientes disminuyen el uso de combustibles fósiles. En cambio, es probable que muchos productores de tecnologías y productos nuevos y más respetuosos del clima (como los generadores de energía renovable) vean aumentar la demanda.
Para hacer frente al calentamiento del planeta y al cambio climático, las sociedades deben encontrar la manera de modificar fundamentalmente sus pautas de utilización de la energía en favor de la generación de energía, el transporte y la ordenación de los bosques y el uso de la tierra con menor intensidad de carbono. Un número cada vez mayor de países ha asumido este desafío, y hay muchas cosas que los individuos también pueden hacer. Por ejemplo, los consumidores tienen más opciones para adquirir electricidad generada a partir de fuentes renovables. Entre las medidas adicionales que reducirían las emisiones personales de gases de efecto invernadero y también conservarían la energía figuran el funcionamiento de vehículos más eficientes desde el punto de vista energético, el uso del transporte público cuando esté disponible y la transición a productos domésticos más eficientes desde el punto de vista energético. Las personas también podrían mejorar el aislamiento de sus hogares, aprender a calentar y enfriar sus residencias de manera más eficaz, y comprar y reciclar productos más sostenibles desde el punto de vista ambiental.
La Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto
Los informes del IPCC y el consenso científico que reflejan han proporcionado una de las bases más prominentes para la formulación de la política sobre el cambio climático. A escala mundial, la política sobre el cambio climático se rige por dos grandes tratados: la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) de 1992 y el correspondiente Protocolo de Kyoto de 1997 de la CMNUCC (que lleva el nombre de la ciudad de Japón donde se concertó).
La CMNUCC se negoció entre 1991 y 1992. Fue adoptada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en Río de Janeiro en junio de 1992 y se convirtió en legalmente vinculante en marzo de 1994. En el Artículo 2 la CMNUCC establece el objetivo a largo plazo de "estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida una interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático". El artículo 3 establece que los países del mundo tienen "responsabilidades comunes pero diferenciadas", lo que significa que todos los países comparten la obligación de actuar, aunque los países industrializados tienen la responsabilidad particular de tomar la iniciativa en la reducción de las emisiones debido a su contribución relativa al problema en el pasado. Con este fin, el Anexo I de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático enumera 41 países industrializados específicos y países con economías en transición, además de la Comunidad Europea (CE; sucedida oficialmente por la UE en 2009), y el Artículo 4 establece que estos países deben trabajar para reducir sus emisiones antropogénicas a los niveles de 1990. Sin embargo, no se ha establecido un plazo para este objetivo. Además, la CMNUCC no asigna ningún compromiso de reducción específico a los países no incluidos en el Anexo I (es decir, los países en desarrollo).
El acuerdo de seguimiento de la CMNUCC, el Protocolo de Kyoto, se negoció entre 1995 y 1997 y se adoptó en diciembre de 1997. El Protocolo de Kyoto regula seis gases de efecto invernadero liberados por las actividades humanas: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), perfluorocarbonos (PFC), hidrofluorocarbonos (HFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). En virtud del Protocolo de Kyoto, los países del Anexo I deben reducir sus emisiones agregadas de gases de efecto invernadero a un 5,2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990 a más tardar en 2012. Para alcanzar este objetivo, el protocolo establece objetivos de reducción individuales para cada país del Anexo I. Estos objetivos requieren la reducción de los gases de efecto invernadero en la mayoría de los países, pero también permiten el aumento de las emisiones de otros. Por ejemplo, el protocolo requiere que los entonces 15 estados miembros de la UE y otros 11 países europeos reduzcan sus emisiones a un 8 por ciento por debajo de sus niveles de emisión de 1990, mientras que Islandia, un país que produce cantidades relativamente pequeñas de gases de efecto invernadero, puede aumentar sus emisiones hasta un 10 por ciento por encima de su nivel de 1990. Además, el Protocolo de Kioto exige a tres países -Nueva Zelanda, Ucrania y Rusia- que congelen sus emisiones a los niveles de 1990.
El Protocolo de Kyoto establece cinco requisitos por los que las partes del Anexo I pueden optar por cumplir sus objetivos de emisión para 2012. En primer lugar, exige la elaboración de políticas y medidas nacionales que reduzcan las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero. En segundo lugar, los países pueden calcular los beneficios de los sumideros de carbono nacionales que absorben más carbono del que emiten. En tercer lugar, los países pueden participar en planes de intercambio de emisiones con otros países del Anexo I. Cuarto, los países signatarios pueden crear programas de aplicación conjunta con otras partes del Anexo I y recibir créditos por los proyectos que reduzcan las emisiones. Quinto, los países pueden recibir créditos por reducir las emisiones en los países no incluidos en el Anexo I a través de un mecanismo de "desarrollo limpio", como la inversión en la construcción de un nuevo proyecto de energía eólica.
Para entrar en vigor, el Protocolo de Kyoto tenía que ser ratificado por al menos 55 países, incluidos suficientes países del Anexo I para representar al menos el 55 por ciento del total de las emisiones de gases de efecto invernadero de ese grupo. Más de 55 países ratificaron rápidamente el protocolo, incluyendo todos los países del Anexo I, excepto Rusia, Estados Unidos y Australia. (Rusia y Australia ratificaron el protocolo en 2005 y 2007, respectivamente.) No fue hasta que Rusia, bajo la fuerte presión de la UE, ratificó el protocolo que éste se convirtió en legalmente vinculante en febrero de 2005.
La política regional de cambio climático más desarrollada hasta la fecha ha sido formulada por la UE en parte para cumplir sus compromisos en virtud del Protocolo de Kyoto. En 2005, los 15 países de la UE que tienen un compromiso colectivo en virtud del protocolo redujeron sus emisiones de gases de efecto invernadero a un 2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990, aunque no es seguro que cumplan su objetivo de reducción del 8 por ciento para 2012. En 2007 la UE estableció un objetivo colectivo para los 27 estados miembros de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 20 por ciento por debajo de los niveles de 1990 para el año 2020. Como parte de su esfuerzo por lograr este objetivo, la UE estableció en 2005 el primer plan de comercio multilateral de emisiones de dióxido de carbono del mundo, que abarca más de 11.500 grandes instalaciones en todos sus Estados miembros.
En los Estados Unidos, en cambio, el presidente George W. Bush y la mayoría de los senadores rechazaron el Protocolo de Kyoto, citando como motivo de queja particular la falta de reducciones obligatorias de emisiones para los países en desarrollo. Al mismo tiempo, la política federal de los Estados Unidos no estableció ninguna restricción obligatoria para las emisiones de gases de efecto invernadero, y las emisiones de los Estados Unidos aumentaron más del 16 por ciento entre 1990 y 2005. En parte para compensar la falta de dirección a nivel federal, muchos estados individuales de los EE.UU. formularon sus propios planes de acción para abordar el calentamiento global y el cambio climático y tomaron una serie de iniciativas legales y políticas para frenar las emisiones. Entre esas iniciativas cabe citar: la fijación de un límite máximo a las emisiones de las centrales eléctricas, el establecimiento de normas de carteras de energía renovable que exigen a los proveedores de electricidad que obtengan un porcentaje mínimo de su energía de fuentes renovables, la elaboración de normas sobre emisiones de vehículos y combustibles, y la adopción de normas de "construcción ecológica".
Desde el final de la última edad de hielo, los humanos han desarrollado herramientas y máquinas y han modificado la tierra para la agricultura y el asentamiento a largo plazo. A medida que la población ha ido creciendo y las nuevas tecnologías se han ido extendiendo por las culturas y los continentes, cada vez más recursos del planeta se han visto presionados para servir a la especie. En el proceso, las actividades humanas han alterado el orden natural del medio ambiente al despoblar y eliminar especies y añadir sustancias químicas nocivas al aire, el agua y el suelo, actividades que están cambiando el clima y la estructura y función de los ecosistemas, así como las comunidades biológicas que contienen.
Resolver los problemas ambientales críticos del calentamiento global, la escasez de agua, la contaminación y la pérdida de biodiversidad son quizás los mayores desafíos del siglo XXI.
Los grandes problemas del planeta
La acción humana ha desencadenado una vasta cascada de problemas ambientales que ahora amenazan la continua capacidad de los sistemas naturales y humanos para prosperar. Aquí hay cuatro grandes problemas ambientales:
- Contaminación. La contaminación es uno de los problemas más serios que enfrenta el planeta, pero puede ser uno de los más fáciles de superar. Aprenda cómo los humanos causan y pueden remediar nuestros problemas de contaminación.
- Crisis del agua. Esta crisis plantea el riesgo más inmediato para la vida humana y la estabilidad regional. Conozca las causas y los efectos de la escasez de agua a nivel mundial, y algunas de las estrategias para enfrentarla.
- Calentamiento global. Las emisiones de gases de efecto invernadero de las actividades humanas están cambiando la faz de la Tierra. Explora las formas en que se está produciendo el cambio climático y lo que podemos hacer al respecto.
- Pérdida de biodiversidad. La vida no humana en la Tierra está sufriendo enormemente en manos humanas. Conozca las principales amenazas a la biodiversidad y lo que se puede hacer para evitar que nuestros organismos se pierdan para siempre.
La fluctuación climática, la variación climática o el cambio climático es la modificación periódica del clima de la Tierra provocada por los cambios en la atmósfera, así como las interacciones entre la atmósfera y otros factores geológicos, químicos, biológicos y geográficos del sistema terrestre.
Causas del cambio climático
Es mucho más fácil documentar las pruebas de la variabilidad del clima y el cambio climático pasado que determinar sus mecanismos subyacentes. El clima está influenciado por una multitud de factores que operan en escalas de tiempo que van desde horas hasta cientos de millones de años. Muchas de las causas del cambio climático son externas al sistema de la Tierra. Otras son parte del sistema de la Tierra pero externas a la atmósfera. Otras implican interacciones entre la atmósfera y otros componentes del sistema terrestre y se describen colectivamente como retroalimentaciones dentro del sistema terrestre. Las retroalimentaciones se encuentran entre los factores causales más recientemente descubiertos y difíciles de estudiar. No obstante, se reconoce cada vez más que esos factores desempeñan un papel fundamental en la variación del clima. En esta sección se describen los mecanismos más importantes.
Variabilidad solar
La luminosidad, o brillo, del Sol ha ido aumentando constantemente desde su formación. Este fenómeno es importante para el clima de la Tierra, porque el Sol proporciona la energía para impulsar la circulación atmosférica y constituye el aporte para el presupuesto de calor de la Tierra. La baja luminosidad solar durante el tiempo del Precámbrico subyace a la tenue paradoja del joven Sol, descrita en la sección Climas de la Tierra temprana.
La energía radiante procedente del Sol es variable en escalas de tiempo muy pequeñas, debido a las tormentas solares y otras perturbaciones, pero las variaciones en la actividad solar, en particular la frecuencia de las manchas solares, también están documentadas en escalas de tiempo que van de decenios a milenios y probablemente se producen también en escalas de tiempo más largas. Se ha sugerido que el "mínimo de Maunder", un período de actividad de manchas solares drásticamente reducida entre 1645 y 1715 d.C., es un factor que contribuye a la Pequeña Edad de Hielo. (Ver abajo Variación y cambio climático desde la aparición de la civilización).
La actividad volcánica
La actividad volcánica puede influir en el clima de varias maneras y en diferentes escalas de tiempo. Las erupciones volcánicas individuales pueden liberar grandes cantidades de dióxido de azufre y otros aerosoles en la estratosfera, reduciendo la transparencia atmosférica y, por tanto, la cantidad de radiación solar que llega a la superficie y la troposfera de la Tierra. Un ejemplo reciente es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que tuvo influencias mensurables en la circulación atmosférica y los balances de calor. La erupción de 1815 del Monte Tambora en la isla de Sumbawa tuvo consecuencias más dramáticas, ya que la primavera y el verano del año siguiente (1816, conocido como "el año sin verano") fueron inusualmente fríos en gran parte del mundo. Nueva Inglaterra y Europa experimentaron nevadas y heladas durante todo el verano de 1816.
Los volcanes y los fenómenos conexos, como el desgarramiento y la subducción de los océanos, liberan dióxido de carbono tanto en los océanos como en la atmósfera. Las emisiones son bajas; incluso una masiva erupción volcánica como la del Monte Pinatubo libera sólo una fracción del dióxido de carbono emitido por la combustión de combustibles fósiles en un año. Sin embargo, a escala geológica, la liberación de este gas de efecto invernadero puede tener efectos importantes. Las variaciones en la liberación de dióxido de carbono por los volcanes y las grietas oceánicas a lo largo de millones de años pueden alterar la química de la atmósfera. Esta variabilidad en las concentraciones de dióxido de carbono probablemente explica gran parte de la variación climática que ha tenido lugar durante el Eón Fanerozoico.
Actividad tectónica
Los movimientos tectónicos de la corteza terrestre han tenido profundos efectos en el clima en escalas de tiempo de millones a decenas de millones de años. Estos movimientos han cambiado la forma, el tamaño, la posición y la elevación de las masas continentales, así como la batimetría de los océanos. A su vez, los cambios topográficos y batimétricos han tenido fuertes efectos en la circulación tanto de la atmósfera como de los océanos. Por ejemplo, el levantamiento de la meseta tibetana durante la era cenozoica afectó las pautas de circulación atmosférica, creando el monzón de Asia meridional e influyendo en el clima de gran parte del resto de Asia y las regiones vecinas.
La actividad tectónica también influye en la química atmosférica, en particular en las concentraciones de dióxido de carbono. El dióxido de carbono se emite desde los volcanes y las fumarolas de las zonas de fisura y de subducción. Las variaciones en la tasa de propagación en las zonas de fisuras y el grado de actividad volcánica cerca de los márgenes de las placas han influido en las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono a lo largo de la historia de la Tierra. Incluso la meteorización química de la roca constituye un importante sumidero de dióxido de carbono. (Un sumidero de carbono es cualquier proceso que elimina el dióxido de carbono de la atmósfera mediante la conversión química del CO2 en compuestos de carbono orgánicos o inorgánicos). El ácido carbónico, formado a partir de dióxido de carbono y agua, es un reactivo en la disolución de silicatos y otros minerales. Las tasas de meteorización están relacionadas con la masa, la elevación y la exposición del lecho rocoso. La elevación tectónica puede aumentar todos estos factores y, por lo tanto, conducir a un aumento de la meteorización y la absorción de dióxido de carbono. Por ejemplo, la meteorización química de la meseta tibetana en ascenso puede haber desempeñado un papel importante en el agotamiento del dióxido de carbono en la atmósfera durante un período de enfriamiento global a finales del Cenozoico.
Variaciones orbitales
La geometría orbital de la Tierra se ve afectada de manera predecible por las influencias gravitatorias de otros planetas del sistema solar. Tres características primarias de la órbita de la Tierra se ven afectadas, cada una de ellas de manera cíclica o recurrente. Primero, la forma de la órbita de la Tierra alrededor del Sol, varía de casi circular a elíptica (excéntrica), con periodicidades de 100.000 y 413.000 años. En segundo lugar, la inclinación del eje de la Tierra con respecto al Sol, que es el principal responsable de los climas estacionales de la Tierra, varía entre 22,1° y 24,5° con respecto al plano de rotación de la Tierra alrededor del Sol. Esta variación se produce en un ciclo de 41.000 años. En general, cuanto mayor es la inclinación, mayor es la radiación solar recibida por los hemisferios en verano y menor la recibida en invierno. El tercer cambio cíclico en la geometría orbital de la Tierra resulta de dos fenómenos combinados: 1) El eje de rotación de la Tierra se tambalea, cambiando la dirección del eje con respecto al Sol, y 2) la orientación de la elipse orbital de la Tierra gira lentamente. Estos dos procesos crean un ciclo de 26.000 años, llamado precesión de los equinoccios, en el que la posición de la Tierra en los equinoccios y solsticios cambia. Hoy en día la Tierra está más cerca del Sol (perihelio) cerca del solsticio de diciembre, mientras que hace 9.000 años el perihelio se produjo cerca del solsticio de junio.
Estas variaciones orbitales causan cambios en la distribución latitudinal y estacional de la radiación solar, que a su vez impulsan una serie de variaciones climáticas. Las variaciones orbitales juegan un papel importante en el ritmo de los patrones glaciales-interglaciales y monzónicos. Sus influencias se han identificado en los cambios climáticos de gran parte del Fanerozoico. Por ejemplo, los ciclomotores -que son lechos marinos, fluviales y de carbón intercalados característicos del subperíodo de Pensilvania (hace 318,1 millones a 299 millones de años)- parecen representar los cambios impulsados por Milankovitch en el nivel medio del mar.
Los gases de efecto invernadero son moléculas de gas que tienen la propiedad de absorber la radiación infrarroja (energía térmica neta) emitida desde la superficie de la Tierra y volverla a radiar hacia la superficie terrestre, contribuyendo así al fenómeno conocido como efecto invernadero. El dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua son los gases de efecto invernadero más importantes, y tienen un profundo efecto en el presupuesto energético del sistema terrestre a pesar de que constituyen sólo una fracción de todos los gases atmosféricos. Las concentraciones de gases de efecto invernadero han variado sustancialmente durante la historia de la Tierra, y estas variaciones han impulsado cambios climáticos sustanciales en una amplia gama de escalas de tiempo. En general, las concentraciones de gases de efecto invernadero han sido particularmente altas durante los períodos cálidos y bajas durante las fases frías. Varios procesos influyen en las concentraciones de gases de efecto invernadero. Algunos, como las actividades tectónicas, operan en escalas de tiempo de millones de años, mientras que otros, como la vegetación, el suelo, los humedales y las fuentes y sumideros oceánicos, operan en escalas de tiempo de cientos a miles de años. Las actividades humanas -especialmente la combustión de combustibles fósiles desde la Revolución Industrial- son responsables del aumento constante de las concentraciones atmosféricas de diversos gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido de carbono, el metano, el ozono y los clorofluorocarbonos (CFC).
Tal vez el tema más intensamente discutido e investigado sobre la variabilidad del clima sea el papel de las interacciones y retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre. Las retroalimentaciones implican diferentes componentes que operan a diferentes velocidades y escalas de tiempo. Las capas de hielo, el hielo marino, la vegetación terrestre, las temperaturas oceánicas, las tasas de meteorización, la circulación oceánica y las concentraciones de gases de efecto invernadero están todas influidas directa o indirectamente por la atmósfera; sin embargo, todas ellas también retroalimentan a la atmósfera, influyéndola así de manera importante. Por ejemplo, las diferentes formas y densidades de vegetación en la superficie terrestre influyen en el albedo, o reflectividad, de la superficie de la Tierra, afectando así al balance global de radiación a escalas locales y regionales. Al mismo tiempo, la transferencia de moléculas de agua del suelo a la atmósfera está mediada por la vegetación, tanto directamente (por la transpiración a través de los estomas de las plantas) como indirectamente (por las influencias de la sombra y la temperatura en la evaporación directa del suelo). Esta regulación del flujo de calor latente por parte de la vegetación puede influir en el clima a escalas locales y globales. Como resultado, los cambios en la vegetación, que están parcialmente controlados por el clima, pueden a su vez influir en el sistema climático. La vegetación también influye en las concentraciones de gases de efecto invernadero; las plantas vivas constituyen un importante sumidero de dióxido de carbono atmosférico, mientras que actúan como fuentes de dióxido de carbono cuando se queman por incendios o se descomponen. Estas y otras retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre son fundamentales tanto para comprender los cambios climáticos del pasado como para predecir los futuros.
Las actividades humanas
El reconocimiento del cambio climático mundial como una cuestión ambiental ha llamado la atención sobre el impacto climático de las actividades humanas. La mayor parte de esta atención se ha centrado en la emisión de dióxido de carbono mediante la combustión de combustibles fósiles y la deforestación. Las actividades humanas también producen emisiones de otros gases de efecto invernadero, como el metano (procedente del cultivo de arroz, el ganado, los vertederos y otras fuentes) y los clorofluorocarbonos (procedentes de fuentes industriales). Hay pocas dudas entre los climatólogos de que estos gases de efecto invernadero afectan al presupuesto de radiación de la Tierra; la naturaleza y la magnitud de la respuesta climática son objeto de una intensa actividad de investigación. Los registros paleoclimáticos de los anillos de los árboles, los corales y los núcleos de hielo indican una clara tendencia al calentamiento que abarca todo el siglo XX y la primera década del siglo XXI. De hecho, el siglo XX fue el más cálido de los últimos 10 siglos, y la década 2001-10 fue la década más cálida desde el comienzo de los registros instrumentales modernos. Muchos climatólogos han señalado este patrón de calentamiento como una clara evidencia de los cambios climáticos inducidos por el hombre como resultado de la producción de gases de efecto invernadero.
Un segundo tipo de impacto humano, la conversión de la vegetación por la deforestación, la forestación y la agricultura, está recibiendo una creciente atención como una fuente adicional de cambio climático. Cada vez es más evidente que los impactos humanos sobre la cubierta vegetal pueden tener efectos locales, regionales e incluso mundiales sobre el clima, debido a los cambios en el flujo de calor sensible y latente hacia la atmósfera y la distribución de la energía dentro del sistema climático. La medida en que estos factores contribuyen al cambio climático reciente y en curso es una importante área de estudio emergente.
El cambio climático en el transcurso de la vida humana
Independientemente de su ubicación en el planeta, todos los seres humanos experimentan la variabilidad y el cambio climático durante sus vidas. Los fenómenos más familiares y predecibles son los ciclos estacionales, a los que las personas ajustan su ropa, las actividades al aire libre, los termostatos y las prácticas agrícolas. Sin embargo, no hay dos veranos o inviernos exactamente iguales en el mismo lugar; algunos son más cálidos, húmedos o tormentosos que otros. Esta variación interanual del clima es en parte responsable de las variaciones de un año a otro en los precios del combustible, el rendimiento de los cultivos, los presupuestos de mantenimiento de las carreteras y los riesgos de incendios forestales. Las inundaciones provocadas por las precipitaciones en un solo año pueden causar graves daños económicos, como los de la cuenca de drenaje del río Misisipí superior durante el verano de 1993, y pérdidas de vidas, como las que devastaron gran parte de Bangladesh en el verano de 1998. También pueden producirse daños y pérdidas de vidas similares como resultado de incendios forestales, tormentas graves, huracanes, olas de calor y otros acontecimientos relacionados con el clima.
La variación y el cambio climático también pueden ocurrir en períodos más largos, como décadas. Algunos lugares experimentan múltiples años de sequía, inundaciones u otras condiciones duras. Esas variaciones decenales del clima plantean problemas para las actividades humanas y la planificación. Por ejemplo, las sequías plurianuales pueden perturbar el suministro de agua, inducir a la pérdida de cosechas y causar trastornos económicos y sociales, como en el caso de las sequías de Dust Bowl en el medio continente de América del Norte durante el decenio de 1930. Las sequías plurianuales pueden incluso causar una hambruna generalizada, como en la sequía del Sahel que se produjo en el norte de África durante los años setenta y ochenta.
Variación estacional
Todos los lugares de la Tierra experimentan una variación estacional del clima (aunque el cambio puede ser leve en algunas regiones tropicales). Esta variación cíclica es impulsada por los cambios estacionales en el suministro de radiación solar a la atmósfera y la superficie de la Tierra. La órbita de la Tierra alrededor del Sol es elíptica; está más cerca del Sol ( 147 millones de km [unos 91 millones de millas]) cerca del solsticio de invierno y más lejos del Sol (152 millones de km [unos 94 millones de millas]) cerca del solsticio de verano en el Hemisferio Norte. Además, el eje de rotación de la Tierra se produce en un ángulo oblicuo (23,5°) con respecto a su órbita. Por lo tanto, cada hemisferio está inclinado lejos del Sol durante su período de invierno y hacia el Sol en su período de verano. Cuando un hemisferio está inclinado lejos del Sol, recibe menos radiación solar que el hemisferio opuesto, que en ese momento está apuntado hacia el Sol. Así, a pesar de la mayor proximidad del Sol en el solsticio de invierno, el hemisferio norte recibe menos radiación solar durante el invierno que durante el verano. También como consecuencia de la inclinación, cuando el Hemisferio Norte experimenta el invierno, el Hemisferio Sur experimenta el verano.
El sistema climático de la Tierra está impulsado por la radiación solar; las diferencias estacionales en el clima resultan en última instancia de los cambios estacionales en la órbita de la Tierra. La circulación del aire en la atmósfera y del agua en los océanos responde a las variaciones estacionales de la energía disponible del Sol. Los cambios estacionales específicos del clima que se producen en cualquier lugar determinado de la superficie de la Tierra resultan en gran medida de la transferencia de energía de la circulación atmosférica y oceánica. Las diferencias en el calentamiento de la superficie que tienen lugar entre el verano y el invierno hacen que las vías de las tormentas y los centros de presión cambien de posición y fuerza. Estas diferencias de calentamiento también provocan cambios estacionales en la nubosidad, las precipitaciones y el viento.
Las respuestas estacionales de la biosfera (especialmente la vegetación) y la criosfera (glaciares, hielo marino, campos de nieve) también contribuyen a la circulación atmosférica y al clima. La caída de hojas de los árboles de hoja caduca al entrar en el letargo invernal aumenta el albedo (reflectividad) de la superficie de la Tierra y puede conducir a un mayor enfriamiento local y regional. De manera similar, la acumulación de nieve también aumenta el albedo de las superficies terrestres y a menudo amplifica los efectos del invierno.
Variación interanual
Las variaciones climáticas interanuales, incluidas las sequías, las inundaciones y otros acontecimientos, son causadas por una compleja serie de factores e interacciones del sistema terrestre. Una característica importante que desempeña un papel en estas variaciones es el cambio periódico de las pautas de circulación atmosférica y oceánica en la región del Pacífico tropical, conocido colectivamente como variación de El Niño-Oscilación Austral (ENSO). Aunque sus principales efectos climáticos se concentran en el Pacífico tropical, la ENOS tiene efectos en cascada que a menudo se extienden a la región del Océano Atlántico, al interior de Europa y Asia, y a las regiones polares. Estos efectos, denominados teleconexiones, se producen porque las alteraciones en las pautas de circulación atmosférica de baja latitud en la región del Pacífico influyen en la circulación atmosférica de los sistemas adyacentes y descendentes. Como resultado, las trayectorias de las tormentas se desvían y las crestas de presión atmosférica (zonas de alta presión) y las canalizaciones (zonas de baja presión) se desplazan de sus patrones habituales.
Como ejemplo, los eventos de El Niño ocurren cuando los vientos alisios del este en el Pacífico tropical se debilitan o invierten su dirección. Esto cierra el afloramiento de las aguas profundas y frías de la costa occidental de América del Sur, calienta el Pacífico oriental e invierte el gradiente de presión atmosférica en el Pacífico occidental. Como resultado, el aire de la superficie se desplaza hacia el este desde Australia e Indonesia hacia el Pacífico central y las Américas. Estos cambios producen grandes precipitaciones e inundaciones repentinas a lo largo de la costa normalmente árida del Perú y una grave sequía en las regiones normalmente húmedas del norte de Australia e Indonesia. Los fenómenos de El Niño particularmente graves provocan el fracaso de los monzones en la región del Océano Índico, lo que da lugar a una intensa sequía en la India y en África oriental. Al mismo tiempo, las trayectorias del oeste y de las tormentas se desplazan hacia el Ecuador, lo que proporciona a California y al desierto del sudoeste de los Estados Unidos un clima invernal húmedo y tormentoso y hace que las condiciones invernales en el noroeste del Pacífico, que suelen ser húmedas, se vuelvan más cálidas y secas. El desplazamiento de los vientos del oeste también provoca sequías en el norte de China y desde el noreste de Brasil a través de secciones de Venezuela. Los registros a largo plazo de la variación del ENOS a partir de documentos históricos, anillos de árboles y corales de arrecifes indican que los eventos de El Niño ocurren, en promedio, cada dos a siete años. Sin embargo, la frecuencia e intensidad de estos eventos varían a lo largo del tiempo.
La Oscilación del Atlántico Norte (OAN) es otro ejemplo de una oscilación interanual que produce importantes efectos climáticos dentro del sistema terrestre y puede influir en el clima en todo el hemisferio norte. Este fenómeno es el resultado de la variación del gradiente de presión, o la diferencia de presión atmosférica entre el máximo subtropical, situado normalmente entre las Azores y Gibraltar, y el mínimo islandés, centrado entre Islandia y Groenlandia. Cuando el gradiente de presión es pronunciado debido a un fuerte máximo subtropical y un bajo islandés profundo (fase positiva), Europa septentrional y Asia septentrional experimentan inviernos cálidos y húmedos con frecuentes y fuertes tormentas invernales. Al mismo tiempo, el sur de Europa es seco. El este de los Estados Unidos también experimenta inviernos más cálidos y menos nevados durante las fases positivas de la NAO, aunque el efecto no es tan grande como en Europa. El gradiente de presión se atenúa cuando la NAO está en un modo negativo, es decir, cuando existe un gradiente de presión más débil a partir de la presencia de un débil máximo subtropical y un mínimo islandés. Cuando esto sucede, la región del Mediterráneo recibe abundantes precipitaciones invernales, mientras que el norte de Europa es frío y seco. El este de los Estados Unidos es típicamente más frío y con más nieve durante una fase negativa de la NAO.
Durante los años en que la Oscilación del Atlántico Norte (OAN) se encuentra en su fase positiva, el este de los Estados Unidos, el sudeste del Canadá y el noroeste de Europa experimentan temperaturas invernales más cálidas, mientras que en estos lugares se encuentran temperaturas más frías durante su fase negativa. Cuando tanto el Niño/Oscilación Austral (ENSO) como la NAO se encuentran en su fase positiva, los inviernos europeos tienden a ser más húmedos y menos severos; sin embargo, más allá de esta tendencia general, la influencia del ENSO sobre la NAO no se comprende bien.
Los ciclos del ENSO y la NAO son impulsados por las retroalimentaciones e interacciones entre los océanos y la atmósfera. La variación climática interanual es impulsada por estos y otros ciclos, interacciones entre ciclos y perturbaciones en el sistema terrestre, como las que resultan de grandes inyecciones de aerosoles de las erupciones volcánicas. Un ejemplo de perturbación debida al vulcanismo es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que provocó una disminución de la temperatura mundial media de aproximadamente 0,5 °C (0,9 °F) el verano siguiente.
Variación decenal
El clima varía en escalas de tiempo decenales, con grupos de varios años de condiciones húmedas, secas, frescas o cálidas. Estos grupos plurianuales pueden tener efectos dramáticos en las actividades y el bienestar humanos. Por ejemplo, una grave sequía de tres años a finales del siglo XVI probablemente contribuyó a la destrucción de la "Colonia Perdida" de Sir Walter Raleigh en la isla de Roanoke, en lo que hoy es Carolina del Norte, y una posterior sequía de siete años (1606-12) provocó una elevada mortalidad en la colonia de Jamestown, en Virginia. Además, algunos estudiosos han implicado a las sequías persistentes y graves como la principal razón del colapso de la civilización maya en Mesoamérica entre 750 y 950 d.C.; sin embargo, los descubrimientos de principios del siglo XXI sugieren que las perturbaciones del comercio relacionadas con la guerra desempeñaron un papel, posiblemente interactuando con las hambrunas y otras tensiones relacionadas con la sequía.
Aunque la variación climática a escala decenal está bien documentada, las causas no están del todo claras. Gran parte de la variación decenal del clima está relacionada con las variaciones interanuales. Por ejemplo, la frecuencia y la magnitud del ENOS cambian a lo largo del tiempo. Los primeros años de la década de 1990 se caracterizaron por repetidos eventos de El Niño, y se han identificado varias agrupaciones de este tipo que tuvieron lugar durante el siglo XX. La pendiente del gradiente del NAO también cambia en escalas temporales decenales; ha sido particularmente pronunciada desde el decenio de 1970.
Investigaciones recientes han revelado que las variaciones del clima a escala decenal son el resultado de las interacciones entre el océano y la atmósfera. Una de esas variaciones es la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO), también conocida como Variabilidad Decadal del Pacífico (PDV), que implica cambios en las temperaturas de la superficie del mar (SST) en el Océano Pacífico Norte. Las TSM influyen en la fuerza y la posición de la Baja Aleutiana, que a su vez afecta fuertemente los patrones de precipitación a lo largo de la costa del Pacífico de Norteamérica. La variación de las TSM consiste en una alternancia entre los períodos de "fase fría", en los que la costa de Alaska es relativamente seca y el noroeste del Pacífico relativamente húmedo (por ejemplo, 1947-76), y los períodos de "fase cálida", caracterizados por una precipitación relativamente alta en la costa de Alaska y una precipitación baja en el noroeste del Pacífico (por ejemplo, 1925-46, 1977-98). Los registros de anillos de árboles y corales, que abarcan al menos los últimos cuatro siglos, documentan la variación del DOP.
Una oscilación similar, la Oscilación Multidecadal del Atlántico (OMA), se produce en el Atlántico Norte e influye fuertemente en los patrones de precipitación de América del Norte oriental y central. Una AMO de fase cálida (TSM del Atlántico Norte relativamente cálida) se asocia con precipitaciones relativamente altas en Florida y bajas en gran parte del Valle de Ohio. Sin embargo, el AMO interactúa con el PDO, y ambos interactúan con variaciones interanuales, como el ENSO y la NAO, en formas complejas . Tales interacciones pueden llevar a la amplificación de sequías, inundaciones u otras anomalías climáticas. Por ejemplo, las graves sequías que se produjeron en gran parte de los Estados Unidos conterminosos en los primeros años del siglo XXI se asociaron con la OMA de fase cálida combinada con la DOP de fase fría. Los mecanismos que subyacen a las variaciones decenales, como el PDO y la AMO, no se conocen bien, pero probablemente estén relacionados con las interacciones océano-atmósfera con constantes temporales más grandes que las variaciones interanuales. Las variaciones climáticas decenales son objeto de un intenso estudio por parte de los climatólogos y los paleoclimatólogos.
También se puede iniciar una discusión seria sobre los valores entre nuestros amigos y en el trabajo. La idea de que las opciones en el presente son más valiosas que las opciones en el futuro (la esencia del descuento temporal) es una evaluación. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). Y la palabra evaluación contiene la palabra valor en ella, lo que significa que supone un conjunto de valores.
En última instancia, tenemos que estar dispuestos a ser explícitos sobre los valores que estamos defendiendo. Si optamos por enriquecer nuestras vidas en el presente a costa de la calidad de vida de las futuras generaciones, hacemos una elección de valores que rara vez nos gustaría explícitamente. Tendríamos que estar dispuestos a mirarnos en el espejo y decir que queremos vivir nuestras vidas de forma egoísta, sin tener en cuenta las vidas de nuestros hijos y nietos. Y si no poseemos ese valor egoísta, entonces debemos hacer un cambio en nuestro comportamiento desde hoy mismo.
Fuente: HBR
Aproximaciones de las Empresas Tecnológicas
En 2017, la empresa de capital riesgo Kleiner Perkins emprendió el proceso de separar sus inversiones en tecnologías limpias de las del resto de su fondo. El cambio marca el final de una era. Diez años después de que la estrella de Kleiner John Doerr se conmoviera hasta el punto de llorar durante su charla TED sobre el cambio climático, ya no hay duda de que el interés de los inversores de capital riesgo en energías limpias se desvanece.
La inversión estadounidense en tecnologías limpias «se han visto drásticamente reducida desde 2011», según un nuevo análisis del Instituto Brookings. Aunque la tendencia se da desde hace más de cinco años, ahora resulta especialmente reseñable por dos motivos. Primero, otro análisis reciente del Instituto Brookings comprobó que la innovación en energía limpia de Estados Unidos, medida por el número de nuevas patentes, también se redujo entre 2014 y 2016. Segundo, Ernst & Young, que durante años consideraba a Estados Unidos como el mercado más atractivo del mundo para invertir en renovables, relegó el país este año al tercer puesto, por detrás de China e India.
Estados Unidos parece distanciarse, a propósito, de la innovación en tecnologías limpias cuando menos se lo puede permitir.
Reconozco que tengo un interés personal en este tema: hace varios años trabajé para un grupo de defensa de la innovación en tecnologías limpias. Aunque, la idea de que los inversores de capital riesgo abandonarían las tecnologías limpias llevaba circulando desde al menos principios de 2012, al principio la recibí con escepticismo. La inversión de capital riesgo en tecnologías limpias se redujo durante la recesión. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto).
Puntualización
Sin embargo, se mantuvo estable como parte de la inversión global del capital riesgo, entre un 15 % y un 17 % de 2008 a 2011.
Otros Elementos
Además, argumentaba yo, otras medidas de la industria como las fusiones y adquisiciones de empresas de energías limpias, el crecimiento del empleo y la consolidación del sector avanzaban en la dirección correcta.
Hoy, soy menos optimista (aunque también reconozco que disfruto de una mayor distancia emocional frente al tema).
Según los datos del Instituto Brookings, la inversión de capital riesgo en tecnologías limpias se ha reducido no solo en términos de acuerdos y dinero, sino también como cuota dentro de la actividad general de los fondos y empresas de inversión. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto).Entre las Líneas En 2011, las tecnologías limpias representaban casi el 17 % del total del capital riesgo invertido.Entre las Líneas En 2016, fueron menos del 8 %. «Está claro que todo esto refleja alguna reevaluación meditada sobre el papel del capital riesgo en la financiación (o financiamiento) de las tecnologías limpias», explica el investigador del Instituto Brookings Mark Muro. «Tal vez hayamos pedido demasiado al capital riesgo».
El informe continúa y afirma que las grandes empresas y sus fondos de inversión «llenan en parte el vacío».Si, Pero: Pero su participación en acuerdos de tecnologías limpias también alcanzó su nivel máximo en 2011. Como señalan los autores del informe: «Estas empresas, con negocios existentes que proteger y mantener, tienen pocas probabilidades de ampliar su participación y subsanar una proporción mayor de la falta de financiación (o financiamiento) de tecnologías limpias disruptivas».
El hallazgo más peculiar del informe del Instituto Brookings es, que la inversión de capital riesgo en tecnologías limpias se ha trasladado hacia acuerdos con desarrollos en fases más avanzadas. Visto de manera optimista, puede que las empresas de capital riesgo hayan encontrado su nicho. Se han dado cuenta de que determinados tipos de inversiones no encajan en su modelo, sobre todo los proyectos de fase temprana que requieren mucho capital para tecnologías aún sin demostrar. Visto de forma pesimista, puede que las empresas de capital riesgo solo estén pastoreando sus inversiones anteriores, mientras dejan de financiar nuevas iniciativas y empresas emergentes.
El balance final, escriben los autores, es que:
«El dinero del capital riesgo no llega a muchas tecnologías prometedoras, sobre todo a las más arriesgadas, las mismas que suelen tener necesidades financieras más elevadas y se requieren con urgencia para abordar el cambio climático».
Tal vez se deba a que los inversores se han distraído por los cantos de sirena de las empresas de redes sociales, especialmente tras la enormemente exitosa oferta pública inicial (OPI) de Facebook en 2012. Tal vez se deba a que Estados Unidos nunca fijó un precio para el carbono. Tal vez se deba a que el auge de petróleo de esquisto dañó las perspectivas de las energías limpias.
Sean cuales sean los motivos, el cambio no supondría una preocupación demasiado grande para nadie fuera de la industria, si Estados Unidos estuviera realizando una buena transición hacia las energías limpias.Si, Pero: Pero el mayor problema es Washington. El Gobierno federal de EEUU a menudo está mejor posicionado para financiar arriesgadas tecnologías en fase temprana, que las empresas privadas, las cuales no suelen percibir los beneficios completos de este tipo de inversiones. Asimismo, el Gobierno puede incentivar a los negocios e inversores a través de sus políticas, por ejemplo, al tasar las emisiones de dióxido de carbono e impulsar las inversión en energías limpias.
Puntualización
Sin embargo, el informe de patentes de tecnologías limpias del Instituto Brookings muestra que el Gobierno de Estados Unidos reduce, y no aumenta, su compromiso con la innovación energética:
«Justo en el momento en el que los emprendimientos estadounidenses para innovar en energías limpias pueden estarse estancando, la administración Trump ha propuesto unos draconianos recortes presupuestarios que suscitan nuevas dudas sobre el futuro del compromiso del país con un crecimiento económico bajo en carbono.».
La administración actual también considera retirarse de los acuerdos climáticos de París (Francia), algo que reduce la probabilidad de futuros compromisos internacionales por parte de EEUU con la innovación energética. Trump también ha propuesto grandes recortes para los programas de innovación energética del gobierno federal. Ernst & Young cita la orden ejecutiva de Trump que revocó las normas y medidas del presidente Obama sobre el clima, como uno de las principales razones de la caída de EEUU en su clasificación.
«Hay algunas cosas que hemos pedido al capital riesgo que debida y necesariamente implican actividades gubernamentales», afirma Muro. «Hemos pedido al capital riesgo que financie actividades casi de I+D». Por ejemplo, Muro se opone a la supresión de la financiación (o financiamiento) de ARPA-E, un programa del Departamento de Energía de EEUU para financiar la investigación en energía y su comercialización, que propone el presupuesto de Trump.
Si existe algún rayo de esperanza, Muro cree que es una nueva especie de fuentes de financiación (o financiamiento) filantrópicas y cuasifilantrópicas como Breakthrough Energy Ventures, de Bill Gates, y PRIME. Estas iniciativas adoptan distintas formas y tienen distintas expectativas de retorno, pero comparten la voluntad de financiar tecnologías arriesgadas y la paciencia que requiere.
«Creo que todos deberíamos mostrarnos reacios a delegar enormes partes del sistema de innovación en redes de individuos adinerados», explica Muro en referencia a la iniciativa de Gates. «Pero, en este caso, son suficientes dólares y parece suficiente compromiso como para formar parte del puente para la financiación (o financiamiento) del sistema».
Estaría genial que las empresas de capital riesgo y el resto del sector privado demostraran estar a la altura de su entusiasmo sobre las tecnologías limpias de hace una década. Pero, al echar la mirada atrás, se comprueba que la charla TED de Doerr supuso el momento álgido de la era post Una verdad incómoda, el documental sobre la campaña contra el cambio climático del exvicepresidente de EEUU Al Gore. «Parte de esto toca la cuestión más profunda que se plantea Silicon Valley a sí mismo», apunta Muro. «¿Son 140 caracteres un retorno suficiente sobre todo este capital? ¿O existe un deseo real de resolver los problemas del mundo?».
Fuente: HBR
El rol de las Ciudades
Saber, y poder, adaptarse al impacto del cambio climático producido por los humanos es uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan hoy las ciudades de todo el mundo. Más del 80 % de la población de Estados Unidos y el 50 % de la población mundial (o global) vive en ciudades, muchas de las cuales se encuentran además en zonas costeras, de las más vulnerables frente al cambio climático.
¿Cómo debe plantearse entonces la planificación (véase más en esta plataforma general) urbana? ¿Deben desarrollarse planes de «amplio alcance» que aborden múltiples problemas comunitarios, como el uso del suelo, la sostenibilidad y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero? O, por el contrario, ¿se debe apostar por planes más específicos como, por ejemplo, los de mitigación de riesgos centrados en amenazas naturales como inundaciones, huracanes y olas de calor? ¿Conviene trabajar en planes de adaptación centrados solo en reducir el impacto del cambio climático, el cual suele exacerbar los riesgos naturales ya existentes?
En un reciente estudio publicado en Journal of Environmental Planning and Management, nos propusimos ayudar a responder a esta pregunta.Entre las Líneas En concreto, buscábamos discernir si comenzar con un enfoque más restrictivo podría suponer algún beneficio.
Identificamos más de 200 ciudades de EE. UU. que han incorporado de alguna manera la lucha contra el cambio climático en su planificación (véase más en esta plataforma general) urbana. Para ello, decidimos centrar nuestra investigación en las 51 ciudades cuyos planes urbanísticos dedican al menos un capítulo a la adaptación al cambio climático.
El calentamiento global es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la humanidad hoy en día, y el fenómeno climático fue objeto de titulares una y otra vez mientras la gente seguía observando extrañas pautas meteorológicas y mientras los debates se ensañaban en los ámbitos políticos sobre si debíamos abordar el tema y cómo hacerlo.
El calentamiento global es real, y está cambiando el clima. Hay pruebas significativas de que los climas de todo el mundo están cambiando y que esos cambios están ocurriendo debido a las actividades humanas. Esa es una de las razones por las que es tan importante estar informado sobre qué actividades humanas contribuyen al calentamiento global y qué actividades humanas pueden ayudar a evitar que progrese.
Política pública sobre el calentamiento global
Desde el siglo XIX, muchos investigadores que trabajan en una amplia gama de disciplinas académicas han contribuido a mejorar la comprensión de la atmósfera y del sistema climático mundial. La preocupación de los científicos prominentes del clima por el calentamiento global y el cambio climático inducido por el hombre (o "antropogénico") surgió a mediados del siglo XX, pero la mayor parte del debate científico y político sobre la cuestión no comenzó hasta el decenio de 1980. Hoy en día, los principales científicos del clima están de acuerdo en que muchos de los cambios que se están produciendo en el sistema climático mundial se deben en gran medida a la liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero, gases que potencian el efecto invernadero natural de la Tierra. La mayoría de los gases de efecto invernadero son liberados por la quema de combustibles fósiles para la calefacción, la cocina, la generación de electricidad, el transporte y la fabricación, pero también son liberados como resultado de la descomposición natural de los materiales orgánicos, los incendios forestales, la deforestación y las actividades de limpieza de tierras. Quienes se oponen a este punto de vista han subrayado a menudo el papel de los factores naturales en la variación climática del pasado y han acentuado las incertidumbres científicas relacionadas con los datos sobre el calentamiento de la Tierra y el cambio climático. No obstante, un creciente número de científicos ha pedido a los gobiernos, las industrias y los ciudadanos que reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Todos los países emiten gases de efecto invernadero, pero los países altamente industrializados y los países más poblados emiten cantidades significativamente mayores que otros. Los países de América del Norte y Europa que fueron los primeros en someterse al proceso de industrialización han sido responsables de la liberación de la mayoría de los gases de efecto invernadero en términos acumulativos absolutos desde el comienzo de la Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII. Hoy en día, a estos países se les están sumando grandes países en desarrollo como China y la India, donde la rápida industrialización va acompañada de una creciente liberación de gases de efecto invernadero. Los Estados Unidos, que poseen aproximadamente el 5% de la población mundial, emitieron casi el 21% de los gases de efecto invernadero mundiales en 2000. Ese mismo año, los entonces 25 Estados miembros de la Unión Europea (UE) -con una población combinada de 450 millones de personas- emitieron el 14 por ciento de todos los gases de efecto invernadero antropogénicos. Esta cifra era aproximadamente la misma que la fracción liberada por los 1.200 millones de personas de China. En 2000, el estadounidense medio emitió 24,5 toneladas de gases de efecto invernadero, la persona media que vivía en la UE emitió 10,5 toneladas, y la persona media que vivía en China emitió sólo 3,9 toneladas. Aunque las emisiones de gases de efecto invernadero per cápita de China siguieron siendo considerablemente inferiores a las de la UE y los Estados Unidos, fue el mayor emisor de gases de efecto invernadero en 2006 en términos absolutos.
El IPCC y el consenso científico
Un primer paso importante en la formulación de políticas públicas sobre el calentamiento global y el cambio climático es la recopilación de datos científicos y socioeconómicos pertinentes. En 1988 la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente establecieron el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). El IPCC tiene el mandato de evaluar y resumir los datos científicos, técnicos y socioeconómicos más recientes sobre el cambio climático y de publicar sus conclusiones en informes que se presentan a las organizaciones internacionales y a los gobiernos nacionales de todo el mundo. Muchos miles de los principales científicos y expertos del mundo en las esferas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático han trabajado en el marco del IPCC, produciendo importantes conjuntos de evaluaciones en 1990, 1995, 2001, 2007 y 2014, y varias evaluaciones especiales adicionales. En esos informes se evaluaron las bases científicas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático, las principales cuestiones relacionadas con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y el proceso de adaptación a un clima cambiante.
En el primer informe del IPCC, publicado en 1990, se afirmaba que una buena cantidad de datos mostraba que la actividad humana afectaba a la variabilidad del sistema climático; sin embargo, los autores del informe no pudieron llegar a un consenso sobre las causas y los efectos del calentamiento de la Tierra y el cambio climático en ese momento. El informe del IPCC de 1995 afirmaba que el balance de las pruebas sugería "una influencia humana discernible en el clima". El informe del IPCC de 2001 confirmó las conclusiones anteriores y presentó pruebas más sólidas de que la mayor parte del calentamiento de los 50 años anteriores era atribuible a las actividades humanas. En el informe de 2001 también se señalaba que los cambios observados en los climas regionales estaban empezando a afectar a muchos sistemas físicos y biológicos y que había indicios de que los sistemas sociales y económicos también se estaban viendo afectados.
La cuarta evaluación del IPCC, publicada en 2007, reafirmó las principales conclusiones de los informes anteriores, pero los autores también declararon -en lo que se consideró un juicio conservador- que estaban seguros, al menos en un 90%, de que la mayor parte del calentamiento observado durante el medio siglo anterior había sido causado por la liberación de gases de efecto invernadero a través de una multitud de actividades humanas. Tanto el informe de 2001 como el de 2007 afirmaban que durante el siglo XX se había producido un aumento de la temperatura superficial media mundial de 0,6 °C (1,1 °F), dentro de un margen de error de ±0,2 °C (0,4 °F). Mientras que el informe de 2001 preveía un aumento adicional de la temperatura media de 1,4 a 5,8 °C (2,5 a 10,4 °F) para 2100, el informe de 2007 refinó esta previsión hasta un aumento de 1,8 a 4,0 °C (3,2 a 7,2 °F) para finales del siglo XXI. Esas previsiones se basaron en el examen de una serie de hipótesis que caracterizaron las tendencias futuras de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La quinta evaluación del IPCC, publicada en 2014, refinó aún más los aumentos previstos de la temperatura media mundial y del nivel del mar. El informe de 2014 afirmaba que en el intervalo entre 1880 y 2012 se produjo un aumento de la temperatura media mundial de aproximadamente 0,85 °C (1,5 °F) y que en el intervalo entre 1901 y 2010 se produjo un aumento del nivel medio del mar mundial de unos 19-21 cm (7,5-8,3 pulgadas). El informe predijo que para finales del siglo XXI las temperaturas superficiales en todo el mundo aumentarían entre 0,3 y 4,8 °C (0,5 y 8,6 °F), y el nivel del mar podría subir entre 26 y 82 cm (10,2 y 32,3 pulgadas) en relación con el promedio de 1986-2005.
Cada informe del IPCC ha contribuido a crear un consenso científico en el sentido de que las elevadas concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera son los principales impulsores del aumento de las temperaturas del aire cerca de la superficie y de los cambios climáticos asociados en curso. A este respecto, se considera que el actual episodio de cambio climático, que comenzó a mediados del siglo XX, es fundamentalmente diferente de los períodos anteriores en el sentido de que los ajustes críticos han sido causados por actividades derivadas del comportamiento humano y no por factores no antropogénicos. En la evaluación de 2007 del IPCC se proyectó que cabría esperar que los futuros cambios climáticos incluyeran un calentamiento continuo, modificaciones de las pautas y cantidades de precipitaciones, elevación del nivel del mar y "cambios en la frecuencia e intensidad de algunos fenómenos extremos". Esos cambios tendrían efectos importantes en muchas sociedades y en los sistemas ecológicos de todo el mundo (véase Investigación sobre el clima y los efectos del calentamiento mundial). Véase en este recurso la Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto.
Futura política sobre el cambio climático
Los países difieren en cuanto a la forma de proceder en materia de política internacional con respecto a los acuerdos climáticos. Los objetivos a largo plazo formulados en Europa y los Estados Unidos buscan reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 80 por ciento para mediados del siglo XXI. En relación con estos esfuerzos, la UE estableció el objetivo de limitar el aumento de la temperatura a un máximo de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales. (Muchos científicos del clima y otros expertos coinciden en que se producirán importantes daños económicos y ecológicos si el promedio mundial de las temperaturas del aire cercano a la superficie se eleva más de 2 °C (3,6 °F) por encima de las temperaturas preindustriales en el próximo siglo).
A pesar de las diferencias de enfoque, los países iniciaron las negociaciones sobre un nuevo tratado, basado en un acuerdo alcanzado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en 2007 en Bali (Indonesia), que sustituiría al Protocolo de Kyoto una vez que éste expirara. En la 17ª Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP17), celebrada en Durban (Sudáfrica) en 2011, la comunidad internacional se comprometió a elaborar un tratado climático amplio y jurídicamente vinculante que sustituyera al Protocolo de Kyoto para 2015. Dicho tratado exigiría a todos los países productores de gases de efecto invernadero -incluidos los principales emisores de carbono que no se atienen al Protocolo de Kyoto (como China, la India y los Estados Unidos)- que limitaran y redujeran sus emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Este compromiso fue reafirmado por la comunidad internacional en el 18º período de sesiones de la Conferencia de las Partes (CP 18), celebrado en Doha (Qatar) en 2012. Dado que los términos del Protocolo de Kyoto se fijaron para que terminaran en 2012, los delegados de la CP 17 y la CP 18 acordaron prorrogar el Protocolo de Kyoto para salvar la brecha entre la fecha de expiración original y la fecha en que el nuevo tratado sobre el clima pasaría a ser jurídicamente vinculante. En consecuencia, los delegados de la COP18 decidieron que el Protocolo de Kyoto terminaría en 2020, año en el que se esperaba que el nuevo tratado climático entrara en vigor. Esta prórroga tenía el beneficio añadido de proporcionar un tiempo adicional para que los países cumplieran sus objetivos de emisión para 2012.
Convocados en París en 2015, los líderes mundiales y otros delegados de la COP21 firmaron un acuerdo global pero no vinculante para limitar el aumento de la temperatura media mundial a no más de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales y, al mismo tiempo, esforzarse por mantener este aumento a 1,5 °C (2,7 °F) por encima de los niveles preindustriales. El Acuerdo de París fue un acuerdo histórico que ordenó un examen de los progresos cada cinco años y la creación de un fondo de 100.000 millones de dólares para 2020 -que se repondría anualmente- para ayudar a los países en desarrollo a adoptar tecnologías que no produzcan gases de efecto invernadero. El número de partes (signatarios) del convenio ascendía a 197 en 2019, y 185 países habían ratificado el acuerdo. A pesar de que Estados Unidos había ratificado el acuerdo en septiembre de 2016, la toma de posesión de Donald J. Trump como presidente en enero de 2017 anunció una nueva era en la política climática de Estados Unidos, y el 1 de junio de 2017 Trump señaló su intención de sacar a Estados Unidos del acuerdo climático después de que concluyera el proceso de salida formal. Su sucesor, Biden, es un firme defensor de la lucha por el medio ambiente.
Un número cada vez mayor de ciudades del mundo está iniciando una multitud de esfuerzos locales y subregionales para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Muchos de esos municipios están adoptando medidas como miembros del Consejo Internacional para las Iniciativas Ambientales Locales y su programa Ciudades para la Protección del Clima, que esboza principios y medidas para adoptar medidas a nivel local. En 2005, la Conferencia de Alcaldes de los Estados Unidos aprobó el Acuerdo de Protección del Clima, en el que las ciudades se comprometieron a reducir para 2012 las emisiones a un 7 por ciento por debajo de los niveles de 1990. Además, muchas empresas privadas están desarrollando políticas corporativas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Un ejemplo notable de un esfuerzo liderado por el sector privado es la creación del Chicago Climate Exchange como medio para reducir las emisiones a través de un proceso de comercio.
A medida que las políticas públicas relativas al calentamiento global y al cambio climático continúan desarrollándose a nivel mundial, regional, nacional y local, se dividen en dos grandes tipos. El primer tipo, la política de mitigación, se centra en diferentes formas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Dado que la mayoría de las emisiones proceden de la quema de combustibles fósiles para la energía y el transporte, gran parte de la política de mitigación se centra en el cambio a fuentes de energía menos intensivas en carbono (como la energía eólica, solar e hidroeléctrica), la mejora de la eficiencia energética de los vehículos y el apoyo al desarrollo de nuevas tecnologías. En cambio, el segundo tipo, la política de adaptación, trata de mejorar la capacidad de diversas sociedades para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante. Por ejemplo, algunas políticas de adaptación están concebidas para alentar a los grupos a modificar las prácticas agrícolas en respuesta a los cambios estacionales, mientras que otras políticas están concebidas para preparar a las ciudades situadas en las zonas costeras para un nivel de mar elevado.
En cualquier caso, la reducción a largo plazo de las descargas de gases de efecto invernadero requerirá la participación tanto de los países industriales como de los principales países en desarrollo. En particular, la liberación de gases de efecto invernadero de fuentes chinas e indias está aumentando rápidamente en paralelo con la rápida industrialización de esos países. En 2006 China superó a los Estados Unidos como principal emisor del mundo de gases de efecto invernadero en términos absolutos (aunque no en términos per cápita), en gran medida debido a la mayor utilización de carbón y otros combustibles fósiles por parte de China. De hecho, todos los países del mundo se enfrentan al reto de encontrar formas de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero al tiempo que promueven un desarrollo económico ambiental y socialmente deseable (conocido como "desarrollo sostenible" o "crecimiento inteligente"). Mientras que algunos opositores de los que piden medidas correctivas siguen sosteniendo que los costos de la mitigación a corto plazo serán demasiado elevados, un número cada vez mayor de economistas y encargados de la formulación de políticas sostienen que será menos costoso, y posiblemente más rentable, para las sociedades adoptar medidas preventivas tempranas que abordar los graves cambios climáticos en el futuro. Es probable que muchos de los efectos más nocivos del calentamiento del clima se produzcan en los países en desarrollo. Combatir los efectos nocivos del calentamiento de la Tierra en los países en desarrollo será especialmente difícil, ya que muchos de esos países ya están luchando y poseen una capacidad limitada para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante.
Se prevé que cada país se verá afectado de manera diferente por el creciente esfuerzo por reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Los países que son emisores relativamente grandes tendrán que hacer frente a mayores exigencias de reducción que los emisores más pequeños. Del mismo modo, se prevé que los países que experimentan un rápido crecimiento económico se enfrentarán a mayores exigencias para controlar sus emisiones de gases de efecto invernadero a medida que consuman cantidades cada vez mayores de energía. También se producirán diferencias entre los distintos sectores industriales e incluso entre las distintas empresas. Por ejemplo, los productores de petróleo, carbón y gas natural -que en algunos casos representan porciones importantes de los ingresos nacionales por exportación- pueden ver reducida la demanda o los precios de sus productos a medida que sus clientes disminuyen el uso de combustibles fósiles. En cambio, es probable que muchos productores de tecnologías y productos nuevos y más respetuosos del clima (como los generadores de energía renovable) vean aumentar la demanda.
Para hacer frente al calentamiento del planeta y al cambio climático, las sociedades deben encontrar la manera de modificar fundamentalmente sus pautas de utilización de la energía en favor de la generación de energía, el transporte y la ordenación de los bosques y el uso de la tierra con menor intensidad de carbono. Un número cada vez mayor de países ha asumido este desafío, y hay muchas cosas que los individuos también pueden hacer. Por ejemplo, los consumidores tienen más opciones para adquirir electricidad generada a partir de fuentes renovables. Entre las medidas adicionales que reducirían las emisiones personales de gases de efecto invernadero y también conservarían la energía figuran el funcionamiento de vehículos más eficientes desde el punto de vista energético, el uso del transporte público cuando esté disponible y la transición a productos domésticos más eficientes desde el punto de vista energético. Las personas también podrían mejorar el aislamiento de sus hogares, aprender a calentar y enfriar sus residencias de manera más eficaz, y comprar y reciclar productos más sostenibles desde el punto de vista ambiental.
La Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto
Los informes del IPCC y el consenso científico que reflejan han proporcionado una de las bases más prominentes para la formulación de la política sobre el cambio climático. A escala mundial, la política sobre el cambio climático se rige por dos grandes tratados: la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) de 1992 y el correspondiente Protocolo de Kyoto de 1997 de la CMNUCC (que lleva el nombre de la ciudad de Japón donde se concertó).
La CMNUCC se negoció entre 1991 y 1992. Fue adoptada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en Río de Janeiro en junio de 1992 y se convirtió en legalmente vinculante en marzo de 1994. En el Artículo 2 la CMNUCC establece el objetivo a largo plazo de "estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida una interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático". El artículo 3 establece que los países del mundo tienen "responsabilidades comunes pero diferenciadas", lo que significa que todos los países comparten la obligación de actuar, aunque los países industrializados tienen la responsabilidad particular de tomar la iniciativa en la reducción de las emisiones debido a su contribución relativa al problema en el pasado. Con este fin, el Anexo I de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático enumera 41 países industrializados específicos y países con economías en transición, además de la Comunidad Europea (CE; sucedida oficialmente por la UE en 2009), y el Artículo 4 establece que estos países deben trabajar para reducir sus emisiones antropogénicas a los niveles de 1990. Sin embargo, no se ha establecido un plazo para este objetivo. Además, la CMNUCC no asigna ningún compromiso de reducción específico a los países no incluidos en el Anexo I (es decir, los países en desarrollo).
El acuerdo de seguimiento de la CMNUCC, el Protocolo de Kyoto, se negoció entre 1995 y 1997 y se adoptó en diciembre de 1997. El Protocolo de Kyoto regula seis gases de efecto invernadero liberados por las actividades humanas: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), perfluorocarbonos (PFC), hidrofluorocarbonos (HFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). En virtud del Protocolo de Kyoto, los países del Anexo I deben reducir sus emisiones agregadas de gases de efecto invernadero a un 5,2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990 a más tardar en 2012. Para alcanzar este objetivo, el protocolo establece objetivos de reducción individuales para cada país del Anexo I. Estos objetivos requieren la reducción de los gases de efecto invernadero en la mayoría de los países, pero también permiten el aumento de las emisiones de otros. Por ejemplo, el protocolo requiere que los entonces 15 estados miembros de la UE y otros 11 países europeos reduzcan sus emisiones a un 8 por ciento por debajo de sus niveles de emisión de 1990, mientras que Islandia, un país que produce cantidades relativamente pequeñas de gases de efecto invernadero, puede aumentar sus emisiones hasta un 10 por ciento por encima de su nivel de 1990. Además, el Protocolo de Kioto exige a tres países -Nueva Zelanda, Ucrania y Rusia- que congelen sus emisiones a los niveles de 1990.
El Protocolo de Kyoto establece cinco requisitos por los que las partes del Anexo I pueden optar por cumplir sus objetivos de emisión para 2012. En primer lugar, exige la elaboración de políticas y medidas nacionales que reduzcan las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero. En segundo lugar, los países pueden calcular los beneficios de los sumideros de carbono nacionales que absorben más carbono del que emiten. En tercer lugar, los países pueden participar en planes de intercambio de emisiones con otros países del Anexo I. Cuarto, los países signatarios pueden crear programas de aplicación conjunta con otras partes del Anexo I y recibir créditos por los proyectos que reduzcan las emisiones. Quinto, los países pueden recibir créditos por reducir las emisiones en los países no incluidos en el Anexo I a través de un mecanismo de "desarrollo limpio", como la inversión en la construcción de un nuevo proyecto de energía eólica.
Para entrar en vigor, el Protocolo de Kyoto tenía que ser ratificado por al menos 55 países, incluidos suficientes países del Anexo I para representar al menos el 55 por ciento del total de las emisiones de gases de efecto invernadero de ese grupo. Más de 55 países ratificaron rápidamente el protocolo, incluyendo todos los países del Anexo I, excepto Rusia, Estados Unidos y Australia. (Rusia y Australia ratificaron el protocolo en 2005 y 2007, respectivamente.) No fue hasta que Rusia, bajo la fuerte presión de la UE, ratificó el protocolo que éste se convirtió en legalmente vinculante en febrero de 2005.
La política regional de cambio climático más desarrollada hasta la fecha ha sido formulada por la UE en parte para cumplir sus compromisos en virtud del Protocolo de Kyoto. En 2005, los 15 países de la UE que tienen un compromiso colectivo en virtud del protocolo redujeron sus emisiones de gases de efecto invernadero a un 2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990, aunque no es seguro que cumplan su objetivo de reducción del 8 por ciento para 2012. En 2007 la UE estableció un objetivo colectivo para los 27 estados miembros de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 20 por ciento por debajo de los niveles de 1990 para el año 2020. Como parte de su esfuerzo por lograr este objetivo, la UE estableció en 2005 el primer plan de comercio multilateral de emisiones de dióxido de carbono del mundo, que abarca más de 11.500 grandes instalaciones en todos sus Estados miembros.
En los Estados Unidos, en cambio, el presidente George W. Bush y la mayoría de los senadores rechazaron el Protocolo de Kyoto, citando como motivo de queja particular la falta de reducciones obligatorias de emisiones para los países en desarrollo. Al mismo tiempo, la política federal de los Estados Unidos no estableció ninguna restricción obligatoria para las emisiones de gases de efecto invernadero, y las emisiones de los Estados Unidos aumentaron más del 16 por ciento entre 1990 y 2005. En parte para compensar la falta de dirección a nivel federal, muchos estados individuales de los EE.UU. formularon sus propios planes de acción para abordar el calentamiento global y el cambio climático y tomaron una serie de iniciativas legales y políticas para frenar las emisiones. Entre esas iniciativas cabe citar: la fijación de un límite máximo a las emisiones de las centrales eléctricas, el establecimiento de normas de carteras de energía renovable que exigen a los proveedores de electricidad que obtengan un porcentaje mínimo de su energía de fuentes renovables, la elaboración de normas sobre emisiones de vehículos y combustibles, y la adopción de normas de "construcción ecológica".
Desde el final de la última edad de hielo, los humanos han desarrollado herramientas y máquinas y han modificado la tierra para la agricultura y el asentamiento a largo plazo. A medida que la población ha ido creciendo y las nuevas tecnologías se han ido extendiendo por las culturas y los continentes, cada vez más recursos del planeta se han visto presionados para servir a la especie. En el proceso, las actividades humanas han alterado el orden natural del medio ambiente al despoblar y eliminar especies y añadir sustancias químicas nocivas al aire, el agua y el suelo, actividades que están cambiando el clima y la estructura y función de los ecosistemas, así como las comunidades biológicas que contienen.
Resolver los problemas ambientales críticos del calentamiento global, la escasez de agua, la contaminación y la pérdida de biodiversidad son quizás los mayores desafíos del siglo XXI.
Los grandes problemas del planeta
La acción humana ha desencadenado una vasta cascada de problemas ambientales que ahora amenazan la continua capacidad de los sistemas naturales y humanos para prosperar. Aquí hay cuatro grandes problemas ambientales:
- Contaminación. La contaminación es uno de los problemas más serios que enfrenta el planeta, pero puede ser uno de los más fáciles de superar. Aprenda cómo los humanos causan y pueden remediar nuestros problemas de contaminación.
- Crisis del agua. Esta crisis plantea el riesgo más inmediato para la vida humana y la estabilidad regional. Conozca las causas y los efectos de la escasez de agua a nivel mundial, y algunas de las estrategias para enfrentarla.
- Calentamiento global. Las emisiones de gases de efecto invernadero de las actividades humanas están cambiando la faz de la Tierra. Explora las formas en que se está produciendo el cambio climático y lo que podemos hacer al respecto.
- Pérdida de biodiversidad. La vida no humana en la Tierra está sufriendo enormemente en manos humanas. Conozca las principales amenazas a la biodiversidad y lo que se puede hacer para evitar que nuestros organismos se pierdan para siempre.
La fluctuación climática, la variación climática o el cambio climático es la modificación periódica del clima de la Tierra provocada por los cambios en la atmósfera, así como las interacciones entre la atmósfera y otros factores geológicos, químicos, biológicos y geográficos del sistema terrestre.
Causas del cambio climático
Es mucho más fácil documentar las pruebas de la variabilidad del clima y el cambio climático pasado que determinar sus mecanismos subyacentes. El clima está influenciado por una multitud de factores que operan en escalas de tiempo que van desde horas hasta cientos de millones de años. Muchas de las causas del cambio climático son externas al sistema de la Tierra. Otras son parte del sistema de la Tierra pero externas a la atmósfera. Otras implican interacciones entre la atmósfera y otros componentes del sistema terrestre y se describen colectivamente como retroalimentaciones dentro del sistema terrestre. Las retroalimentaciones se encuentran entre los factores causales más recientemente descubiertos y difíciles de estudiar. No obstante, se reconoce cada vez más que esos factores desempeñan un papel fundamental en la variación del clima. En esta sección se describen los mecanismos más importantes.
Variabilidad solar
La luminosidad, o brillo, del Sol ha ido aumentando constantemente desde su formación. Este fenómeno es importante para el clima de la Tierra, porque el Sol proporciona la energía para impulsar la circulación atmosférica y constituye el aporte para el presupuesto de calor de la Tierra. La baja luminosidad solar durante el tiempo del Precámbrico subyace a la tenue paradoja del joven Sol, descrita en la sección Climas de la Tierra temprana.
La energía radiante procedente del Sol es variable en escalas de tiempo muy pequeñas, debido a las tormentas solares y otras perturbaciones, pero las variaciones en la actividad solar, en particular la frecuencia de las manchas solares, también están documentadas en escalas de tiempo que van de decenios a milenios y probablemente se producen también en escalas de tiempo más largas. Se ha sugerido que el "mínimo de Maunder", un período de actividad de manchas solares drásticamente reducida entre 1645 y 1715 d.C., es un factor que contribuye a la Pequeña Edad de Hielo. (Ver abajo Variación y cambio climático desde la aparición de la civilización).
La actividad volcánica
La actividad volcánica puede influir en el clima de varias maneras y en diferentes escalas de tiempo. Las erupciones volcánicas individuales pueden liberar grandes cantidades de dióxido de azufre y otros aerosoles en la estratosfera, reduciendo la transparencia atmosférica y, por tanto, la cantidad de radiación solar que llega a la superficie y la troposfera de la Tierra. Un ejemplo reciente es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que tuvo influencias mensurables en la circulación atmosférica y los balances de calor. La erupción de 1815 del Monte Tambora en la isla de Sumbawa tuvo consecuencias más dramáticas, ya que la primavera y el verano del año siguiente (1816, conocido como "el año sin verano") fueron inusualmente fríos en gran parte del mundo. Nueva Inglaterra y Europa experimentaron nevadas y heladas durante todo el verano de 1816.
Los volcanes y los fenómenos conexos, como el desgarramiento y la subducción de los océanos, liberan dióxido de carbono tanto en los océanos como en la atmósfera. Las emisiones son bajas; incluso una masiva erupción volcánica como la del Monte Pinatubo libera sólo una fracción del dióxido de carbono emitido por la combustión de combustibles fósiles en un año. Sin embargo, a escala geológica, la liberación de este gas de efecto invernadero puede tener efectos importantes. Las variaciones en la liberación de dióxido de carbono por los volcanes y las grietas oceánicas a lo largo de millones de años pueden alterar la química de la atmósfera. Esta variabilidad en las concentraciones de dióxido de carbono probablemente explica gran parte de la variación climática que ha tenido lugar durante el Eón Fanerozoico.
Actividad tectónica
Los movimientos tectónicos de la corteza terrestre han tenido profundos efectos en el clima en escalas de tiempo de millones a decenas de millones de años. Estos movimientos han cambiado la forma, el tamaño, la posición y la elevación de las masas continentales, así como la batimetría de los océanos. A su vez, los cambios topográficos y batimétricos han tenido fuertes efectos en la circulación tanto de la atmósfera como de los océanos. Por ejemplo, el levantamiento de la meseta tibetana durante la era cenozoica afectó las pautas de circulación atmosférica, creando el monzón de Asia meridional e influyendo en el clima de gran parte del resto de Asia y las regiones vecinas.
La actividad tectónica también influye en la química atmosférica, en particular en las concentraciones de dióxido de carbono. El dióxido de carbono se emite desde los volcanes y las fumarolas de las zonas de fisura y de subducción. Las variaciones en la tasa de propagación en las zonas de fisuras y el grado de actividad volcánica cerca de los márgenes de las placas han influido en las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono a lo largo de la historia de la Tierra. Incluso la meteorización química de la roca constituye un importante sumidero de dióxido de carbono. (Un sumidero de carbono es cualquier proceso que elimina el dióxido de carbono de la atmósfera mediante la conversión química del CO2 en compuestos de carbono orgánicos o inorgánicos). El ácido carbónico, formado a partir de dióxido de carbono y agua, es un reactivo en la disolución de silicatos y otros minerales. Las tasas de meteorización están relacionadas con la masa, la elevación y la exposición del lecho rocoso. La elevación tectónica puede aumentar todos estos factores y, por lo tanto, conducir a un aumento de la meteorización y la absorción de dióxido de carbono. Por ejemplo, la meteorización química de la meseta tibetana en ascenso puede haber desempeñado un papel importante en el agotamiento del dióxido de carbono en la atmósfera durante un período de enfriamiento global a finales del Cenozoico.
Variaciones orbitales
La geometría orbital de la Tierra se ve afectada de manera predecible por las influencias gravitatorias de otros planetas del sistema solar. Tres características primarias de la órbita de la Tierra se ven afectadas, cada una de ellas de manera cíclica o recurrente. Primero, la forma de la órbita de la Tierra alrededor del Sol, varía de casi circular a elíptica (excéntrica), con periodicidades de 100.000 y 413.000 años. En segundo lugar, la inclinación del eje de la Tierra con respecto al Sol, que es el principal responsable de los climas estacionales de la Tierra, varía entre 22,1° y 24,5° con respecto al plano de rotación de la Tierra alrededor del Sol. Esta variación se produce en un ciclo de 41.000 años. En general, cuanto mayor es la inclinación, mayor es la radiación solar recibida por los hemisferios en verano y menor la recibida en invierno. El tercer cambio cíclico en la geometría orbital de la Tierra resulta de dos fenómenos combinados: 1) El eje de rotación de la Tierra se tambalea, cambiando la dirección del eje con respecto al Sol, y 2) la orientación de la elipse orbital de la Tierra gira lentamente. Estos dos procesos crean un ciclo de 26.000 años, llamado precesión de los equinoccios, en el que la posición de la Tierra en los equinoccios y solsticios cambia. Hoy en día la Tierra está más cerca del Sol (perihelio) cerca del solsticio de diciembre, mientras que hace 9.000 años el perihelio se produjo cerca del solsticio de junio.
Estas variaciones orbitales causan cambios en la distribución latitudinal y estacional de la radiación solar, que a su vez impulsan una serie de variaciones climáticas. Las variaciones orbitales juegan un papel importante en el ritmo de los patrones glaciales-interglaciales y monzónicos. Sus influencias se han identificado en los cambios climáticos de gran parte del Fanerozoico. Por ejemplo, los ciclomotores -que son lechos marinos, fluviales y de carbón intercalados característicos del subperíodo de Pensilvania (hace 318,1 millones a 299 millones de años)- parecen representar los cambios impulsados por Milankovitch en el nivel medio del mar.
Los gases de efecto invernadero son moléculas de gas que tienen la propiedad de absorber la radiación infrarroja (energía térmica neta) emitida desde la superficie de la Tierra y volverla a radiar hacia la superficie terrestre, contribuyendo así al fenómeno conocido como efecto invernadero. El dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua son los gases de efecto invernadero más importantes, y tienen un profundo efecto en el presupuesto energético del sistema terrestre a pesar de que constituyen sólo una fracción de todos los gases atmosféricos. Las concentraciones de gases de efecto invernadero han variado sustancialmente durante la historia de la Tierra, y estas variaciones han impulsado cambios climáticos sustanciales en una amplia gama de escalas de tiempo. En general, las concentraciones de gases de efecto invernadero han sido particularmente altas durante los períodos cálidos y bajas durante las fases frías. Varios procesos influyen en las concentraciones de gases de efecto invernadero. Algunos, como las actividades tectónicas, operan en escalas de tiempo de millones de años, mientras que otros, como la vegetación, el suelo, los humedales y las fuentes y sumideros oceánicos, operan en escalas de tiempo de cientos a miles de años. Las actividades humanas -especialmente la combustión de combustibles fósiles desde la Revolución Industrial- son responsables del aumento constante de las concentraciones atmosféricas de diversos gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido de carbono, el metano, el ozono y los clorofluorocarbonos (CFC).
Tal vez el tema más intensamente discutido e investigado sobre la variabilidad del clima sea el papel de las interacciones y retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre. Las retroalimentaciones implican diferentes componentes que operan a diferentes velocidades y escalas de tiempo. Las capas de hielo, el hielo marino, la vegetación terrestre, las temperaturas oceánicas, las tasas de meteorización, la circulación oceánica y las concentraciones de gases de efecto invernadero están todas influidas directa o indirectamente por la atmósfera; sin embargo, todas ellas también retroalimentan a la atmósfera, influyéndola así de manera importante. Por ejemplo, las diferentes formas y densidades de vegetación en la superficie terrestre influyen en el albedo, o reflectividad, de la superficie de la Tierra, afectando así al balance global de radiación a escalas locales y regionales. Al mismo tiempo, la transferencia de moléculas de agua del suelo a la atmósfera está mediada por la vegetación, tanto directamente (por la transpiración a través de los estomas de las plantas) como indirectamente (por las influencias de la sombra y la temperatura en la evaporación directa del suelo). Esta regulación del flujo de calor latente por parte de la vegetación puede influir en el clima a escalas locales y globales. Como resultado, los cambios en la vegetación, que están parcialmente controlados por el clima, pueden a su vez influir en el sistema climático. La vegetación también influye en las concentraciones de gases de efecto invernadero; las plantas vivas constituyen un importante sumidero de dióxido de carbono atmosférico, mientras que actúan como fuentes de dióxido de carbono cuando se queman por incendios o se descomponen. Estas y otras retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre son fundamentales tanto para comprender los cambios climáticos del pasado como para predecir los futuros.
Las actividades humanas
El reconocimiento del cambio climático mundial como una cuestión ambiental ha llamado la atención sobre el impacto climático de las actividades humanas. La mayor parte de esta atención se ha centrado en la emisión de dióxido de carbono mediante la combustión de combustibles fósiles y la deforestación. Las actividades humanas también producen emisiones de otros gases de efecto invernadero, como el metano (procedente del cultivo de arroz, el ganado, los vertederos y otras fuentes) y los clorofluorocarbonos (procedentes de fuentes industriales). Hay pocas dudas entre los climatólogos de que estos gases de efecto invernadero afectan al presupuesto de radiación de la Tierra; la naturaleza y la magnitud de la respuesta climática son objeto de una intensa actividad de investigación. Los registros paleoclimáticos de los anillos de los árboles, los corales y los núcleos de hielo indican una clara tendencia al calentamiento que abarca todo el siglo XX y la primera década del siglo XXI. De hecho, el siglo XX fue el más cálido de los últimos 10 siglos, y la década 2001-10 fue la década más cálida desde el comienzo de los registros instrumentales modernos. Muchos climatólogos han señalado este patrón de calentamiento como una clara evidencia de los cambios climáticos inducidos por el hombre como resultado de la producción de gases de efecto invernadero.
Un segundo tipo de impacto humano, la conversión de la vegetación por la deforestación, la forestación y la agricultura, está recibiendo una creciente atención como una fuente adicional de cambio climático. Cada vez es más evidente que los impactos humanos sobre la cubierta vegetal pueden tener efectos locales, regionales e incluso mundiales sobre el clima, debido a los cambios en el flujo de calor sensible y latente hacia la atmósfera y la distribución de la energía dentro del sistema climático. La medida en que estos factores contribuyen al cambio climático reciente y en curso es una importante área de estudio emergente.
El cambio climático en el transcurso de la vida humana
Independientemente de su ubicación en el planeta, todos los seres humanos experimentan la variabilidad y el cambio climático durante sus vidas. Los fenómenos más familiares y predecibles son los ciclos estacionales, a los que las personas ajustan su ropa, las actividades al aire libre, los termostatos y las prácticas agrícolas. Sin embargo, no hay dos veranos o inviernos exactamente iguales en el mismo lugar; algunos son más cálidos, húmedos o tormentosos que otros. Esta variación interanual del clima es en parte responsable de las variaciones de un año a otro en los precios del combustible, el rendimiento de los cultivos, los presupuestos de mantenimiento de las carreteras y los riesgos de incendios forestales. Las inundaciones provocadas por las precipitaciones en un solo año pueden causar graves daños económicos, como los de la cuenca de drenaje del río Misisipí superior durante el verano de 1993, y pérdidas de vidas, como las que devastaron gran parte de Bangladesh en el verano de 1998. También pueden producirse daños y pérdidas de vidas similares como resultado de incendios forestales, tormentas graves, huracanes, olas de calor y otros acontecimientos relacionados con el clima.
La variación y el cambio climático también pueden ocurrir en períodos más largos, como décadas. Algunos lugares experimentan múltiples años de sequía, inundaciones u otras condiciones duras. Esas variaciones decenales del clima plantean problemas para las actividades humanas y la planificación. Por ejemplo, las sequías plurianuales pueden perturbar el suministro de agua, inducir a la pérdida de cosechas y causar trastornos económicos y sociales, como en el caso de las sequías de Dust Bowl en el medio continente de América del Norte durante el decenio de 1930. Las sequías plurianuales pueden incluso causar una hambruna generalizada, como en la sequía del Sahel que se produjo en el norte de África durante los años setenta y ochenta.
Variación estacional
Todos los lugares de la Tierra experimentan una variación estacional del clima (aunque el cambio puede ser leve en algunas regiones tropicales). Esta variación cíclica es impulsada por los cambios estacionales en el suministro de radiación solar a la atmósfera y la superficie de la Tierra. La órbita de la Tierra alrededor del Sol es elíptica; está más cerca del Sol ( 147 millones de km [unos 91 millones de millas]) cerca del solsticio de invierno y más lejos del Sol (152 millones de km [unos 94 millones de millas]) cerca del solsticio de verano en el Hemisferio Norte. Además, el eje de rotación de la Tierra se produce en un ángulo oblicuo (23,5°) con respecto a su órbita. Por lo tanto, cada hemisferio está inclinado lejos del Sol durante su período de invierno y hacia el Sol en su período de verano. Cuando un hemisferio está inclinado lejos del Sol, recibe menos radiación solar que el hemisferio opuesto, que en ese momento está apuntado hacia el Sol. Así, a pesar de la mayor proximidad del Sol en el solsticio de invierno, el hemisferio norte recibe menos radiación solar durante el invierno que durante el verano. También como consecuencia de la inclinación, cuando el Hemisferio Norte experimenta el invierno, el Hemisferio Sur experimenta el verano.
El sistema climático de la Tierra está impulsado por la radiación solar; las diferencias estacionales en el clima resultan en última instancia de los cambios estacionales en la órbita de la Tierra. La circulación del aire en la atmósfera y del agua en los océanos responde a las variaciones estacionales de la energía disponible del Sol. Los cambios estacionales específicos del clima que se producen en cualquier lugar determinado de la superficie de la Tierra resultan en gran medida de la transferencia de energía de la circulación atmosférica y oceánica. Las diferencias en el calentamiento de la superficie que tienen lugar entre el verano y el invierno hacen que las vías de las tormentas y los centros de presión cambien de posición y fuerza. Estas diferencias de calentamiento también provocan cambios estacionales en la nubosidad, las precipitaciones y el viento.
Las respuestas estacionales de la biosfera (especialmente la vegetación) y la criosfera (glaciares, hielo marino, campos de nieve) también contribuyen a la circulación atmosférica y al clima. La caída de hojas de los árboles de hoja caduca al entrar en el letargo invernal aumenta el albedo (reflectividad) de la superficie de la Tierra y puede conducir a un mayor enfriamiento local y regional. De manera similar, la acumulación de nieve también aumenta el albedo de las superficies terrestres y a menudo amplifica los efectos del invierno.
Variación interanual
Las variaciones climáticas interanuales, incluidas las sequías, las inundaciones y otros acontecimientos, son causadas por una compleja serie de factores e interacciones del sistema terrestre. Una característica importante que desempeña un papel en estas variaciones es el cambio periódico de las pautas de circulación atmosférica y oceánica en la región del Pacífico tropical, conocido colectivamente como variación de El Niño-Oscilación Austral (ENSO). Aunque sus principales efectos climáticos se concentran en el Pacífico tropical, la ENOS tiene efectos en cascada que a menudo se extienden a la región del Océano Atlántico, al interior de Europa y Asia, y a las regiones polares. Estos efectos, denominados teleconexiones, se producen porque las alteraciones en las pautas de circulación atmosférica de baja latitud en la región del Pacífico influyen en la circulación atmosférica de los sistemas adyacentes y descendentes. Como resultado, las trayectorias de las tormentas se desvían y las crestas de presión atmosférica (zonas de alta presión) y las canalizaciones (zonas de baja presión) se desplazan de sus patrones habituales.
Como ejemplo, los eventos de El Niño ocurren cuando los vientos alisios del este en el Pacífico tropical se debilitan o invierten su dirección. Esto cierra el afloramiento de las aguas profundas y frías de la costa occidental de América del Sur, calienta el Pacífico oriental e invierte el gradiente de presión atmosférica en el Pacífico occidental. Como resultado, el aire de la superficie se desplaza hacia el este desde Australia e Indonesia hacia el Pacífico central y las Américas. Estos cambios producen grandes precipitaciones e inundaciones repentinas a lo largo de la costa normalmente árida del Perú y una grave sequía en las regiones normalmente húmedas del norte de Australia e Indonesia. Los fenómenos de El Niño particularmente graves provocan el fracaso de los monzones en la región del Océano Índico, lo que da lugar a una intensa sequía en la India y en África oriental. Al mismo tiempo, las trayectorias del oeste y de las tormentas se desplazan hacia el Ecuador, lo que proporciona a California y al desierto del sudoeste de los Estados Unidos un clima invernal húmedo y tormentoso y hace que las condiciones invernales en el noroeste del Pacífico, que suelen ser húmedas, se vuelvan más cálidas y secas. El desplazamiento de los vientos del oeste también provoca sequías en el norte de China y desde el noreste de Brasil a través de secciones de Venezuela. Los registros a largo plazo de la variación del ENOS a partir de documentos históricos, anillos de árboles y corales de arrecifes indican que los eventos de El Niño ocurren, en promedio, cada dos a siete años. Sin embargo, la frecuencia e intensidad de estos eventos varían a lo largo del tiempo.
La Oscilación del Atlántico Norte (OAN) es otro ejemplo de una oscilación interanual que produce importantes efectos climáticos dentro del sistema terrestre y puede influir en el clima en todo el hemisferio norte. Este fenómeno es el resultado de la variación del gradiente de presión, o la diferencia de presión atmosférica entre el máximo subtropical, situado normalmente entre las Azores y Gibraltar, y el mínimo islandés, centrado entre Islandia y Groenlandia. Cuando el gradiente de presión es pronunciado debido a un fuerte máximo subtropical y un bajo islandés profundo (fase positiva), Europa septentrional y Asia septentrional experimentan inviernos cálidos y húmedos con frecuentes y fuertes tormentas invernales. Al mismo tiempo, el sur de Europa es seco. El este de los Estados Unidos también experimenta inviernos más cálidos y menos nevados durante las fases positivas de la NAO, aunque el efecto no es tan grande como en Europa. El gradiente de presión se atenúa cuando la NAO está en un modo negativo, es decir, cuando existe un gradiente de presión más débil a partir de la presencia de un débil máximo subtropical y un mínimo islandés. Cuando esto sucede, la región del Mediterráneo recibe abundantes precipitaciones invernales, mientras que el norte de Europa es frío y seco. El este de los Estados Unidos es típicamente más frío y con más nieve durante una fase negativa de la NAO.
Durante los años en que la Oscilación del Atlántico Norte (OAN) se encuentra en su fase positiva, el este de los Estados Unidos, el sudeste del Canadá y el noroeste de Europa experimentan temperaturas invernales más cálidas, mientras que en estos lugares se encuentran temperaturas más frías durante su fase negativa. Cuando tanto el Niño/Oscilación Austral (ENSO) como la NAO se encuentran en su fase positiva, los inviernos europeos tienden a ser más húmedos y menos severos; sin embargo, más allá de esta tendencia general, la influencia del ENSO sobre la NAO no se comprende bien.
Los ciclos del ENSO y la NAO son impulsados por las retroalimentaciones e interacciones entre los océanos y la atmósfera. La variación climática interanual es impulsada por estos y otros ciclos, interacciones entre ciclos y perturbaciones en el sistema terrestre, como las que resultan de grandes inyecciones de aerosoles de las erupciones volcánicas. Un ejemplo de perturbación debida al vulcanismo es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que provocó una disminución de la temperatura mundial media de aproximadamente 0,5 °C (0,9 °F) el verano siguiente.
Variación decenal
El clima varía en escalas de tiempo decenales, con grupos de varios años de condiciones húmedas, secas, frescas o cálidas. Estos grupos plurianuales pueden tener efectos dramáticos en las actividades y el bienestar humanos. Por ejemplo, una grave sequía de tres años a finales del siglo XVI probablemente contribuyó a la destrucción de la "Colonia Perdida" de Sir Walter Raleigh en la isla de Roanoke, en lo que hoy es Carolina del Norte, y una posterior sequía de siete años (1606-12) provocó una elevada mortalidad en la colonia de Jamestown, en Virginia. Además, algunos estudiosos han implicado a las sequías persistentes y graves como la principal razón del colapso de la civilización maya en Mesoamérica entre 750 y 950 d.C.; sin embargo, los descubrimientos de principios del siglo XXI sugieren que las perturbaciones del comercio relacionadas con la guerra desempeñaron un papel, posiblemente interactuando con las hambrunas y otras tensiones relacionadas con la sequía.
Aunque la variación climática a escala decenal está bien documentada, las causas no están del todo claras. Gran parte de la variación decenal del clima está relacionada con las variaciones interanuales. Por ejemplo, la frecuencia y la magnitud del ENOS cambian a lo largo del tiempo. Los primeros años de la década de 1990 se caracterizaron por repetidos eventos de El Niño, y se han identificado varias agrupaciones de este tipo que tuvieron lugar durante el siglo XX. La pendiente del gradiente del NAO también cambia en escalas temporales decenales; ha sido particularmente pronunciada desde el decenio de 1970.
Investigaciones recientes han revelado que las variaciones del clima a escala decenal son el resultado de las interacciones entre el océano y la atmósfera. Una de esas variaciones es la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO), también conocida como Variabilidad Decadal del Pacífico (PDV), que implica cambios en las temperaturas de la superficie del mar (SST) en el Océano Pacífico Norte. Las TSM influyen en la fuerza y la posición de la Baja Aleutiana, que a su vez afecta fuertemente los patrones de precipitación a lo largo de la costa del Pacífico de Norteamérica. La variación de las TSM consiste en una alternancia entre los períodos de "fase fría", en los que la costa de Alaska es relativamente seca y el noroeste del Pacífico relativamente húmedo (por ejemplo, 1947-76), y los períodos de "fase cálida", caracterizados por una precipitación relativamente alta en la costa de Alaska y una precipitación baja en el noroeste del Pacífico (por ejemplo, 1925-46, 1977-98). Los registros de anillos de árboles y corales, que abarcan al menos los últimos cuatro siglos, documentan la variación del DOP.
Una oscilación similar, la Oscilación Multidecadal del Atlántico (OMA), se produce en el Atlántico Norte e influye fuertemente en los patrones de precipitación de América del Norte oriental y central. Una AMO de fase cálida (TSM del Atlántico Norte relativamente cálida) se asocia con precipitaciones relativamente altas en Florida y bajas en gran parte del Valle de Ohio. Sin embargo, el AMO interactúa con el PDO, y ambos interactúan con variaciones interanuales, como el ENSO y la NAO, en formas complejas . Tales interacciones pueden llevar a la amplificación de sequías, inundaciones u otras anomalías climáticas. Por ejemplo, las graves sequías que se produjeron en gran parte de los Estados Unidos conterminosos en los primeros años del siglo XXI se asociaron con la OMA de fase cálida combinada con la DOP de fase fría. Los mecanismos que subyacen a las variaciones decenales, como el PDO y la AMO, no se conocen bien, pero probablemente estén relacionados con las interacciones océano-atmósfera con constantes temporales más grandes que las variaciones interanuales. Las variaciones climáticas decenales son objeto de un intenso estudio por parte de los climatólogos y los paleoclimatólogos.
Urbes contra el cambio climático
Las ciudades suelen tener redes de planes, que consisten en planes individuales centrados en aspectos concretos como el uso del suelo, los sistemas de transporte, la gestión de emergencias, la sostenibilidad, las zonas verdes, la reducción de los gases de efecto invernadero (también conocidos como Planes de Acción Climática) y muchos más. Casi todas las ciudades importantes de los Estados Unidos también tienen un plan de mitigación de riesgos: la Ley de Mitigación de Desastres de 2000 (DMA, por sus siglas en inglés) lo exige para poder percibir determinados fondos de ayuda frente a desastres. Los planes locales de mitigación de la DMA deben identificar los riesgos naturales existentes (inundaciones, huracanes y olas de calor, por ejemplo), establecer objetivos a largo plazo (véase más en esta plataforma general) y crear una lista de acciones prioritarias para reducir sus posibles consecuencias.
Durante el estudio, identificamos si el plan relacionado con el cambio climático de cada ciudad buscaba un gran enfoque u otro más limitado, el número de referencias cruzadas dentro del plan a otros planes relevantes y el número de acciones prioritarias centradas en el uso del suelo para mitigar los posibles riesgos. Para hacerlo, utilizamos un análisis de contenido sistemático en el que codificadores capacitados midieron la presencia o ausencia de esas características en el plan. Después, comparamos los planes de amplio alcance con los de alcance limitado para identificar cualquier patrón de diferencia.
Nuestros hallazgos muestran beneficios claros al comenzar con una apuesta más limitada, sobre todo si presta especial atención a la relación entre cambio climático y desastres naturales.Entre las Líneas En promedio, los planes de alcance limitado tenían referencias cruzadas a una proporción mayor de la red existente de planes urbanísticos en la ciudad; también incluían más indicaciones sobre el uso efectivo del suelo para reducir los riesgos a largo plazo. La planificación (véase más en esta plataforma general) del uso del suelo aleja el desarrollo y las nuevas promociones de las zonas de peligro al mismo tiempo que conserva las características del entorno natural, como los humedales, que retienen las crecidas y se han revelado como la forma más prometedora para reducir los riesgos del cambio climático a largo plazo.
Aviso
No obstante, la investigación también muestra de forma recurrente que la mayoría de las ciudades no utiliza de forma adecuada el ordenamiento del territorio para reducir el riesgo, una realidad impulsada por las inundaciones en Tejas (EEUU) a raíz del huracán Harvey.
Estas conclusiones pueden parecer contradictorias para los urbanistas municipales, así como los contrarios al cambio climático.
El calentamiento global es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la humanidad hoy en día, y el fenómeno climático fue objeto de titulares una y otra vez mientras la gente seguía observando extrañas pautas meteorológicas y mientras los debates se ensañaban en los ámbitos políticos sobre si debíamos abordar el tema y cómo hacerlo.
El calentamiento global es real, y está cambiando el clima. Hay pruebas significativas de que los climas de todo el mundo están cambiando y que esos cambios están ocurriendo debido a las actividades humanas. Esa es una de las razones por las que es tan importante estar informado sobre qué actividades humanas contribuyen al calentamiento global y qué actividades humanas pueden ayudar a evitar que progrese.
Política pública sobre el calentamiento global
Desde el siglo XIX, muchos investigadores que trabajan en una amplia gama de disciplinas académicas han contribuido a mejorar la comprensión de la atmósfera y del sistema climático mundial. La preocupación de los científicos prominentes del clima por el calentamiento global y el cambio climático inducido por el hombre (o "antropogénico") surgió a mediados del siglo XX, pero la mayor parte del debate científico y político sobre la cuestión no comenzó hasta el decenio de 1980. Hoy en día, los principales científicos del clima están de acuerdo en que muchos de los cambios que se están produciendo en el sistema climático mundial se deben en gran medida a la liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero, gases que potencian el efecto invernadero natural de la Tierra. La mayoría de los gases de efecto invernadero son liberados por la quema de combustibles fósiles para la calefacción, la cocina, la generación de electricidad, el transporte y la fabricación, pero también son liberados como resultado de la descomposición natural de los materiales orgánicos, los incendios forestales, la deforestación y las actividades de limpieza de tierras. Quienes se oponen a este punto de vista han subrayado a menudo el papel de los factores naturales en la variación climática del pasado y han acentuado las incertidumbres científicas relacionadas con los datos sobre el calentamiento de la Tierra y el cambio climático. No obstante, un creciente número de científicos ha pedido a los gobiernos, las industrias y los ciudadanos que reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Todos los países emiten gases de efecto invernadero, pero los países altamente industrializados y los países más poblados emiten cantidades significativamente mayores que otros. Los países de América del Norte y Europa que fueron los primeros en someterse al proceso de industrialización han sido responsables de la liberación de la mayoría de los gases de efecto invernadero en términos acumulativos absolutos desde el comienzo de la Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII. Hoy en día, a estos países se les están sumando grandes países en desarrollo como China y la India, donde la rápida industrialización va acompañada de una creciente liberación de gases de efecto invernadero. Los Estados Unidos, que poseen aproximadamente el 5% de la población mundial, emitieron casi el 21% de los gases de efecto invernadero mundiales en 2000. Ese mismo año, los entonces 25 Estados miembros de la Unión Europea (UE) -con una población combinada de 450 millones de personas- emitieron el 14 por ciento de todos los gases de efecto invernadero antropogénicos. Esta cifra era aproximadamente la misma que la fracción liberada por los 1.200 millones de personas de China. En 2000, el estadounidense medio emitió 24,5 toneladas de gases de efecto invernadero, la persona media que vivía en la UE emitió 10,5 toneladas, y la persona media que vivía en China emitió sólo 3,9 toneladas. Aunque las emisiones de gases de efecto invernadero per cápita de China siguieron siendo considerablemente inferiores a las de la UE y los Estados Unidos, fue el mayor emisor de gases de efecto invernadero en 2006 en términos absolutos.
El IPCC y el consenso científico
Un primer paso importante en la formulación de políticas públicas sobre el calentamiento global y el cambio climático es la recopilación de datos científicos y socioeconómicos pertinentes. En 1988 la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente establecieron el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). El IPCC tiene el mandato de evaluar y resumir los datos científicos, técnicos y socioeconómicos más recientes sobre el cambio climático y de publicar sus conclusiones en informes que se presentan a las organizaciones internacionales y a los gobiernos nacionales de todo el mundo. Muchos miles de los principales científicos y expertos del mundo en las esferas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático han trabajado en el marco del IPCC, produciendo importantes conjuntos de evaluaciones en 1990, 1995, 2001, 2007 y 2014, y varias evaluaciones especiales adicionales. En esos informes se evaluaron las bases científicas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático, las principales cuestiones relacionadas con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y el proceso de adaptación a un clima cambiante.
En el primer informe del IPCC, publicado en 1990, se afirmaba que una buena cantidad de datos mostraba que la actividad humana afectaba a la variabilidad del sistema climático; sin embargo, los autores del informe no pudieron llegar a un consenso sobre las causas y los efectos del calentamiento de la Tierra y el cambio climático en ese momento. El informe del IPCC de 1995 afirmaba que el balance de las pruebas sugería "una influencia humana discernible en el clima". El informe del IPCC de 2001 confirmó las conclusiones anteriores y presentó pruebas más sólidas de que la mayor parte del calentamiento de los 50 años anteriores era atribuible a las actividades humanas. En el informe de 2001 también se señalaba que los cambios observados en los climas regionales estaban empezando a afectar a muchos sistemas físicos y biológicos y que había indicios de que los sistemas sociales y económicos también se estaban viendo afectados.
La cuarta evaluación del IPCC, publicada en 2007, reafirmó las principales conclusiones de los informes anteriores, pero los autores también declararon -en lo que se consideró un juicio conservador- que estaban seguros, al menos en un 90%, de que la mayor parte del calentamiento observado durante el medio siglo anterior había sido causado por la liberación de gases de efecto invernadero a través de una multitud de actividades humanas. Tanto el informe de 2001 como el de 2007 afirmaban que durante el siglo XX se había producido un aumento de la temperatura superficial media mundial de 0,6 °C (1,1 °F), dentro de un margen de error de ±0,2 °C (0,4 °F). Mientras que el informe de 2001 preveía un aumento adicional de la temperatura media de 1,4 a 5,8 °C (2,5 a 10,4 °F) para 2100, el informe de 2007 refinó esta previsión hasta un aumento de 1,8 a 4,0 °C (3,2 a 7,2 °F) para finales del siglo XXI. Esas previsiones se basaron en el examen de una serie de hipótesis que caracterizaron las tendencias futuras de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La quinta evaluación del IPCC, publicada en 2014, refinó aún más los aumentos previstos de la temperatura media mundial y del nivel del mar. El informe de 2014 afirmaba que en el intervalo entre 1880 y 2012 se produjo un aumento de la temperatura media mundial de aproximadamente 0,85 °C (1,5 °F) y que en el intervalo entre 1901 y 2010 se produjo un aumento del nivel medio del mar mundial de unos 19-21 cm (7,5-8,3 pulgadas). El informe predijo que para finales del siglo XXI las temperaturas superficiales en todo el mundo aumentarían entre 0,3 y 4,8 °C (0,5 y 8,6 °F), y el nivel del mar podría subir entre 26 y 82 cm (10,2 y 32,3 pulgadas) en relación con el promedio de 1986-2005.
Cada informe del IPCC ha contribuido a crear un consenso científico en el sentido de que las elevadas concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera son los principales impulsores del aumento de las temperaturas del aire cerca de la superficie y de los cambios climáticos asociados en curso. A este respecto, se considera que el actual episodio de cambio climático, que comenzó a mediados del siglo XX, es fundamentalmente diferente de los períodos anteriores en el sentido de que los ajustes críticos han sido causados por actividades derivadas del comportamiento humano y no por factores no antropogénicos. En la evaluación de 2007 del IPCC se proyectó que cabría esperar que los futuros cambios climáticos incluyeran un calentamiento continuo, modificaciones de las pautas y cantidades de precipitaciones, elevación del nivel del mar y "cambios en la frecuencia e intensidad de algunos fenómenos extremos". Esos cambios tendrían efectos importantes en muchas sociedades y en los sistemas ecológicos de todo el mundo (véase Investigación sobre el clima y los efectos del calentamiento mundial). Véase en este recurso la Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto.
Futura política sobre el cambio climático
Los países difieren en cuanto a la forma de proceder en materia de política internacional con respecto a los acuerdos climáticos. Los objetivos a largo plazo formulados en Europa y los Estados Unidos buscan reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 80 por ciento para mediados del siglo XXI. En relación con estos esfuerzos, la UE estableció el objetivo de limitar el aumento de la temperatura a un máximo de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales. (Muchos científicos del clima y otros expertos coinciden en que se producirán importantes daños económicos y ecológicos si el promedio mundial de las temperaturas del aire cercano a la superficie se eleva más de 2 °C (3,6 °F) por encima de las temperaturas preindustriales en el próximo siglo).
A pesar de las diferencias de enfoque, los países iniciaron las negociaciones sobre un nuevo tratado, basado en un acuerdo alcanzado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en 2007 en Bali (Indonesia), que sustituiría al Protocolo de Kyoto una vez que éste expirara. En la 17ª Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP17), celebrada en Durban (Sudáfrica) en 2011, la comunidad internacional se comprometió a elaborar un tratado climático amplio y jurídicamente vinculante que sustituyera al Protocolo de Kyoto para 2015. Dicho tratado exigiría a todos los países productores de gases de efecto invernadero -incluidos los principales emisores de carbono que no se atienen al Protocolo de Kyoto (como China, la India y los Estados Unidos)- que limitaran y redujeran sus emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Este compromiso fue reafirmado por la comunidad internacional en el 18º período de sesiones de la Conferencia de las Partes (CP 18), celebrado en Doha (Qatar) en 2012. Dado que los términos del Protocolo de Kyoto se fijaron para que terminaran en 2012, los delegados de la CP 17 y la CP 18 acordaron prorrogar el Protocolo de Kyoto para salvar la brecha entre la fecha de expiración original y la fecha en que el nuevo tratado sobre el clima pasaría a ser jurídicamente vinculante. En consecuencia, los delegados de la COP18 decidieron que el Protocolo de Kyoto terminaría en 2020, año en el que se esperaba que el nuevo tratado climático entrara en vigor. Esta prórroga tenía el beneficio añadido de proporcionar un tiempo adicional para que los países cumplieran sus objetivos de emisión para 2012.
Convocados en París en 2015, los líderes mundiales y otros delegados de la COP21 firmaron un acuerdo global pero no vinculante para limitar el aumento de la temperatura media mundial a no más de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales y, al mismo tiempo, esforzarse por mantener este aumento a 1,5 °C (2,7 °F) por encima de los niveles preindustriales. El Acuerdo de París fue un acuerdo histórico que ordenó un examen de los progresos cada cinco años y la creación de un fondo de 100.000 millones de dólares para 2020 -que se repondría anualmente- para ayudar a los países en desarrollo a adoptar tecnologías que no produzcan gases de efecto invernadero. El número de partes (signatarios) del convenio ascendía a 197 en 2019, y 185 países habían ratificado el acuerdo. A pesar de que Estados Unidos había ratificado el acuerdo en septiembre de 2016, la toma de posesión de Donald J. Trump como presidente en enero de 2017 anunció una nueva era en la política climática de Estados Unidos, y el 1 de junio de 2017 Trump señaló su intención de sacar a Estados Unidos del acuerdo climático después de que concluyera el proceso de salida formal. Su sucesor, Biden, es un firme defensor de la lucha por el medio ambiente.
Un número cada vez mayor de ciudades del mundo está iniciando una multitud de esfuerzos locales y subregionales para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Muchos de esos municipios están adoptando medidas como miembros del Consejo Internacional para las Iniciativas Ambientales Locales y su programa Ciudades para la Protección del Clima, que esboza principios y medidas para adoptar medidas a nivel local. En 2005, la Conferencia de Alcaldes de los Estados Unidos aprobó el Acuerdo de Protección del Clima, en el que las ciudades se comprometieron a reducir para 2012 las emisiones a un 7 por ciento por debajo de los niveles de 1990. Además, muchas empresas privadas están desarrollando políticas corporativas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Un ejemplo notable de un esfuerzo liderado por el sector privado es la creación del Chicago Climate Exchange como medio para reducir las emisiones a través de un proceso de comercio.
A medida que las políticas públicas relativas al calentamiento global y al cambio climático continúan desarrollándose a nivel mundial, regional, nacional y local, se dividen en dos grandes tipos. El primer tipo, la política de mitigación, se centra en diferentes formas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Dado que la mayoría de las emisiones proceden de la quema de combustibles fósiles para la energía y el transporte, gran parte de la política de mitigación se centra en el cambio a fuentes de energía menos intensivas en carbono (como la energía eólica, solar e hidroeléctrica), la mejora de la eficiencia energética de los vehículos y el apoyo al desarrollo de nuevas tecnologías. En cambio, el segundo tipo, la política de adaptación, trata de mejorar la capacidad de diversas sociedades para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante. Por ejemplo, algunas políticas de adaptación están concebidas para alentar a los grupos a modificar las prácticas agrícolas en respuesta a los cambios estacionales, mientras que otras políticas están concebidas para preparar a las ciudades situadas en las zonas costeras para un nivel de mar elevado.
En cualquier caso, la reducción a largo plazo de las descargas de gases de efecto invernadero requerirá la participación tanto de los países industriales como de los principales países en desarrollo. En particular, la liberación de gases de efecto invernadero de fuentes chinas e indias está aumentando rápidamente en paralelo con la rápida industrialización de esos países. En 2006 China superó a los Estados Unidos como principal emisor del mundo de gases de efecto invernadero en términos absolutos (aunque no en términos per cápita), en gran medida debido a la mayor utilización de carbón y otros combustibles fósiles por parte de China. De hecho, todos los países del mundo se enfrentan al reto de encontrar formas de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero al tiempo que promueven un desarrollo económico ambiental y socialmente deseable (conocido como "desarrollo sostenible" o "crecimiento inteligente"). Mientras que algunos opositores de los que piden medidas correctivas siguen sosteniendo que los costos de la mitigación a corto plazo serán demasiado elevados, un número cada vez mayor de economistas y encargados de la formulación de políticas sostienen que será menos costoso, y posiblemente más rentable, para las sociedades adoptar medidas preventivas tempranas que abordar los graves cambios climáticos en el futuro. Es probable que muchos de los efectos más nocivos del calentamiento del clima se produzcan en los países en desarrollo. Combatir los efectos nocivos del calentamiento de la Tierra en los países en desarrollo será especialmente difícil, ya que muchos de esos países ya están luchando y poseen una capacidad limitada para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante.
Se prevé que cada país se verá afectado de manera diferente por el creciente esfuerzo por reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Los países que son emisores relativamente grandes tendrán que hacer frente a mayores exigencias de reducción que los emisores más pequeños. Del mismo modo, se prevé que los países que experimentan un rápido crecimiento económico se enfrentarán a mayores exigencias para controlar sus emisiones de gases de efecto invernadero a medida que consuman cantidades cada vez mayores de energía. También se producirán diferencias entre los distintos sectores industriales e incluso entre las distintas empresas. Por ejemplo, los productores de petróleo, carbón y gas natural -que en algunos casos representan porciones importantes de los ingresos nacionales por exportación- pueden ver reducida la demanda o los precios de sus productos a medida que sus clientes disminuyen el uso de combustibles fósiles. En cambio, es probable que muchos productores de tecnologías y productos nuevos y más respetuosos del clima (como los generadores de energía renovable) vean aumentar la demanda.
Para hacer frente al calentamiento del planeta y al cambio climático, las sociedades deben encontrar la manera de modificar fundamentalmente sus pautas de utilización de la energía en favor de la generación de energía, el transporte y la ordenación de los bosques y el uso de la tierra con menor intensidad de carbono. Un número cada vez mayor de países ha asumido este desafío, y hay muchas cosas que los individuos también pueden hacer. Por ejemplo, los consumidores tienen más opciones para adquirir electricidad generada a partir de fuentes renovables. Entre las medidas adicionales que reducirían las emisiones personales de gases de efecto invernadero y también conservarían la energía figuran el funcionamiento de vehículos más eficientes desde el punto de vista energético, el uso del transporte público cuando esté disponible y la transición a productos domésticos más eficientes desde el punto de vista energético. Las personas también podrían mejorar el aislamiento de sus hogares, aprender a calentar y enfriar sus residencias de manera más eficaz, y comprar y reciclar productos más sostenibles desde el punto de vista ambiental.
La Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto
Los informes del IPCC y el consenso científico que reflejan han proporcionado una de las bases más prominentes para la formulación de la política sobre el cambio climático. A escala mundial, la política sobre el cambio climático se rige por dos grandes tratados: la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) de 1992 y el correspondiente Protocolo de Kyoto de 1997 de la CMNUCC (que lleva el nombre de la ciudad de Japón donde se concertó).
La CMNUCC se negoció entre 1991 y 1992. Fue adoptada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en Río de Janeiro en junio de 1992 y se convirtió en legalmente vinculante en marzo de 1994. En el Artículo 2 la CMNUCC establece el objetivo a largo plazo de "estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida una interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático". El artículo 3 establece que los países del mundo tienen "responsabilidades comunes pero diferenciadas", lo que significa que todos los países comparten la obligación de actuar, aunque los países industrializados tienen la responsabilidad particular de tomar la iniciativa en la reducción de las emisiones debido a su contribución relativa al problema en el pasado. Con este fin, el Anexo I de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático enumera 41 países industrializados específicos y países con economías en transición, además de la Comunidad Europea (CE; sucedida oficialmente por la UE en 2009), y el Artículo 4 establece que estos países deben trabajar para reducir sus emisiones antropogénicas a los niveles de 1990. Sin embargo, no se ha establecido un plazo para este objetivo. Además, la CMNUCC no asigna ningún compromiso de reducción específico a los países no incluidos en el Anexo I (es decir, los países en desarrollo).
El acuerdo de seguimiento de la CMNUCC, el Protocolo de Kyoto, se negoció entre 1995 y 1997 y se adoptó en diciembre de 1997. El Protocolo de Kyoto regula seis gases de efecto invernadero liberados por las actividades humanas: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), perfluorocarbonos (PFC), hidrofluorocarbonos (HFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). En virtud del Protocolo de Kyoto, los países del Anexo I deben reducir sus emisiones agregadas de gases de efecto invernadero a un 5,2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990 a más tardar en 2012. Para alcanzar este objetivo, el protocolo establece objetivos de reducción individuales para cada país del Anexo I. Estos objetivos requieren la reducción de los gases de efecto invernadero en la mayoría de los países, pero también permiten el aumento de las emisiones de otros. Por ejemplo, el protocolo requiere que los entonces 15 estados miembros de la UE y otros 11 países europeos reduzcan sus emisiones a un 8 por ciento por debajo de sus niveles de emisión de 1990, mientras que Islandia, un país que produce cantidades relativamente pequeñas de gases de efecto invernadero, puede aumentar sus emisiones hasta un 10 por ciento por encima de su nivel de 1990. Además, el Protocolo de Kioto exige a tres países -Nueva Zelanda, Ucrania y Rusia- que congelen sus emisiones a los niveles de 1990.
El Protocolo de Kyoto establece cinco requisitos por los que las partes del Anexo I pueden optar por cumplir sus objetivos de emisión para 2012. En primer lugar, exige la elaboración de políticas y medidas nacionales que reduzcan las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero. En segundo lugar, los países pueden calcular los beneficios de los sumideros de carbono nacionales que absorben más carbono del que emiten. En tercer lugar, los países pueden participar en planes de intercambio de emisiones con otros países del Anexo I. Cuarto, los países signatarios pueden crear programas de aplicación conjunta con otras partes del Anexo I y recibir créditos por los proyectos que reduzcan las emisiones. Quinto, los países pueden recibir créditos por reducir las emisiones en los países no incluidos en el Anexo I a través de un mecanismo de "desarrollo limpio", como la inversión en la construcción de un nuevo proyecto de energía eólica.
Para entrar en vigor, el Protocolo de Kyoto tenía que ser ratificado por al menos 55 países, incluidos suficientes países del Anexo I para representar al menos el 55 por ciento del total de las emisiones de gases de efecto invernadero de ese grupo. Más de 55 países ratificaron rápidamente el protocolo, incluyendo todos los países del Anexo I, excepto Rusia, Estados Unidos y Australia. (Rusia y Australia ratificaron el protocolo en 2005 y 2007, respectivamente.) No fue hasta que Rusia, bajo la fuerte presión de la UE, ratificó el protocolo que éste se convirtió en legalmente vinculante en febrero de 2005.
La política regional de cambio climático más desarrollada hasta la fecha ha sido formulada por la UE en parte para cumplir sus compromisos en virtud del Protocolo de Kyoto. En 2005, los 15 países de la UE que tienen un compromiso colectivo en virtud del protocolo redujeron sus emisiones de gases de efecto invernadero a un 2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990, aunque no es seguro que cumplan su objetivo de reducción del 8 por ciento para 2012. En 2007 la UE estableció un objetivo colectivo para los 27 estados miembros de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 20 por ciento por debajo de los niveles de 1990 para el año 2020. Como parte de su esfuerzo por lograr este objetivo, la UE estableció en 2005 el primer plan de comercio multilateral de emisiones de dióxido de carbono del mundo, que abarca más de 11.500 grandes instalaciones en todos sus Estados miembros.
En los Estados Unidos, en cambio, el presidente George W. Bush y la mayoría de los senadores rechazaron el Protocolo de Kyoto, citando como motivo de queja particular la falta de reducciones obligatorias de emisiones para los países en desarrollo. Al mismo tiempo, la política federal de los Estados Unidos no estableció ninguna restricción obligatoria para las emisiones de gases de efecto invernadero, y las emisiones de los Estados Unidos aumentaron más del 16 por ciento entre 1990 y 2005. En parte para compensar la falta de dirección a nivel federal, muchos estados individuales de los EE.UU. formularon sus propios planes de acción para abordar el calentamiento global y el cambio climático y tomaron una serie de iniciativas legales y políticas para frenar las emisiones. Entre esas iniciativas cabe citar: la fijación de un límite máximo a las emisiones de las centrales eléctricas, el establecimiento de normas de carteras de energía renovable que exigen a los proveedores de electricidad que obtengan un porcentaje mínimo de su energía de fuentes renovables, la elaboración de normas sobre emisiones de vehículos y combustibles, y la adopción de normas de "construcción ecológica".
Desde el final de la última edad de hielo, los humanos han desarrollado herramientas y máquinas y han modificado la tierra para la agricultura y el asentamiento a largo plazo. A medida que la población ha ido creciendo y las nuevas tecnologías se han ido extendiendo por las culturas y los continentes, cada vez más recursos del planeta se han visto presionados para servir a la especie. En el proceso, las actividades humanas han alterado el orden natural del medio ambiente al despoblar y eliminar especies y añadir sustancias químicas nocivas al aire, el agua y el suelo, actividades que están cambiando el clima y la estructura y función de los ecosistemas, así como las comunidades biológicas que contienen.
Resolver los problemas ambientales críticos del calentamiento global, la escasez de agua, la contaminación y la pérdida de biodiversidad son quizás los mayores desafíos del siglo XXI.
Los grandes problemas del planeta
La acción humana ha desencadenado una vasta cascada de problemas ambientales que ahora amenazan la continua capacidad de los sistemas naturales y humanos para prosperar. Aquí hay cuatro grandes problemas ambientales:
- Contaminación. La contaminación es uno de los problemas más serios que enfrenta el planeta, pero puede ser uno de los más fáciles de superar. Aprenda cómo los humanos causan y pueden remediar nuestros problemas de contaminación.
- Crisis del agua. Esta crisis plantea el riesgo más inmediato para la vida humana y la estabilidad regional. Conozca las causas y los efectos de la escasez de agua a nivel mundial, y algunas de las estrategias para enfrentarla.
- Calentamiento global. Las emisiones de gases de efecto invernadero de las actividades humanas están cambiando la faz de la Tierra. Explora las formas en que se está produciendo el cambio climático y lo que podemos hacer al respecto.
- Pérdida de biodiversidad. La vida no humana en la Tierra está sufriendo enormemente en manos humanas. Conozca las principales amenazas a la biodiversidad y lo que se puede hacer para evitar que nuestros organismos se pierdan para siempre.
La fluctuación climática, la variación climática o el cambio climático es la modificación periódica del clima de la Tierra provocada por los cambios en la atmósfera, así como las interacciones entre la atmósfera y otros factores geológicos, químicos, biológicos y geográficos del sistema terrestre.
Causas del cambio climático
Es mucho más fácil documentar las pruebas de la variabilidad del clima y el cambio climático pasado que determinar sus mecanismos subyacentes. El clima está influenciado por una multitud de factores que operan en escalas de tiempo que van desde horas hasta cientos de millones de años. Muchas de las causas del cambio climático son externas al sistema de la Tierra. Otras son parte del sistema de la Tierra pero externas a la atmósfera. Otras implican interacciones entre la atmósfera y otros componentes del sistema terrestre y se describen colectivamente como retroalimentaciones dentro del sistema terrestre. Las retroalimentaciones se encuentran entre los factores causales más recientemente descubiertos y difíciles de estudiar. No obstante, se reconoce cada vez más que esos factores desempeñan un papel fundamental en la variación del clima. En esta sección se describen los mecanismos más importantes.
Variabilidad solar
La luminosidad, o brillo, del Sol ha ido aumentando constantemente desde su formación. Este fenómeno es importante para el clima de la Tierra, porque el Sol proporciona la energía para impulsar la circulación atmosférica y constituye el aporte para el presupuesto de calor de la Tierra. La baja luminosidad solar durante el tiempo del Precámbrico subyace a la tenue paradoja del joven Sol, descrita en la sección Climas de la Tierra temprana.
La energía radiante procedente del Sol es variable en escalas de tiempo muy pequeñas, debido a las tormentas solares y otras perturbaciones, pero las variaciones en la actividad solar, en particular la frecuencia de las manchas solares, también están documentadas en escalas de tiempo que van de decenios a milenios y probablemente se producen también en escalas de tiempo más largas. Se ha sugerido que el "mínimo de Maunder", un período de actividad de manchas solares drásticamente reducida entre 1645 y 1715 d.C., es un factor que contribuye a la Pequeña Edad de Hielo. (Ver abajo Variación y cambio climático desde la aparición de la civilización).
La actividad volcánica
La actividad volcánica puede influir en el clima de varias maneras y en diferentes escalas de tiempo. Las erupciones volcánicas individuales pueden liberar grandes cantidades de dióxido de azufre y otros aerosoles en la estratosfera, reduciendo la transparencia atmosférica y, por tanto, la cantidad de radiación solar que llega a la superficie y la troposfera de la Tierra. Un ejemplo reciente es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que tuvo influencias mensurables en la circulación atmosférica y los balances de calor. La erupción de 1815 del Monte Tambora en la isla de Sumbawa tuvo consecuencias más dramáticas, ya que la primavera y el verano del año siguiente (1816, conocido como "el año sin verano") fueron inusualmente fríos en gran parte del mundo. Nueva Inglaterra y Europa experimentaron nevadas y heladas durante todo el verano de 1816.
Los volcanes y los fenómenos conexos, como el desgarramiento y la subducción de los océanos, liberan dióxido de carbono tanto en los océanos como en la atmósfera. Las emisiones son bajas; incluso una masiva erupción volcánica como la del Monte Pinatubo libera sólo una fracción del dióxido de carbono emitido por la combustión de combustibles fósiles en un año. Sin embargo, a escala geológica, la liberación de este gas de efecto invernadero puede tener efectos importantes. Las variaciones en la liberación de dióxido de carbono por los volcanes y las grietas oceánicas a lo largo de millones de años pueden alterar la química de la atmósfera. Esta variabilidad en las concentraciones de dióxido de carbono probablemente explica gran parte de la variación climática que ha tenido lugar durante el Eón Fanerozoico.
Actividad tectónica
Los movimientos tectónicos de la corteza terrestre han tenido profundos efectos en el clima en escalas de tiempo de millones a decenas de millones de años. Estos movimientos han cambiado la forma, el tamaño, la posición y la elevación de las masas continentales, así como la batimetría de los océanos. A su vez, los cambios topográficos y batimétricos han tenido fuertes efectos en la circulación tanto de la atmósfera como de los océanos. Por ejemplo, el levantamiento de la meseta tibetana durante la era cenozoica afectó las pautas de circulación atmosférica, creando el monzón de Asia meridional e influyendo en el clima de gran parte del resto de Asia y las regiones vecinas.
La actividad tectónica también influye en la química atmosférica, en particular en las concentraciones de dióxido de carbono. El dióxido de carbono se emite desde los volcanes y las fumarolas de las zonas de fisura y de subducción. Las variaciones en la tasa de propagación en las zonas de fisuras y el grado de actividad volcánica cerca de los márgenes de las placas han influido en las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono a lo largo de la historia de la Tierra. Incluso la meteorización química de la roca constituye un importante sumidero de dióxido de carbono. (Un sumidero de carbono es cualquier proceso que elimina el dióxido de carbono de la atmósfera mediante la conversión química del CO2 en compuestos de carbono orgánicos o inorgánicos). El ácido carbónico, formado a partir de dióxido de carbono y agua, es un reactivo en la disolución de silicatos y otros minerales. Las tasas de meteorización están relacionadas con la masa, la elevación y la exposición del lecho rocoso. La elevación tectónica puede aumentar todos estos factores y, por lo tanto, conducir a un aumento de la meteorización y la absorción de dióxido de carbono. Por ejemplo, la meteorización química de la meseta tibetana en ascenso puede haber desempeñado un papel importante en el agotamiento del dióxido de carbono en la atmósfera durante un período de enfriamiento global a finales del Cenozoico.
Variaciones orbitales
La geometría orbital de la Tierra se ve afectada de manera predecible por las influencias gravitatorias de otros planetas del sistema solar. Tres características primarias de la órbita de la Tierra se ven afectadas, cada una de ellas de manera cíclica o recurrente. Primero, la forma de la órbita de la Tierra alrededor del Sol, varía de casi circular a elíptica (excéntrica), con periodicidades de 100.000 y 413.000 años. En segundo lugar, la inclinación del eje de la Tierra con respecto al Sol, que es el principal responsable de los climas estacionales de la Tierra, varía entre 22,1° y 24,5° con respecto al plano de rotación de la Tierra alrededor del Sol. Esta variación se produce en un ciclo de 41.000 años. En general, cuanto mayor es la inclinación, mayor es la radiación solar recibida por los hemisferios en verano y menor la recibida en invierno. El tercer cambio cíclico en la geometría orbital de la Tierra resulta de dos fenómenos combinados: 1) El eje de rotación de la Tierra se tambalea, cambiando la dirección del eje con respecto al Sol, y 2) la orientación de la elipse orbital de la Tierra gira lentamente. Estos dos procesos crean un ciclo de 26.000 años, llamado precesión de los equinoccios, en el que la posición de la Tierra en los equinoccios y solsticios cambia. Hoy en día la Tierra está más cerca del Sol (perihelio) cerca del solsticio de diciembre, mientras que hace 9.000 años el perihelio se produjo cerca del solsticio de junio.
Estas variaciones orbitales causan cambios en la distribución latitudinal y estacional de la radiación solar, que a su vez impulsan una serie de variaciones climáticas. Las variaciones orbitales juegan un papel importante en el ritmo de los patrones glaciales-interglaciales y monzónicos. Sus influencias se han identificado en los cambios climáticos de gran parte del Fanerozoico. Por ejemplo, los ciclomotores -que son lechos marinos, fluviales y de carbón intercalados característicos del subperíodo de Pensilvania (hace 318,1 millones a 299 millones de años)- parecen representar los cambios impulsados por Milankovitch en el nivel medio del mar.
Los gases de efecto invernadero son moléculas de gas que tienen la propiedad de absorber la radiación infrarroja (energía térmica neta) emitida desde la superficie de la Tierra y volverla a radiar hacia la superficie terrestre, contribuyendo así al fenómeno conocido como efecto invernadero. El dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua son los gases de efecto invernadero más importantes, y tienen un profundo efecto en el presupuesto energético del sistema terrestre a pesar de que constituyen sólo una fracción de todos los gases atmosféricos. Las concentraciones de gases de efecto invernadero han variado sustancialmente durante la historia de la Tierra, y estas variaciones han impulsado cambios climáticos sustanciales en una amplia gama de escalas de tiempo. En general, las concentraciones de gases de efecto invernadero han sido particularmente altas durante los períodos cálidos y bajas durante las fases frías. Varios procesos influyen en las concentraciones de gases de efecto invernadero. Algunos, como las actividades tectónicas, operan en escalas de tiempo de millones de años, mientras que otros, como la vegetación, el suelo, los humedales y las fuentes y sumideros oceánicos, operan en escalas de tiempo de cientos a miles de años. Las actividades humanas -especialmente la combustión de combustibles fósiles desde la Revolución Industrial- son responsables del aumento constante de las concentraciones atmosféricas de diversos gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido de carbono, el metano, el ozono y los clorofluorocarbonos (CFC).
Tal vez el tema más intensamente discutido e investigado sobre la variabilidad del clima sea el papel de las interacciones y retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre. Las retroalimentaciones implican diferentes componentes que operan a diferentes velocidades y escalas de tiempo. Las capas de hielo, el hielo marino, la vegetación terrestre, las temperaturas oceánicas, las tasas de meteorización, la circulación oceánica y las concentraciones de gases de efecto invernadero están todas influidas directa o indirectamente por la atmósfera; sin embargo, todas ellas también retroalimentan a la atmósfera, influyéndola así de manera importante. Por ejemplo, las diferentes formas y densidades de vegetación en la superficie terrestre influyen en el albedo, o reflectividad, de la superficie de la Tierra, afectando así al balance global de radiación a escalas locales y regionales. Al mismo tiempo, la transferencia de moléculas de agua del suelo a la atmósfera está mediada por la vegetación, tanto directamente (por la transpiración a través de los estomas de las plantas) como indirectamente (por las influencias de la sombra y la temperatura en la evaporación directa del suelo). Esta regulación del flujo de calor latente por parte de la vegetación puede influir en el clima a escalas locales y globales. Como resultado, los cambios en la vegetación, que están parcialmente controlados por el clima, pueden a su vez influir en el sistema climático. La vegetación también influye en las concentraciones de gases de efecto invernadero; las plantas vivas constituyen un importante sumidero de dióxido de carbono atmosférico, mientras que actúan como fuentes de dióxido de carbono cuando se queman por incendios o se descomponen. Estas y otras retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre son fundamentales tanto para comprender los cambios climáticos del pasado como para predecir los futuros.
Las actividades humanas
El reconocimiento del cambio climático mundial como una cuestión ambiental ha llamado la atención sobre el impacto climático de las actividades humanas. La mayor parte de esta atención se ha centrado en la emisión de dióxido de carbono mediante la combustión de combustibles fósiles y la deforestación. Las actividades humanas también producen emisiones de otros gases de efecto invernadero, como el metano (procedente del cultivo de arroz, el ganado, los vertederos y otras fuentes) y los clorofluorocarbonos (procedentes de fuentes industriales). Hay pocas dudas entre los climatólogos de que estos gases de efecto invernadero afectan al presupuesto de radiación de la Tierra; la naturaleza y la magnitud de la respuesta climática son objeto de una intensa actividad de investigación. Los registros paleoclimáticos de los anillos de los árboles, los corales y los núcleos de hielo indican una clara tendencia al calentamiento que abarca todo el siglo XX y la primera década del siglo XXI. De hecho, el siglo XX fue el más cálido de los últimos 10 siglos, y la década 2001-10 fue la década más cálida desde el comienzo de los registros instrumentales modernos. Muchos climatólogos han señalado este patrón de calentamiento como una clara evidencia de los cambios climáticos inducidos por el hombre como resultado de la producción de gases de efecto invernadero.
Un segundo tipo de impacto humano, la conversión de la vegetación por la deforestación, la forestación y la agricultura, está recibiendo una creciente atención como una fuente adicional de cambio climático. Cada vez es más evidente que los impactos humanos sobre la cubierta vegetal pueden tener efectos locales, regionales e incluso mundiales sobre el clima, debido a los cambios en el flujo de calor sensible y latente hacia la atmósfera y la distribución de la energía dentro del sistema climático. La medida en que estos factores contribuyen al cambio climático reciente y en curso es una importante área de estudio emergente.
El cambio climático en el transcurso de la vida humana
Independientemente de su ubicación en el planeta, todos los seres humanos experimentan la variabilidad y el cambio climático durante sus vidas. Los fenómenos más familiares y predecibles son los ciclos estacionales, a los que las personas ajustan su ropa, las actividades al aire libre, los termostatos y las prácticas agrícolas. Sin embargo, no hay dos veranos o inviernos exactamente iguales en el mismo lugar; algunos son más cálidos, húmedos o tormentosos que otros. Esta variación interanual del clima es en parte responsable de las variaciones de un año a otro en los precios del combustible, el rendimiento de los cultivos, los presupuestos de mantenimiento de las carreteras y los riesgos de incendios forestales. Las inundaciones provocadas por las precipitaciones en un solo año pueden causar graves daños económicos, como los de la cuenca de drenaje del río Misisipí superior durante el verano de 1993, y pérdidas de vidas, como las que devastaron gran parte de Bangladesh en el verano de 1998. También pueden producirse daños y pérdidas de vidas similares como resultado de incendios forestales, tormentas graves, huracanes, olas de calor y otros acontecimientos relacionados con el clima.
La variación y el cambio climático también pueden ocurrir en períodos más largos, como décadas. Algunos lugares experimentan múltiples años de sequía, inundaciones u otras condiciones duras. Esas variaciones decenales del clima plantean problemas para las actividades humanas y la planificación. Por ejemplo, las sequías plurianuales pueden perturbar el suministro de agua, inducir a la pérdida de cosechas y causar trastornos económicos y sociales, como en el caso de las sequías de Dust Bowl en el medio continente de América del Norte durante el decenio de 1930. Las sequías plurianuales pueden incluso causar una hambruna generalizada, como en la sequía del Sahel que se produjo en el norte de África durante los años setenta y ochenta.
Variación estacional
Todos los lugares de la Tierra experimentan una variación estacional del clima (aunque el cambio puede ser leve en algunas regiones tropicales). Esta variación cíclica es impulsada por los cambios estacionales en el suministro de radiación solar a la atmósfera y la superficie de la Tierra. La órbita de la Tierra alrededor del Sol es elíptica; está más cerca del Sol ( 147 millones de km [unos 91 millones de millas]) cerca del solsticio de invierno y más lejos del Sol (152 millones de km [unos 94 millones de millas]) cerca del solsticio de verano en el Hemisferio Norte. Además, el eje de rotación de la Tierra se produce en un ángulo oblicuo (23,5°) con respecto a su órbita. Por lo tanto, cada hemisferio está inclinado lejos del Sol durante su período de invierno y hacia el Sol en su período de verano. Cuando un hemisferio está inclinado lejos del Sol, recibe menos radiación solar que el hemisferio opuesto, que en ese momento está apuntado hacia el Sol. Así, a pesar de la mayor proximidad del Sol en el solsticio de invierno, el hemisferio norte recibe menos radiación solar durante el invierno que durante el verano. También como consecuencia de la inclinación, cuando el Hemisferio Norte experimenta el invierno, el Hemisferio Sur experimenta el verano.
El sistema climático de la Tierra está impulsado por la radiación solar; las diferencias estacionales en el clima resultan en última instancia de los cambios estacionales en la órbita de la Tierra. La circulación del aire en la atmósfera y del agua en los océanos responde a las variaciones estacionales de la energía disponible del Sol. Los cambios estacionales específicos del clima que se producen en cualquier lugar determinado de la superficie de la Tierra resultan en gran medida de la transferencia de energía de la circulación atmosférica y oceánica. Las diferencias en el calentamiento de la superficie que tienen lugar entre el verano y el invierno hacen que las vías de las tormentas y los centros de presión cambien de posición y fuerza. Estas diferencias de calentamiento también provocan cambios estacionales en la nubosidad, las precipitaciones y el viento.
Las respuestas estacionales de la biosfera (especialmente la vegetación) y la criosfera (glaciares, hielo marino, campos de nieve) también contribuyen a la circulación atmosférica y al clima. La caída de hojas de los árboles de hoja caduca al entrar en el letargo invernal aumenta el albedo (reflectividad) de la superficie de la Tierra y puede conducir a un mayor enfriamiento local y regional. De manera similar, la acumulación de nieve también aumenta el albedo de las superficies terrestres y a menudo amplifica los efectos del invierno.
Variación interanual
Las variaciones climáticas interanuales, incluidas las sequías, las inundaciones y otros acontecimientos, son causadas por una compleja serie de factores e interacciones del sistema terrestre. Una característica importante que desempeña un papel en estas variaciones es el cambio periódico de las pautas de circulación atmosférica y oceánica en la región del Pacífico tropical, conocido colectivamente como variación de El Niño-Oscilación Austral (ENSO). Aunque sus principales efectos climáticos se concentran en el Pacífico tropical, la ENOS tiene efectos en cascada que a menudo se extienden a la región del Océano Atlántico, al interior de Europa y Asia, y a las regiones polares. Estos efectos, denominados teleconexiones, se producen porque las alteraciones en las pautas de circulación atmosférica de baja latitud en la región del Pacífico influyen en la circulación atmosférica de los sistemas adyacentes y descendentes. Como resultado, las trayectorias de las tormentas se desvían y las crestas de presión atmosférica (zonas de alta presión) y las canalizaciones (zonas de baja presión) se desplazan de sus patrones habituales.
Como ejemplo, los eventos de El Niño ocurren cuando los vientos alisios del este en el Pacífico tropical se debilitan o invierten su dirección. Esto cierra el afloramiento de las aguas profundas y frías de la costa occidental de América del Sur, calienta el Pacífico oriental e invierte el gradiente de presión atmosférica en el Pacífico occidental. Como resultado, el aire de la superficie se desplaza hacia el este desde Australia e Indonesia hacia el Pacífico central y las Américas. Estos cambios producen grandes precipitaciones e inundaciones repentinas a lo largo de la costa normalmente árida del Perú y una grave sequía en las regiones normalmente húmedas del norte de Australia e Indonesia. Los fenómenos de El Niño particularmente graves provocan el fracaso de los monzones en la región del Océano Índico, lo que da lugar a una intensa sequía en la India y en África oriental. Al mismo tiempo, las trayectorias del oeste y de las tormentas se desplazan hacia el Ecuador, lo que proporciona a California y al desierto del sudoeste de los Estados Unidos un clima invernal húmedo y tormentoso y hace que las condiciones invernales en el noroeste del Pacífico, que suelen ser húmedas, se vuelvan más cálidas y secas. El desplazamiento de los vientos del oeste también provoca sequías en el norte de China y desde el noreste de Brasil a través de secciones de Venezuela. Los registros a largo plazo de la variación del ENOS a partir de documentos históricos, anillos de árboles y corales de arrecifes indican que los eventos de El Niño ocurren, en promedio, cada dos a siete años. Sin embargo, la frecuencia e intensidad de estos eventos varían a lo largo del tiempo.
La Oscilación del Atlántico Norte (OAN) es otro ejemplo de una oscilación interanual que produce importantes efectos climáticos dentro del sistema terrestre y puede influir en el clima en todo el hemisferio norte. Este fenómeno es el resultado de la variación del gradiente de presión, o la diferencia de presión atmosférica entre el máximo subtropical, situado normalmente entre las Azores y Gibraltar, y el mínimo islandés, centrado entre Islandia y Groenlandia. Cuando el gradiente de presión es pronunciado debido a un fuerte máximo subtropical y un bajo islandés profundo (fase positiva), Europa septentrional y Asia septentrional experimentan inviernos cálidos y húmedos con frecuentes y fuertes tormentas invernales. Al mismo tiempo, el sur de Europa es seco. El este de los Estados Unidos también experimenta inviernos más cálidos y menos nevados durante las fases positivas de la NAO, aunque el efecto no es tan grande como en Europa. El gradiente de presión se atenúa cuando la NAO está en un modo negativo, es decir, cuando existe un gradiente de presión más débil a partir de la presencia de un débil máximo subtropical y un mínimo islandés. Cuando esto sucede, la región del Mediterráneo recibe abundantes precipitaciones invernales, mientras que el norte de Europa es frío y seco. El este de los Estados Unidos es típicamente más frío y con más nieve durante una fase negativa de la NAO.
Durante los años en que la Oscilación del Atlántico Norte (OAN) se encuentra en su fase positiva, el este de los Estados Unidos, el sudeste del Canadá y el noroeste de Europa experimentan temperaturas invernales más cálidas, mientras que en estos lugares se encuentran temperaturas más frías durante su fase negativa. Cuando tanto el Niño/Oscilación Austral (ENSO) como la NAO se encuentran en su fase positiva, los inviernos europeos tienden a ser más húmedos y menos severos; sin embargo, más allá de esta tendencia general, la influencia del ENSO sobre la NAO no se comprende bien.
Los ciclos del ENSO y la NAO son impulsados por las retroalimentaciones e interacciones entre los océanos y la atmósfera. La variación climática interanual es impulsada por estos y otros ciclos, interacciones entre ciclos y perturbaciones en el sistema terrestre, como las que resultan de grandes inyecciones de aerosoles de las erupciones volcánicas. Un ejemplo de perturbación debida al vulcanismo es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que provocó una disminución de la temperatura mundial media de aproximadamente 0,5 °C (0,9 °F) el verano siguiente.
Variación decenal
El clima varía en escalas de tiempo decenales, con grupos de varios años de condiciones húmedas, secas, frescas o cálidas. Estos grupos plurianuales pueden tener efectos dramáticos en las actividades y el bienestar humanos. Por ejemplo, una grave sequía de tres años a finales del siglo XVI probablemente contribuyó a la destrucción de la "Colonia Perdida" de Sir Walter Raleigh en la isla de Roanoke, en lo que hoy es Carolina del Norte, y una posterior sequía de siete años (1606-12) provocó una elevada mortalidad en la colonia de Jamestown, en Virginia. Además, algunos estudiosos han implicado a las sequías persistentes y graves como la principal razón del colapso de la civilización maya en Mesoamérica entre 750 y 950 d.C.; sin embargo, los descubrimientos de principios del siglo XXI sugieren que las perturbaciones del comercio relacionadas con la guerra desempeñaron un papel, posiblemente interactuando con las hambrunas y otras tensiones relacionadas con la sequía.
Aunque la variación climática a escala decenal está bien documentada, las causas no están del todo claras. Gran parte de la variación decenal del clima está relacionada con las variaciones interanuales. Por ejemplo, la frecuencia y la magnitud del ENOS cambian a lo largo del tiempo. Los primeros años de la década de 1990 se caracterizaron por repetidos eventos de El Niño, y se han identificado varias agrupaciones de este tipo que tuvieron lugar durante el siglo XX. La pendiente del gradiente del NAO también cambia en escalas temporales decenales; ha sido particularmente pronunciada desde el decenio de 1970.
Investigaciones recientes han revelado que las variaciones del clima a escala decenal son el resultado de las interacciones entre el océano y la atmósfera. Una de esas variaciones es la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO), también conocida como Variabilidad Decadal del Pacífico (PDV), que implica cambios en las temperaturas de la superficie del mar (SST) en el Océano Pacífico Norte. Las TSM influyen en la fuerza y la posición de la Baja Aleutiana, que a su vez afecta fuertemente los patrones de precipitación a lo largo de la costa del Pacífico de Norteamérica. La variación de las TSM consiste en una alternancia entre los períodos de "fase fría", en los que la costa de Alaska es relativamente seca y el noroeste del Pacífico relativamente húmedo (por ejemplo, 1947-76), y los períodos de "fase cálida", caracterizados por una precipitación relativamente alta en la costa de Alaska y una precipitación baja en el noroeste del Pacífico (por ejemplo, 1925-46, 1977-98). Los registros de anillos de árboles y corales, que abarcan al menos los últimos cuatro siglos, documentan la variación del DOP.
Una oscilación similar, la Oscilación Multidecadal del Atlántico (OMA), se produce en el Atlántico Norte e influye fuertemente en los patrones de precipitación de América del Norte oriental y central. Una AMO de fase cálida (TSM del Atlántico Norte relativamente cálida) se asocia con precipitaciones relativamente altas en Florida y bajas en gran parte del Valle de Ohio. Sin embargo, el AMO interactúa con el PDO, y ambos interactúan con variaciones interanuales, como el ENSO y la NAO, en formas complejas . Tales interacciones pueden llevar a la amplificación de sequías, inundaciones u otras anomalías climáticas. Por ejemplo, las graves sequías que se produjeron en gran parte de los Estados Unidos conterminosos en los primeros años del siglo XXI se asociaron con la OMA de fase cálida combinada con la DOP de fase fría. Los mecanismos que subyacen a las variaciones decenales, como el PDO y la AMO, no se conocen bien, pero probablemente estén relacionados con las interacciones océano-atmósfera con constantes temporales más grandes que las variaciones interanuales. Las variaciones climáticas decenales son objeto de un intenso estudio por parte de los climatólogos y los paleoclimatólogos.
El calentamiento global es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la humanidad hoy en día, y el fenómeno climático fue objeto de titulares una y otra vez mientras la gente seguía observando extrañas pautas meteorológicas y mientras los debates se ensañaban en los ámbitos políticos sobre si debíamos abordar el tema y cómo hacerlo.
El calentamiento global es real, y está cambiando el clima. Hay pruebas significativas de que los climas de todo el mundo están cambiando y que esos cambios están ocurriendo debido a las actividades humanas. Esa es una de las razones por las que es tan importante estar informado sobre qué actividades humanas contribuyen al calentamiento global y qué actividades humanas pueden ayudar a evitar que progrese.
Política pública sobre el calentamiento global
Desde el siglo XIX, muchos investigadores que trabajan en una amplia gama de disciplinas académicas han contribuido a mejorar la comprensión de la atmósfera y del sistema climático mundial. La preocupación de los científicos prominentes del clima por el calentamiento global y el cambio climático inducido por el hombre (o "antropogénico") surgió a mediados del siglo XX, pero la mayor parte del debate científico y político sobre la cuestión no comenzó hasta el decenio de 1980. Hoy en día, los principales científicos del clima están de acuerdo en que muchos de los cambios que se están produciendo en el sistema climático mundial se deben en gran medida a la liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero, gases que potencian el efecto invernadero natural de la Tierra. La mayoría de los gases de efecto invernadero son liberados por la quema de combustibles fósiles para la calefacción, la cocina, la generación de electricidad, el transporte y la fabricación, pero también son liberados como resultado de la descomposición natural de los materiales orgánicos, los incendios forestales, la deforestación y las actividades de limpieza de tierras. Quienes se oponen a este punto de vista han subrayado a menudo el papel de los factores naturales en la variación climática del pasado y han acentuado las incertidumbres científicas relacionadas con los datos sobre el calentamiento de la Tierra y el cambio climático. No obstante, un creciente número de científicos ha pedido a los gobiernos, las industrias y los ciudadanos que reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Todos los países emiten gases de efecto invernadero, pero los países altamente industrializados y los países más poblados emiten cantidades significativamente mayores que otros. Los países de América del Norte y Europa que fueron los primeros en someterse al proceso de industrialización han sido responsables de la liberación de la mayoría de los gases de efecto invernadero en términos acumulativos absolutos desde el comienzo de la Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII. Hoy en día, a estos países se les están sumando grandes países en desarrollo como China y la India, donde la rápida industrialización va acompañada de una creciente liberación de gases de efecto invernadero. Los Estados Unidos, que poseen aproximadamente el 5% de la población mundial, emitieron casi el 21% de los gases de efecto invernadero mundiales en 2000. Ese mismo año, los entonces 25 Estados miembros de la Unión Europea (UE) -con una población combinada de 450 millones de personas- emitieron el 14 por ciento de todos los gases de efecto invernadero antropogénicos. Esta cifra era aproximadamente la misma que la fracción liberada por los 1.200 millones de personas de China. En 2000, el estadounidense medio emitió 24,5 toneladas de gases de efecto invernadero, la persona media que vivía en la UE emitió 10,5 toneladas, y la persona media que vivía en China emitió sólo 3,9 toneladas. Aunque las emisiones de gases de efecto invernadero per cápita de China siguieron siendo considerablemente inferiores a las de la UE y los Estados Unidos, fue el mayor emisor de gases de efecto invernadero en 2006 en términos absolutos.
El IPCC y el consenso científico
Un primer paso importante en la formulación de políticas públicas sobre el calentamiento global y el cambio climático es la recopilación de datos científicos y socioeconómicos pertinentes. En 1988 la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente establecieron el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). El IPCC tiene el mandato de evaluar y resumir los datos científicos, técnicos y socioeconómicos más recientes sobre el cambio climático y de publicar sus conclusiones en informes que se presentan a las organizaciones internacionales y a los gobiernos nacionales de todo el mundo. Muchos miles de los principales científicos y expertos del mundo en las esferas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático han trabajado en el marco del IPCC, produciendo importantes conjuntos de evaluaciones en 1990, 1995, 2001, 2007 y 2014, y varias evaluaciones especiales adicionales. En esos informes se evaluaron las bases científicas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático, las principales cuestiones relacionadas con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y el proceso de adaptación a un clima cambiante.
En el primer informe del IPCC, publicado en 1990, se afirmaba que una buena cantidad de datos mostraba que la actividad humana afectaba a la variabilidad del sistema climático; sin embargo, los autores del informe no pudieron llegar a un consenso sobre las causas y los efectos del calentamiento de la Tierra y el cambio climático en ese momento. El informe del IPCC de 1995 afirmaba que el balance de las pruebas sugería "una influencia humana discernible en el clima". El informe del IPCC de 2001 confirmó las conclusiones anteriores y presentó pruebas más sólidas de que la mayor parte del calentamiento de los 50 años anteriores era atribuible a las actividades humanas. En el informe de 2001 también se señalaba que los cambios observados en los climas regionales estaban empezando a afectar a muchos sistemas físicos y biológicos y que había indicios de que los sistemas sociales y económicos también se estaban viendo afectados.
La cuarta evaluación del IPCC, publicada en 2007, reafirmó las principales conclusiones de los informes anteriores, pero los autores también declararon -en lo que se consideró un juicio conservador- que estaban seguros, al menos en un 90%, de que la mayor parte del calentamiento observado durante el medio siglo anterior había sido causado por la liberación de gases de efecto invernadero a través de una multitud de actividades humanas. Tanto el informe de 2001 como el de 2007 afirmaban que durante el siglo XX se había producido un aumento de la temperatura superficial media mundial de 0,6 °C (1,1 °F), dentro de un margen de error de ±0,2 °C (0,4 °F). Mientras que el informe de 2001 preveía un aumento adicional de la temperatura media de 1,4 a 5,8 °C (2,5 a 10,4 °F) para 2100, el informe de 2007 refinó esta previsión hasta un aumento de 1,8 a 4,0 °C (3,2 a 7,2 °F) para finales del siglo XXI. Esas previsiones se basaron en el examen de una serie de hipótesis que caracterizaron las tendencias futuras de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La quinta evaluación del IPCC, publicada en 2014, refinó aún más los aumentos previstos de la temperatura media mundial y del nivel del mar. El informe de 2014 afirmaba que en el intervalo entre 1880 y 2012 se produjo un aumento de la temperatura media mundial de aproximadamente 0,85 °C (1,5 °F) y que en el intervalo entre 1901 y 2010 se produjo un aumento del nivel medio del mar mundial de unos 19-21 cm (7,5-8,3 pulgadas). El informe predijo que para finales del siglo XXI las temperaturas superficiales en todo el mundo aumentarían entre 0,3 y 4,8 °C (0,5 y 8,6 °F), y el nivel del mar podría subir entre 26 y 82 cm (10,2 y 32,3 pulgadas) en relación con el promedio de 1986-2005.
Cada informe del IPCC ha contribuido a crear un consenso científico en el sentido de que las elevadas concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera son los principales impulsores del aumento de las temperaturas del aire cerca de la superficie y de los cambios climáticos asociados en curso. A este respecto, se considera que el actual episodio de cambio climático, que comenzó a mediados del siglo XX, es fundamentalmente diferente de los períodos anteriores en el sentido de que los ajustes críticos han sido causados por actividades derivadas del comportamiento humano y no por factores no antropogénicos. En la evaluación de 2007 del IPCC se proyectó que cabría esperar que los futuros cambios climáticos incluyeran un calentamiento continuo, modificaciones de las pautas y cantidades de precipitaciones, elevación del nivel del mar y "cambios en la frecuencia e intensidad de algunos fenómenos extremos". Esos cambios tendrían efectos importantes en muchas sociedades y en los sistemas ecológicos de todo el mundo (véase Investigación sobre el clima y los efectos del calentamiento mundial). Véase en este recurso la Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto.
Futura política sobre el cambio climático
Los países difieren en cuanto a la forma de proceder en materia de política internacional con respecto a los acuerdos climáticos. Los objetivos a largo plazo formulados en Europa y los Estados Unidos buscan reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 80 por ciento para mediados del siglo XXI. En relación con estos esfuerzos, la UE estableció el objetivo de limitar el aumento de la temperatura a un máximo de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales. (Muchos científicos del clima y otros expertos coinciden en que se producirán importantes daños económicos y ecológicos si el promedio mundial de las temperaturas del aire cercano a la superficie se eleva más de 2 °C (3,6 °F) por encima de las temperaturas preindustriales en el próximo siglo).
A pesar de las diferencias de enfoque, los países iniciaron las negociaciones sobre un nuevo tratado, basado en un acuerdo alcanzado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en 2007 en Bali (Indonesia), que sustituiría al Protocolo de Kyoto una vez que éste expirara. En la 17ª Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP17), celebrada en Durban (Sudáfrica) en 2011, la comunidad internacional se comprometió a elaborar un tratado climático amplio y jurídicamente vinculante que sustituyera al Protocolo de Kyoto para 2015. Dicho tratado exigiría a todos los países productores de gases de efecto invernadero -incluidos los principales emisores de carbono que no se atienen al Protocolo de Kyoto (como China, la India y los Estados Unidos)- que limitaran y redujeran sus emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Este compromiso fue reafirmado por la comunidad internacional en el 18º período de sesiones de la Conferencia de las Partes (CP 18), celebrado en Doha (Qatar) en 2012. Dado que los términos del Protocolo de Kyoto se fijaron para que terminaran en 2012, los delegados de la CP 17 y la CP 18 acordaron prorrogar el Protocolo de Kyoto para salvar la brecha entre la fecha de expiración original y la fecha en que el nuevo tratado sobre el clima pasaría a ser jurídicamente vinculante. En consecuencia, los delegados de la COP18 decidieron que el Protocolo de Kyoto terminaría en 2020, año en el que se esperaba que el nuevo tratado climático entrara en vigor. Esta prórroga tenía el beneficio añadido de proporcionar un tiempo adicional para que los países cumplieran sus objetivos de emisión para 2012.
Convocados en París en 2015, los líderes mundiales y otros delegados de la COP21 firmaron un acuerdo global pero no vinculante para limitar el aumento de la temperatura media mundial a no más de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales y, al mismo tiempo, esforzarse por mantener este aumento a 1,5 °C (2,7 °F) por encima de los niveles preindustriales. El Acuerdo de París fue un acuerdo histórico que ordenó un examen de los progresos cada cinco años y la creación de un fondo de 100.000 millones de dólares para 2020 -que se repondría anualmente- para ayudar a los países en desarrollo a adoptar tecnologías que no produzcan gases de efecto invernadero. El número de partes (signatarios) del convenio ascendía a 197 en 2019, y 185 países habían ratificado el acuerdo. A pesar de que Estados Unidos había ratificado el acuerdo en septiembre de 2016, la toma de posesión de Donald J. Trump como presidente en enero de 2017 anunció una nueva era en la política climática de Estados Unidos, y el 1 de junio de 2017 Trump señaló su intención de sacar a Estados Unidos del acuerdo climático después de que concluyera el proceso de salida formal. Su sucesor, Biden, es un firme defensor de la lucha por el medio ambiente.
Un número cada vez mayor de ciudades del mundo está iniciando una multitud de esfuerzos locales y subregionales para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Muchos de esos municipios están adoptando medidas como miembros del Consejo Internacional para las Iniciativas Ambientales Locales y su programa Ciudades para la Protección del Clima, que esboza principios y medidas para adoptar medidas a nivel local. En 2005, la Conferencia de Alcaldes de los Estados Unidos aprobó el Acuerdo de Protección del Clima, en el que las ciudades se comprometieron a reducir para 2012 las emisiones a un 7 por ciento por debajo de los niveles de 1990. Además, muchas empresas privadas están desarrollando políticas corporativas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Un ejemplo notable de un esfuerzo liderado por el sector privado es la creación del Chicago Climate Exchange como medio para reducir las emisiones a través de un proceso de comercio.
A medida que las políticas públicas relativas al calentamiento global y al cambio climático continúan desarrollándose a nivel mundial, regional, nacional y local, se dividen en dos grandes tipos. El primer tipo, la política de mitigación, se centra en diferentes formas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Dado que la mayoría de las emisiones proceden de la quema de combustibles fósiles para la energía y el transporte, gran parte de la política de mitigación se centra en el cambio a fuentes de energía menos intensivas en carbono (como la energía eólica, solar e hidroeléctrica), la mejora de la eficiencia energética de los vehículos y el apoyo al desarrollo de nuevas tecnologías. En cambio, el segundo tipo, la política de adaptación, trata de mejorar la capacidad de diversas sociedades para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante. Por ejemplo, algunas políticas de adaptación están concebidas para alentar a los grupos a modificar las prácticas agrícolas en respuesta a los cambios estacionales, mientras que otras políticas están concebidas para preparar a las ciudades situadas en las zonas costeras para un nivel de mar elevado.
En cualquier caso, la reducción a largo plazo de las descargas de gases de efecto invernadero requerirá la participación tanto de los países industriales como de los principales países en desarrollo. En particular, la liberación de gases de efecto invernadero de fuentes chinas e indias está aumentando rápidamente en paralelo con la rápida industrialización de esos países. En 2006 China superó a los Estados Unidos como principal emisor del mundo de gases de efecto invernadero en términos absolutos (aunque no en términos per cápita), en gran medida debido a la mayor utilización de carbón y otros combustibles fósiles por parte de China. De hecho, todos los países del mundo se enfrentan al reto de encontrar formas de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero al tiempo que promueven un desarrollo económico ambiental y socialmente deseable (conocido como "desarrollo sostenible" o "crecimiento inteligente"). Mientras que algunos opositores de los que piden medidas correctivas siguen sosteniendo que los costos de la mitigación a corto plazo serán demasiado elevados, un número cada vez mayor de economistas y encargados de la formulación de políticas sostienen que será menos costoso, y posiblemente más rentable, para las sociedades adoptar medidas preventivas tempranas que abordar los graves cambios climáticos en el futuro. Es probable que muchos de los efectos más nocivos del calentamiento del clima se produzcan en los países en desarrollo. Combatir los efectos nocivos del calentamiento de la Tierra en los países en desarrollo será especialmente difícil, ya que muchos de esos países ya están luchando y poseen una capacidad limitada para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante.
Se prevé que cada país se verá afectado de manera diferente por el creciente esfuerzo por reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Los países que son emisores relativamente grandes tendrán que hacer frente a mayores exigencias de reducción que los emisores más pequeños. Del mismo modo, se prevé que los países que experimentan un rápido crecimiento económico se enfrentarán a mayores exigencias para controlar sus emisiones de gases de efecto invernadero a medida que consuman cantidades cada vez mayores de energía. También se producirán diferencias entre los distintos sectores industriales e incluso entre las distintas empresas. Por ejemplo, los productores de petróleo, carbón y gas natural -que en algunos casos representan porciones importantes de los ingresos nacionales por exportación- pueden ver reducida la demanda o los precios de sus productos a medida que sus clientes disminuyen el uso de combustibles fósiles. En cambio, es probable que muchos productores de tecnologías y productos nuevos y más respetuosos del clima (como los generadores de energía renovable) vean aumentar la demanda.
Para hacer frente al calentamiento del planeta y al cambio climático, las sociedades deben encontrar la manera de modificar fundamentalmente sus pautas de utilización de la energía en favor de la generación de energía, el transporte y la ordenación de los bosques y el uso de la tierra con menor intensidad de carbono. Un número cada vez mayor de países ha asumido este desafío, y hay muchas cosas que los individuos también pueden hacer. Por ejemplo, los consumidores tienen más opciones para adquirir electricidad generada a partir de fuentes renovables. Entre las medidas adicionales que reducirían las emisiones personales de gases de efecto invernadero y también conservarían la energía figuran el funcionamiento de vehículos más eficientes desde el punto de vista energético, el uso del transporte público cuando esté disponible y la transición a productos domésticos más eficientes desde el punto de vista energético. Las personas también podrían mejorar el aislamiento de sus hogares, aprender a calentar y enfriar sus residencias de manera más eficaz, y comprar y reciclar productos más sostenibles desde el punto de vista ambiental.
La Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto
Los informes del IPCC y el consenso científico que reflejan han proporcionado una de las bases más prominentes para la formulación de la política sobre el cambio climático. A escala mundial, la política sobre el cambio climático se rige por dos grandes tratados: la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) de 1992 y el correspondiente Protocolo de Kyoto de 1997 de la CMNUCC (que lleva el nombre de la ciudad de Japón donde se concertó).
La CMNUCC se negoció entre 1991 y 1992. Fue adoptada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en Río de Janeiro en junio de 1992 y se convirtió en legalmente vinculante en marzo de 1994. En el Artículo 2 la CMNUCC establece el objetivo a largo plazo de "estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida una interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático". El artículo 3 establece que los países del mundo tienen "responsabilidades comunes pero diferenciadas", lo que significa que todos los países comparten la obligación de actuar, aunque los países industrializados tienen la responsabilidad particular de tomar la iniciativa en la reducción de las emisiones debido a su contribución relativa al problema en el pasado. Con este fin, el Anexo I de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático enumera 41 países industrializados específicos y países con economías en transición, además de la Comunidad Europea (CE; sucedida oficialmente por la UE en 2009), y el Artículo 4 establece que estos países deben trabajar para reducir sus emisiones antropogénicas a los niveles de 1990. Sin embargo, no se ha establecido un plazo para este objetivo. Además, la CMNUCC no asigna ningún compromiso de reducción específico a los países no incluidos en el Anexo I (es decir, los países en desarrollo).
El acuerdo de seguimiento de la CMNUCC, el Protocolo de Kyoto, se negoció entre 1995 y 1997 y se adoptó en diciembre de 1997. El Protocolo de Kyoto regula seis gases de efecto invernadero liberados por las actividades humanas: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), perfluorocarbonos (PFC), hidrofluorocarbonos (HFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). En virtud del Protocolo de Kyoto, los países del Anexo I deben reducir sus emisiones agregadas de gases de efecto invernadero a un 5,2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990 a más tardar en 2012. Para alcanzar este objetivo, el protocolo establece objetivos de reducción individuales para cada país del Anexo I. Estos objetivos requieren la reducción de los gases de efecto invernadero en la mayoría de los países, pero también permiten el aumento de las emisiones de otros. Por ejemplo, el protocolo requiere que los entonces 15 estados miembros de la UE y otros 11 países europeos reduzcan sus emisiones a un 8 por ciento por debajo de sus niveles de emisión de 1990, mientras que Islandia, un país que produce cantidades relativamente pequeñas de gases de efecto invernadero, puede aumentar sus emisiones hasta un 10 por ciento por encima de su nivel de 1990. Además, el Protocolo de Kioto exige a tres países -Nueva Zelanda, Ucrania y Rusia- que congelen sus emisiones a los niveles de 1990.
El Protocolo de Kyoto establece cinco requisitos por los que las partes del Anexo I pueden optar por cumplir sus objetivos de emisión para 2012. En primer lugar, exige la elaboración de políticas y medidas nacionales que reduzcan las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero. En segundo lugar, los países pueden calcular los beneficios de los sumideros de carbono nacionales que absorben más carbono del que emiten. En tercer lugar, los países pueden participar en planes de intercambio de emisiones con otros países del Anexo I. Cuarto, los países signatarios pueden crear programas de aplicación conjunta con otras partes del Anexo I y recibir créditos por los proyectos que reduzcan las emisiones. Quinto, los países pueden recibir créditos por reducir las emisiones en los países no incluidos en el Anexo I a través de un mecanismo de "desarrollo limpio", como la inversión en la construcción de un nuevo proyecto de energía eólica.
Para entrar en vigor, el Protocolo de Kyoto tenía que ser ratificado por al menos 55 países, incluidos suficientes países del Anexo I para representar al menos el 55 por ciento del total de las emisiones de gases de efecto invernadero de ese grupo. Más de 55 países ratificaron rápidamente el protocolo, incluyendo todos los países del Anexo I, excepto Rusia, Estados Unidos y Australia. (Rusia y Australia ratificaron el protocolo en 2005 y 2007, respectivamente.) No fue hasta que Rusia, bajo la fuerte presión de la UE, ratificó el protocolo que éste se convirtió en legalmente vinculante en febrero de 2005.
La política regional de cambio climático más desarrollada hasta la fecha ha sido formulada por la UE en parte para cumplir sus compromisos en virtud del Protocolo de Kyoto. En 2005, los 15 países de la UE que tienen un compromiso colectivo en virtud del protocolo redujeron sus emisiones de gases de efecto invernadero a un 2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990, aunque no es seguro que cumplan su objetivo de reducción del 8 por ciento para 2012. En 2007 la UE estableció un objetivo colectivo para los 27 estados miembros de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 20 por ciento por debajo de los niveles de 1990 para el año 2020. Como parte de su esfuerzo por lograr este objetivo, la UE estableció en 2005 el primer plan de comercio multilateral de emisiones de dióxido de carbono del mundo, que abarca más de 11.500 grandes instalaciones en todos sus Estados miembros.
En los Estados Unidos, en cambio, el presidente George W. Bush y la mayoría de los senadores rechazaron el Protocolo de Kyoto, citando como motivo de queja particular la falta de reducciones obligatorias de emisiones para los países en desarrollo. Al mismo tiempo, la política federal de los Estados Unidos no estableció ninguna restricción obligatoria para las emisiones de gases de efecto invernadero, y las emisiones de los Estados Unidos aumentaron más del 16 por ciento entre 1990 y 2005. En parte para compensar la falta de dirección a nivel federal, muchos estados individuales de los EE.UU. formularon sus propios planes de acción para abordar el calentamiento global y el cambio climático y tomaron una serie de iniciativas legales y políticas para frenar las emisiones. Entre esas iniciativas cabe citar: la fijación de un límite máximo a las emisiones de las centrales eléctricas, el establecimiento de normas de carteras de energía renovable que exigen a los proveedores de electricidad que obtengan un porcentaje mínimo de su energía de fuentes renovables, la elaboración de normas sobre emisiones de vehículos y combustibles, y la adopción de normas de "construcción ecológica".
Desde el final de la última edad de hielo, los humanos han desarrollado herramientas y máquinas y han modificado la tierra para la agricultura y el asentamiento a largo plazo. A medida que la población ha ido creciendo y las nuevas tecnologías se han ido extendiendo por las culturas y los continentes, cada vez más recursos del planeta se han visto presionados para servir a la especie. En el proceso, las actividades humanas han alterado el orden natural del medio ambiente al despoblar y eliminar especies y añadir sustancias químicas nocivas al aire, el agua y el suelo, actividades que están cambiando el clima y la estructura y función de los ecosistemas, así como las comunidades biológicas que contienen.
Resolver los problemas ambientales críticos del calentamiento global, la escasez de agua, la contaminación y la pérdida de biodiversidad son quizás los mayores desafíos del siglo XXI.
Los grandes problemas del planeta
La acción humana ha desencadenado una vasta cascada de problemas ambientales que ahora amenazan la continua capacidad de los sistemas naturales y humanos para prosperar. Aquí hay cuatro grandes problemas ambientales:
- Contaminación. La contaminación es uno de los problemas más serios que enfrenta el planeta, pero puede ser uno de los más fáciles de superar. Aprenda cómo los humanos causan y pueden remediar nuestros problemas de contaminación.
- Crisis del agua. Esta crisis plantea el riesgo más inmediato para la vida humana y la estabilidad regional. Conozca las causas y los efectos de la escasez de agua a nivel mundial, y algunas de las estrategias para enfrentarla.
- Calentamiento global. Las emisiones de gases de efecto invernadero de las actividades humanas están cambiando la faz de la Tierra. Explora las formas en que se está produciendo el cambio climático y lo que podemos hacer al respecto.
- Pérdida de biodiversidad. La vida no humana en la Tierra está sufriendo enormemente en manos humanas. Conozca las principales amenazas a la biodiversidad y lo que se puede hacer para evitar que nuestros organismos se pierdan para siempre.
La fluctuación climática, la variación climática o el cambio climático es la modificación periódica del clima de la Tierra provocada por los cambios en la atmósfera, así como las interacciones entre la atmósfera y otros factores geológicos, químicos, biológicos y geográficos del sistema terrestre.
Causas del cambio climático
Es mucho más fácil documentar las pruebas de la variabilidad del clima y el cambio climático pasado que determinar sus mecanismos subyacentes. El clima está influenciado por una multitud de factores que operan en escalas de tiempo que van desde horas hasta cientos de millones de años. Muchas de las causas del cambio climático son externas al sistema de la Tierra. Otras son parte del sistema de la Tierra pero externas a la atmósfera. Otras implican interacciones entre la atmósfera y otros componentes del sistema terrestre y se describen colectivamente como retroalimentaciones dentro del sistema terrestre. Las retroalimentaciones se encuentran entre los factores causales más recientemente descubiertos y difíciles de estudiar. No obstante, se reconoce cada vez más que esos factores desempeñan un papel fundamental en la variación del clima. En esta sección se describen los mecanismos más importantes.
Variabilidad solar
La luminosidad, o brillo, del Sol ha ido aumentando constantemente desde su formación. Este fenómeno es importante para el clima de la Tierra, porque el Sol proporciona la energía para impulsar la circulación atmosférica y constituye el aporte para el presupuesto de calor de la Tierra. La baja luminosidad solar durante el tiempo del Precámbrico subyace a la tenue paradoja del joven Sol, descrita en la sección Climas de la Tierra temprana.
La energía radiante procedente del Sol es variable en escalas de tiempo muy pequeñas, debido a las tormentas solares y otras perturbaciones, pero las variaciones en la actividad solar, en particular la frecuencia de las manchas solares, también están documentadas en escalas de tiempo que van de decenios a milenios y probablemente se producen también en escalas de tiempo más largas. Se ha sugerido que el "mínimo de Maunder", un período de actividad de manchas solares drásticamente reducida entre 1645 y 1715 d.C., es un factor que contribuye a la Pequeña Edad de Hielo. (Ver abajo Variación y cambio climático desde la aparición de la civilización).
La actividad volcánica
La actividad volcánica puede influir en el clima de varias maneras y en diferentes escalas de tiempo. Las erupciones volcánicas individuales pueden liberar grandes cantidades de dióxido de azufre y otros aerosoles en la estratosfera, reduciendo la transparencia atmosférica y, por tanto, la cantidad de radiación solar que llega a la superficie y la troposfera de la Tierra. Un ejemplo reciente es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que tuvo influencias mensurables en la circulación atmosférica y los balances de calor. La erupción de 1815 del Monte Tambora en la isla de Sumbawa tuvo consecuencias más dramáticas, ya que la primavera y el verano del año siguiente (1816, conocido como "el año sin verano") fueron inusualmente fríos en gran parte del mundo. Nueva Inglaterra y Europa experimentaron nevadas y heladas durante todo el verano de 1816.
Los volcanes y los fenómenos conexos, como el desgarramiento y la subducción de los océanos, liberan dióxido de carbono tanto en los océanos como en la atmósfera. Las emisiones son bajas; incluso una masiva erupción volcánica como la del Monte Pinatubo libera sólo una fracción del dióxido de carbono emitido por la combustión de combustibles fósiles en un año. Sin embargo, a escala geológica, la liberación de este gas de efecto invernadero puede tener efectos importantes. Las variaciones en la liberación de dióxido de carbono por los volcanes y las grietas oceánicas a lo largo de millones de años pueden alterar la química de la atmósfera. Esta variabilidad en las concentraciones de dióxido de carbono probablemente explica gran parte de la variación climática que ha tenido lugar durante el Eón Fanerozoico.
Actividad tectónica
Los movimientos tectónicos de la corteza terrestre han tenido profundos efectos en el clima en escalas de tiempo de millones a decenas de millones de años. Estos movimientos han cambiado la forma, el tamaño, la posición y la elevación de las masas continentales, así como la batimetría de los océanos. A su vez, los cambios topográficos y batimétricos han tenido fuertes efectos en la circulación tanto de la atmósfera como de los océanos. Por ejemplo, el levantamiento de la meseta tibetana durante la era cenozoica afectó las pautas de circulación atmosférica, creando el monzón de Asia meridional e influyendo en el clima de gran parte del resto de Asia y las regiones vecinas.
La actividad tectónica también influye en la química atmosférica, en particular en las concentraciones de dióxido de carbono. El dióxido de carbono se emite desde los volcanes y las fumarolas de las zonas de fisura y de subducción. Las variaciones en la tasa de propagación en las zonas de fisuras y el grado de actividad volcánica cerca de los márgenes de las placas han influido en las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono a lo largo de la historia de la Tierra. Incluso la meteorización química de la roca constituye un importante sumidero de dióxido de carbono. (Un sumidero de carbono es cualquier proceso que elimina el dióxido de carbono de la atmósfera mediante la conversión química del CO2 en compuestos de carbono orgánicos o inorgánicos). El ácido carbónico, formado a partir de dióxido de carbono y agua, es un reactivo en la disolución de silicatos y otros minerales. Las tasas de meteorización están relacionadas con la masa, la elevación y la exposición del lecho rocoso. La elevación tectónica puede aumentar todos estos factores y, por lo tanto, conducir a un aumento de la meteorización y la absorción de dióxido de carbono. Por ejemplo, la meteorización química de la meseta tibetana en ascenso puede haber desempeñado un papel importante en el agotamiento del dióxido de carbono en la atmósfera durante un período de enfriamiento global a finales del Cenozoico.
Variaciones orbitales
La geometría orbital de la Tierra se ve afectada de manera predecible por las influencias gravitatorias de otros planetas del sistema solar. Tres características primarias de la órbita de la Tierra se ven afectadas, cada una de ellas de manera cíclica o recurrente. Primero, la forma de la órbita de la Tierra alrededor del Sol, varía de casi circular a elíptica (excéntrica), con periodicidades de 100.000 y 413.000 años. En segundo lugar, la inclinación del eje de la Tierra con respecto al Sol, que es el principal responsable de los climas estacionales de la Tierra, varía entre 22,1° y 24,5° con respecto al plano de rotación de la Tierra alrededor del Sol. Esta variación se produce en un ciclo de 41.000 años. En general, cuanto mayor es la inclinación, mayor es la radiación solar recibida por los hemisferios en verano y menor la recibida en invierno. El tercer cambio cíclico en la geometría orbital de la Tierra resulta de dos fenómenos combinados: 1) El eje de rotación de la Tierra se tambalea, cambiando la dirección del eje con respecto al Sol, y 2) la orientación de la elipse orbital de la Tierra gira lentamente. Estos dos procesos crean un ciclo de 26.000 años, llamado precesión de los equinoccios, en el que la posición de la Tierra en los equinoccios y solsticios cambia. Hoy en día la Tierra está más cerca del Sol (perihelio) cerca del solsticio de diciembre, mientras que hace 9.000 años el perihelio se produjo cerca del solsticio de junio.
Estas variaciones orbitales causan cambios en la distribución latitudinal y estacional de la radiación solar, que a su vez impulsan una serie de variaciones climáticas. Las variaciones orbitales juegan un papel importante en el ritmo de los patrones glaciales-interglaciales y monzónicos. Sus influencias se han identificado en los cambios climáticos de gran parte del Fanerozoico. Por ejemplo, los ciclomotores -que son lechos marinos, fluviales y de carbón intercalados característicos del subperíodo de Pensilvania (hace 318,1 millones a 299 millones de años)- parecen representar los cambios impulsados por Milankovitch en el nivel medio del mar.
Los gases de efecto invernadero son moléculas de gas que tienen la propiedad de absorber la radiación infrarroja (energía térmica neta) emitida desde la superficie de la Tierra y volverla a radiar hacia la superficie terrestre, contribuyendo así al fenómeno conocido como efecto invernadero. El dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua son los gases de efecto invernadero más importantes, y tienen un profundo efecto en el presupuesto energético del sistema terrestre a pesar de que constituyen sólo una fracción de todos los gases atmosféricos. Las concentraciones de gases de efecto invernadero han variado sustancialmente durante la historia de la Tierra, y estas variaciones han impulsado cambios climáticos sustanciales en una amplia gama de escalas de tiempo. En general, las concentraciones de gases de efecto invernadero han sido particularmente altas durante los períodos cálidos y bajas durante las fases frías. Varios procesos influyen en las concentraciones de gases de efecto invernadero. Algunos, como las actividades tectónicas, operan en escalas de tiempo de millones de años, mientras que otros, como la vegetación, el suelo, los humedales y las fuentes y sumideros oceánicos, operan en escalas de tiempo de cientos a miles de años. Las actividades humanas -especialmente la combustión de combustibles fósiles desde la Revolución Industrial- son responsables del aumento constante de las concentraciones atmosféricas de diversos gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido de carbono, el metano, el ozono y los clorofluorocarbonos (CFC).
Tal vez el tema más intensamente discutido e investigado sobre la variabilidad del clima sea el papel de las interacciones y retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre. Las retroalimentaciones implican diferentes componentes que operan a diferentes velocidades y escalas de tiempo. Las capas de hielo, el hielo marino, la vegetación terrestre, las temperaturas oceánicas, las tasas de meteorización, la circulación oceánica y las concentraciones de gases de efecto invernadero están todas influidas directa o indirectamente por la atmósfera; sin embargo, todas ellas también retroalimentan a la atmósfera, influyéndola así de manera importante. Por ejemplo, las diferentes formas y densidades de vegetación en la superficie terrestre influyen en el albedo, o reflectividad, de la superficie de la Tierra, afectando así al balance global de radiación a escalas locales y regionales. Al mismo tiempo, la transferencia de moléculas de agua del suelo a la atmósfera está mediada por la vegetación, tanto directamente (por la transpiración a través de los estomas de las plantas) como indirectamente (por las influencias de la sombra y la temperatura en la evaporación directa del suelo). Esta regulación del flujo de calor latente por parte de la vegetación puede influir en el clima a escalas locales y globales. Como resultado, los cambios en la vegetación, que están parcialmente controlados por el clima, pueden a su vez influir en el sistema climático. La vegetación también influye en las concentraciones de gases de efecto invernadero; las plantas vivas constituyen un importante sumidero de dióxido de carbono atmosférico, mientras que actúan como fuentes de dióxido de carbono cuando se queman por incendios o se descomponen. Estas y otras retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre son fundamentales tanto para comprender los cambios climáticos del pasado como para predecir los futuros.
Las actividades humanas
El reconocimiento del cambio climático mundial como una cuestión ambiental ha llamado la atención sobre el impacto climático de las actividades humanas. La mayor parte de esta atención se ha centrado en la emisión de dióxido de carbono mediante la combustión de combustibles fósiles y la deforestación. Las actividades humanas también producen emisiones de otros gases de efecto invernadero, como el metano (procedente del cultivo de arroz, el ganado, los vertederos y otras fuentes) y los clorofluorocarbonos (procedentes de fuentes industriales). Hay pocas dudas entre los climatólogos de que estos gases de efecto invernadero afectan al presupuesto de radiación de la Tierra; la naturaleza y la magnitud de la respuesta climática son objeto de una intensa actividad de investigación. Los registros paleoclimáticos de los anillos de los árboles, los corales y los núcleos de hielo indican una clara tendencia al calentamiento que abarca todo el siglo XX y la primera década del siglo XXI. De hecho, el siglo XX fue el más cálido de los últimos 10 siglos, y la década 2001-10 fue la década más cálida desde el comienzo de los registros instrumentales modernos. Muchos climatólogos han señalado este patrón de calentamiento como una clara evidencia de los cambios climáticos inducidos por el hombre como resultado de la producción de gases de efecto invernadero.
Un segundo tipo de impacto humano, la conversión de la vegetación por la deforestación, la forestación y la agricultura, está recibiendo una creciente atención como una fuente adicional de cambio climático. Cada vez es más evidente que los impactos humanos sobre la cubierta vegetal pueden tener efectos locales, regionales e incluso mundiales sobre el clima, debido a los cambios en el flujo de calor sensible y latente hacia la atmósfera y la distribución de la energía dentro del sistema climático. La medida en que estos factores contribuyen al cambio climático reciente y en curso es una importante área de estudio emergente.
El cambio climático en el transcurso de la vida humana
Independientemente de su ubicación en el planeta, todos los seres humanos experimentan la variabilidad y el cambio climático durante sus vidas. Los fenómenos más familiares y predecibles son los ciclos estacionales, a los que las personas ajustan su ropa, las actividades al aire libre, los termostatos y las prácticas agrícolas. Sin embargo, no hay dos veranos o inviernos exactamente iguales en el mismo lugar; algunos son más cálidos, húmedos o tormentosos que otros. Esta variación interanual del clima es en parte responsable de las variaciones de un año a otro en los precios del combustible, el rendimiento de los cultivos, los presupuestos de mantenimiento de las carreteras y los riesgos de incendios forestales. Las inundaciones provocadas por las precipitaciones en un solo año pueden causar graves daños económicos, como los de la cuenca de drenaje del río Misisipí superior durante el verano de 1993, y pérdidas de vidas, como las que devastaron gran parte de Bangladesh en el verano de 1998. También pueden producirse daños y pérdidas de vidas similares como resultado de incendios forestales, tormentas graves, huracanes, olas de calor y otros acontecimientos relacionados con el clima.
La variación y el cambio climático también pueden ocurrir en períodos más largos, como décadas. Algunos lugares experimentan múltiples años de sequía, inundaciones u otras condiciones duras. Esas variaciones decenales del clima plantean problemas para las actividades humanas y la planificación. Por ejemplo, las sequías plurianuales pueden perturbar el suministro de agua, inducir a la pérdida de cosechas y causar trastornos económicos y sociales, como en el caso de las sequías de Dust Bowl en el medio continente de América del Norte durante el decenio de 1930. Las sequías plurianuales pueden incluso causar una hambruna generalizada, como en la sequía del Sahel que se produjo en el norte de África durante los años setenta y ochenta.
Variación estacional
Todos los lugares de la Tierra experimentan una variación estacional del clima (aunque el cambio puede ser leve en algunas regiones tropicales). Esta variación cíclica es impulsada por los cambios estacionales en el suministro de radiación solar a la atmósfera y la superficie de la Tierra. La órbita de la Tierra alrededor del Sol es elíptica; está más cerca del Sol ( 147 millones de km [unos 91 millones de millas]) cerca del solsticio de invierno y más lejos del Sol (152 millones de km [unos 94 millones de millas]) cerca del solsticio de verano en el Hemisferio Norte. Además, el eje de rotación de la Tierra se produce en un ángulo oblicuo (23,5°) con respecto a su órbita. Por lo tanto, cada hemisferio está inclinado lejos del Sol durante su período de invierno y hacia el Sol en su período de verano. Cuando un hemisferio está inclinado lejos del Sol, recibe menos radiación solar que el hemisferio opuesto, que en ese momento está apuntado hacia el Sol. Así, a pesar de la mayor proximidad del Sol en el solsticio de invierno, el hemisferio norte recibe menos radiación solar durante el invierno que durante el verano. También como consecuencia de la inclinación, cuando el Hemisferio Norte experimenta el invierno, el Hemisferio Sur experimenta el verano.
El sistema climático de la Tierra está impulsado por la radiación solar; las diferencias estacionales en el clima resultan en última instancia de los cambios estacionales en la órbita de la Tierra. La circulación del aire en la atmósfera y del agua en los océanos responde a las variaciones estacionales de la energía disponible del Sol. Los cambios estacionales específicos del clima que se producen en cualquier lugar determinado de la superficie de la Tierra resultan en gran medida de la transferencia de energía de la circulación atmosférica y oceánica. Las diferencias en el calentamiento de la superficie que tienen lugar entre el verano y el invierno hacen que las vías de las tormentas y los centros de presión cambien de posición y fuerza. Estas diferencias de calentamiento también provocan cambios estacionales en la nubosidad, las precipitaciones y el viento.
Las respuestas estacionales de la biosfera (especialmente la vegetación) y la criosfera (glaciares, hielo marino, campos de nieve) también contribuyen a la circulación atmosférica y al clima. La caída de hojas de los árboles de hoja caduca al entrar en el letargo invernal aumenta el albedo (reflectividad) de la superficie de la Tierra y puede conducir a un mayor enfriamiento local y regional. De manera similar, la acumulación de nieve también aumenta el albedo de las superficies terrestres y a menudo amplifica los efectos del invierno.
Variación interanual
Las variaciones climáticas interanuales, incluidas las sequías, las inundaciones y otros acontecimientos, son causadas por una compleja serie de factores e interacciones del sistema terrestre. Una característica importante que desempeña un papel en estas variaciones es el cambio periódico de las pautas de circulación atmosférica y oceánica en la región del Pacífico tropical, conocido colectivamente como variación de El Niño-Oscilación Austral (ENSO). Aunque sus principales efectos climáticos se concentran en el Pacífico tropical, la ENOS tiene efectos en cascada que a menudo se extienden a la región del Océano Atlántico, al interior de Europa y Asia, y a las regiones polares. Estos efectos, denominados teleconexiones, se producen porque las alteraciones en las pautas de circulación atmosférica de baja latitud en la región del Pacífico influyen en la circulación atmosférica de los sistemas adyacentes y descendentes. Como resultado, las trayectorias de las tormentas se desvían y las crestas de presión atmosférica (zonas de alta presión) y las canalizaciones (zonas de baja presión) se desplazan de sus patrones habituales.
Como ejemplo, los eventos de El Niño ocurren cuando los vientos alisios del este en el Pacífico tropical se debilitan o invierten su dirección. Esto cierra el afloramiento de las aguas profundas y frías de la costa occidental de América del Sur, calienta el Pacífico oriental e invierte el gradiente de presión atmosférica en el Pacífico occidental. Como resultado, el aire de la superficie se desplaza hacia el este desde Australia e Indonesia hacia el Pacífico central y las Américas. Estos cambios producen grandes precipitaciones e inundaciones repentinas a lo largo de la costa normalmente árida del Perú y una grave sequía en las regiones normalmente húmedas del norte de Australia e Indonesia. Los fenómenos de El Niño particularmente graves provocan el fracaso de los monzones en la región del Océano Índico, lo que da lugar a una intensa sequía en la India y en África oriental. Al mismo tiempo, las trayectorias del oeste y de las tormentas se desplazan hacia el Ecuador, lo que proporciona a California y al desierto del sudoeste de los Estados Unidos un clima invernal húmedo y tormentoso y hace que las condiciones invernales en el noroeste del Pacífico, que suelen ser húmedas, se vuelvan más cálidas y secas. El desplazamiento de los vientos del oeste también provoca sequías en el norte de China y desde el noreste de Brasil a través de secciones de Venezuela. Los registros a largo plazo de la variación del ENOS a partir de documentos históricos, anillos de árboles y corales de arrecifes indican que los eventos de El Niño ocurren, en promedio, cada dos a siete años. Sin embargo, la frecuencia e intensidad de estos eventos varían a lo largo del tiempo.
La Oscilación del Atlántico Norte (OAN) es otro ejemplo de una oscilación interanual que produce importantes efectos climáticos dentro del sistema terrestre y puede influir en el clima en todo el hemisferio norte. Este fenómeno es el resultado de la variación del gradiente de presión, o la diferencia de presión atmosférica entre el máximo subtropical, situado normalmente entre las Azores y Gibraltar, y el mínimo islandés, centrado entre Islandia y Groenlandia. Cuando el gradiente de presión es pronunciado debido a un fuerte máximo subtropical y un bajo islandés profundo (fase positiva), Europa septentrional y Asia septentrional experimentan inviernos cálidos y húmedos con frecuentes y fuertes tormentas invernales. Al mismo tiempo, el sur de Europa es seco. El este de los Estados Unidos también experimenta inviernos más cálidos y menos nevados durante las fases positivas de la NAO, aunque el efecto no es tan grande como en Europa. El gradiente de presión se atenúa cuando la NAO está en un modo negativo, es decir, cuando existe un gradiente de presión más débil a partir de la presencia de un débil máximo subtropical y un mínimo islandés. Cuando esto sucede, la región del Mediterráneo recibe abundantes precipitaciones invernales, mientras que el norte de Europa es frío y seco. El este de los Estados Unidos es típicamente más frío y con más nieve durante una fase negativa de la NAO.
Durante los años en que la Oscilación del Atlántico Norte (OAN) se encuentra en su fase positiva, el este de los Estados Unidos, el sudeste del Canadá y el noroeste de Europa experimentan temperaturas invernales más cálidas, mientras que en estos lugares se encuentran temperaturas más frías durante su fase negativa. Cuando tanto el Niño/Oscilación Austral (ENSO) como la NAO se encuentran en su fase positiva, los inviernos europeos tienden a ser más húmedos y menos severos; sin embargo, más allá de esta tendencia general, la influencia del ENSO sobre la NAO no se comprende bien.
Los ciclos del ENSO y la NAO son impulsados por las retroalimentaciones e interacciones entre los océanos y la atmósfera. La variación climática interanual es impulsada por estos y otros ciclos, interacciones entre ciclos y perturbaciones en el sistema terrestre, como las que resultan de grandes inyecciones de aerosoles de las erupciones volcánicas. Un ejemplo de perturbación debida al vulcanismo es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que provocó una disminución de la temperatura mundial media de aproximadamente 0,5 °C (0,9 °F) el verano siguiente.
Variación decenal
El clima varía en escalas de tiempo decenales, con grupos de varios años de condiciones húmedas, secas, frescas o cálidas. Estos grupos plurianuales pueden tener efectos dramáticos en las actividades y el bienestar humanos. Por ejemplo, una grave sequía de tres años a finales del siglo XVI probablemente contribuyó a la destrucción de la "Colonia Perdida" de Sir Walter Raleigh en la isla de Roanoke, en lo que hoy es Carolina del Norte, y una posterior sequía de siete años (1606-12) provocó una elevada mortalidad en la colonia de Jamestown, en Virginia. Además, algunos estudiosos han implicado a las sequías persistentes y graves como la principal razón del colapso de la civilización maya en Mesoamérica entre 750 y 950 d.C.; sin embargo, los descubrimientos de principios del siglo XXI sugieren que las perturbaciones del comercio relacionadas con la guerra desempeñaron un papel, posiblemente interactuando con las hambrunas y otras tensiones relacionadas con la sequía.
Aunque la variación climática a escala decenal está bien documentada, las causas no están del todo claras. Gran parte de la variación decenal del clima está relacionada con las variaciones interanuales. Por ejemplo, la frecuencia y la magnitud del ENOS cambian a lo largo del tiempo. Los primeros años de la década de 1990 se caracterizaron por repetidos eventos de El Niño, y se han identificado varias agrupaciones de este tipo que tuvieron lugar durante el siglo XX. La pendiente del gradiente del NAO también cambia en escalas temporales decenales; ha sido particularmente pronunciada desde el decenio de 1970.
Investigaciones recientes han revelado que las variaciones del clima a escala decenal son el resultado de las interacciones entre el océano y la atmósfera. Una de esas variaciones es la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO), también conocida como Variabilidad Decadal del Pacífico (PDV), que implica cambios en las temperaturas de la superficie del mar (SST) en el Océano Pacífico Norte. Las TSM influyen en la fuerza y la posición de la Baja Aleutiana, que a su vez afecta fuertemente los patrones de precipitación a lo largo de la costa del Pacífico de Norteamérica. La variación de las TSM consiste en una alternancia entre los períodos de "fase fría", en los que la costa de Alaska es relativamente seca y el noroeste del Pacífico relativamente húmedo (por ejemplo, 1947-76), y los períodos de "fase cálida", caracterizados por una precipitación relativamente alta en la costa de Alaska y una precipitación baja en el noroeste del Pacífico (por ejemplo, 1925-46, 1977-98). Los registros de anillos de árboles y corales, que abarcan al menos los últimos cuatro siglos, documentan la variación del DOP.
Una oscilación similar, la Oscilación Multidecadal del Atlántico (OMA), se produce en el Atlántico Norte e influye fuertemente en los patrones de precipitación de América del Norte oriental y central. Una AMO de fase cálida (TSM del Atlántico Norte relativamente cálida) se asocia con precipitaciones relativamente altas en Florida y bajas en gran parte del Valle de Ohio. Sin embargo, el AMO interactúa con el PDO, y ambos interactúan con variaciones interanuales, como el ENSO y la NAO, en formas complejas . Tales interacciones pueden llevar a la amplificación de sequías, inundaciones u otras anomalías climáticas. Por ejemplo, las graves sequías que se produjeron en gran parte de los Estados Unidos conterminosos en los primeros años del siglo XXI se asociaron con la OMA de fase cálida combinada con la DOP de fase fría. Los mecanismos que subyacen a las variaciones decenales, como el PDO y la AMO, no se conocen bien, pero probablemente estén relacionados con las interacciones océano-atmósfera con constantes temporales más grandes que las variaciones interanuales. Las variaciones climáticas decenales son objeto de un intenso estudio por parte de los climatólogos y los paleoclimatólogos.
Otros factores adicionales sostienen nuestra conclusión sobre el valor de un enfoque concreto y particular como punto de partida para muchas ciudades. Primero, la mayoría de ciudades de todo el país ya cuenta con un plan de mitigación de riesgos gracias a las decisiones y proyectos locales para cumplir con la DMA estadounidense. Estos planes pueden ser un buen punto de partida para cualquier planificación (véase más en esta plataforma general) contra el cambio climático.
El calentamiento global es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la humanidad hoy en día, y el fenómeno climático fue objeto de titulares una y otra vez mientras la gente seguía observando extrañas pautas meteorológicas y mientras los debates se ensañaban en los ámbitos políticos sobre si debíamos abordar el tema y cómo hacerlo.
El calentamiento global es real, y está cambiando el clima. Hay pruebas significativas de que los climas de todo el mundo están cambiando y que esos cambios están ocurriendo debido a las actividades humanas. Esa es una de las razones por las que es tan importante estar informado sobre qué actividades humanas contribuyen al calentamiento global y qué actividades humanas pueden ayudar a evitar que progrese.
Política pública sobre el calentamiento global
Desde el siglo XIX, muchos investigadores que trabajan en una amplia gama de disciplinas académicas han contribuido a mejorar la comprensión de la atmósfera y del sistema climático mundial. La preocupación de los científicos prominentes del clima por el calentamiento global y el cambio climático inducido por el hombre (o "antropogénico") surgió a mediados del siglo XX, pero la mayor parte del debate científico y político sobre la cuestión no comenzó hasta el decenio de 1980. Hoy en día, los principales científicos del clima están de acuerdo en que muchos de los cambios que se están produciendo en el sistema climático mundial se deben en gran medida a la liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero, gases que potencian el efecto invernadero natural de la Tierra. La mayoría de los gases de efecto invernadero son liberados por la quema de combustibles fósiles para la calefacción, la cocina, la generación de electricidad, el transporte y la fabricación, pero también son liberados como resultado de la descomposición natural de los materiales orgánicos, los incendios forestales, la deforestación y las actividades de limpieza de tierras. Quienes se oponen a este punto de vista han subrayado a menudo el papel de los factores naturales en la variación climática del pasado y han acentuado las incertidumbres científicas relacionadas con los datos sobre el calentamiento de la Tierra y el cambio climático. No obstante, un creciente número de científicos ha pedido a los gobiernos, las industrias y los ciudadanos que reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Todos los países emiten gases de efecto invernadero, pero los países altamente industrializados y los países más poblados emiten cantidades significativamente mayores que otros. Los países de América del Norte y Europa que fueron los primeros en someterse al proceso de industrialización han sido responsables de la liberación de la mayoría de los gases de efecto invernadero en términos acumulativos absolutos desde el comienzo de la Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII. Hoy en día, a estos países se les están sumando grandes países en desarrollo como China y la India, donde la rápida industrialización va acompañada de una creciente liberación de gases de efecto invernadero. Los Estados Unidos, que poseen aproximadamente el 5% de la población mundial, emitieron casi el 21% de los gases de efecto invernadero mundiales en 2000. Ese mismo año, los entonces 25 Estados miembros de la Unión Europea (UE) -con una población combinada de 450 millones de personas- emitieron el 14 por ciento de todos los gases de efecto invernadero antropogénicos. Esta cifra era aproximadamente la misma que la fracción liberada por los 1.200 millones de personas de China. En 2000, el estadounidense medio emitió 24,5 toneladas de gases de efecto invernadero, la persona media que vivía en la UE emitió 10,5 toneladas, y la persona media que vivía en China emitió sólo 3,9 toneladas. Aunque las emisiones de gases de efecto invernadero per cápita de China siguieron siendo considerablemente inferiores a las de la UE y los Estados Unidos, fue el mayor emisor de gases de efecto invernadero en 2006 en términos absolutos.
El IPCC y el consenso científico
Un primer paso importante en la formulación de políticas públicas sobre el calentamiento global y el cambio climático es la recopilación de datos científicos y socioeconómicos pertinentes. En 1988 la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente establecieron el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). El IPCC tiene el mandato de evaluar y resumir los datos científicos, técnicos y socioeconómicos más recientes sobre el cambio climático y de publicar sus conclusiones en informes que se presentan a las organizaciones internacionales y a los gobiernos nacionales de todo el mundo. Muchos miles de los principales científicos y expertos del mundo en las esferas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático han trabajado en el marco del IPCC, produciendo importantes conjuntos de evaluaciones en 1990, 1995, 2001, 2007 y 2014, y varias evaluaciones especiales adicionales. En esos informes se evaluaron las bases científicas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático, las principales cuestiones relacionadas con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y el proceso de adaptación a un clima cambiante.
En el primer informe del IPCC, publicado en 1990, se afirmaba que una buena cantidad de datos mostraba que la actividad humana afectaba a la variabilidad del sistema climático; sin embargo, los autores del informe no pudieron llegar a un consenso sobre las causas y los efectos del calentamiento de la Tierra y el cambio climático en ese momento. El informe del IPCC de 1995 afirmaba que el balance de las pruebas sugería "una influencia humana discernible en el clima". El informe del IPCC de 2001 confirmó las conclusiones anteriores y presentó pruebas más sólidas de que la mayor parte del calentamiento de los 50 años anteriores era atribuible a las actividades humanas. En el informe de 2001 también se señalaba que los cambios observados en los climas regionales estaban empezando a afectar a muchos sistemas físicos y biológicos y que había indicios de que los sistemas sociales y económicos también se estaban viendo afectados.
La cuarta evaluación del IPCC, publicada en 2007, reafirmó las principales conclusiones de los informes anteriores, pero los autores también declararon -en lo que se consideró un juicio conservador- que estaban seguros, al menos en un 90%, de que la mayor parte del calentamiento observado durante el medio siglo anterior había sido causado por la liberación de gases de efecto invernadero a través de una multitud de actividades humanas. Tanto el informe de 2001 como el de 2007 afirmaban que durante el siglo XX se había producido un aumento de la temperatura superficial media mundial de 0,6 °C (1,1 °F), dentro de un margen de error de ±0,2 °C (0,4 °F). Mientras que el informe de 2001 preveía un aumento adicional de la temperatura media de 1,4 a 5,8 °C (2,5 a 10,4 °F) para 2100, el informe de 2007 refinó esta previsión hasta un aumento de 1,8 a 4,0 °C (3,2 a 7,2 °F) para finales del siglo XXI. Esas previsiones se basaron en el examen de una serie de hipótesis que caracterizaron las tendencias futuras de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La quinta evaluación del IPCC, publicada en 2014, refinó aún más los aumentos previstos de la temperatura media mundial y del nivel del mar. El informe de 2014 afirmaba que en el intervalo entre 1880 y 2012 se produjo un aumento de la temperatura media mundial de aproximadamente 0,85 °C (1,5 °F) y que en el intervalo entre 1901 y 2010 se produjo un aumento del nivel medio del mar mundial de unos 19-21 cm (7,5-8,3 pulgadas). El informe predijo que para finales del siglo XXI las temperaturas superficiales en todo el mundo aumentarían entre 0,3 y 4,8 °C (0,5 y 8,6 °F), y el nivel del mar podría subir entre 26 y 82 cm (10,2 y 32,3 pulgadas) en relación con el promedio de 1986-2005.
Cada informe del IPCC ha contribuido a crear un consenso científico en el sentido de que las elevadas concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera son los principales impulsores del aumento de las temperaturas del aire cerca de la superficie y de los cambios climáticos asociados en curso. A este respecto, se considera que el actual episodio de cambio climático, que comenzó a mediados del siglo XX, es fundamentalmente diferente de los períodos anteriores en el sentido de que los ajustes críticos han sido causados por actividades derivadas del comportamiento humano y no por factores no antropogénicos. En la evaluación de 2007 del IPCC se proyectó que cabría esperar que los futuros cambios climáticos incluyeran un calentamiento continuo, modificaciones de las pautas y cantidades de precipitaciones, elevación del nivel del mar y "cambios en la frecuencia e intensidad de algunos fenómenos extremos". Esos cambios tendrían efectos importantes en muchas sociedades y en los sistemas ecológicos de todo el mundo (véase Investigación sobre el clima y los efectos del calentamiento mundial). Véase en este recurso la Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto.
Futura política sobre el cambio climático
Los países difieren en cuanto a la forma de proceder en materia de política internacional con respecto a los acuerdos climáticos. Los objetivos a largo plazo formulados en Europa y los Estados Unidos buscan reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 80 por ciento para mediados del siglo XXI. En relación con estos esfuerzos, la UE estableció el objetivo de limitar el aumento de la temperatura a un máximo de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales. (Muchos científicos del clima y otros expertos coinciden en que se producirán importantes daños económicos y ecológicos si el promedio mundial de las temperaturas del aire cercano a la superficie se eleva más de 2 °C (3,6 °F) por encima de las temperaturas preindustriales en el próximo siglo).
A pesar de las diferencias de enfoque, los países iniciaron las negociaciones sobre un nuevo tratado, basado en un acuerdo alcanzado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en 2007 en Bali (Indonesia), que sustituiría al Protocolo de Kyoto una vez que éste expirara. En la 17ª Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP17), celebrada en Durban (Sudáfrica) en 2011, la comunidad internacional se comprometió a elaborar un tratado climático amplio y jurídicamente vinculante que sustituyera al Protocolo de Kyoto para 2015. Dicho tratado exigiría a todos los países productores de gases de efecto invernadero -incluidos los principales emisores de carbono que no se atienen al Protocolo de Kyoto (como China, la India y los Estados Unidos)- que limitaran y redujeran sus emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Este compromiso fue reafirmado por la comunidad internacional en el 18º período de sesiones de la Conferencia de las Partes (CP 18), celebrado en Doha (Qatar) en 2012. Dado que los términos del Protocolo de Kyoto se fijaron para que terminaran en 2012, los delegados de la CP 17 y la CP 18 acordaron prorrogar el Protocolo de Kyoto para salvar la brecha entre la fecha de expiración original y la fecha en que el nuevo tratado sobre el clima pasaría a ser jurídicamente vinculante. En consecuencia, los delegados de la COP18 decidieron que el Protocolo de Kyoto terminaría en 2020, año en el que se esperaba que el nuevo tratado climático entrara en vigor. Esta prórroga tenía el beneficio añadido de proporcionar un tiempo adicional para que los países cumplieran sus objetivos de emisión para 2012.
Convocados en París en 2015, los líderes mundiales y otros delegados de la COP21 firmaron un acuerdo global pero no vinculante para limitar el aumento de la temperatura media mundial a no más de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales y, al mismo tiempo, esforzarse por mantener este aumento a 1,5 °C (2,7 °F) por encima de los niveles preindustriales. El Acuerdo de París fue un acuerdo histórico que ordenó un examen de los progresos cada cinco años y la creación de un fondo de 100.000 millones de dólares para 2020 -que se repondría anualmente- para ayudar a los países en desarrollo a adoptar tecnologías que no produzcan gases de efecto invernadero. El número de partes (signatarios) del convenio ascendía a 197 en 2019, y 185 países habían ratificado el acuerdo. A pesar de que Estados Unidos había ratificado el acuerdo en septiembre de 2016, la toma de posesión de Donald J. Trump como presidente en enero de 2017 anunció una nueva era en la política climática de Estados Unidos, y el 1 de junio de 2017 Trump señaló su intención de sacar a Estados Unidos del acuerdo climático después de que concluyera el proceso de salida formal. Su sucesor, Biden, es un firme defensor de la lucha por el medio ambiente.
Un número cada vez mayor de ciudades del mundo está iniciando una multitud de esfuerzos locales y subregionales para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Muchos de esos municipios están adoptando medidas como miembros del Consejo Internacional para las Iniciativas Ambientales Locales y su programa Ciudades para la Protección del Clima, que esboza principios y medidas para adoptar medidas a nivel local. En 2005, la Conferencia de Alcaldes de los Estados Unidos aprobó el Acuerdo de Protección del Clima, en el que las ciudades se comprometieron a reducir para 2012 las emisiones a un 7 por ciento por debajo de los niveles de 1990. Además, muchas empresas privadas están desarrollando políticas corporativas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Un ejemplo notable de un esfuerzo liderado por el sector privado es la creación del Chicago Climate Exchange como medio para reducir las emisiones a través de un proceso de comercio.
A medida que las políticas públicas relativas al calentamiento global y al cambio climático continúan desarrollándose a nivel mundial, regional, nacional y local, se dividen en dos grandes tipos. El primer tipo, la política de mitigación, se centra en diferentes formas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Dado que la mayoría de las emisiones proceden de la quema de combustibles fósiles para la energía y el transporte, gran parte de la política de mitigación se centra en el cambio a fuentes de energía menos intensivas en carbono (como la energía eólica, solar e hidroeléctrica), la mejora de la eficiencia energética de los vehículos y el apoyo al desarrollo de nuevas tecnologías. En cambio, el segundo tipo, la política de adaptación, trata de mejorar la capacidad de diversas sociedades para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante. Por ejemplo, algunas políticas de adaptación están concebidas para alentar a los grupos a modificar las prácticas agrícolas en respuesta a los cambios estacionales, mientras que otras políticas están concebidas para preparar a las ciudades situadas en las zonas costeras para un nivel de mar elevado.
En cualquier caso, la reducción a largo plazo de las descargas de gases de efecto invernadero requerirá la participación tanto de los países industriales como de los principales países en desarrollo. En particular, la liberación de gases de efecto invernadero de fuentes chinas e indias está aumentando rápidamente en paralelo con la rápida industrialización de esos países. En 2006 China superó a los Estados Unidos como principal emisor del mundo de gases de efecto invernadero en términos absolutos (aunque no en términos per cápita), en gran medida debido a la mayor utilización de carbón y otros combustibles fósiles por parte de China. De hecho, todos los países del mundo se enfrentan al reto de encontrar formas de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero al tiempo que promueven un desarrollo económico ambiental y socialmente deseable (conocido como "desarrollo sostenible" o "crecimiento inteligente"). Mientras que algunos opositores de los que piden medidas correctivas siguen sosteniendo que los costos de la mitigación a corto plazo serán demasiado elevados, un número cada vez mayor de economistas y encargados de la formulación de políticas sostienen que será menos costoso, y posiblemente más rentable, para las sociedades adoptar medidas preventivas tempranas que abordar los graves cambios climáticos en el futuro. Es probable que muchos de los efectos más nocivos del calentamiento del clima se produzcan en los países en desarrollo. Combatir los efectos nocivos del calentamiento de la Tierra en los países en desarrollo será especialmente difícil, ya que muchos de esos países ya están luchando y poseen una capacidad limitada para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante.
Se prevé que cada país se verá afectado de manera diferente por el creciente esfuerzo por reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Los países que son emisores relativamente grandes tendrán que hacer frente a mayores exigencias de reducción que los emisores más pequeños. Del mismo modo, se prevé que los países que experimentan un rápido crecimiento económico se enfrentarán a mayores exigencias para controlar sus emisiones de gases de efecto invernadero a medida que consuman cantidades cada vez mayores de energía. También se producirán diferencias entre los distintos sectores industriales e incluso entre las distintas empresas. Por ejemplo, los productores de petróleo, carbón y gas natural -que en algunos casos representan porciones importantes de los ingresos nacionales por exportación- pueden ver reducida la demanda o los precios de sus productos a medida que sus clientes disminuyen el uso de combustibles fósiles. En cambio, es probable que muchos productores de tecnologías y productos nuevos y más respetuosos del clima (como los generadores de energía renovable) vean aumentar la demanda.
Para hacer frente al calentamiento del planeta y al cambio climático, las sociedades deben encontrar la manera de modificar fundamentalmente sus pautas de utilización de la energía en favor de la generación de energía, el transporte y la ordenación de los bosques y el uso de la tierra con menor intensidad de carbono. Un número cada vez mayor de países ha asumido este desafío, y hay muchas cosas que los individuos también pueden hacer. Por ejemplo, los consumidores tienen más opciones para adquirir electricidad generada a partir de fuentes renovables. Entre las medidas adicionales que reducirían las emisiones personales de gases de efecto invernadero y también conservarían la energía figuran el funcionamiento de vehículos más eficientes desde el punto de vista energético, el uso del transporte público cuando esté disponible y la transición a productos domésticos más eficientes desde el punto de vista energético. Las personas también podrían mejorar el aislamiento de sus hogares, aprender a calentar y enfriar sus residencias de manera más eficaz, y comprar y reciclar productos más sostenibles desde el punto de vista ambiental.
La Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto
Los informes del IPCC y el consenso científico que reflejan han proporcionado una de las bases más prominentes para la formulación de la política sobre el cambio climático. A escala mundial, la política sobre el cambio climático se rige por dos grandes tratados: la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) de 1992 y el correspondiente Protocolo de Kyoto de 1997 de la CMNUCC (que lleva el nombre de la ciudad de Japón donde se concertó).
La CMNUCC se negoció entre 1991 y 1992. Fue adoptada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en Río de Janeiro en junio de 1992 y se convirtió en legalmente vinculante en marzo de 1994. En el Artículo 2 la CMNUCC establece el objetivo a largo plazo de "estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida una interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático". El artículo 3 establece que los países del mundo tienen "responsabilidades comunes pero diferenciadas", lo que significa que todos los países comparten la obligación de actuar, aunque los países industrializados tienen la responsabilidad particular de tomar la iniciativa en la reducción de las emisiones debido a su contribución relativa al problema en el pasado. Con este fin, el Anexo I de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático enumera 41 países industrializados específicos y países con economías en transición, además de la Comunidad Europea (CE; sucedida oficialmente por la UE en 2009), y el Artículo 4 establece que estos países deben trabajar para reducir sus emisiones antropogénicas a los niveles de 1990. Sin embargo, no se ha establecido un plazo para este objetivo. Además, la CMNUCC no asigna ningún compromiso de reducción específico a los países no incluidos en el Anexo I (es decir, los países en desarrollo).
El acuerdo de seguimiento de la CMNUCC, el Protocolo de Kyoto, se negoció entre 1995 y 1997 y se adoptó en diciembre de 1997. El Protocolo de Kyoto regula seis gases de efecto invernadero liberados por las actividades humanas: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), perfluorocarbonos (PFC), hidrofluorocarbonos (HFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). En virtud del Protocolo de Kyoto, los países del Anexo I deben reducir sus emisiones agregadas de gases de efecto invernadero a un 5,2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990 a más tardar en 2012. Para alcanzar este objetivo, el protocolo establece objetivos de reducción individuales para cada país del Anexo I. Estos objetivos requieren la reducción de los gases de efecto invernadero en la mayoría de los países, pero también permiten el aumento de las emisiones de otros. Por ejemplo, el protocolo requiere que los entonces 15 estados miembros de la UE y otros 11 países europeos reduzcan sus emisiones a un 8 por ciento por debajo de sus niveles de emisión de 1990, mientras que Islandia, un país que produce cantidades relativamente pequeñas de gases de efecto invernadero, puede aumentar sus emisiones hasta un 10 por ciento por encima de su nivel de 1990. Además, el Protocolo de Kioto exige a tres países -Nueva Zelanda, Ucrania y Rusia- que congelen sus emisiones a los niveles de 1990.
El Protocolo de Kyoto establece cinco requisitos por los que las partes del Anexo I pueden optar por cumplir sus objetivos de emisión para 2012. En primer lugar, exige la elaboración de políticas y medidas nacionales que reduzcan las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero. En segundo lugar, los países pueden calcular los beneficios de los sumideros de carbono nacionales que absorben más carbono del que emiten. En tercer lugar, los países pueden participar en planes de intercambio de emisiones con otros países del Anexo I. Cuarto, los países signatarios pueden crear programas de aplicación conjunta con otras partes del Anexo I y recibir créditos por los proyectos que reduzcan las emisiones. Quinto, los países pueden recibir créditos por reducir las emisiones en los países no incluidos en el Anexo I a través de un mecanismo de "desarrollo limpio", como la inversión en la construcción de un nuevo proyecto de energía eólica.
Para entrar en vigor, el Protocolo de Kyoto tenía que ser ratificado por al menos 55 países, incluidos suficientes países del Anexo I para representar al menos el 55 por ciento del total de las emisiones de gases de efecto invernadero de ese grupo. Más de 55 países ratificaron rápidamente el protocolo, incluyendo todos los países del Anexo I, excepto Rusia, Estados Unidos y Australia. (Rusia y Australia ratificaron el protocolo en 2005 y 2007, respectivamente.) No fue hasta que Rusia, bajo la fuerte presión de la UE, ratificó el protocolo que éste se convirtió en legalmente vinculante en febrero de 2005.
La política regional de cambio climático más desarrollada hasta la fecha ha sido formulada por la UE en parte para cumplir sus compromisos en virtud del Protocolo de Kyoto. En 2005, los 15 países de la UE que tienen un compromiso colectivo en virtud del protocolo redujeron sus emisiones de gases de efecto invernadero a un 2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990, aunque no es seguro que cumplan su objetivo de reducción del 8 por ciento para 2012. En 2007 la UE estableció un objetivo colectivo para los 27 estados miembros de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 20 por ciento por debajo de los niveles de 1990 para el año 2020. Como parte de su esfuerzo por lograr este objetivo, la UE estableció en 2005 el primer plan de comercio multilateral de emisiones de dióxido de carbono del mundo, que abarca más de 11.500 grandes instalaciones en todos sus Estados miembros.
En los Estados Unidos, en cambio, el presidente George W. Bush y la mayoría de los senadores rechazaron el Protocolo de Kyoto, citando como motivo de queja particular la falta de reducciones obligatorias de emisiones para los países en desarrollo. Al mismo tiempo, la política federal de los Estados Unidos no estableció ninguna restricción obligatoria para las emisiones de gases de efecto invernadero, y las emisiones de los Estados Unidos aumentaron más del 16 por ciento entre 1990 y 2005. En parte para compensar la falta de dirección a nivel federal, muchos estados individuales de los EE.UU. formularon sus propios planes de acción para abordar el calentamiento global y el cambio climático y tomaron una serie de iniciativas legales y políticas para frenar las emisiones. Entre esas iniciativas cabe citar: la fijación de un límite máximo a las emisiones de las centrales eléctricas, el establecimiento de normas de carteras de energía renovable que exigen a los proveedores de electricidad que obtengan un porcentaje mínimo de su energía de fuentes renovables, la elaboración de normas sobre emisiones de vehículos y combustibles, y la adopción de normas de "construcción ecológica".
Desde el final de la última edad de hielo, los humanos han desarrollado herramientas y máquinas y han modificado la tierra para la agricultura y el asentamiento a largo plazo. A medida que la población ha ido creciendo y las nuevas tecnologías se han ido extendiendo por las culturas y los continentes, cada vez más recursos del planeta se han visto presionados para servir a la especie. En el proceso, las actividades humanas han alterado el orden natural del medio ambiente al despoblar y eliminar especies y añadir sustancias químicas nocivas al aire, el agua y el suelo, actividades que están cambiando el clima y la estructura y función de los ecosistemas, así como las comunidades biológicas que contienen.
Resolver los problemas ambientales críticos del calentamiento global, la escasez de agua, la contaminación y la pérdida de biodiversidad son quizás los mayores desafíos del siglo XXI.
Los grandes problemas del planeta
La acción humana ha desencadenado una vasta cascada de problemas ambientales que ahora amenazan la continua capacidad de los sistemas naturales y humanos para prosperar. Aquí hay cuatro grandes problemas ambientales:
- Contaminación. La contaminación es uno de los problemas más serios que enfrenta el planeta, pero puede ser uno de los más fáciles de superar. Aprenda cómo los humanos causan y pueden remediar nuestros problemas de contaminación.
- Crisis del agua. Esta crisis plantea el riesgo más inmediato para la vida humana y la estabilidad regional. Conozca las causas y los efectos de la escasez de agua a nivel mundial, y algunas de las estrategias para enfrentarla.
- Calentamiento global. Las emisiones de gases de efecto invernadero de las actividades humanas están cambiando la faz de la Tierra. Explora las formas en que se está produciendo el cambio climático y lo que podemos hacer al respecto.
- Pérdida de biodiversidad. La vida no humana en la Tierra está sufriendo enormemente en manos humanas. Conozca las principales amenazas a la biodiversidad y lo que se puede hacer para evitar que nuestros organismos se pierdan para siempre.
La fluctuación climática, la variación climática o el cambio climático es la modificación periódica del clima de la Tierra provocada por los cambios en la atmósfera, así como las interacciones entre la atmósfera y otros factores geológicos, químicos, biológicos y geográficos del sistema terrestre.
Causas del cambio climático
Es mucho más fácil documentar las pruebas de la variabilidad del clima y el cambio climático pasado que determinar sus mecanismos subyacentes. El clima está influenciado por una multitud de factores que operan en escalas de tiempo que van desde horas hasta cientos de millones de años. Muchas de las causas del cambio climático son externas al sistema de la Tierra. Otras son parte del sistema de la Tierra pero externas a la atmósfera. Otras implican interacciones entre la atmósfera y otros componentes del sistema terrestre y se describen colectivamente como retroalimentaciones dentro del sistema terrestre. Las retroalimentaciones se encuentran entre los factores causales más recientemente descubiertos y difíciles de estudiar. No obstante, se reconoce cada vez más que esos factores desempeñan un papel fundamental en la variación del clima. En esta sección se describen los mecanismos más importantes.
Variabilidad solar
La luminosidad, o brillo, del Sol ha ido aumentando constantemente desde su formación. Este fenómeno es importante para el clima de la Tierra, porque el Sol proporciona la energía para impulsar la circulación atmosférica y constituye el aporte para el presupuesto de calor de la Tierra. La baja luminosidad solar durante el tiempo del Precámbrico subyace a la tenue paradoja del joven Sol, descrita en la sección Climas de la Tierra temprana.
La energía radiante procedente del Sol es variable en escalas de tiempo muy pequeñas, debido a las tormentas solares y otras perturbaciones, pero las variaciones en la actividad solar, en particular la frecuencia de las manchas solares, también están documentadas en escalas de tiempo que van de decenios a milenios y probablemente se producen también en escalas de tiempo más largas. Se ha sugerido que el "mínimo de Maunder", un período de actividad de manchas solares drásticamente reducida entre 1645 y 1715 d.C., es un factor que contribuye a la Pequeña Edad de Hielo. (Ver abajo Variación y cambio climático desde la aparición de la civilización).
La actividad volcánica
La actividad volcánica puede influir en el clima de varias maneras y en diferentes escalas de tiempo. Las erupciones volcánicas individuales pueden liberar grandes cantidades de dióxido de azufre y otros aerosoles en la estratosfera, reduciendo la transparencia atmosférica y, por tanto, la cantidad de radiación solar que llega a la superficie y la troposfera de la Tierra. Un ejemplo reciente es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que tuvo influencias mensurables en la circulación atmosférica y los balances de calor. La erupción de 1815 del Monte Tambora en la isla de Sumbawa tuvo consecuencias más dramáticas, ya que la primavera y el verano del año siguiente (1816, conocido como "el año sin verano") fueron inusualmente fríos en gran parte del mundo. Nueva Inglaterra y Europa experimentaron nevadas y heladas durante todo el verano de 1816.
Los volcanes y los fenómenos conexos, como el desgarramiento y la subducción de los océanos, liberan dióxido de carbono tanto en los océanos como en la atmósfera. Las emisiones son bajas; incluso una masiva erupción volcánica como la del Monte Pinatubo libera sólo una fracción del dióxido de carbono emitido por la combustión de combustibles fósiles en un año. Sin embargo, a escala geológica, la liberación de este gas de efecto invernadero puede tener efectos importantes. Las variaciones en la liberación de dióxido de carbono por los volcanes y las grietas oceánicas a lo largo de millones de años pueden alterar la química de la atmósfera. Esta variabilidad en las concentraciones de dióxido de carbono probablemente explica gran parte de la variación climática que ha tenido lugar durante el Eón Fanerozoico.
Actividad tectónica
Los movimientos tectónicos de la corteza terrestre han tenido profundos efectos en el clima en escalas de tiempo de millones a decenas de millones de años. Estos movimientos han cambiado la forma, el tamaño, la posición y la elevación de las masas continentales, así como la batimetría de los océanos. A su vez, los cambios topográficos y batimétricos han tenido fuertes efectos en la circulación tanto de la atmósfera como de los océanos. Por ejemplo, el levantamiento de la meseta tibetana durante la era cenozoica afectó las pautas de circulación atmosférica, creando el monzón de Asia meridional e influyendo en el clima de gran parte del resto de Asia y las regiones vecinas.
La actividad tectónica también influye en la química atmosférica, en particular en las concentraciones de dióxido de carbono. El dióxido de carbono se emite desde los volcanes y las fumarolas de las zonas de fisura y de subducción. Las variaciones en la tasa de propagación en las zonas de fisuras y el grado de actividad volcánica cerca de los márgenes de las placas han influido en las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono a lo largo de la historia de la Tierra. Incluso la meteorización química de la roca constituye un importante sumidero de dióxido de carbono. (Un sumidero de carbono es cualquier proceso que elimina el dióxido de carbono de la atmósfera mediante la conversión química del CO2 en compuestos de carbono orgánicos o inorgánicos). El ácido carbónico, formado a partir de dióxido de carbono y agua, es un reactivo en la disolución de silicatos y otros minerales. Las tasas de meteorización están relacionadas con la masa, la elevación y la exposición del lecho rocoso. La elevación tectónica puede aumentar todos estos factores y, por lo tanto, conducir a un aumento de la meteorización y la absorción de dióxido de carbono. Por ejemplo, la meteorización química de la meseta tibetana en ascenso puede haber desempeñado un papel importante en el agotamiento del dióxido de carbono en la atmósfera durante un período de enfriamiento global a finales del Cenozoico.
Variaciones orbitales
La geometría orbital de la Tierra se ve afectada de manera predecible por las influencias gravitatorias de otros planetas del sistema solar. Tres características primarias de la órbita de la Tierra se ven afectadas, cada una de ellas de manera cíclica o recurrente. Primero, la forma de la órbita de la Tierra alrededor del Sol, varía de casi circular a elíptica (excéntrica), con periodicidades de 100.000 y 413.000 años. En segundo lugar, la inclinación del eje de la Tierra con respecto al Sol, que es el principal responsable de los climas estacionales de la Tierra, varía entre 22,1° y 24,5° con respecto al plano de rotación de la Tierra alrededor del Sol. Esta variación se produce en un ciclo de 41.000 años. En general, cuanto mayor es la inclinación, mayor es la radiación solar recibida por los hemisferios en verano y menor la recibida en invierno. El tercer cambio cíclico en la geometría orbital de la Tierra resulta de dos fenómenos combinados: 1) El eje de rotación de la Tierra se tambalea, cambiando la dirección del eje con respecto al Sol, y 2) la orientación de la elipse orbital de la Tierra gira lentamente. Estos dos procesos crean un ciclo de 26.000 años, llamado precesión de los equinoccios, en el que la posición de la Tierra en los equinoccios y solsticios cambia. Hoy en día la Tierra está más cerca del Sol (perihelio) cerca del solsticio de diciembre, mientras que hace 9.000 años el perihelio se produjo cerca del solsticio de junio.
Estas variaciones orbitales causan cambios en la distribución latitudinal y estacional de la radiación solar, que a su vez impulsan una serie de variaciones climáticas. Las variaciones orbitales juegan un papel importante en el ritmo de los patrones glaciales-interglaciales y monzónicos. Sus influencias se han identificado en los cambios climáticos de gran parte del Fanerozoico. Por ejemplo, los ciclomotores -que son lechos marinos, fluviales y de carbón intercalados característicos del subperíodo de Pensilvania (hace 318,1 millones a 299 millones de años)- parecen representar los cambios impulsados por Milankovitch en el nivel medio del mar.
Los gases de efecto invernadero son moléculas de gas que tienen la propiedad de absorber la radiación infrarroja (energía térmica neta) emitida desde la superficie de la Tierra y volverla a radiar hacia la superficie terrestre, contribuyendo así al fenómeno conocido como efecto invernadero. El dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua son los gases de efecto invernadero más importantes, y tienen un profundo efecto en el presupuesto energético del sistema terrestre a pesar de que constituyen sólo una fracción de todos los gases atmosféricos. Las concentraciones de gases de efecto invernadero han variado sustancialmente durante la historia de la Tierra, y estas variaciones han impulsado cambios climáticos sustanciales en una amplia gama de escalas de tiempo. En general, las concentraciones de gases de efecto invernadero han sido particularmente altas durante los períodos cálidos y bajas durante las fases frías. Varios procesos influyen en las concentraciones de gases de efecto invernadero. Algunos, como las actividades tectónicas, operan en escalas de tiempo de millones de años, mientras que otros, como la vegetación, el suelo, los humedales y las fuentes y sumideros oceánicos, operan en escalas de tiempo de cientos a miles de años. Las actividades humanas -especialmente la combustión de combustibles fósiles desde la Revolución Industrial- son responsables del aumento constante de las concentraciones atmosféricas de diversos gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido de carbono, el metano, el ozono y los clorofluorocarbonos (CFC).
Tal vez el tema más intensamente discutido e investigado sobre la variabilidad del clima sea el papel de las interacciones y retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre. Las retroalimentaciones implican diferentes componentes que operan a diferentes velocidades y escalas de tiempo. Las capas de hielo, el hielo marino, la vegetación terrestre, las temperaturas oceánicas, las tasas de meteorización, la circulación oceánica y las concentraciones de gases de efecto invernadero están todas influidas directa o indirectamente por la atmósfera; sin embargo, todas ellas también retroalimentan a la atmósfera, influyéndola así de manera importante. Por ejemplo, las diferentes formas y densidades de vegetación en la superficie terrestre influyen en el albedo, o reflectividad, de la superficie de la Tierra, afectando así al balance global de radiación a escalas locales y regionales. Al mismo tiempo, la transferencia de moléculas de agua del suelo a la atmósfera está mediada por la vegetación, tanto directamente (por la transpiración a través de los estomas de las plantas) como indirectamente (por las influencias de la sombra y la temperatura en la evaporación directa del suelo). Esta regulación del flujo de calor latente por parte de la vegetación puede influir en el clima a escalas locales y globales. Como resultado, los cambios en la vegetación, que están parcialmente controlados por el clima, pueden a su vez influir en el sistema climático. La vegetación también influye en las concentraciones de gases de efecto invernadero; las plantas vivas constituyen un importante sumidero de dióxido de carbono atmosférico, mientras que actúan como fuentes de dióxido de carbono cuando se queman por incendios o se descomponen. Estas y otras retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre son fundamentales tanto para comprender los cambios climáticos del pasado como para predecir los futuros.
Las actividades humanas
El reconocimiento del cambio climático mundial como una cuestión ambiental ha llamado la atención sobre el impacto climático de las actividades humanas. La mayor parte de esta atención se ha centrado en la emisión de dióxido de carbono mediante la combustión de combustibles fósiles y la deforestación. Las actividades humanas también producen emisiones de otros gases de efecto invernadero, como el metano (procedente del cultivo de arroz, el ganado, los vertederos y otras fuentes) y los clorofluorocarbonos (procedentes de fuentes industriales). Hay pocas dudas entre los climatólogos de que estos gases de efecto invernadero afectan al presupuesto de radiación de la Tierra; la naturaleza y la magnitud de la respuesta climática son objeto de una intensa actividad de investigación. Los registros paleoclimáticos de los anillos de los árboles, los corales y los núcleos de hielo indican una clara tendencia al calentamiento que abarca todo el siglo XX y la primera década del siglo XXI. De hecho, el siglo XX fue el más cálido de los últimos 10 siglos, y la década 2001-10 fue la década más cálida desde el comienzo de los registros instrumentales modernos. Muchos climatólogos han señalado este patrón de calentamiento como una clara evidencia de los cambios climáticos inducidos por el hombre como resultado de la producción de gases de efecto invernadero.
Un segundo tipo de impacto humano, la conversión de la vegetación por la deforestación, la forestación y la agricultura, está recibiendo una creciente atención como una fuente adicional de cambio climático. Cada vez es más evidente que los impactos humanos sobre la cubierta vegetal pueden tener efectos locales, regionales e incluso mundiales sobre el clima, debido a los cambios en el flujo de calor sensible y latente hacia la atmósfera y la distribución de la energía dentro del sistema climático. La medida en que estos factores contribuyen al cambio climático reciente y en curso es una importante área de estudio emergente.
El cambio climático en el transcurso de la vida humana
Independientemente de su ubicación en el planeta, todos los seres humanos experimentan la variabilidad y el cambio climático durante sus vidas. Los fenómenos más familiares y predecibles son los ciclos estacionales, a los que las personas ajustan su ropa, las actividades al aire libre, los termostatos y las prácticas agrícolas. Sin embargo, no hay dos veranos o inviernos exactamente iguales en el mismo lugar; algunos son más cálidos, húmedos o tormentosos que otros. Esta variación interanual del clima es en parte responsable de las variaciones de un año a otro en los precios del combustible, el rendimiento de los cultivos, los presupuestos de mantenimiento de las carreteras y los riesgos de incendios forestales. Las inundaciones provocadas por las precipitaciones en un solo año pueden causar graves daños económicos, como los de la cuenca de drenaje del río Misisipí superior durante el verano de 1993, y pérdidas de vidas, como las que devastaron gran parte de Bangladesh en el verano de 1998. También pueden producirse daños y pérdidas de vidas similares como resultado de incendios forestales, tormentas graves, huracanes, olas de calor y otros acontecimientos relacionados con el clima.
La variación y el cambio climático también pueden ocurrir en períodos más largos, como décadas. Algunos lugares experimentan múltiples años de sequía, inundaciones u otras condiciones duras. Esas variaciones decenales del clima plantean problemas para las actividades humanas y la planificación. Por ejemplo, las sequías plurianuales pueden perturbar el suministro de agua, inducir a la pérdida de cosechas y causar trastornos económicos y sociales, como en el caso de las sequías de Dust Bowl en el medio continente de América del Norte durante el decenio de 1930. Las sequías plurianuales pueden incluso causar una hambruna generalizada, como en la sequía del Sahel que se produjo en el norte de África durante los años setenta y ochenta.
Variación estacional
Todos los lugares de la Tierra experimentan una variación estacional del clima (aunque el cambio puede ser leve en algunas regiones tropicales). Esta variación cíclica es impulsada por los cambios estacionales en el suministro de radiación solar a la atmósfera y la superficie de la Tierra. La órbita de la Tierra alrededor del Sol es elíptica; está más cerca del Sol ( 147 millones de km [unos 91 millones de millas]) cerca del solsticio de invierno y más lejos del Sol (152 millones de km [unos 94 millones de millas]) cerca del solsticio de verano en el Hemisferio Norte. Además, el eje de rotación de la Tierra se produce en un ángulo oblicuo (23,5°) con respecto a su órbita. Por lo tanto, cada hemisferio está inclinado lejos del Sol durante su período de invierno y hacia el Sol en su período de verano. Cuando un hemisferio está inclinado lejos del Sol, recibe menos radiación solar que el hemisferio opuesto, que en ese momento está apuntado hacia el Sol. Así, a pesar de la mayor proximidad del Sol en el solsticio de invierno, el hemisferio norte recibe menos radiación solar durante el invierno que durante el verano. También como consecuencia de la inclinación, cuando el Hemisferio Norte experimenta el invierno, el Hemisferio Sur experimenta el verano.
El sistema climático de la Tierra está impulsado por la radiación solar; las diferencias estacionales en el clima resultan en última instancia de los cambios estacionales en la órbita de la Tierra. La circulación del aire en la atmósfera y del agua en los océanos responde a las variaciones estacionales de la energía disponible del Sol. Los cambios estacionales específicos del clima que se producen en cualquier lugar determinado de la superficie de la Tierra resultan en gran medida de la transferencia de energía de la circulación atmosférica y oceánica. Las diferencias en el calentamiento de la superficie que tienen lugar entre el verano y el invierno hacen que las vías de las tormentas y los centros de presión cambien de posición y fuerza. Estas diferencias de calentamiento también provocan cambios estacionales en la nubosidad, las precipitaciones y el viento.
Las respuestas estacionales de la biosfera (especialmente la vegetación) y la criosfera (glaciares, hielo marino, campos de nieve) también contribuyen a la circulación atmosférica y al clima. La caída de hojas de los árboles de hoja caduca al entrar en el letargo invernal aumenta el albedo (reflectividad) de la superficie de la Tierra y puede conducir a un mayor enfriamiento local y regional. De manera similar, la acumulación de nieve también aumenta el albedo de las superficies terrestres y a menudo amplifica los efectos del invierno.
Variación interanual
Las variaciones climáticas interanuales, incluidas las sequías, las inundaciones y otros acontecimientos, son causadas por una compleja serie de factores e interacciones del sistema terrestre. Una característica importante que desempeña un papel en estas variaciones es el cambio periódico de las pautas de circulación atmosférica y oceánica en la región del Pacífico tropical, conocido colectivamente como variación de El Niño-Oscilación Austral (ENSO). Aunque sus principales efectos climáticos se concentran en el Pacífico tropical, la ENOS tiene efectos en cascada que a menudo se extienden a la región del Océano Atlántico, al interior de Europa y Asia, y a las regiones polares. Estos efectos, denominados teleconexiones, se producen porque las alteraciones en las pautas de circulación atmosférica de baja latitud en la región del Pacífico influyen en la circulación atmosférica de los sistemas adyacentes y descendentes. Como resultado, las trayectorias de las tormentas se desvían y las crestas de presión atmosférica (zonas de alta presión) y las canalizaciones (zonas de baja presión) se desplazan de sus patrones habituales.
Como ejemplo, los eventos de El Niño ocurren cuando los vientos alisios del este en el Pacífico tropical se debilitan o invierten su dirección. Esto cierra el afloramiento de las aguas profundas y frías de la costa occidental de América del Sur, calienta el Pacífico oriental e invierte el gradiente de presión atmosférica en el Pacífico occidental. Como resultado, el aire de la superficie se desplaza hacia el este desde Australia e Indonesia hacia el Pacífico central y las Américas. Estos cambios producen grandes precipitaciones e inundaciones repentinas a lo largo de la costa normalmente árida del Perú y una grave sequía en las regiones normalmente húmedas del norte de Australia e Indonesia. Los fenómenos de El Niño particularmente graves provocan el fracaso de los monzones en la región del Océano Índico, lo que da lugar a una intensa sequía en la India y en África oriental. Al mismo tiempo, las trayectorias del oeste y de las tormentas se desplazan hacia el Ecuador, lo que proporciona a California y al desierto del sudoeste de los Estados Unidos un clima invernal húmedo y tormentoso y hace que las condiciones invernales en el noroeste del Pacífico, que suelen ser húmedas, se vuelvan más cálidas y secas. El desplazamiento de los vientos del oeste también provoca sequías en el norte de China y desde el noreste de Brasil a través de secciones de Venezuela. Los registros a largo plazo de la variación del ENOS a partir de documentos históricos, anillos de árboles y corales de arrecifes indican que los eventos de El Niño ocurren, en promedio, cada dos a siete años. Sin embargo, la frecuencia e intensidad de estos eventos varían a lo largo del tiempo.
La Oscilación del Atlántico Norte (OAN) es otro ejemplo de una oscilación interanual que produce importantes efectos climáticos dentro del sistema terrestre y puede influir en el clima en todo el hemisferio norte. Este fenómeno es el resultado de la variación del gradiente de presión, o la diferencia de presión atmosférica entre el máximo subtropical, situado normalmente entre las Azores y Gibraltar, y el mínimo islandés, centrado entre Islandia y Groenlandia. Cuando el gradiente de presión es pronunciado debido a un fuerte máximo subtropical y un bajo islandés profundo (fase positiva), Europa septentrional y Asia septentrional experimentan inviernos cálidos y húmedos con frecuentes y fuertes tormentas invernales. Al mismo tiempo, el sur de Europa es seco. El este de los Estados Unidos también experimenta inviernos más cálidos y menos nevados durante las fases positivas de la NAO, aunque el efecto no es tan grande como en Europa. El gradiente de presión se atenúa cuando la NAO está en un modo negativo, es decir, cuando existe un gradiente de presión más débil a partir de la presencia de un débil máximo subtropical y un mínimo islandés. Cuando esto sucede, la región del Mediterráneo recibe abundantes precipitaciones invernales, mientras que el norte de Europa es frío y seco. El este de los Estados Unidos es típicamente más frío y con más nieve durante una fase negativa de la NAO.
Durante los años en que la Oscilación del Atlántico Norte (OAN) se encuentra en su fase positiva, el este de los Estados Unidos, el sudeste del Canadá y el noroeste de Europa experimentan temperaturas invernales más cálidas, mientras que en estos lugares se encuentran temperaturas más frías durante su fase negativa. Cuando tanto el Niño/Oscilación Austral (ENSO) como la NAO se encuentran en su fase positiva, los inviernos europeos tienden a ser más húmedos y menos severos; sin embargo, más allá de esta tendencia general, la influencia del ENSO sobre la NAO no se comprende bien.
Los ciclos del ENSO y la NAO son impulsados por las retroalimentaciones e interacciones entre los océanos y la atmósfera. La variación climática interanual es impulsada por estos y otros ciclos, interacciones entre ciclos y perturbaciones en el sistema terrestre, como las que resultan de grandes inyecciones de aerosoles de las erupciones volcánicas. Un ejemplo de perturbación debida al vulcanismo es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que provocó una disminución de la temperatura mundial media de aproximadamente 0,5 °C (0,9 °F) el verano siguiente.
Variación decenal
El clima varía en escalas de tiempo decenales, con grupos de varios años de condiciones húmedas, secas, frescas o cálidas. Estos grupos plurianuales pueden tener efectos dramáticos en las actividades y el bienestar humanos. Por ejemplo, una grave sequía de tres años a finales del siglo XVI probablemente contribuyó a la destrucción de la "Colonia Perdida" de Sir Walter Raleigh en la isla de Roanoke, en lo que hoy es Carolina del Norte, y una posterior sequía de siete años (1606-12) provocó una elevada mortalidad en la colonia de Jamestown, en Virginia. Además, algunos estudiosos han implicado a las sequías persistentes y graves como la principal razón del colapso de la civilización maya en Mesoamérica entre 750 y 950 d.C.; sin embargo, los descubrimientos de principios del siglo XXI sugieren que las perturbaciones del comercio relacionadas con la guerra desempeñaron un papel, posiblemente interactuando con las hambrunas y otras tensiones relacionadas con la sequía.
Aunque la variación climática a escala decenal está bien documentada, las causas no están del todo claras. Gran parte de la variación decenal del clima está relacionada con las variaciones interanuales. Por ejemplo, la frecuencia y la magnitud del ENOS cambian a lo largo del tiempo. Los primeros años de la década de 1990 se caracterizaron por repetidos eventos de El Niño, y se han identificado varias agrupaciones de este tipo que tuvieron lugar durante el siglo XX. La pendiente del gradiente del NAO también cambia en escalas temporales decenales; ha sido particularmente pronunciada desde el decenio de 1970.
Investigaciones recientes han revelado que las variaciones del clima a escala decenal son el resultado de las interacciones entre el océano y la atmósfera. Una de esas variaciones es la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO), también conocida como Variabilidad Decadal del Pacífico (PDV), que implica cambios en las temperaturas de la superficie del mar (SST) en el Océano Pacífico Norte. Las TSM influyen en la fuerza y la posición de la Baja Aleutiana, que a su vez afecta fuertemente los patrones de precipitación a lo largo de la costa del Pacífico de Norteamérica. La variación de las TSM consiste en una alternancia entre los períodos de "fase fría", en los que la costa de Alaska es relativamente seca y el noroeste del Pacífico relativamente húmedo (por ejemplo, 1947-76), y los períodos de "fase cálida", caracterizados por una precipitación relativamente alta en la costa de Alaska y una precipitación baja en el noroeste del Pacífico (por ejemplo, 1925-46, 1977-98). Los registros de anillos de árboles y corales, que abarcan al menos los últimos cuatro siglos, documentan la variación del DOP.
Una oscilación similar, la Oscilación Multidecadal del Atlántico (OMA), se produce en el Atlántico Norte e influye fuertemente en los patrones de precipitación de América del Norte oriental y central. Una AMO de fase cálida (TSM del Atlántico Norte relativamente cálida) se asocia con precipitaciones relativamente altas en Florida y bajas en gran parte del Valle de Ohio. Sin embargo, el AMO interactúa con el PDO, y ambos interactúan con variaciones interanuales, como el ENSO y la NAO, en formas complejas . Tales interacciones pueden llevar a la amplificación de sequías, inundaciones u otras anomalías climáticas. Por ejemplo, las graves sequías que se produjeron en gran parte de los Estados Unidos conterminosos en los primeros años del siglo XXI se asociaron con la OMA de fase cálida combinada con la DOP de fase fría. Los mecanismos que subyacen a las variaciones decenales, como el PDO y la AMO, no se conocen bien, pero probablemente estén relacionados con las interacciones océano-atmósfera con constantes temporales más grandes que las variaciones interanuales. Las variaciones climáticas decenales son objeto de un intenso estudio por parte de los climatólogos y los paleoclimatólogos.
Una carrera contra el cambio climático
Nuestra investigación también muestra que la mayoría de las ciudades estadounidenses aún no ha comenzado a planificar cómo adaptarse al cambio climático.
El calentamiento global es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la humanidad hoy en día, y el fenómeno climático fue objeto de titulares una y otra vez mientras la gente seguía observando extrañas pautas meteorológicas y mientras los debates se ensañaban en los ámbitos políticos sobre si debíamos abordar el tema y cómo hacerlo.
El calentamiento global es real, y está cambiando el clima. Hay pruebas significativas de que los climas de todo el mundo están cambiando y que esos cambios están ocurriendo debido a las actividades humanas. Esa es una de las razones por las que es tan importante estar informado sobre qué actividades humanas contribuyen al calentamiento global y qué actividades humanas pueden ayudar a evitar que progrese.
Política pública sobre el calentamiento global
Desde el siglo XIX, muchos investigadores que trabajan en una amplia gama de disciplinas académicas han contribuido a mejorar la comprensión de la atmósfera y del sistema climático mundial. La preocupación de los científicos prominentes del clima por el calentamiento global y el cambio climático inducido por el hombre (o "antropogénico") surgió a mediados del siglo XX, pero la mayor parte del debate científico y político sobre la cuestión no comenzó hasta el decenio de 1980. Hoy en día, los principales científicos del clima están de acuerdo en que muchos de los cambios que se están produciendo en el sistema climático mundial se deben en gran medida a la liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero, gases que potencian el efecto invernadero natural de la Tierra. La mayoría de los gases de efecto invernadero son liberados por la quema de combustibles fósiles para la calefacción, la cocina, la generación de electricidad, el transporte y la fabricación, pero también son liberados como resultado de la descomposición natural de los materiales orgánicos, los incendios forestales, la deforestación y las actividades de limpieza de tierras. Quienes se oponen a este punto de vista han subrayado a menudo el papel de los factores naturales en la variación climática del pasado y han acentuado las incertidumbres científicas relacionadas con los datos sobre el calentamiento de la Tierra y el cambio climático. No obstante, un creciente número de científicos ha pedido a los gobiernos, las industrias y los ciudadanos que reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Todos los países emiten gases de efecto invernadero, pero los países altamente industrializados y los países más poblados emiten cantidades significativamente mayores que otros. Los países de América del Norte y Europa que fueron los primeros en someterse al proceso de industrialización han sido responsables de la liberación de la mayoría de los gases de efecto invernadero en términos acumulativos absolutos desde el comienzo de la Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII. Hoy en día, a estos países se les están sumando grandes países en desarrollo como China y la India, donde la rápida industrialización va acompañada de una creciente liberación de gases de efecto invernadero. Los Estados Unidos, que poseen aproximadamente el 5% de la población mundial, emitieron casi el 21% de los gases de efecto invernadero mundiales en 2000. Ese mismo año, los entonces 25 Estados miembros de la Unión Europea (UE) -con una población combinada de 450 millones de personas- emitieron el 14 por ciento de todos los gases de efecto invernadero antropogénicos. Esta cifra era aproximadamente la misma que la fracción liberada por los 1.200 millones de personas de China. En 2000, el estadounidense medio emitió 24,5 toneladas de gases de efecto invernadero, la persona media que vivía en la UE emitió 10,5 toneladas, y la persona media que vivía en China emitió sólo 3,9 toneladas. Aunque las emisiones de gases de efecto invernadero per cápita de China siguieron siendo considerablemente inferiores a las de la UE y los Estados Unidos, fue el mayor emisor de gases de efecto invernadero en 2006 en términos absolutos.
El IPCC y el consenso científico
Un primer paso importante en la formulación de políticas públicas sobre el calentamiento global y el cambio climático es la recopilación de datos científicos y socioeconómicos pertinentes. En 1988 la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente establecieron el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). El IPCC tiene el mandato de evaluar y resumir los datos científicos, técnicos y socioeconómicos más recientes sobre el cambio climático y de publicar sus conclusiones en informes que se presentan a las organizaciones internacionales y a los gobiernos nacionales de todo el mundo. Muchos miles de los principales científicos y expertos del mundo en las esferas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático han trabajado en el marco del IPCC, produciendo importantes conjuntos de evaluaciones en 1990, 1995, 2001, 2007 y 2014, y varias evaluaciones especiales adicionales. En esos informes se evaluaron las bases científicas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático, las principales cuestiones relacionadas con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y el proceso de adaptación a un clima cambiante.
En el primer informe del IPCC, publicado en 1990, se afirmaba que una buena cantidad de datos mostraba que la actividad humana afectaba a la variabilidad del sistema climático; sin embargo, los autores del informe no pudieron llegar a un consenso sobre las causas y los efectos del calentamiento de la Tierra y el cambio climático en ese momento. El informe del IPCC de 1995 afirmaba que el balance de las pruebas sugería "una influencia humana discernible en el clima". El informe del IPCC de 2001 confirmó las conclusiones anteriores y presentó pruebas más sólidas de que la mayor parte del calentamiento de los 50 años anteriores era atribuible a las actividades humanas. En el informe de 2001 también se señalaba que los cambios observados en los climas regionales estaban empezando a afectar a muchos sistemas físicos y biológicos y que había indicios de que los sistemas sociales y económicos también se estaban viendo afectados.
La cuarta evaluación del IPCC, publicada en 2007, reafirmó las principales conclusiones de los informes anteriores, pero los autores también declararon -en lo que se consideró un juicio conservador- que estaban seguros, al menos en un 90%, de que la mayor parte del calentamiento observado durante el medio siglo anterior había sido causado por la liberación de gases de efecto invernadero a través de una multitud de actividades humanas. Tanto el informe de 2001 como el de 2007 afirmaban que durante el siglo XX se había producido un aumento de la temperatura superficial media mundial de 0,6 °C (1,1 °F), dentro de un margen de error de ±0,2 °C (0,4 °F). Mientras que el informe de 2001 preveía un aumento adicional de la temperatura media de 1,4 a 5,8 °C (2,5 a 10,4 °F) para 2100, el informe de 2007 refinó esta previsión hasta un aumento de 1,8 a 4,0 °C (3,2 a 7,2 °F) para finales del siglo XXI. Esas previsiones se basaron en el examen de una serie de hipótesis que caracterizaron las tendencias futuras de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La quinta evaluación del IPCC, publicada en 2014, refinó aún más los aumentos previstos de la temperatura media mundial y del nivel del mar. El informe de 2014 afirmaba que en el intervalo entre 1880 y 2012 se produjo un aumento de la temperatura media mundial de aproximadamente 0,85 °C (1,5 °F) y que en el intervalo entre 1901 y 2010 se produjo un aumento del nivel medio del mar mundial de unos 19-21 cm (7,5-8,3 pulgadas). El informe predijo que para finales del siglo XXI las temperaturas superficiales en todo el mundo aumentarían entre 0,3 y 4,8 °C (0,5 y 8,6 °F), y el nivel del mar podría subir entre 26 y 82 cm (10,2 y 32,3 pulgadas) en relación con el promedio de 1986-2005.
Cada informe del IPCC ha contribuido a crear un consenso científico en el sentido de que las elevadas concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera son los principales impulsores del aumento de las temperaturas del aire cerca de la superficie y de los cambios climáticos asociados en curso. A este respecto, se considera que el actual episodio de cambio climático, que comenzó a mediados del siglo XX, es fundamentalmente diferente de los períodos anteriores en el sentido de que los ajustes críticos han sido causados por actividades derivadas del comportamiento humano y no por factores no antropogénicos. En la evaluación de 2007 del IPCC se proyectó que cabría esperar que los futuros cambios climáticos incluyeran un calentamiento continuo, modificaciones de las pautas y cantidades de precipitaciones, elevación del nivel del mar y "cambios en la frecuencia e intensidad de algunos fenómenos extremos". Esos cambios tendrían efectos importantes en muchas sociedades y en los sistemas ecológicos de todo el mundo (véase Investigación sobre el clima y los efectos del calentamiento mundial). Véase en este recurso la Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto.
Futura política sobre el cambio climático
Los países difieren en cuanto a la forma de proceder en materia de política internacional con respecto a los acuerdos climáticos. Los objetivos a largo plazo formulados en Europa y los Estados Unidos buscan reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 80 por ciento para mediados del siglo XXI. En relación con estos esfuerzos, la UE estableció el objetivo de limitar el aumento de la temperatura a un máximo de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales. (Muchos científicos del clima y otros expertos coinciden en que se producirán importantes daños económicos y ecológicos si el promedio mundial de las temperaturas del aire cercano a la superficie se eleva más de 2 °C (3,6 °F) por encima de las temperaturas preindustriales en el próximo siglo).
A pesar de las diferencias de enfoque, los países iniciaron las negociaciones sobre un nuevo tratado, basado en un acuerdo alcanzado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en 2007 en Bali (Indonesia), que sustituiría al Protocolo de Kyoto una vez que éste expirara. En la 17ª Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP17), celebrada en Durban (Sudáfrica) en 2011, la comunidad internacional se comprometió a elaborar un tratado climático amplio y jurídicamente vinculante que sustituyera al Protocolo de Kyoto para 2015. Dicho tratado exigiría a todos los países productores de gases de efecto invernadero -incluidos los principales emisores de carbono que no se atienen al Protocolo de Kyoto (como China, la India y los Estados Unidos)- que limitaran y redujeran sus emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Este compromiso fue reafirmado por la comunidad internacional en el 18º período de sesiones de la Conferencia de las Partes (CP 18), celebrado en Doha (Qatar) en 2012. Dado que los términos del Protocolo de Kyoto se fijaron para que terminaran en 2012, los delegados de la CP 17 y la CP 18 acordaron prorrogar el Protocolo de Kyoto para salvar la brecha entre la fecha de expiración original y la fecha en que el nuevo tratado sobre el clima pasaría a ser jurídicamente vinculante. En consecuencia, los delegados de la COP18 decidieron que el Protocolo de Kyoto terminaría en 2020, año en el que se esperaba que el nuevo tratado climático entrara en vigor. Esta prórroga tenía el beneficio añadido de proporcionar un tiempo adicional para que los países cumplieran sus objetivos de emisión para 2012.
Convocados en París en 2015, los líderes mundiales y otros delegados de la COP21 firmaron un acuerdo global pero no vinculante para limitar el aumento de la temperatura media mundial a no más de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales y, al mismo tiempo, esforzarse por mantener este aumento a 1,5 °C (2,7 °F) por encima de los niveles preindustriales. El Acuerdo de París fue un acuerdo histórico que ordenó un examen de los progresos cada cinco años y la creación de un fondo de 100.000 millones de dólares para 2020 -que se repondría anualmente- para ayudar a los países en desarrollo a adoptar tecnologías que no produzcan gases de efecto invernadero. El número de partes (signatarios) del convenio ascendía a 197 en 2019, y 185 países habían ratificado el acuerdo. A pesar de que Estados Unidos había ratificado el acuerdo en septiembre de 2016, la toma de posesión de Donald J. Trump como presidente en enero de 2017 anunció una nueva era en la política climática de Estados Unidos, y el 1 de junio de 2017 Trump señaló su intención de sacar a Estados Unidos del acuerdo climático después de que concluyera el proceso de salida formal. Su sucesor, Biden, es un firme defensor de la lucha por el medio ambiente.
Un número cada vez mayor de ciudades del mundo está iniciando una multitud de esfuerzos locales y subregionales para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Muchos de esos municipios están adoptando medidas como miembros del Consejo Internacional para las Iniciativas Ambientales Locales y su programa Ciudades para la Protección del Clima, que esboza principios y medidas para adoptar medidas a nivel local. En 2005, la Conferencia de Alcaldes de los Estados Unidos aprobó el Acuerdo de Protección del Clima, en el que las ciudades se comprometieron a reducir para 2012 las emisiones a un 7 por ciento por debajo de los niveles de 1990. Además, muchas empresas privadas están desarrollando políticas corporativas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Un ejemplo notable de un esfuerzo liderado por el sector privado es la creación del Chicago Climate Exchange como medio para reducir las emisiones a través de un proceso de comercio.
A medida que las políticas públicas relativas al calentamiento global y al cambio climático continúan desarrollándose a nivel mundial, regional, nacional y local, se dividen en dos grandes tipos. El primer tipo, la política de mitigación, se centra en diferentes formas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Dado que la mayoría de las emisiones proceden de la quema de combustibles fósiles para la energía y el transporte, gran parte de la política de mitigación se centra en el cambio a fuentes de energía menos intensivas en carbono (como la energía eólica, solar e hidroeléctrica), la mejora de la eficiencia energética de los vehículos y el apoyo al desarrollo de nuevas tecnologías. En cambio, el segundo tipo, la política de adaptación, trata de mejorar la capacidad de diversas sociedades para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante. Por ejemplo, algunas políticas de adaptación están concebidas para alentar a los grupos a modificar las prácticas agrícolas en respuesta a los cambios estacionales, mientras que otras políticas están concebidas para preparar a las ciudades situadas en las zonas costeras para un nivel de mar elevado.
En cualquier caso, la reducción a largo plazo de las descargas de gases de efecto invernadero requerirá la participación tanto de los países industriales como de los principales países en desarrollo. En particular, la liberación de gases de efecto invernadero de fuentes chinas e indias está aumentando rápidamente en paralelo con la rápida industrialización de esos países. En 2006 China superó a los Estados Unidos como principal emisor del mundo de gases de efecto invernadero en términos absolutos (aunque no en términos per cápita), en gran medida debido a la mayor utilización de carbón y otros combustibles fósiles por parte de China. De hecho, todos los países del mundo se enfrentan al reto de encontrar formas de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero al tiempo que promueven un desarrollo económico ambiental y socialmente deseable (conocido como "desarrollo sostenible" o "crecimiento inteligente"). Mientras que algunos opositores de los que piden medidas correctivas siguen sosteniendo que los costos de la mitigación a corto plazo serán demasiado elevados, un número cada vez mayor de economistas y encargados de la formulación de políticas sostienen que será menos costoso, y posiblemente más rentable, para las sociedades adoptar medidas preventivas tempranas que abordar los graves cambios climáticos en el futuro. Es probable que muchos de los efectos más nocivos del calentamiento del clima se produzcan en los países en desarrollo. Combatir los efectos nocivos del calentamiento de la Tierra en los países en desarrollo será especialmente difícil, ya que muchos de esos países ya están luchando y poseen una capacidad limitada para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante.
Se prevé que cada país se verá afectado de manera diferente por el creciente esfuerzo por reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Los países que son emisores relativamente grandes tendrán que hacer frente a mayores exigencias de reducción que los emisores más pequeños. Del mismo modo, se prevé que los países que experimentan un rápido crecimiento económico se enfrentarán a mayores exigencias para controlar sus emisiones de gases de efecto invernadero a medida que consuman cantidades cada vez mayores de energía. También se producirán diferencias entre los distintos sectores industriales e incluso entre las distintas empresas. Por ejemplo, los productores de petróleo, carbón y gas natural -que en algunos casos representan porciones importantes de los ingresos nacionales por exportación- pueden ver reducida la demanda o los precios de sus productos a medida que sus clientes disminuyen el uso de combustibles fósiles. En cambio, es probable que muchos productores de tecnologías y productos nuevos y más respetuosos del clima (como los generadores de energía renovable) vean aumentar la demanda.
Para hacer frente al calentamiento del planeta y al cambio climático, las sociedades deben encontrar la manera de modificar fundamentalmente sus pautas de utilización de la energía en favor de la generación de energía, el transporte y la ordenación de los bosques y el uso de la tierra con menor intensidad de carbono. Un número cada vez mayor de países ha asumido este desafío, y hay muchas cosas que los individuos también pueden hacer. Por ejemplo, los consumidores tienen más opciones para adquirir electricidad generada a partir de fuentes renovables. Entre las medidas adicionales que reducirían las emisiones personales de gases de efecto invernadero y también conservarían la energía figuran el funcionamiento de vehículos más eficientes desde el punto de vista energético, el uso del transporte público cuando esté disponible y la transición a productos domésticos más eficientes desde el punto de vista energético. Las personas también podrían mejorar el aislamiento de sus hogares, aprender a calentar y enfriar sus residencias de manera más eficaz, y comprar y reciclar productos más sostenibles desde el punto de vista ambiental.
La Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto
Los informes del IPCC y el consenso científico que reflejan han proporcionado una de las bases más prominentes para la formulación de la política sobre el cambio climático. A escala mundial, la política sobre el cambio climático se rige por dos grandes tratados: la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) de 1992 y el correspondiente Protocolo de Kyoto de 1997 de la CMNUCC (que lleva el nombre de la ciudad de Japón donde se concertó).
La CMNUCC se negoció entre 1991 y 1992. Fue adoptada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en Río de Janeiro en junio de 1992 y se convirtió en legalmente vinculante en marzo de 1994. En el Artículo 2 la CMNUCC establece el objetivo a largo plazo de "estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida una interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático". El artículo 3 establece que los países del mundo tienen "responsabilidades comunes pero diferenciadas", lo que significa que todos los países comparten la obligación de actuar, aunque los países industrializados tienen la responsabilidad particular de tomar la iniciativa en la reducción de las emisiones debido a su contribución relativa al problema en el pasado. Con este fin, el Anexo I de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático enumera 41 países industrializados específicos y países con economías en transición, además de la Comunidad Europea (CE; sucedida oficialmente por la UE en 2009), y el Artículo 4 establece que estos países deben trabajar para reducir sus emisiones antropogénicas a los niveles de 1990. Sin embargo, no se ha establecido un plazo para este objetivo. Además, la CMNUCC no asigna ningún compromiso de reducción específico a los países no incluidos en el Anexo I (es decir, los países en desarrollo).
El acuerdo de seguimiento de la CMNUCC, el Protocolo de Kyoto, se negoció entre 1995 y 1997 y se adoptó en diciembre de 1997. El Protocolo de Kyoto regula seis gases de efecto invernadero liberados por las actividades humanas: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), perfluorocarbonos (PFC), hidrofluorocarbonos (HFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). En virtud del Protocolo de Kyoto, los países del Anexo I deben reducir sus emisiones agregadas de gases de efecto invernadero a un 5,2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990 a más tardar en 2012. Para alcanzar este objetivo, el protocolo establece objetivos de reducción individuales para cada país del Anexo I. Estos objetivos requieren la reducción de los gases de efecto invernadero en la mayoría de los países, pero también permiten el aumento de las emisiones de otros. Por ejemplo, el protocolo requiere que los entonces 15 estados miembros de la UE y otros 11 países europeos reduzcan sus emisiones a un 8 por ciento por debajo de sus niveles de emisión de 1990, mientras que Islandia, un país que produce cantidades relativamente pequeñas de gases de efecto invernadero, puede aumentar sus emisiones hasta un 10 por ciento por encima de su nivel de 1990. Además, el Protocolo de Kioto exige a tres países -Nueva Zelanda, Ucrania y Rusia- que congelen sus emisiones a los niveles de 1990.
El Protocolo de Kyoto establece cinco requisitos por los que las partes del Anexo I pueden optar por cumplir sus objetivos de emisión para 2012. En primer lugar, exige la elaboración de políticas y medidas nacionales que reduzcan las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero. En segundo lugar, los países pueden calcular los beneficios de los sumideros de carbono nacionales que absorben más carbono del que emiten. En tercer lugar, los países pueden participar en planes de intercambio de emisiones con otros países del Anexo I. Cuarto, los países signatarios pueden crear programas de aplicación conjunta con otras partes del Anexo I y recibir créditos por los proyectos que reduzcan las emisiones. Quinto, los países pueden recibir créditos por reducir las emisiones en los países no incluidos en el Anexo I a través de un mecanismo de "desarrollo limpio", como la inversión en la construcción de un nuevo proyecto de energía eólica.
Para entrar en vigor, el Protocolo de Kyoto tenía que ser ratificado por al menos 55 países, incluidos suficientes países del Anexo I para representar al menos el 55 por ciento del total de las emisiones de gases de efecto invernadero de ese grupo. Más de 55 países ratificaron rápidamente el protocolo, incluyendo todos los países del Anexo I, excepto Rusia, Estados Unidos y Australia. (Rusia y Australia ratificaron el protocolo en 2005 y 2007, respectivamente.) No fue hasta que Rusia, bajo la fuerte presión de la UE, ratificó el protocolo que éste se convirtió en legalmente vinculante en febrero de 2005.
La política regional de cambio climático más desarrollada hasta la fecha ha sido formulada por la UE en parte para cumplir sus compromisos en virtud del Protocolo de Kyoto. En 2005, los 15 países de la UE que tienen un compromiso colectivo en virtud del protocolo redujeron sus emisiones de gases de efecto invernadero a un 2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990, aunque no es seguro que cumplan su objetivo de reducción del 8 por ciento para 2012. En 2007 la UE estableció un objetivo colectivo para los 27 estados miembros de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 20 por ciento por debajo de los niveles de 1990 para el año 2020. Como parte de su esfuerzo por lograr este objetivo, la UE estableció en 2005 el primer plan de comercio multilateral de emisiones de dióxido de carbono del mundo, que abarca más de 11.500 grandes instalaciones en todos sus Estados miembros.
En los Estados Unidos, en cambio, el presidente George W. Bush y la mayoría de los senadores rechazaron el Protocolo de Kyoto, citando como motivo de queja particular la falta de reducciones obligatorias de emisiones para los países en desarrollo. Al mismo tiempo, la política federal de los Estados Unidos no estableció ninguna restricción obligatoria para las emisiones de gases de efecto invernadero, y las emisiones de los Estados Unidos aumentaron más del 16 por ciento entre 1990 y 2005. En parte para compensar la falta de dirección a nivel federal, muchos estados individuales de los EE.UU. formularon sus propios planes de acción para abordar el calentamiento global y el cambio climático y tomaron una serie de iniciativas legales y políticas para frenar las emisiones. Entre esas iniciativas cabe citar: la fijación de un límite máximo a las emisiones de las centrales eléctricas, el establecimiento de normas de carteras de energía renovable que exigen a los proveedores de electricidad que obtengan un porcentaje mínimo de su energía de fuentes renovables, la elaboración de normas sobre emisiones de vehículos y combustibles, y la adopción de normas de "construcción ecológica".
Desde el final de la última edad de hielo, los humanos han desarrollado herramientas y máquinas y han modificado la tierra para la agricultura y el asentamiento a largo plazo. A medida que la población ha ido creciendo y las nuevas tecnologías se han ido extendiendo por las culturas y los continentes, cada vez más recursos del planeta se han visto presionados para servir a la especie. En el proceso, las actividades humanas han alterado el orden natural del medio ambiente al despoblar y eliminar especies y añadir sustancias químicas nocivas al aire, el agua y el suelo, actividades que están cambiando el clima y la estructura y función de los ecosistemas, así como las comunidades biológicas que contienen.
Resolver los problemas ambientales críticos del calentamiento global, la escasez de agua, la contaminación y la pérdida de biodiversidad son quizás los mayores desafíos del siglo XXI.
Los grandes problemas del planeta
La acción humana ha desencadenado una vasta cascada de problemas ambientales que ahora amenazan la continua capacidad de los sistemas naturales y humanos para prosperar. Aquí hay cuatro grandes problemas ambientales:
- Contaminación. La contaminación es uno de los problemas más serios que enfrenta el planeta, pero puede ser uno de los más fáciles de superar. Aprenda cómo los humanos causan y pueden remediar nuestros problemas de contaminación.
- Crisis del agua. Esta crisis plantea el riesgo más inmediato para la vida humana y la estabilidad regional. Conozca las causas y los efectos de la escasez de agua a nivel mundial, y algunas de las estrategias para enfrentarla.
- Calentamiento global. Las emisiones de gases de efecto invernadero de las actividades humanas están cambiando la faz de la Tierra. Explora las formas en que se está produciendo el cambio climático y lo que podemos hacer al respecto.
- Pérdida de biodiversidad. La vida no humana en la Tierra está sufriendo enormemente en manos humanas. Conozca las principales amenazas a la biodiversidad y lo que se puede hacer para evitar que nuestros organismos se pierdan para siempre.
La fluctuación climática, la variación climática o el cambio climático es la modificación periódica del clima de la Tierra provocada por los cambios en la atmósfera, así como las interacciones entre la atmósfera y otros factores geológicos, químicos, biológicos y geográficos del sistema terrestre.
Causas del cambio climático
Es mucho más fácil documentar las pruebas de la variabilidad del clima y el cambio climático pasado que determinar sus mecanismos subyacentes. El clima está influenciado por una multitud de factores que operan en escalas de tiempo que van desde horas hasta cientos de millones de años. Muchas de las causas del cambio climático son externas al sistema de la Tierra. Otras son parte del sistema de la Tierra pero externas a la atmósfera. Otras implican interacciones entre la atmósfera y otros componentes del sistema terrestre y se describen colectivamente como retroalimentaciones dentro del sistema terrestre. Las retroalimentaciones se encuentran entre los factores causales más recientemente descubiertos y difíciles de estudiar. No obstante, se reconoce cada vez más que esos factores desempeñan un papel fundamental en la variación del clima. En esta sección se describen los mecanismos más importantes.
Variabilidad solar
La luminosidad, o brillo, del Sol ha ido aumentando constantemente desde su formación. Este fenómeno es importante para el clima de la Tierra, porque el Sol proporciona la energía para impulsar la circulación atmosférica y constituye el aporte para el presupuesto de calor de la Tierra. La baja luminosidad solar durante el tiempo del Precámbrico subyace a la tenue paradoja del joven Sol, descrita en la sección Climas de la Tierra temprana.
La energía radiante procedente del Sol es variable en escalas de tiempo muy pequeñas, debido a las tormentas solares y otras perturbaciones, pero las variaciones en la actividad solar, en particular la frecuencia de las manchas solares, también están documentadas en escalas de tiempo que van de decenios a milenios y probablemente se producen también en escalas de tiempo más largas. Se ha sugerido que el "mínimo de Maunder", un período de actividad de manchas solares drásticamente reducida entre 1645 y 1715 d.C., es un factor que contribuye a la Pequeña Edad de Hielo. (Ver abajo Variación y cambio climático desde la aparición de la civilización).
La actividad volcánica
La actividad volcánica puede influir en el clima de varias maneras y en diferentes escalas de tiempo. Las erupciones volcánicas individuales pueden liberar grandes cantidades de dióxido de azufre y otros aerosoles en la estratosfera, reduciendo la transparencia atmosférica y, por tanto, la cantidad de radiación solar que llega a la superficie y la troposfera de la Tierra. Un ejemplo reciente es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que tuvo influencias mensurables en la circulación atmosférica y los balances de calor. La erupción de 1815 del Monte Tambora en la isla de Sumbawa tuvo consecuencias más dramáticas, ya que la primavera y el verano del año siguiente (1816, conocido como "el año sin verano") fueron inusualmente fríos en gran parte del mundo. Nueva Inglaterra y Europa experimentaron nevadas y heladas durante todo el verano de 1816.
Los volcanes y los fenómenos conexos, como el desgarramiento y la subducción de los océanos, liberan dióxido de carbono tanto en los océanos como en la atmósfera. Las emisiones son bajas; incluso una masiva erupción volcánica como la del Monte Pinatubo libera sólo una fracción del dióxido de carbono emitido por la combustión de combustibles fósiles en un año. Sin embargo, a escala geológica, la liberación de este gas de efecto invernadero puede tener efectos importantes. Las variaciones en la liberación de dióxido de carbono por los volcanes y las grietas oceánicas a lo largo de millones de años pueden alterar la química de la atmósfera. Esta variabilidad en las concentraciones de dióxido de carbono probablemente explica gran parte de la variación climática que ha tenido lugar durante el Eón Fanerozoico.
Actividad tectónica
Los movimientos tectónicos de la corteza terrestre han tenido profundos efectos en el clima en escalas de tiempo de millones a decenas de millones de años. Estos movimientos han cambiado la forma, el tamaño, la posición y la elevación de las masas continentales, así como la batimetría de los océanos. A su vez, los cambios topográficos y batimétricos han tenido fuertes efectos en la circulación tanto de la atmósfera como de los océanos. Por ejemplo, el levantamiento de la meseta tibetana durante la era cenozoica afectó las pautas de circulación atmosférica, creando el monzón de Asia meridional e influyendo en el clima de gran parte del resto de Asia y las regiones vecinas.
La actividad tectónica también influye en la química atmosférica, en particular en las concentraciones de dióxido de carbono. El dióxido de carbono se emite desde los volcanes y las fumarolas de las zonas de fisura y de subducción. Las variaciones en la tasa de propagación en las zonas de fisuras y el grado de actividad volcánica cerca de los márgenes de las placas han influido en las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono a lo largo de la historia de la Tierra. Incluso la meteorización química de la roca constituye un importante sumidero de dióxido de carbono. (Un sumidero de carbono es cualquier proceso que elimina el dióxido de carbono de la atmósfera mediante la conversión química del CO2 en compuestos de carbono orgánicos o inorgánicos). El ácido carbónico, formado a partir de dióxido de carbono y agua, es un reactivo en la disolución de silicatos y otros minerales. Las tasas de meteorización están relacionadas con la masa, la elevación y la exposición del lecho rocoso. La elevación tectónica puede aumentar todos estos factores y, por lo tanto, conducir a un aumento de la meteorización y la absorción de dióxido de carbono. Por ejemplo, la meteorización química de la meseta tibetana en ascenso puede haber desempeñado un papel importante en el agotamiento del dióxido de carbono en la atmósfera durante un período de enfriamiento global a finales del Cenozoico.
Variaciones orbitales
La geometría orbital de la Tierra se ve afectada de manera predecible por las influencias gravitatorias de otros planetas del sistema solar. Tres características primarias de la órbita de la Tierra se ven afectadas, cada una de ellas de manera cíclica o recurrente. Primero, la forma de la órbita de la Tierra alrededor del Sol, varía de casi circular a elíptica (excéntrica), con periodicidades de 100.000 y 413.000 años. En segundo lugar, la inclinación del eje de la Tierra con respecto al Sol, que es el principal responsable de los climas estacionales de la Tierra, varía entre 22,1° y 24,5° con respecto al plano de rotación de la Tierra alrededor del Sol. Esta variación se produce en un ciclo de 41.000 años. En general, cuanto mayor es la inclinación, mayor es la radiación solar recibida por los hemisferios en verano y menor la recibida en invierno. El tercer cambio cíclico en la geometría orbital de la Tierra resulta de dos fenómenos combinados: 1) El eje de rotación de la Tierra se tambalea, cambiando la dirección del eje con respecto al Sol, y 2) la orientación de la elipse orbital de la Tierra gira lentamente. Estos dos procesos crean un ciclo de 26.000 años, llamado precesión de los equinoccios, en el que la posición de la Tierra en los equinoccios y solsticios cambia. Hoy en día la Tierra está más cerca del Sol (perihelio) cerca del solsticio de diciembre, mientras que hace 9.000 años el perihelio se produjo cerca del solsticio de junio.
Estas variaciones orbitales causan cambios en la distribución latitudinal y estacional de la radiación solar, que a su vez impulsan una serie de variaciones climáticas. Las variaciones orbitales juegan un papel importante en el ritmo de los patrones glaciales-interglaciales y monzónicos. Sus influencias se han identificado en los cambios climáticos de gran parte del Fanerozoico. Por ejemplo, los ciclomotores -que son lechos marinos, fluviales y de carbón intercalados característicos del subperíodo de Pensilvania (hace 318,1 millones a 299 millones de años)- parecen representar los cambios impulsados por Milankovitch en el nivel medio del mar.
Los gases de efecto invernadero son moléculas de gas que tienen la propiedad de absorber la radiación infrarroja (energía térmica neta) emitida desde la superficie de la Tierra y volverla a radiar hacia la superficie terrestre, contribuyendo así al fenómeno conocido como efecto invernadero. El dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua son los gases de efecto invernadero más importantes, y tienen un profundo efecto en el presupuesto energético del sistema terrestre a pesar de que constituyen sólo una fracción de todos los gases atmosféricos. Las concentraciones de gases de efecto invernadero han variado sustancialmente durante la historia de la Tierra, y estas variaciones han impulsado cambios climáticos sustanciales en una amplia gama de escalas de tiempo. En general, las concentraciones de gases de efecto invernadero han sido particularmente altas durante los períodos cálidos y bajas durante las fases frías. Varios procesos influyen en las concentraciones de gases de efecto invernadero. Algunos, como las actividades tectónicas, operan en escalas de tiempo de millones de años, mientras que otros, como la vegetación, el suelo, los humedales y las fuentes y sumideros oceánicos, operan en escalas de tiempo de cientos a miles de años. Las actividades humanas -especialmente la combustión de combustibles fósiles desde la Revolución Industrial- son responsables del aumento constante de las concentraciones atmosféricas de diversos gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido de carbono, el metano, el ozono y los clorofluorocarbonos (CFC).
Tal vez el tema más intensamente discutido e investigado sobre la variabilidad del clima sea el papel de las interacciones y retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre. Las retroalimentaciones implican diferentes componentes que operan a diferentes velocidades y escalas de tiempo. Las capas de hielo, el hielo marino, la vegetación terrestre, las temperaturas oceánicas, las tasas de meteorización, la circulación oceánica y las concentraciones de gases de efecto invernadero están todas influidas directa o indirectamente por la atmósfera; sin embargo, todas ellas también retroalimentan a la atmósfera, influyéndola así de manera importante. Por ejemplo, las diferentes formas y densidades de vegetación en la superficie terrestre influyen en el albedo, o reflectividad, de la superficie de la Tierra, afectando así al balance global de radiación a escalas locales y regionales. Al mismo tiempo, la transferencia de moléculas de agua del suelo a la atmósfera está mediada por la vegetación, tanto directamente (por la transpiración a través de los estomas de las plantas) como indirectamente (por las influencias de la sombra y la temperatura en la evaporación directa del suelo). Esta regulación del flujo de calor latente por parte de la vegetación puede influir en el clima a escalas locales y globales. Como resultado, los cambios en la vegetación, que están parcialmente controlados por el clima, pueden a su vez influir en el sistema climático. La vegetación también influye en las concentraciones de gases de efecto invernadero; las plantas vivas constituyen un importante sumidero de dióxido de carbono atmosférico, mientras que actúan como fuentes de dióxido de carbono cuando se queman por incendios o se descomponen. Estas y otras retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre son fundamentales tanto para comprender los cambios climáticos del pasado como para predecir los futuros.
Las actividades humanas
El reconocimiento del cambio climático mundial como una cuestión ambiental ha llamado la atención sobre el impacto climático de las actividades humanas. La mayor parte de esta atención se ha centrado en la emisión de dióxido de carbono mediante la combustión de combustibles fósiles y la deforestación. Las actividades humanas también producen emisiones de otros gases de efecto invernadero, como el metano (procedente del cultivo de arroz, el ganado, los vertederos y otras fuentes) y los clorofluorocarbonos (procedentes de fuentes industriales). Hay pocas dudas entre los climatólogos de que estos gases de efecto invernadero afectan al presupuesto de radiación de la Tierra; la naturaleza y la magnitud de la respuesta climática son objeto de una intensa actividad de investigación. Los registros paleoclimáticos de los anillos de los árboles, los corales y los núcleos de hielo indican una clara tendencia al calentamiento que abarca todo el siglo XX y la primera década del siglo XXI. De hecho, el siglo XX fue el más cálido de los últimos 10 siglos, y la década 2001-10 fue la década más cálida desde el comienzo de los registros instrumentales modernos. Muchos climatólogos han señalado este patrón de calentamiento como una clara evidencia de los cambios climáticos inducidos por el hombre como resultado de la producción de gases de efecto invernadero.
Un segundo tipo de impacto humano, la conversión de la vegetación por la deforestación, la forestación y la agricultura, está recibiendo una creciente atención como una fuente adicional de cambio climático. Cada vez es más evidente que los impactos humanos sobre la cubierta vegetal pueden tener efectos locales, regionales e incluso mundiales sobre el clima, debido a los cambios en el flujo de calor sensible y latente hacia la atmósfera y la distribución de la energía dentro del sistema climático. La medida en que estos factores contribuyen al cambio climático reciente y en curso es una importante área de estudio emergente.
El cambio climático en el transcurso de la vida humana
Independientemente de su ubicación en el planeta, todos los seres humanos experimentan la variabilidad y el cambio climático durante sus vidas. Los fenómenos más familiares y predecibles son los ciclos estacionales, a los que las personas ajustan su ropa, las actividades al aire libre, los termostatos y las prácticas agrícolas. Sin embargo, no hay dos veranos o inviernos exactamente iguales en el mismo lugar; algunos son más cálidos, húmedos o tormentosos que otros. Esta variación interanual del clima es en parte responsable de las variaciones de un año a otro en los precios del combustible, el rendimiento de los cultivos, los presupuestos de mantenimiento de las carreteras y los riesgos de incendios forestales. Las inundaciones provocadas por las precipitaciones en un solo año pueden causar graves daños económicos, como los de la cuenca de drenaje del río Misisipí superior durante el verano de 1993, y pérdidas de vidas, como las que devastaron gran parte de Bangladesh en el verano de 1998. También pueden producirse daños y pérdidas de vidas similares como resultado de incendios forestales, tormentas graves, huracanes, olas de calor y otros acontecimientos relacionados con el clima.
La variación y el cambio climático también pueden ocurrir en períodos más largos, como décadas. Algunos lugares experimentan múltiples años de sequía, inundaciones u otras condiciones duras. Esas variaciones decenales del clima plantean problemas para las actividades humanas y la planificación. Por ejemplo, las sequías plurianuales pueden perturbar el suministro de agua, inducir a la pérdida de cosechas y causar trastornos económicos y sociales, como en el caso de las sequías de Dust Bowl en el medio continente de América del Norte durante el decenio de 1930. Las sequías plurianuales pueden incluso causar una hambruna generalizada, como en la sequía del Sahel que se produjo en el norte de África durante los años setenta y ochenta.
Variación estacional
Todos los lugares de la Tierra experimentan una variación estacional del clima (aunque el cambio puede ser leve en algunas regiones tropicales). Esta variación cíclica es impulsada por los cambios estacionales en el suministro de radiación solar a la atmósfera y la superficie de la Tierra. La órbita de la Tierra alrededor del Sol es elíptica; está más cerca del Sol ( 147 millones de km [unos 91 millones de millas]) cerca del solsticio de invierno y más lejos del Sol (152 millones de km [unos 94 millones de millas]) cerca del solsticio de verano en el Hemisferio Norte. Además, el eje de rotación de la Tierra se produce en un ángulo oblicuo (23,5°) con respecto a su órbita. Por lo tanto, cada hemisferio está inclinado lejos del Sol durante su período de invierno y hacia el Sol en su período de verano. Cuando un hemisferio está inclinado lejos del Sol, recibe menos radiación solar que el hemisferio opuesto, que en ese momento está apuntado hacia el Sol. Así, a pesar de la mayor proximidad del Sol en el solsticio de invierno, el hemisferio norte recibe menos radiación solar durante el invierno que durante el verano. También como consecuencia de la inclinación, cuando el Hemisferio Norte experimenta el invierno, el Hemisferio Sur experimenta el verano.
El sistema climático de la Tierra está impulsado por la radiación solar; las diferencias estacionales en el clima resultan en última instancia de los cambios estacionales en la órbita de la Tierra. La circulación del aire en la atmósfera y del agua en los océanos responde a las variaciones estacionales de la energía disponible del Sol. Los cambios estacionales específicos del clima que se producen en cualquier lugar determinado de la superficie de la Tierra resultan en gran medida de la transferencia de energía de la circulación atmosférica y oceánica. Las diferencias en el calentamiento de la superficie que tienen lugar entre el verano y el invierno hacen que las vías de las tormentas y los centros de presión cambien de posición y fuerza. Estas diferencias de calentamiento también provocan cambios estacionales en la nubosidad, las precipitaciones y el viento.
Las respuestas estacionales de la biosfera (especialmente la vegetación) y la criosfera (glaciares, hielo marino, campos de nieve) también contribuyen a la circulación atmosférica y al clima. La caída de hojas de los árboles de hoja caduca al entrar en el letargo invernal aumenta el albedo (reflectividad) de la superficie de la Tierra y puede conducir a un mayor enfriamiento local y regional. De manera similar, la acumulación de nieve también aumenta el albedo de las superficies terrestres y a menudo amplifica los efectos del invierno.
Variación interanual
Las variaciones climáticas interanuales, incluidas las sequías, las inundaciones y otros acontecimientos, son causadas por una compleja serie de factores e interacciones del sistema terrestre. Una característica importante que desempeña un papel en estas variaciones es el cambio periódico de las pautas de circulación atmosférica y oceánica en la región del Pacífico tropical, conocido colectivamente como variación de El Niño-Oscilación Austral (ENSO). Aunque sus principales efectos climáticos se concentran en el Pacífico tropical, la ENOS tiene efectos en cascada que a menudo se extienden a la región del Océano Atlántico, al interior de Europa y Asia, y a las regiones polares. Estos efectos, denominados teleconexiones, se producen porque las alteraciones en las pautas de circulación atmosférica de baja latitud en la región del Pacífico influyen en la circulación atmosférica de los sistemas adyacentes y descendentes. Como resultado, las trayectorias de las tormentas se desvían y las crestas de presión atmosférica (zonas de alta presión) y las canalizaciones (zonas de baja presión) se desplazan de sus patrones habituales.
Como ejemplo, los eventos de El Niño ocurren cuando los vientos alisios del este en el Pacífico tropical se debilitan o invierten su dirección. Esto cierra el afloramiento de las aguas profundas y frías de la costa occidental de América del Sur, calienta el Pacífico oriental e invierte el gradiente de presión atmosférica en el Pacífico occidental. Como resultado, el aire de la superficie se desplaza hacia el este desde Australia e Indonesia hacia el Pacífico central y las Américas. Estos cambios producen grandes precipitaciones e inundaciones repentinas a lo largo de la costa normalmente árida del Perú y una grave sequía en las regiones normalmente húmedas del norte de Australia e Indonesia. Los fenómenos de El Niño particularmente graves provocan el fracaso de los monzones en la región del Océano Índico, lo que da lugar a una intensa sequía en la India y en África oriental. Al mismo tiempo, las trayectorias del oeste y de las tormentas se desplazan hacia el Ecuador, lo que proporciona a California y al desierto del sudoeste de los Estados Unidos un clima invernal húmedo y tormentoso y hace que las condiciones invernales en el noroeste del Pacífico, que suelen ser húmedas, se vuelvan más cálidas y secas. El desplazamiento de los vientos del oeste también provoca sequías en el norte de China y desde el noreste de Brasil a través de secciones de Venezuela. Los registros a largo plazo de la variación del ENOS a partir de documentos históricos, anillos de árboles y corales de arrecifes indican que los eventos de El Niño ocurren, en promedio, cada dos a siete años. Sin embargo, la frecuencia e intensidad de estos eventos varían a lo largo del tiempo.
La Oscilación del Atlántico Norte (OAN) es otro ejemplo de una oscilación interanual que produce importantes efectos climáticos dentro del sistema terrestre y puede influir en el clima en todo el hemisferio norte. Este fenómeno es el resultado de la variación del gradiente de presión, o la diferencia de presión atmosférica entre el máximo subtropical, situado normalmente entre las Azores y Gibraltar, y el mínimo islandés, centrado entre Islandia y Groenlandia. Cuando el gradiente de presión es pronunciado debido a un fuerte máximo subtropical y un bajo islandés profundo (fase positiva), Europa septentrional y Asia septentrional experimentan inviernos cálidos y húmedos con frecuentes y fuertes tormentas invernales. Al mismo tiempo, el sur de Europa es seco. El este de los Estados Unidos también experimenta inviernos más cálidos y menos nevados durante las fases positivas de la NAO, aunque el efecto no es tan grande como en Europa. El gradiente de presión se atenúa cuando la NAO está en un modo negativo, es decir, cuando existe un gradiente de presión más débil a partir de la presencia de un débil máximo subtropical y un mínimo islandés. Cuando esto sucede, la región del Mediterráneo recibe abundantes precipitaciones invernales, mientras que el norte de Europa es frío y seco. El este de los Estados Unidos es típicamente más frío y con más nieve durante una fase negativa de la NAO.
Durante los años en que la Oscilación del Atlántico Norte (OAN) se encuentra en su fase positiva, el este de los Estados Unidos, el sudeste del Canadá y el noroeste de Europa experimentan temperaturas invernales más cálidas, mientras que en estos lugares se encuentran temperaturas más frías durante su fase negativa. Cuando tanto el Niño/Oscilación Austral (ENSO) como la NAO se encuentran en su fase positiva, los inviernos europeos tienden a ser más húmedos y menos severos; sin embargo, más allá de esta tendencia general, la influencia del ENSO sobre la NAO no se comprende bien.
Los ciclos del ENSO y la NAO son impulsados por las retroalimentaciones e interacciones entre los océanos y la atmósfera. La variación climática interanual es impulsada por estos y otros ciclos, interacciones entre ciclos y perturbaciones en el sistema terrestre, como las que resultan de grandes inyecciones de aerosoles de las erupciones volcánicas. Un ejemplo de perturbación debida al vulcanismo es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que provocó una disminución de la temperatura mundial media de aproximadamente 0,5 °C (0,9 °F) el verano siguiente.
Variación decenal
El clima varía en escalas de tiempo decenales, con grupos de varios años de condiciones húmedas, secas, frescas o cálidas. Estos grupos plurianuales pueden tener efectos dramáticos en las actividades y el bienestar humanos. Por ejemplo, una grave sequía de tres años a finales del siglo XVI probablemente contribuyó a la destrucción de la "Colonia Perdida" de Sir Walter Raleigh en la isla de Roanoke, en lo que hoy es Carolina del Norte, y una posterior sequía de siete años (1606-12) provocó una elevada mortalidad en la colonia de Jamestown, en Virginia. Además, algunos estudiosos han implicado a las sequías persistentes y graves como la principal razón del colapso de la civilización maya en Mesoamérica entre 750 y 950 d.C.; sin embargo, los descubrimientos de principios del siglo XXI sugieren que las perturbaciones del comercio relacionadas con la guerra desempeñaron un papel, posiblemente interactuando con las hambrunas y otras tensiones relacionadas con la sequía.
Aunque la variación climática a escala decenal está bien documentada, las causas no están del todo claras. Gran parte de la variación decenal del clima está relacionada con las variaciones interanuales. Por ejemplo, la frecuencia y la magnitud del ENOS cambian a lo largo del tiempo. Los primeros años de la década de 1990 se caracterizaron por repetidos eventos de El Niño, y se han identificado varias agrupaciones de este tipo que tuvieron lugar durante el siglo XX. La pendiente del gradiente del NAO también cambia en escalas temporales decenales; ha sido particularmente pronunciada desde el decenio de 1970.
Investigaciones recientes han revelado que las variaciones del clima a escala decenal son el resultado de las interacciones entre el océano y la atmósfera. Una de esas variaciones es la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO), también conocida como Variabilidad Decadal del Pacífico (PDV), que implica cambios en las temperaturas de la superficie del mar (SST) en el Océano Pacífico Norte. Las TSM influyen en la fuerza y la posición de la Baja Aleutiana, que a su vez afecta fuertemente los patrones de precipitación a lo largo de la costa del Pacífico de Norteamérica. La variación de las TSM consiste en una alternancia entre los períodos de "fase fría", en los que la costa de Alaska es relativamente seca y el noroeste del Pacífico relativamente húmedo (por ejemplo, 1947-76), y los períodos de "fase cálida", caracterizados por una precipitación relativamente alta en la costa de Alaska y una precipitación baja en el noroeste del Pacífico (por ejemplo, 1925-46, 1977-98). Los registros de anillos de árboles y corales, que abarcan al menos los últimos cuatro siglos, documentan la variación del DOP.
Una oscilación similar, la Oscilación Multidecadal del Atlántico (OMA), se produce en el Atlántico Norte e influye fuertemente en los patrones de precipitación de América del Norte oriental y central. Una AMO de fase cálida (TSM del Atlántico Norte relativamente cálida) se asocia con precipitaciones relativamente altas en Florida y bajas en gran parte del Valle de Ohio. Sin embargo, el AMO interactúa con el PDO, y ambos interactúan con variaciones interanuales, como el ENSO y la NAO, en formas complejas . Tales interacciones pueden llevar a la amplificación de sequías, inundaciones u otras anomalías climáticas. Por ejemplo, las graves sequías que se produjeron en gran parte de los Estados Unidos conterminosos en los primeros años del siglo XXI se asociaron con la OMA de fase cálida combinada con la DOP de fase fría. Los mecanismos que subyacen a las variaciones decenales, como el PDO y la AMO, no se conocen bien, pero probablemente estén relacionados con las interacciones océano-atmósfera con constantes temporales más grandes que las variaciones interanuales. Las variaciones climáticas decenales son objeto de un intenso estudio por parte de los climatólogos y los paleoclimatólogos.
Eventos como los huracanes Harvey, Irma, María y los incendios forestales del norte de California (EE. UU.) centran la atención pública en la conexión entre desastres individuales y el cambio climático.
El calentamiento global es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la humanidad hoy en día, y el fenómeno climático fue objeto de titulares una y otra vez mientras la gente seguía observando extrañas pautas meteorológicas y mientras los debates se ensañaban en los ámbitos políticos sobre si debíamos abordar el tema y cómo hacerlo.
El calentamiento global es real, y está cambiando el clima. Hay pruebas significativas de que los climas de todo el mundo están cambiando y que esos cambios están ocurriendo debido a las actividades humanas. Esa es una de las razones por las que es tan importante estar informado sobre qué actividades humanas contribuyen al calentamiento global y qué actividades humanas pueden ayudar a evitar que progrese.
Política pública sobre el calentamiento global
Desde el siglo XIX, muchos investigadores que trabajan en una amplia gama de disciplinas académicas han contribuido a mejorar la comprensión de la atmósfera y del sistema climático mundial. La preocupación de los científicos prominentes del clima por el calentamiento global y el cambio climático inducido por el hombre (o "antropogénico") surgió a mediados del siglo XX, pero la mayor parte del debate científico y político sobre la cuestión no comenzó hasta el decenio de 1980. Hoy en día, los principales científicos del clima están de acuerdo en que muchos de los cambios que se están produciendo en el sistema climático mundial se deben en gran medida a la liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero, gases que potencian el efecto invernadero natural de la Tierra. La mayoría de los gases de efecto invernadero son liberados por la quema de combustibles fósiles para la calefacción, la cocina, la generación de electricidad, el transporte y la fabricación, pero también son liberados como resultado de la descomposición natural de los materiales orgánicos, los incendios forestales, la deforestación y las actividades de limpieza de tierras. Quienes se oponen a este punto de vista han subrayado a menudo el papel de los factores naturales en la variación climática del pasado y han acentuado las incertidumbres científicas relacionadas con los datos sobre el calentamiento de la Tierra y el cambio climático. No obstante, un creciente número de científicos ha pedido a los gobiernos, las industrias y los ciudadanos que reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Todos los países emiten gases de efecto invernadero, pero los países altamente industrializados y los países más poblados emiten cantidades significativamente mayores que otros. Los países de América del Norte y Europa que fueron los primeros en someterse al proceso de industrialización han sido responsables de la liberación de la mayoría de los gases de efecto invernadero en términos acumulativos absolutos desde el comienzo de la Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII. Hoy en día, a estos países se les están sumando grandes países en desarrollo como China y la India, donde la rápida industrialización va acompañada de una creciente liberación de gases de efecto invernadero. Los Estados Unidos, que poseen aproximadamente el 5% de la población mundial, emitieron casi el 21% de los gases de efecto invernadero mundiales en 2000. Ese mismo año, los entonces 25 Estados miembros de la Unión Europea (UE) -con una población combinada de 450 millones de personas- emitieron el 14 por ciento de todos los gases de efecto invernadero antropogénicos. Esta cifra era aproximadamente la misma que la fracción liberada por los 1.200 millones de personas de China. En 2000, el estadounidense medio emitió 24,5 toneladas de gases de efecto invernadero, la persona media que vivía en la UE emitió 10,5 toneladas, y la persona media que vivía en China emitió sólo 3,9 toneladas. Aunque las emisiones de gases de efecto invernadero per cápita de China siguieron siendo considerablemente inferiores a las de la UE y los Estados Unidos, fue el mayor emisor de gases de efecto invernadero en 2006 en términos absolutos.
El IPCC y el consenso científico
Un primer paso importante en la formulación de políticas públicas sobre el calentamiento global y el cambio climático es la recopilación de datos científicos y socioeconómicos pertinentes. En 1988 la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente establecieron el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). El IPCC tiene el mandato de evaluar y resumir los datos científicos, técnicos y socioeconómicos más recientes sobre el cambio climático y de publicar sus conclusiones en informes que se presentan a las organizaciones internacionales y a los gobiernos nacionales de todo el mundo. Muchos miles de los principales científicos y expertos del mundo en las esferas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático han trabajado en el marco del IPCC, produciendo importantes conjuntos de evaluaciones en 1990, 1995, 2001, 2007 y 2014, y varias evaluaciones especiales adicionales. En esos informes se evaluaron las bases científicas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático, las principales cuestiones relacionadas con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y el proceso de adaptación a un clima cambiante.
En el primer informe del IPCC, publicado en 1990, se afirmaba que una buena cantidad de datos mostraba que la actividad humana afectaba a la variabilidad del sistema climático; sin embargo, los autores del informe no pudieron llegar a un consenso sobre las causas y los efectos del calentamiento de la Tierra y el cambio climático en ese momento. El informe del IPCC de 1995 afirmaba que el balance de las pruebas sugería "una influencia humana discernible en el clima". El informe del IPCC de 2001 confirmó las conclusiones anteriores y presentó pruebas más sólidas de que la mayor parte del calentamiento de los 50 años anteriores era atribuible a las actividades humanas. En el informe de 2001 también se señalaba que los cambios observados en los climas regionales estaban empezando a afectar a muchos sistemas físicos y biológicos y que había indicios de que los sistemas sociales y económicos también se estaban viendo afectados.
La cuarta evaluación del IPCC, publicada en 2007, reafirmó las principales conclusiones de los informes anteriores, pero los autores también declararon -en lo que se consideró un juicio conservador- que estaban seguros, al menos en un 90%, de que la mayor parte del calentamiento observado durante el medio siglo anterior había sido causado por la liberación de gases de efecto invernadero a través de una multitud de actividades humanas. Tanto el informe de 2001 como el de 2007 afirmaban que durante el siglo XX se había producido un aumento de la temperatura superficial media mundial de 0,6 °C (1,1 °F), dentro de un margen de error de ±0,2 °C (0,4 °F). Mientras que el informe de 2001 preveía un aumento adicional de la temperatura media de 1,4 a 5,8 °C (2,5 a 10,4 °F) para 2100, el informe de 2007 refinó esta previsión hasta un aumento de 1,8 a 4,0 °C (3,2 a 7,2 °F) para finales del siglo XXI. Esas previsiones se basaron en el examen de una serie de hipótesis que caracterizaron las tendencias futuras de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La quinta evaluación del IPCC, publicada en 2014, refinó aún más los aumentos previstos de la temperatura media mundial y del nivel del mar. El informe de 2014 afirmaba que en el intervalo entre 1880 y 2012 se produjo un aumento de la temperatura media mundial de aproximadamente 0,85 °C (1,5 °F) y que en el intervalo entre 1901 y 2010 se produjo un aumento del nivel medio del mar mundial de unos 19-21 cm (7,5-8,3 pulgadas). El informe predijo que para finales del siglo XXI las temperaturas superficiales en todo el mundo aumentarían entre 0,3 y 4,8 °C (0,5 y 8,6 °F), y el nivel del mar podría subir entre 26 y 82 cm (10,2 y 32,3 pulgadas) en relación con el promedio de 1986-2005.
Cada informe del IPCC ha contribuido a crear un consenso científico en el sentido de que las elevadas concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera son los principales impulsores del aumento de las temperaturas del aire cerca de la superficie y de los cambios climáticos asociados en curso. A este respecto, se considera que el actual episodio de cambio climático, que comenzó a mediados del siglo XX, es fundamentalmente diferente de los períodos anteriores en el sentido de que los ajustes críticos han sido causados por actividades derivadas del comportamiento humano y no por factores no antropogénicos. En la evaluación de 2007 del IPCC se proyectó que cabría esperar que los futuros cambios climáticos incluyeran un calentamiento continuo, modificaciones de las pautas y cantidades de precipitaciones, elevación del nivel del mar y "cambios en la frecuencia e intensidad de algunos fenómenos extremos". Esos cambios tendrían efectos importantes en muchas sociedades y en los sistemas ecológicos de todo el mundo (véase Investigación sobre el clima y los efectos del calentamiento mundial). Véase en este recurso la Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto.
Futura política sobre el cambio climático
Los países difieren en cuanto a la forma de proceder en materia de política internacional con respecto a los acuerdos climáticos. Los objetivos a largo plazo formulados en Europa y los Estados Unidos buscan reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 80 por ciento para mediados del siglo XXI. En relación con estos esfuerzos, la UE estableció el objetivo de limitar el aumento de la temperatura a un máximo de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales. (Muchos científicos del clima y otros expertos coinciden en que se producirán importantes daños económicos y ecológicos si el promedio mundial de las temperaturas del aire cercano a la superficie se eleva más de 2 °C (3,6 °F) por encima de las temperaturas preindustriales en el próximo siglo).
A pesar de las diferencias de enfoque, los países iniciaron las negociaciones sobre un nuevo tratado, basado en un acuerdo alcanzado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en 2007 en Bali (Indonesia), que sustituiría al Protocolo de Kyoto una vez que éste expirara. En la 17ª Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP17), celebrada en Durban (Sudáfrica) en 2011, la comunidad internacional se comprometió a elaborar un tratado climático amplio y jurídicamente vinculante que sustituyera al Protocolo de Kyoto para 2015. Dicho tratado exigiría a todos los países productores de gases de efecto invernadero -incluidos los principales emisores de carbono que no se atienen al Protocolo de Kyoto (como China, la India y los Estados Unidos)- que limitaran y redujeran sus emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Este compromiso fue reafirmado por la comunidad internacional en el 18º período de sesiones de la Conferencia de las Partes (CP 18), celebrado en Doha (Qatar) en 2012. Dado que los términos del Protocolo de Kyoto se fijaron para que terminaran en 2012, los delegados de la CP 17 y la CP 18 acordaron prorrogar el Protocolo de Kyoto para salvar la brecha entre la fecha de expiración original y la fecha en que el nuevo tratado sobre el clima pasaría a ser jurídicamente vinculante. En consecuencia, los delegados de la COP18 decidieron que el Protocolo de Kyoto terminaría en 2020, año en el que se esperaba que el nuevo tratado climático entrara en vigor. Esta prórroga tenía el beneficio añadido de proporcionar un tiempo adicional para que los países cumplieran sus objetivos de emisión para 2012.
Convocados en París en 2015, los líderes mundiales y otros delegados de la COP21 firmaron un acuerdo global pero no vinculante para limitar el aumento de la temperatura media mundial a no más de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales y, al mismo tiempo, esforzarse por mantener este aumento a 1,5 °C (2,7 °F) por encima de los niveles preindustriales. El Acuerdo de París fue un acuerdo histórico que ordenó un examen de los progresos cada cinco años y la creación de un fondo de 100.000 millones de dólares para 2020 -que se repondría anualmente- para ayudar a los países en desarrollo a adoptar tecnologías que no produzcan gases de efecto invernadero. El número de partes (signatarios) del convenio ascendía a 197 en 2019, y 185 países habían ratificado el acuerdo. A pesar de que Estados Unidos había ratificado el acuerdo en septiembre de 2016, la toma de posesión de Donald J. Trump como presidente en enero de 2017 anunció una nueva era en la política climática de Estados Unidos, y el 1 de junio de 2017 Trump señaló su intención de sacar a Estados Unidos del acuerdo climático después de que concluyera el proceso de salida formal. Su sucesor, Biden, es un firme defensor de la lucha por el medio ambiente.
Un número cada vez mayor de ciudades del mundo está iniciando una multitud de esfuerzos locales y subregionales para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Muchos de esos municipios están adoptando medidas como miembros del Consejo Internacional para las Iniciativas Ambientales Locales y su programa Ciudades para la Protección del Clima, que esboza principios y medidas para adoptar medidas a nivel local. En 2005, la Conferencia de Alcaldes de los Estados Unidos aprobó el Acuerdo de Protección del Clima, en el que las ciudades se comprometieron a reducir para 2012 las emisiones a un 7 por ciento por debajo de los niveles de 1990. Además, muchas empresas privadas están desarrollando políticas corporativas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Un ejemplo notable de un esfuerzo liderado por el sector privado es la creación del Chicago Climate Exchange como medio para reducir las emisiones a través de un proceso de comercio.
A medida que las políticas públicas relativas al calentamiento global y al cambio climático continúan desarrollándose a nivel mundial, regional, nacional y local, se dividen en dos grandes tipos. El primer tipo, la política de mitigación, se centra en diferentes formas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Dado que la mayoría de las emisiones proceden de la quema de combustibles fósiles para la energía y el transporte, gran parte de la política de mitigación se centra en el cambio a fuentes de energía menos intensivas en carbono (como la energía eólica, solar e hidroeléctrica), la mejora de la eficiencia energética de los vehículos y el apoyo al desarrollo de nuevas tecnologías. En cambio, el segundo tipo, la política de adaptación, trata de mejorar la capacidad de diversas sociedades para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante. Por ejemplo, algunas políticas de adaptación están concebidas para alentar a los grupos a modificar las prácticas agrícolas en respuesta a los cambios estacionales, mientras que otras políticas están concebidas para preparar a las ciudades situadas en las zonas costeras para un nivel de mar elevado.
En cualquier caso, la reducción a largo plazo de las descargas de gases de efecto invernadero requerirá la participación tanto de los países industriales como de los principales países en desarrollo. En particular, la liberación de gases de efecto invernadero de fuentes chinas e indias está aumentando rápidamente en paralelo con la rápida industrialización de esos países. En 2006 China superó a los Estados Unidos como principal emisor del mundo de gases de efecto invernadero en términos absolutos (aunque no en términos per cápita), en gran medida debido a la mayor utilización de carbón y otros combustibles fósiles por parte de China. De hecho, todos los países del mundo se enfrentan al reto de encontrar formas de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero al tiempo que promueven un desarrollo económico ambiental y socialmente deseable (conocido como "desarrollo sostenible" o "crecimiento inteligente"). Mientras que algunos opositores de los que piden medidas correctivas siguen sosteniendo que los costos de la mitigación a corto plazo serán demasiado elevados, un número cada vez mayor de economistas y encargados de la formulación de políticas sostienen que será menos costoso, y posiblemente más rentable, para las sociedades adoptar medidas preventivas tempranas que abordar los graves cambios climáticos en el futuro. Es probable que muchos de los efectos más nocivos del calentamiento del clima se produzcan en los países en desarrollo. Combatir los efectos nocivos del calentamiento de la Tierra en los países en desarrollo será especialmente difícil, ya que muchos de esos países ya están luchando y poseen una capacidad limitada para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante.
Se prevé que cada país se verá afectado de manera diferente por el creciente esfuerzo por reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Los países que son emisores relativamente grandes tendrán que hacer frente a mayores exigencias de reducción que los emisores más pequeños. Del mismo modo, se prevé que los países que experimentan un rápido crecimiento económico se enfrentarán a mayores exigencias para controlar sus emisiones de gases de efecto invernadero a medida que consuman cantidades cada vez mayores de energía. También se producirán diferencias entre los distintos sectores industriales e incluso entre las distintas empresas. Por ejemplo, los productores de petróleo, carbón y gas natural -que en algunos casos representan porciones importantes de los ingresos nacionales por exportación- pueden ver reducida la demanda o los precios de sus productos a medida que sus clientes disminuyen el uso de combustibles fósiles. En cambio, es probable que muchos productores de tecnologías y productos nuevos y más respetuosos del clima (como los generadores de energía renovable) vean aumentar la demanda.
Para hacer frente al calentamiento del planeta y al cambio climático, las sociedades deben encontrar la manera de modificar fundamentalmente sus pautas de utilización de la energía en favor de la generación de energía, el transporte y la ordenación de los bosques y el uso de la tierra con menor intensidad de carbono. Un número cada vez mayor de países ha asumido este desafío, y hay muchas cosas que los individuos también pueden hacer. Por ejemplo, los consumidores tienen más opciones para adquirir electricidad generada a partir de fuentes renovables. Entre las medidas adicionales que reducirían las emisiones personales de gases de efecto invernadero y también conservarían la energía figuran el funcionamiento de vehículos más eficientes desde el punto de vista energético, el uso del transporte público cuando esté disponible y la transición a productos domésticos más eficientes desde el punto de vista energético. Las personas también podrían mejorar el aislamiento de sus hogares, aprender a calentar y enfriar sus residencias de manera más eficaz, y comprar y reciclar productos más sostenibles desde el punto de vista ambiental.
La Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto
Los informes del IPCC y el consenso científico que reflejan han proporcionado una de las bases más prominentes para la formulación de la política sobre el cambio climático. A escala mundial, la política sobre el cambio climático se rige por dos grandes tratados: la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) de 1992 y el correspondiente Protocolo de Kyoto de 1997 de la CMNUCC (que lleva el nombre de la ciudad de Japón donde se concertó).
La CMNUCC se negoció entre 1991 y 1992. Fue adoptada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en Río de Janeiro en junio de 1992 y se convirtió en legalmente vinculante en marzo de 1994. En el Artículo 2 la CMNUCC establece el objetivo a largo plazo de "estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida una interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático". El artículo 3 establece que los países del mundo tienen "responsabilidades comunes pero diferenciadas", lo que significa que todos los países comparten la obligación de actuar, aunque los países industrializados tienen la responsabilidad particular de tomar la iniciativa en la reducción de las emisiones debido a su contribución relativa al problema en el pasado. Con este fin, el Anexo I de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático enumera 41 países industrializados específicos y países con economías en transición, además de la Comunidad Europea (CE; sucedida oficialmente por la UE en 2009), y el Artículo 4 establece que estos países deben trabajar para reducir sus emisiones antropogénicas a los niveles de 1990. Sin embargo, no se ha establecido un plazo para este objetivo. Además, la CMNUCC no asigna ningún compromiso de reducción específico a los países no incluidos en el Anexo I (es decir, los países en desarrollo).
El acuerdo de seguimiento de la CMNUCC, el Protocolo de Kyoto, se negoció entre 1995 y 1997 y se adoptó en diciembre de 1997. El Protocolo de Kyoto regula seis gases de efecto invernadero liberados por las actividades humanas: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), perfluorocarbonos (PFC), hidrofluorocarbonos (HFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). En virtud del Protocolo de Kyoto, los países del Anexo I deben reducir sus emisiones agregadas de gases de efecto invernadero a un 5,2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990 a más tardar en 2012. Para alcanzar este objetivo, el protocolo establece objetivos de reducción individuales para cada país del Anexo I. Estos objetivos requieren la reducción de los gases de efecto invernadero en la mayoría de los países, pero también permiten el aumento de las emisiones de otros. Por ejemplo, el protocolo requiere que los entonces 15 estados miembros de la UE y otros 11 países europeos reduzcan sus emisiones a un 8 por ciento por debajo de sus niveles de emisión de 1990, mientras que Islandia, un país que produce cantidades relativamente pequeñas de gases de efecto invernadero, puede aumentar sus emisiones hasta un 10 por ciento por encima de su nivel de 1990. Además, el Protocolo de Kioto exige a tres países -Nueva Zelanda, Ucrania y Rusia- que congelen sus emisiones a los niveles de 1990.
El Protocolo de Kyoto establece cinco requisitos por los que las partes del Anexo I pueden optar por cumplir sus objetivos de emisión para 2012. En primer lugar, exige la elaboración de políticas y medidas nacionales que reduzcan las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero. En segundo lugar, los países pueden calcular los beneficios de los sumideros de carbono nacionales que absorben más carbono del que emiten. En tercer lugar, los países pueden participar en planes de intercambio de emisiones con otros países del Anexo I. Cuarto, los países signatarios pueden crear programas de aplicación conjunta con otras partes del Anexo I y recibir créditos por los proyectos que reduzcan las emisiones. Quinto, los países pueden recibir créditos por reducir las emisiones en los países no incluidos en el Anexo I a través de un mecanismo de "desarrollo limpio", como la inversión en la construcción de un nuevo proyecto de energía eólica.
Para entrar en vigor, el Protocolo de Kyoto tenía que ser ratificado por al menos 55 países, incluidos suficientes países del Anexo I para representar al menos el 55 por ciento del total de las emisiones de gases de efecto invernadero de ese grupo. Más de 55 países ratificaron rápidamente el protocolo, incluyendo todos los países del Anexo I, excepto Rusia, Estados Unidos y Australia. (Rusia y Australia ratificaron el protocolo en 2005 y 2007, respectivamente.) No fue hasta que Rusia, bajo la fuerte presión de la UE, ratificó el protocolo que éste se convirtió en legalmente vinculante en febrero de 2005.
La política regional de cambio climático más desarrollada hasta la fecha ha sido formulada por la UE en parte para cumplir sus compromisos en virtud del Protocolo de Kyoto. En 2005, los 15 países de la UE que tienen un compromiso colectivo en virtud del protocolo redujeron sus emisiones de gases de efecto invernadero a un 2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990, aunque no es seguro que cumplan su objetivo de reducción del 8 por ciento para 2012. En 2007 la UE estableció un objetivo colectivo para los 27 estados miembros de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 20 por ciento por debajo de los niveles de 1990 para el año 2020. Como parte de su esfuerzo por lograr este objetivo, la UE estableció en 2005 el primer plan de comercio multilateral de emisiones de dióxido de carbono del mundo, que abarca más de 11.500 grandes instalaciones en todos sus Estados miembros.
En los Estados Unidos, en cambio, el presidente George W. Bush y la mayoría de los senadores rechazaron el Protocolo de Kyoto, citando como motivo de queja particular la falta de reducciones obligatorias de emisiones para los países en desarrollo. Al mismo tiempo, la política federal de los Estados Unidos no estableció ninguna restricción obligatoria para las emisiones de gases de efecto invernadero, y las emisiones de los Estados Unidos aumentaron más del 16 por ciento entre 1990 y 2005. En parte para compensar la falta de dirección a nivel federal, muchos estados individuales de los EE.UU. formularon sus propios planes de acción para abordar el calentamiento global y el cambio climático y tomaron una serie de iniciativas legales y políticas para frenar las emisiones. Entre esas iniciativas cabe citar: la fijación de un límite máximo a las emisiones de las centrales eléctricas, el establecimiento de normas de carteras de energía renovable que exigen a los proveedores de electricidad que obtengan un porcentaje mínimo de su energía de fuentes renovables, la elaboración de normas sobre emisiones de vehículos y combustibles, y la adopción de normas de "construcción ecológica".
Desde el final de la última edad de hielo, los humanos han desarrollado herramientas y máquinas y han modificado la tierra para la agricultura y el asentamiento a largo plazo. A medida que la población ha ido creciendo y las nuevas tecnologías se han ido extendiendo por las culturas y los continentes, cada vez más recursos del planeta se han visto presionados para servir a la especie. En el proceso, las actividades humanas han alterado el orden natural del medio ambiente al despoblar y eliminar especies y añadir sustancias químicas nocivas al aire, el agua y el suelo, actividades que están cambiando el clima y la estructura y función de los ecosistemas, así como las comunidades biológicas que contienen.
Resolver los problemas ambientales críticos del calentamiento global, la escasez de agua, la contaminación y la pérdida de biodiversidad son quizás los mayores desafíos del siglo XXI.
Los grandes problemas del planeta
La acción humana ha desencadenado una vasta cascada de problemas ambientales que ahora amenazan la continua capacidad de los sistemas naturales y humanos para prosperar. Aquí hay cuatro grandes problemas ambientales:
- Contaminación. La contaminación es uno de los problemas más serios que enfrenta el planeta, pero puede ser uno de los más fáciles de superar. Aprenda cómo los humanos causan y pueden remediar nuestros problemas de contaminación.
- Crisis del agua. Esta crisis plantea el riesgo más inmediato para la vida humana y la estabilidad regional. Conozca las causas y los efectos de la escasez de agua a nivel mundial, y algunas de las estrategias para enfrentarla.
- Calentamiento global. Las emisiones de gases de efecto invernadero de las actividades humanas están cambiando la faz de la Tierra. Explora las formas en que se está produciendo el cambio climático y lo que podemos hacer al respecto.
- Pérdida de biodiversidad. La vida no humana en la Tierra está sufriendo enormemente en manos humanas. Conozca las principales amenazas a la biodiversidad y lo que se puede hacer para evitar que nuestros organismos se pierdan para siempre.
La fluctuación climática, la variación climática o el cambio climático es la modificación periódica del clima de la Tierra provocada por los cambios en la atmósfera, así como las interacciones entre la atmósfera y otros factores geológicos, químicos, biológicos y geográficos del sistema terrestre.
Causas del cambio climático
Es mucho más fácil documentar las pruebas de la variabilidad del clima y el cambio climático pasado que determinar sus mecanismos subyacentes. El clima está influenciado por una multitud de factores que operan en escalas de tiempo que van desde horas hasta cientos de millones de años. Muchas de las causas del cambio climático son externas al sistema de la Tierra. Otras son parte del sistema de la Tierra pero externas a la atmósfera. Otras implican interacciones entre la atmósfera y otros componentes del sistema terrestre y se describen colectivamente como retroalimentaciones dentro del sistema terrestre. Las retroalimentaciones se encuentran entre los factores causales más recientemente descubiertos y difíciles de estudiar. No obstante, se reconoce cada vez más que esos factores desempeñan un papel fundamental en la variación del clima. En esta sección se describen los mecanismos más importantes.
Variabilidad solar
La luminosidad, o brillo, del Sol ha ido aumentando constantemente desde su formación. Este fenómeno es importante para el clima de la Tierra, porque el Sol proporciona la energía para impulsar la circulación atmosférica y constituye el aporte para el presupuesto de calor de la Tierra. La baja luminosidad solar durante el tiempo del Precámbrico subyace a la tenue paradoja del joven Sol, descrita en la sección Climas de la Tierra temprana.
La energía radiante procedente del Sol es variable en escalas de tiempo muy pequeñas, debido a las tormentas solares y otras perturbaciones, pero las variaciones en la actividad solar, en particular la frecuencia de las manchas solares, también están documentadas en escalas de tiempo que van de decenios a milenios y probablemente se producen también en escalas de tiempo más largas. Se ha sugerido que el "mínimo de Maunder", un período de actividad de manchas solares drásticamente reducida entre 1645 y 1715 d.C., es un factor que contribuye a la Pequeña Edad de Hielo. (Ver abajo Variación y cambio climático desde la aparición de la civilización).
La actividad volcánica
La actividad volcánica puede influir en el clima de varias maneras y en diferentes escalas de tiempo. Las erupciones volcánicas individuales pueden liberar grandes cantidades de dióxido de azufre y otros aerosoles en la estratosfera, reduciendo la transparencia atmosférica y, por tanto, la cantidad de radiación solar que llega a la superficie y la troposfera de la Tierra. Un ejemplo reciente es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que tuvo influencias mensurables en la circulación atmosférica y los balances de calor. La erupción de 1815 del Monte Tambora en la isla de Sumbawa tuvo consecuencias más dramáticas, ya que la primavera y el verano del año siguiente (1816, conocido como "el año sin verano") fueron inusualmente fríos en gran parte del mundo. Nueva Inglaterra y Europa experimentaron nevadas y heladas durante todo el verano de 1816.
Los volcanes y los fenómenos conexos, como el desgarramiento y la subducción de los océanos, liberan dióxido de carbono tanto en los océanos como en la atmósfera. Las emisiones son bajas; incluso una masiva erupción volcánica como la del Monte Pinatubo libera sólo una fracción del dióxido de carbono emitido por la combustión de combustibles fósiles en un año. Sin embargo, a escala geológica, la liberación de este gas de efecto invernadero puede tener efectos importantes. Las variaciones en la liberación de dióxido de carbono por los volcanes y las grietas oceánicas a lo largo de millones de años pueden alterar la química de la atmósfera. Esta variabilidad en las concentraciones de dióxido de carbono probablemente explica gran parte de la variación climática que ha tenido lugar durante el Eón Fanerozoico.
Actividad tectónica
Los movimientos tectónicos de la corteza terrestre han tenido profundos efectos en el clima en escalas de tiempo de millones a decenas de millones de años. Estos movimientos han cambiado la forma, el tamaño, la posición y la elevación de las masas continentales, así como la batimetría de los océanos. A su vez, los cambios topográficos y batimétricos han tenido fuertes efectos en la circulación tanto de la atmósfera como de los océanos. Por ejemplo, el levantamiento de la meseta tibetana durante la era cenozoica afectó las pautas de circulación atmosférica, creando el monzón de Asia meridional e influyendo en el clima de gran parte del resto de Asia y las regiones vecinas.
La actividad tectónica también influye en la química atmosférica, en particular en las concentraciones de dióxido de carbono. El dióxido de carbono se emite desde los volcanes y las fumarolas de las zonas de fisura y de subducción. Las variaciones en la tasa de propagación en las zonas de fisuras y el grado de actividad volcánica cerca de los márgenes de las placas han influido en las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono a lo largo de la historia de la Tierra. Incluso la meteorización química de la roca constituye un importante sumidero de dióxido de carbono. (Un sumidero de carbono es cualquier proceso que elimina el dióxido de carbono de la atmósfera mediante la conversión química del CO2 en compuestos de carbono orgánicos o inorgánicos). El ácido carbónico, formado a partir de dióxido de carbono y agua, es un reactivo en la disolución de silicatos y otros minerales. Las tasas de meteorización están relacionadas con la masa, la elevación y la exposición del lecho rocoso. La elevación tectónica puede aumentar todos estos factores y, por lo tanto, conducir a un aumento de la meteorización y la absorción de dióxido de carbono. Por ejemplo, la meteorización química de la meseta tibetana en ascenso puede haber desempeñado un papel importante en el agotamiento del dióxido de carbono en la atmósfera durante un período de enfriamiento global a finales del Cenozoico.
Variaciones orbitales
La geometría orbital de la Tierra se ve afectada de manera predecible por las influencias gravitatorias de otros planetas del sistema solar. Tres características primarias de la órbita de la Tierra se ven afectadas, cada una de ellas de manera cíclica o recurrente. Primero, la forma de la órbita de la Tierra alrededor del Sol, varía de casi circular a elíptica (excéntrica), con periodicidades de 100.000 y 413.000 años. En segundo lugar, la inclinación del eje de la Tierra con respecto al Sol, que es el principal responsable de los climas estacionales de la Tierra, varía entre 22,1° y 24,5° con respecto al plano de rotación de la Tierra alrededor del Sol. Esta variación se produce en un ciclo de 41.000 años. En general, cuanto mayor es la inclinación, mayor es la radiación solar recibida por los hemisferios en verano y menor la recibida en invierno. El tercer cambio cíclico en la geometría orbital de la Tierra resulta de dos fenómenos combinados: 1) El eje de rotación de la Tierra se tambalea, cambiando la dirección del eje con respecto al Sol, y 2) la orientación de la elipse orbital de la Tierra gira lentamente. Estos dos procesos crean un ciclo de 26.000 años, llamado precesión de los equinoccios, en el que la posición de la Tierra en los equinoccios y solsticios cambia. Hoy en día la Tierra está más cerca del Sol (perihelio) cerca del solsticio de diciembre, mientras que hace 9.000 años el perihelio se produjo cerca del solsticio de junio.
Estas variaciones orbitales causan cambios en la distribución latitudinal y estacional de la radiación solar, que a su vez impulsan una serie de variaciones climáticas. Las variaciones orbitales juegan un papel importante en el ritmo de los patrones glaciales-interglaciales y monzónicos. Sus influencias se han identificado en los cambios climáticos de gran parte del Fanerozoico. Por ejemplo, los ciclomotores -que son lechos marinos, fluviales y de carbón intercalados característicos del subperíodo de Pensilvania (hace 318,1 millones a 299 millones de años)- parecen representar los cambios impulsados por Milankovitch en el nivel medio del mar.
Los gases de efecto invernadero son moléculas de gas que tienen la propiedad de absorber la radiación infrarroja (energía térmica neta) emitida desde la superficie de la Tierra y volverla a radiar hacia la superficie terrestre, contribuyendo así al fenómeno conocido como efecto invernadero. El dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua son los gases de efecto invernadero más importantes, y tienen un profundo efecto en el presupuesto energético del sistema terrestre a pesar de que constituyen sólo una fracción de todos los gases atmosféricos. Las concentraciones de gases de efecto invernadero han variado sustancialmente durante la historia de la Tierra, y estas variaciones han impulsado cambios climáticos sustanciales en una amplia gama de escalas de tiempo. En general, las concentraciones de gases de efecto invernadero han sido particularmente altas durante los períodos cálidos y bajas durante las fases frías. Varios procesos influyen en las concentraciones de gases de efecto invernadero. Algunos, como las actividades tectónicas, operan en escalas de tiempo de millones de años, mientras que otros, como la vegetación, el suelo, los humedales y las fuentes y sumideros oceánicos, operan en escalas de tiempo de cientos a miles de años. Las actividades humanas -especialmente la combustión de combustibles fósiles desde la Revolución Industrial- son responsables del aumento constante de las concentraciones atmosféricas de diversos gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido de carbono, el metano, el ozono y los clorofluorocarbonos (CFC).
Tal vez el tema más intensamente discutido e investigado sobre la variabilidad del clima sea el papel de las interacciones y retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre. Las retroalimentaciones implican diferentes componentes que operan a diferentes velocidades y escalas de tiempo. Las capas de hielo, el hielo marino, la vegetación terrestre, las temperaturas oceánicas, las tasas de meteorización, la circulación oceánica y las concentraciones de gases de efecto invernadero están todas influidas directa o indirectamente por la atmósfera; sin embargo, todas ellas también retroalimentan a la atmósfera, influyéndola así de manera importante. Por ejemplo, las diferentes formas y densidades de vegetación en la superficie terrestre influyen en el albedo, o reflectividad, de la superficie de la Tierra, afectando así al balance global de radiación a escalas locales y regionales. Al mismo tiempo, la transferencia de moléculas de agua del suelo a la atmósfera está mediada por la vegetación, tanto directamente (por la transpiración a través de los estomas de las plantas) como indirectamente (por las influencias de la sombra y la temperatura en la evaporación directa del suelo). Esta regulación del flujo de calor latente por parte de la vegetación puede influir en el clima a escalas locales y globales. Como resultado, los cambios en la vegetación, que están parcialmente controlados por el clima, pueden a su vez influir en el sistema climático. La vegetación también influye en las concentraciones de gases de efecto invernadero; las plantas vivas constituyen un importante sumidero de dióxido de carbono atmosférico, mientras que actúan como fuentes de dióxido de carbono cuando se queman por incendios o se descomponen. Estas y otras retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre son fundamentales tanto para comprender los cambios climáticos del pasado como para predecir los futuros.
Las actividades humanas
El reconocimiento del cambio climático mundial como una cuestión ambiental ha llamado la atención sobre el impacto climático de las actividades humanas. La mayor parte de esta atención se ha centrado en la emisión de dióxido de carbono mediante la combustión de combustibles fósiles y la deforestación. Las actividades humanas también producen emisiones de otros gases de efecto invernadero, como el metano (procedente del cultivo de arroz, el ganado, los vertederos y otras fuentes) y los clorofluorocarbonos (procedentes de fuentes industriales). Hay pocas dudas entre los climatólogos de que estos gases de efecto invernadero afectan al presupuesto de radiación de la Tierra; la naturaleza y la magnitud de la respuesta climática son objeto de una intensa actividad de investigación. Los registros paleoclimáticos de los anillos de los árboles, los corales y los núcleos de hielo indican una clara tendencia al calentamiento que abarca todo el siglo XX y la primera década del siglo XXI. De hecho, el siglo XX fue el más cálido de los últimos 10 siglos, y la década 2001-10 fue la década más cálida desde el comienzo de los registros instrumentales modernos. Muchos climatólogos han señalado este patrón de calentamiento como una clara evidencia de los cambios climáticos inducidos por el hombre como resultado de la producción de gases de efecto invernadero.
Un segundo tipo de impacto humano, la conversión de la vegetación por la deforestación, la forestación y la agricultura, está recibiendo una creciente atención como una fuente adicional de cambio climático. Cada vez es más evidente que los impactos humanos sobre la cubierta vegetal pueden tener efectos locales, regionales e incluso mundiales sobre el clima, debido a los cambios en el flujo de calor sensible y latente hacia la atmósfera y la distribución de la energía dentro del sistema climático. La medida en que estos factores contribuyen al cambio climático reciente y en curso es una importante área de estudio emergente.
El cambio climático en el transcurso de la vida humana
Independientemente de su ubicación en el planeta, todos los seres humanos experimentan la variabilidad y el cambio climático durante sus vidas. Los fenómenos más familiares y predecibles son los ciclos estacionales, a los que las personas ajustan su ropa, las actividades al aire libre, los termostatos y las prácticas agrícolas. Sin embargo, no hay dos veranos o inviernos exactamente iguales en el mismo lugar; algunos son más cálidos, húmedos o tormentosos que otros. Esta variación interanual del clima es en parte responsable de las variaciones de un año a otro en los precios del combustible, el rendimiento de los cultivos, los presupuestos de mantenimiento de las carreteras y los riesgos de incendios forestales. Las inundaciones provocadas por las precipitaciones en un solo año pueden causar graves daños económicos, como los de la cuenca de drenaje del río Misisipí superior durante el verano de 1993, y pérdidas de vidas, como las que devastaron gran parte de Bangladesh en el verano de 1998. También pueden producirse daños y pérdidas de vidas similares como resultado de incendios forestales, tormentas graves, huracanes, olas de calor y otros acontecimientos relacionados con el clima.
La variación y el cambio climático también pueden ocurrir en períodos más largos, como décadas. Algunos lugares experimentan múltiples años de sequía, inundaciones u otras condiciones duras. Esas variaciones decenales del clima plantean problemas para las actividades humanas y la planificación. Por ejemplo, las sequías plurianuales pueden perturbar el suministro de agua, inducir a la pérdida de cosechas y causar trastornos económicos y sociales, como en el caso de las sequías de Dust Bowl en el medio continente de América del Norte durante el decenio de 1930. Las sequías plurianuales pueden incluso causar una hambruna generalizada, como en la sequía del Sahel que se produjo en el norte de África durante los años setenta y ochenta.
Variación estacional
Todos los lugares de la Tierra experimentan una variación estacional del clima (aunque el cambio puede ser leve en algunas regiones tropicales). Esta variación cíclica es impulsada por los cambios estacionales en el suministro de radiación solar a la atmósfera y la superficie de la Tierra. La órbita de la Tierra alrededor del Sol es elíptica; está más cerca del Sol ( 147 millones de km [unos 91 millones de millas]) cerca del solsticio de invierno y más lejos del Sol (152 millones de km [unos 94 millones de millas]) cerca del solsticio de verano en el Hemisferio Norte. Además, el eje de rotación de la Tierra se produce en un ángulo oblicuo (23,5°) con respecto a su órbita. Por lo tanto, cada hemisferio está inclinado lejos del Sol durante su período de invierno y hacia el Sol en su período de verano. Cuando un hemisferio está inclinado lejos del Sol, recibe menos radiación solar que el hemisferio opuesto, que en ese momento está apuntado hacia el Sol. Así, a pesar de la mayor proximidad del Sol en el solsticio de invierno, el hemisferio norte recibe menos radiación solar durante el invierno que durante el verano. También como consecuencia de la inclinación, cuando el Hemisferio Norte experimenta el invierno, el Hemisferio Sur experimenta el verano.
El sistema climático de la Tierra está impulsado por la radiación solar; las diferencias estacionales en el clima resultan en última instancia de los cambios estacionales en la órbita de la Tierra. La circulación del aire en la atmósfera y del agua en los océanos responde a las variaciones estacionales de la energía disponible del Sol. Los cambios estacionales específicos del clima que se producen en cualquier lugar determinado de la superficie de la Tierra resultan en gran medida de la transferencia de energía de la circulación atmosférica y oceánica. Las diferencias en el calentamiento de la superficie que tienen lugar entre el verano y el invierno hacen que las vías de las tormentas y los centros de presión cambien de posición y fuerza. Estas diferencias de calentamiento también provocan cambios estacionales en la nubosidad, las precipitaciones y el viento.
Las respuestas estacionales de la biosfera (especialmente la vegetación) y la criosfera (glaciares, hielo marino, campos de nieve) también contribuyen a la circulación atmosférica y al clima. La caída de hojas de los árboles de hoja caduca al entrar en el letargo invernal aumenta el albedo (reflectividad) de la superficie de la Tierra y puede conducir a un mayor enfriamiento local y regional. De manera similar, la acumulación de nieve también aumenta el albedo de las superficies terrestres y a menudo amplifica los efectos del invierno.
Variación interanual
Las variaciones climáticas interanuales, incluidas las sequías, las inundaciones y otros acontecimientos, son causadas por una compleja serie de factores e interacciones del sistema terrestre. Una característica importante que desempeña un papel en estas variaciones es el cambio periódico de las pautas de circulación atmosférica y oceánica en la región del Pacífico tropical, conocido colectivamente como variación de El Niño-Oscilación Austral (ENSO). Aunque sus principales efectos climáticos se concentran en el Pacífico tropical, la ENOS tiene efectos en cascada que a menudo se extienden a la región del Océano Atlántico, al interior de Europa y Asia, y a las regiones polares. Estos efectos, denominados teleconexiones, se producen porque las alteraciones en las pautas de circulación atmosférica de baja latitud en la región del Pacífico influyen en la circulación atmosférica de los sistemas adyacentes y descendentes. Como resultado, las trayectorias de las tormentas se desvían y las crestas de presión atmosférica (zonas de alta presión) y las canalizaciones (zonas de baja presión) se desplazan de sus patrones habituales.
Como ejemplo, los eventos de El Niño ocurren cuando los vientos alisios del este en el Pacífico tropical se debilitan o invierten su dirección. Esto cierra el afloramiento de las aguas profundas y frías de la costa occidental de América del Sur, calienta el Pacífico oriental e invierte el gradiente de presión atmosférica en el Pacífico occidental. Como resultado, el aire de la superficie se desplaza hacia el este desde Australia e Indonesia hacia el Pacífico central y las Américas. Estos cambios producen grandes precipitaciones e inundaciones repentinas a lo largo de la costa normalmente árida del Perú y una grave sequía en las regiones normalmente húmedas del norte de Australia e Indonesia. Los fenómenos de El Niño particularmente graves provocan el fracaso de los monzones en la región del Océano Índico, lo que da lugar a una intensa sequía en la India y en África oriental. Al mismo tiempo, las trayectorias del oeste y de las tormentas se desplazan hacia el Ecuador, lo que proporciona a California y al desierto del sudoeste de los Estados Unidos un clima invernal húmedo y tormentoso y hace que las condiciones invernales en el noroeste del Pacífico, que suelen ser húmedas, se vuelvan más cálidas y secas. El desplazamiento de los vientos del oeste también provoca sequías en el norte de China y desde el noreste de Brasil a través de secciones de Venezuela. Los registros a largo plazo de la variación del ENOS a partir de documentos históricos, anillos de árboles y corales de arrecifes indican que los eventos de El Niño ocurren, en promedio, cada dos a siete años. Sin embargo, la frecuencia e intensidad de estos eventos varían a lo largo del tiempo.
La Oscilación del Atlántico Norte (OAN) es otro ejemplo de una oscilación interanual que produce importantes efectos climáticos dentro del sistema terrestre y puede influir en el clima en todo el hemisferio norte. Este fenómeno es el resultado de la variación del gradiente de presión, o la diferencia de presión atmosférica entre el máximo subtropical, situado normalmente entre las Azores y Gibraltar, y el mínimo islandés, centrado entre Islandia y Groenlandia. Cuando el gradiente de presión es pronunciado debido a un fuerte máximo subtropical y un bajo islandés profundo (fase positiva), Europa septentrional y Asia septentrional experimentan inviernos cálidos y húmedos con frecuentes y fuertes tormentas invernales. Al mismo tiempo, el sur de Europa es seco. El este de los Estados Unidos también experimenta inviernos más cálidos y menos nevados durante las fases positivas de la NAO, aunque el efecto no es tan grande como en Europa. El gradiente de presión se atenúa cuando la NAO está en un modo negativo, es decir, cuando existe un gradiente de presión más débil a partir de la presencia de un débil máximo subtropical y un mínimo islandés. Cuando esto sucede, la región del Mediterráneo recibe abundantes precipitaciones invernales, mientras que el norte de Europa es frío y seco. El este de los Estados Unidos es típicamente más frío y con más nieve durante una fase negativa de la NAO.
Durante los años en que la Oscilación del Atlántico Norte (OAN) se encuentra en su fase positiva, el este de los Estados Unidos, el sudeste del Canadá y el noroeste de Europa experimentan temperaturas invernales más cálidas, mientras que en estos lugares se encuentran temperaturas más frías durante su fase negativa. Cuando tanto el Niño/Oscilación Austral (ENSO) como la NAO se encuentran en su fase positiva, los inviernos europeos tienden a ser más húmedos y menos severos; sin embargo, más allá de esta tendencia general, la influencia del ENSO sobre la NAO no se comprende bien.
Los ciclos del ENSO y la NAO son impulsados por las retroalimentaciones e interacciones entre los océanos y la atmósfera. La variación climática interanual es impulsada por estos y otros ciclos, interacciones entre ciclos y perturbaciones en el sistema terrestre, como las que resultan de grandes inyecciones de aerosoles de las erupciones volcánicas. Un ejemplo de perturbación debida al vulcanismo es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que provocó una disminución de la temperatura mundial media de aproximadamente 0,5 °C (0,9 °F) el verano siguiente.
Variación decenal
El clima varía en escalas de tiempo decenales, con grupos de varios años de condiciones húmedas, secas, frescas o cálidas. Estos grupos plurianuales pueden tener efectos dramáticos en las actividades y el bienestar humanos. Por ejemplo, una grave sequía de tres años a finales del siglo XVI probablemente contribuyó a la destrucción de la "Colonia Perdida" de Sir Walter Raleigh en la isla de Roanoke, en lo que hoy es Carolina del Norte, y una posterior sequía de siete años (1606-12) provocó una elevada mortalidad en la colonia de Jamestown, en Virginia. Además, algunos estudiosos han implicado a las sequías persistentes y graves como la principal razón del colapso de la civilización maya en Mesoamérica entre 750 y 950 d.C.; sin embargo, los descubrimientos de principios del siglo XXI sugieren que las perturbaciones del comercio relacionadas con la guerra desempeñaron un papel, posiblemente interactuando con las hambrunas y otras tensiones relacionadas con la sequía.
Aunque la variación climática a escala decenal está bien documentada, las causas no están del todo claras. Gran parte de la variación decenal del clima está relacionada con las variaciones interanuales. Por ejemplo, la frecuencia y la magnitud del ENOS cambian a lo largo del tiempo. Los primeros años de la década de 1990 se caracterizaron por repetidos eventos de El Niño, y se han identificado varias agrupaciones de este tipo que tuvieron lugar durante el siglo XX. La pendiente del gradiente del NAO también cambia en escalas temporales decenales; ha sido particularmente pronunciada desde el decenio de 1970.
Investigaciones recientes han revelado que las variaciones del clima a escala decenal son el resultado de las interacciones entre el océano y la atmósfera. Una de esas variaciones es la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO), también conocida como Variabilidad Decadal del Pacífico (PDV), que implica cambios en las temperaturas de la superficie del mar (SST) en el Océano Pacífico Norte. Las TSM influyen en la fuerza y la posición de la Baja Aleutiana, que a su vez afecta fuertemente los patrones de precipitación a lo largo de la costa del Pacífico de Norteamérica. La variación de las TSM consiste en una alternancia entre los períodos de "fase fría", en los que la costa de Alaska es relativamente seca y el noroeste del Pacífico relativamente húmedo (por ejemplo, 1947-76), y los períodos de "fase cálida", caracterizados por una precipitación relativamente alta en la costa de Alaska y una precipitación baja en el noroeste del Pacífico (por ejemplo, 1925-46, 1977-98). Los registros de anillos de árboles y corales, que abarcan al menos los últimos cuatro siglos, documentan la variación del DOP.
Una oscilación similar, la Oscilación Multidecadal del Atlántico (OMA), se produce en el Atlántico Norte e influye fuertemente en los patrones de precipitación de América del Norte oriental y central. Una AMO de fase cálida (TSM del Atlántico Norte relativamente cálida) se asocia con precipitaciones relativamente altas en Florida y bajas en gran parte del Valle de Ohio. Sin embargo, el AMO interactúa con el PDO, y ambos interactúan con variaciones interanuales, como el ENSO y la NAO, en formas complejas . Tales interacciones pueden llevar a la amplificación de sequías, inundaciones u otras anomalías climáticas. Por ejemplo, las graves sequías que se produjeron en gran parte de los Estados Unidos conterminosos en los primeros años del siglo XXI se asociaron con la OMA de fase cálida combinada con la DOP de fase fría. Los mecanismos que subyacen a las variaciones decenales, como el PDO y la AMO, no se conocen bien, pero probablemente estén relacionados con las interacciones océano-atmósfera con constantes temporales más grandes que las variaciones interanuales. Las variaciones climáticas decenales son objeto de un intenso estudio por parte de los climatólogos y los paleoclimatólogos.
El calentamiento global es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la humanidad hoy en día, y el fenómeno climático fue objeto de titulares una y otra vez mientras la gente seguía observando extrañas pautas meteorológicas y mientras los debates se ensañaban en los ámbitos políticos sobre si debíamos abordar el tema y cómo hacerlo.
El calentamiento global es real, y está cambiando el clima. Hay pruebas significativas de que los climas de todo el mundo están cambiando y que esos cambios están ocurriendo debido a las actividades humanas. Esa es una de las razones por las que es tan importante estar informado sobre qué actividades humanas contribuyen al calentamiento global y qué actividades humanas pueden ayudar a evitar que progrese.
Política pública sobre el calentamiento global
Desde el siglo XIX, muchos investigadores que trabajan en una amplia gama de disciplinas académicas han contribuido a mejorar la comprensión de la atmósfera y del sistema climático mundial. La preocupación de los científicos prominentes del clima por el calentamiento global y el cambio climático inducido por el hombre (o "antropogénico") surgió a mediados del siglo XX, pero la mayor parte del debate científico y político sobre la cuestión no comenzó hasta el decenio de 1980. Hoy en día, los principales científicos del clima están de acuerdo en que muchos de los cambios que se están produciendo en el sistema climático mundial se deben en gran medida a la liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero, gases que potencian el efecto invernadero natural de la Tierra. La mayoría de los gases de efecto invernadero son liberados por la quema de combustibles fósiles para la calefacción, la cocina, la generación de electricidad, el transporte y la fabricación, pero también son liberados como resultado de la descomposición natural de los materiales orgánicos, los incendios forestales, la deforestación y las actividades de limpieza de tierras. Quienes se oponen a este punto de vista han subrayado a menudo el papel de los factores naturales en la variación climática del pasado y han acentuado las incertidumbres científicas relacionadas con los datos sobre el calentamiento de la Tierra y el cambio climático. No obstante, un creciente número de científicos ha pedido a los gobiernos, las industrias y los ciudadanos que reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Todos los países emiten gases de efecto invernadero, pero los países altamente industrializados y los países más poblados emiten cantidades significativamente mayores que otros. Los países de América del Norte y Europa que fueron los primeros en someterse al proceso de industrialización han sido responsables de la liberación de la mayoría de los gases de efecto invernadero en términos acumulativos absolutos desde el comienzo de la Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII. Hoy en día, a estos países se les están sumando grandes países en desarrollo como China y la India, donde la rápida industrialización va acompañada de una creciente liberación de gases de efecto invernadero. Los Estados Unidos, que poseen aproximadamente el 5% de la población mundial, emitieron casi el 21% de los gases de efecto invernadero mundiales en 2000. Ese mismo año, los entonces 25 Estados miembros de la Unión Europea (UE) -con una población combinada de 450 millones de personas- emitieron el 14 por ciento de todos los gases de efecto invernadero antropogénicos. Esta cifra era aproximadamente la misma que la fracción liberada por los 1.200 millones de personas de China. En 2000, el estadounidense medio emitió 24,5 toneladas de gases de efecto invernadero, la persona media que vivía en la UE emitió 10,5 toneladas, y la persona media que vivía en China emitió sólo 3,9 toneladas. Aunque las emisiones de gases de efecto invernadero per cápita de China siguieron siendo considerablemente inferiores a las de la UE y los Estados Unidos, fue el mayor emisor de gases de efecto invernadero en 2006 en términos absolutos.
El IPCC y el consenso científico
Un primer paso importante en la formulación de políticas públicas sobre el calentamiento global y el cambio climático es la recopilación de datos científicos y socioeconómicos pertinentes. En 1988 la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente establecieron el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). El IPCC tiene el mandato de evaluar y resumir los datos científicos, técnicos y socioeconómicos más recientes sobre el cambio climático y de publicar sus conclusiones en informes que se presentan a las organizaciones internacionales y a los gobiernos nacionales de todo el mundo. Muchos miles de los principales científicos y expertos del mundo en las esferas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático han trabajado en el marco del IPCC, produciendo importantes conjuntos de evaluaciones en 1990, 1995, 2001, 2007 y 2014, y varias evaluaciones especiales adicionales. En esos informes se evaluaron las bases científicas del calentamiento de la Tierra y el cambio climático, las principales cuestiones relacionadas con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y el proceso de adaptación a un clima cambiante.
En el primer informe del IPCC, publicado en 1990, se afirmaba que una buena cantidad de datos mostraba que la actividad humana afectaba a la variabilidad del sistema climático; sin embargo, los autores del informe no pudieron llegar a un consenso sobre las causas y los efectos del calentamiento de la Tierra y el cambio climático en ese momento. El informe del IPCC de 1995 afirmaba que el balance de las pruebas sugería "una influencia humana discernible en el clima". El informe del IPCC de 2001 confirmó las conclusiones anteriores y presentó pruebas más sólidas de que la mayor parte del calentamiento de los 50 años anteriores era atribuible a las actividades humanas. En el informe de 2001 también se señalaba que los cambios observados en los climas regionales estaban empezando a afectar a muchos sistemas físicos y biológicos y que había indicios de que los sistemas sociales y económicos también se estaban viendo afectados.
La cuarta evaluación del IPCC, publicada en 2007, reafirmó las principales conclusiones de los informes anteriores, pero los autores también declararon -en lo que se consideró un juicio conservador- que estaban seguros, al menos en un 90%, de que la mayor parte del calentamiento observado durante el medio siglo anterior había sido causado por la liberación de gases de efecto invernadero a través de una multitud de actividades humanas. Tanto el informe de 2001 como el de 2007 afirmaban que durante el siglo XX se había producido un aumento de la temperatura superficial media mundial de 0,6 °C (1,1 °F), dentro de un margen de error de ±0,2 °C (0,4 °F). Mientras que el informe de 2001 preveía un aumento adicional de la temperatura media de 1,4 a 5,8 °C (2,5 a 10,4 °F) para 2100, el informe de 2007 refinó esta previsión hasta un aumento de 1,8 a 4,0 °C (3,2 a 7,2 °F) para finales del siglo XXI. Esas previsiones se basaron en el examen de una serie de hipótesis que caracterizaron las tendencias futuras de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La quinta evaluación del IPCC, publicada en 2014, refinó aún más los aumentos previstos de la temperatura media mundial y del nivel del mar. El informe de 2014 afirmaba que en el intervalo entre 1880 y 2012 se produjo un aumento de la temperatura media mundial de aproximadamente 0,85 °C (1,5 °F) y que en el intervalo entre 1901 y 2010 se produjo un aumento del nivel medio del mar mundial de unos 19-21 cm (7,5-8,3 pulgadas). El informe predijo que para finales del siglo XXI las temperaturas superficiales en todo el mundo aumentarían entre 0,3 y 4,8 °C (0,5 y 8,6 °F), y el nivel del mar podría subir entre 26 y 82 cm (10,2 y 32,3 pulgadas) en relación con el promedio de 1986-2005.
Cada informe del IPCC ha contribuido a crear un consenso científico en el sentido de que las elevadas concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera son los principales impulsores del aumento de las temperaturas del aire cerca de la superficie y de los cambios climáticos asociados en curso. A este respecto, se considera que el actual episodio de cambio climático, que comenzó a mediados del siglo XX, es fundamentalmente diferente de los períodos anteriores en el sentido de que los ajustes críticos han sido causados por actividades derivadas del comportamiento humano y no por factores no antropogénicos. En la evaluación de 2007 del IPCC se proyectó que cabría esperar que los futuros cambios climáticos incluyeran un calentamiento continuo, modificaciones de las pautas y cantidades de precipitaciones, elevación del nivel del mar y "cambios en la frecuencia e intensidad de algunos fenómenos extremos". Esos cambios tendrían efectos importantes en muchas sociedades y en los sistemas ecológicos de todo el mundo (véase Investigación sobre el clima y los efectos del calentamiento mundial). Véase en este recurso la Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto.
Futura política sobre el cambio climático
Los países difieren en cuanto a la forma de proceder en materia de política internacional con respecto a los acuerdos climáticos. Los objetivos a largo plazo formulados en Europa y los Estados Unidos buscan reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 80 por ciento para mediados del siglo XXI. En relación con estos esfuerzos, la UE estableció el objetivo de limitar el aumento de la temperatura a un máximo de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales. (Muchos científicos del clima y otros expertos coinciden en que se producirán importantes daños económicos y ecológicos si el promedio mundial de las temperaturas del aire cercano a la superficie se eleva más de 2 °C (3,6 °F) por encima de las temperaturas preindustriales en el próximo siglo).
A pesar de las diferencias de enfoque, los países iniciaron las negociaciones sobre un nuevo tratado, basado en un acuerdo alcanzado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en 2007 en Bali (Indonesia), que sustituiría al Protocolo de Kyoto una vez que éste expirara. En la 17ª Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP17), celebrada en Durban (Sudáfrica) en 2011, la comunidad internacional se comprometió a elaborar un tratado climático amplio y jurídicamente vinculante que sustituyera al Protocolo de Kyoto para 2015. Dicho tratado exigiría a todos los países productores de gases de efecto invernadero -incluidos los principales emisores de carbono que no se atienen al Protocolo de Kyoto (como China, la India y los Estados Unidos)- que limitaran y redujeran sus emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Este compromiso fue reafirmado por la comunidad internacional en el 18º período de sesiones de la Conferencia de las Partes (CP 18), celebrado en Doha (Qatar) en 2012. Dado que los términos del Protocolo de Kyoto se fijaron para que terminaran en 2012, los delegados de la CP 17 y la CP 18 acordaron prorrogar el Protocolo de Kyoto para salvar la brecha entre la fecha de expiración original y la fecha en que el nuevo tratado sobre el clima pasaría a ser jurídicamente vinculante. En consecuencia, los delegados de la COP18 decidieron que el Protocolo de Kyoto terminaría en 2020, año en el que se esperaba que el nuevo tratado climático entrara en vigor. Esta prórroga tenía el beneficio añadido de proporcionar un tiempo adicional para que los países cumplieran sus objetivos de emisión para 2012.
Convocados en París en 2015, los líderes mundiales y otros delegados de la COP21 firmaron un acuerdo global pero no vinculante para limitar el aumento de la temperatura media mundial a no más de 2 °C (3,6 °F) por encima de los niveles preindustriales y, al mismo tiempo, esforzarse por mantener este aumento a 1,5 °C (2,7 °F) por encima de los niveles preindustriales. El Acuerdo de París fue un acuerdo histórico que ordenó un examen de los progresos cada cinco años y la creación de un fondo de 100.000 millones de dólares para 2020 -que se repondría anualmente- para ayudar a los países en desarrollo a adoptar tecnologías que no produzcan gases de efecto invernadero. El número de partes (signatarios) del convenio ascendía a 197 en 2019, y 185 países habían ratificado el acuerdo. A pesar de que Estados Unidos había ratificado el acuerdo en septiembre de 2016, la toma de posesión de Donald J. Trump como presidente en enero de 2017 anunció una nueva era en la política climática de Estados Unidos, y el 1 de junio de 2017 Trump señaló su intención de sacar a Estados Unidos del acuerdo climático después de que concluyera el proceso de salida formal. Su sucesor, Biden, es un firme defensor de la lucha por el medio ambiente.
Un número cada vez mayor de ciudades del mundo está iniciando una multitud de esfuerzos locales y subregionales para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Muchos de esos municipios están adoptando medidas como miembros del Consejo Internacional para las Iniciativas Ambientales Locales y su programa Ciudades para la Protección del Clima, que esboza principios y medidas para adoptar medidas a nivel local. En 2005, la Conferencia de Alcaldes de los Estados Unidos aprobó el Acuerdo de Protección del Clima, en el que las ciudades se comprometieron a reducir para 2012 las emisiones a un 7 por ciento por debajo de los niveles de 1990. Además, muchas empresas privadas están desarrollando políticas corporativas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Un ejemplo notable de un esfuerzo liderado por el sector privado es la creación del Chicago Climate Exchange como medio para reducir las emisiones a través de un proceso de comercio.
A medida que las políticas públicas relativas al calentamiento global y al cambio climático continúan desarrollándose a nivel mundial, regional, nacional y local, se dividen en dos grandes tipos. El primer tipo, la política de mitigación, se centra en diferentes formas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Dado que la mayoría de las emisiones proceden de la quema de combustibles fósiles para la energía y el transporte, gran parte de la política de mitigación se centra en el cambio a fuentes de energía menos intensivas en carbono (como la energía eólica, solar e hidroeléctrica), la mejora de la eficiencia energética de los vehículos y el apoyo al desarrollo de nuevas tecnologías. En cambio, el segundo tipo, la política de adaptación, trata de mejorar la capacidad de diversas sociedades para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante. Por ejemplo, algunas políticas de adaptación están concebidas para alentar a los grupos a modificar las prácticas agrícolas en respuesta a los cambios estacionales, mientras que otras políticas están concebidas para preparar a las ciudades situadas en las zonas costeras para un nivel de mar elevado.
En cualquier caso, la reducción a largo plazo de las descargas de gases de efecto invernadero requerirá la participación tanto de los países industriales como de los principales países en desarrollo. En particular, la liberación de gases de efecto invernadero de fuentes chinas e indias está aumentando rápidamente en paralelo con la rápida industrialización de esos países. En 2006 China superó a los Estados Unidos como principal emisor del mundo de gases de efecto invernadero en términos absolutos (aunque no en términos per cápita), en gran medida debido a la mayor utilización de carbón y otros combustibles fósiles por parte de China. De hecho, todos los países del mundo se enfrentan al reto de encontrar formas de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero al tiempo que promueven un desarrollo económico ambiental y socialmente deseable (conocido como "desarrollo sostenible" o "crecimiento inteligente"). Mientras que algunos opositores de los que piden medidas correctivas siguen sosteniendo que los costos de la mitigación a corto plazo serán demasiado elevados, un número cada vez mayor de economistas y encargados de la formulación de políticas sostienen que será menos costoso, y posiblemente más rentable, para las sociedades adoptar medidas preventivas tempranas que abordar los graves cambios climáticos en el futuro. Es probable que muchos de los efectos más nocivos del calentamiento del clima se produzcan en los países en desarrollo. Combatir los efectos nocivos del calentamiento de la Tierra en los países en desarrollo será especialmente difícil, ya que muchos de esos países ya están luchando y poseen una capacidad limitada para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante.
Se prevé que cada país se verá afectado de manera diferente por el creciente esfuerzo por reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Los países que son emisores relativamente grandes tendrán que hacer frente a mayores exigencias de reducción que los emisores más pequeños. Del mismo modo, se prevé que los países que experimentan un rápido crecimiento económico se enfrentarán a mayores exigencias para controlar sus emisiones de gases de efecto invernadero a medida que consuman cantidades cada vez mayores de energía. También se producirán diferencias entre los distintos sectores industriales e incluso entre las distintas empresas. Por ejemplo, los productores de petróleo, carbón y gas natural -que en algunos casos representan porciones importantes de los ingresos nacionales por exportación- pueden ver reducida la demanda o los precios de sus productos a medida que sus clientes disminuyen el uso de combustibles fósiles. En cambio, es probable que muchos productores de tecnologías y productos nuevos y más respetuosos del clima (como los generadores de energía renovable) vean aumentar la demanda.
Para hacer frente al calentamiento del planeta y al cambio climático, las sociedades deben encontrar la manera de modificar fundamentalmente sus pautas de utilización de la energía en favor de la generación de energía, el transporte y la ordenación de los bosques y el uso de la tierra con menor intensidad de carbono. Un número cada vez mayor de países ha asumido este desafío, y hay muchas cosas que los individuos también pueden hacer. Por ejemplo, los consumidores tienen más opciones para adquirir electricidad generada a partir de fuentes renovables. Entre las medidas adicionales que reducirían las emisiones personales de gases de efecto invernadero y también conservarían la energía figuran el funcionamiento de vehículos más eficientes desde el punto de vista energético, el uso del transporte público cuando esté disponible y la transición a productos domésticos más eficientes desde el punto de vista energético. Las personas también podrían mejorar el aislamiento de sus hogares, aprender a calentar y enfriar sus residencias de manera más eficaz, y comprar y reciclar productos más sostenibles desde el punto de vista ambiental.
La Convención Marco de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kyoto
Los informes del IPCC y el consenso científico que reflejan han proporcionado una de las bases más prominentes para la formulación de la política sobre el cambio climático. A escala mundial, la política sobre el cambio climático se rige por dos grandes tratados: la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) de 1992 y el correspondiente Protocolo de Kyoto de 1997 de la CMNUCC (que lleva el nombre de la ciudad de Japón donde se concertó).
La CMNUCC se negoció entre 1991 y 1992. Fue adoptada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en Río de Janeiro en junio de 1992 y se convirtió en legalmente vinculante en marzo de 1994. En el Artículo 2 la CMNUCC establece el objetivo a largo plazo de "estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida una interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático". El artículo 3 establece que los países del mundo tienen "responsabilidades comunes pero diferenciadas", lo que significa que todos los países comparten la obligación de actuar, aunque los países industrializados tienen la responsabilidad particular de tomar la iniciativa en la reducción de las emisiones debido a su contribución relativa al problema en el pasado. Con este fin, el Anexo I de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático enumera 41 países industrializados específicos y países con economías en transición, además de la Comunidad Europea (CE; sucedida oficialmente por la UE en 2009), y el Artículo 4 establece que estos países deben trabajar para reducir sus emisiones antropogénicas a los niveles de 1990. Sin embargo, no se ha establecido un plazo para este objetivo. Además, la CMNUCC no asigna ningún compromiso de reducción específico a los países no incluidos en el Anexo I (es decir, los países en desarrollo).
El acuerdo de seguimiento de la CMNUCC, el Protocolo de Kyoto, se negoció entre 1995 y 1997 y se adoptó en diciembre de 1997. El Protocolo de Kyoto regula seis gases de efecto invernadero liberados por las actividades humanas: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), perfluorocarbonos (PFC), hidrofluorocarbonos (HFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). En virtud del Protocolo de Kyoto, los países del Anexo I deben reducir sus emisiones agregadas de gases de efecto invernadero a un 5,2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990 a más tardar en 2012. Para alcanzar este objetivo, el protocolo establece objetivos de reducción individuales para cada país del Anexo I. Estos objetivos requieren la reducción de los gases de efecto invernadero en la mayoría de los países, pero también permiten el aumento de las emisiones de otros. Por ejemplo, el protocolo requiere que los entonces 15 estados miembros de la UE y otros 11 países europeos reduzcan sus emisiones a un 8 por ciento por debajo de sus niveles de emisión de 1990, mientras que Islandia, un país que produce cantidades relativamente pequeñas de gases de efecto invernadero, puede aumentar sus emisiones hasta un 10 por ciento por encima de su nivel de 1990. Además, el Protocolo de Kioto exige a tres países -Nueva Zelanda, Ucrania y Rusia- que congelen sus emisiones a los niveles de 1990.
El Protocolo de Kyoto establece cinco requisitos por los que las partes del Anexo I pueden optar por cumplir sus objetivos de emisión para 2012. En primer lugar, exige la elaboración de políticas y medidas nacionales que reduzcan las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero. En segundo lugar, los países pueden calcular los beneficios de los sumideros de carbono nacionales que absorben más carbono del que emiten. En tercer lugar, los países pueden participar en planes de intercambio de emisiones con otros países del Anexo I. Cuarto, los países signatarios pueden crear programas de aplicación conjunta con otras partes del Anexo I y recibir créditos por los proyectos que reduzcan las emisiones. Quinto, los países pueden recibir créditos por reducir las emisiones en los países no incluidos en el Anexo I a través de un mecanismo de "desarrollo limpio", como la inversión en la construcción de un nuevo proyecto de energía eólica.
Para entrar en vigor, el Protocolo de Kyoto tenía que ser ratificado por al menos 55 países, incluidos suficientes países del Anexo I para representar al menos el 55 por ciento del total de las emisiones de gases de efecto invernadero de ese grupo. Más de 55 países ratificaron rápidamente el protocolo, incluyendo todos los países del Anexo I, excepto Rusia, Estados Unidos y Australia. (Rusia y Australia ratificaron el protocolo en 2005 y 2007, respectivamente.) No fue hasta que Rusia, bajo la fuerte presión de la UE, ratificó el protocolo que éste se convirtió en legalmente vinculante en febrero de 2005.
La política regional de cambio climático más desarrollada hasta la fecha ha sido formulada por la UE en parte para cumplir sus compromisos en virtud del Protocolo de Kyoto. En 2005, los 15 países de la UE que tienen un compromiso colectivo en virtud del protocolo redujeron sus emisiones de gases de efecto invernadero a un 2 por ciento por debajo de sus niveles de 1990, aunque no es seguro que cumplan su objetivo de reducción del 8 por ciento para 2012. En 2007 la UE estableció un objetivo colectivo para los 27 estados miembros de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 20 por ciento por debajo de los niveles de 1990 para el año 2020. Como parte de su esfuerzo por lograr este objetivo, la UE estableció en 2005 el primer plan de comercio multilateral de emisiones de dióxido de carbono del mundo, que abarca más de 11.500 grandes instalaciones en todos sus Estados miembros.
En los Estados Unidos, en cambio, el presidente George W. Bush y la mayoría de los senadores rechazaron el Protocolo de Kyoto, citando como motivo de queja particular la falta de reducciones obligatorias de emisiones para los países en desarrollo. Al mismo tiempo, la política federal de los Estados Unidos no estableció ninguna restricción obligatoria para las emisiones de gases de efecto invernadero, y las emisiones de los Estados Unidos aumentaron más del 16 por ciento entre 1990 y 2005. En parte para compensar la falta de dirección a nivel federal, muchos estados individuales de los EE.UU. formularon sus propios planes de acción para abordar el calentamiento global y el cambio climático y tomaron una serie de iniciativas legales y políticas para frenar las emisiones. Entre esas iniciativas cabe citar: la fijación de un límite máximo a las emisiones de las centrales eléctricas, el establecimiento de normas de carteras de energía renovable que exigen a los proveedores de electricidad que obtengan un porcentaje mínimo de su energía de fuentes renovables, la elaboración de normas sobre emisiones de vehículos y combustibles, y la adopción de normas de "construcción ecológica".
Desde el final de la última edad de hielo, los humanos han desarrollado herramientas y máquinas y han modificado la tierra para la agricultura y el asentamiento a largo plazo. A medida que la población ha ido creciendo y las nuevas tecnologías se han ido extendiendo por las culturas y los continentes, cada vez más recursos del planeta se han visto presionados para servir a la especie. En el proceso, las actividades humanas han alterado el orden natural del medio ambiente al despoblar y eliminar especies y añadir sustancias químicas nocivas al aire, el agua y el suelo, actividades que están cambiando el clima y la estructura y función de los ecosistemas, así como las comunidades biológicas que contienen.
Resolver los problemas ambientales críticos del calentamiento global, la escasez de agua, la contaminación y la pérdida de biodiversidad son quizás los mayores desafíos del siglo XXI.
Los grandes problemas del planeta
La acción humana ha desencadenado una vasta cascada de problemas ambientales que ahora amenazan la continua capacidad de los sistemas naturales y humanos para prosperar. Aquí hay cuatro grandes problemas ambientales:
- Contaminación. La contaminación es uno de los problemas más serios que enfrenta el planeta, pero puede ser uno de los más fáciles de superar. Aprenda cómo los humanos causan y pueden remediar nuestros problemas de contaminación.
- Crisis del agua. Esta crisis plantea el riesgo más inmediato para la vida humana y la estabilidad regional. Conozca las causas y los efectos de la escasez de agua a nivel mundial, y algunas de las estrategias para enfrentarla.
- Calentamiento global. Las emisiones de gases de efecto invernadero de las actividades humanas están cambiando la faz de la Tierra. Explora las formas en que se está produciendo el cambio climático y lo que podemos hacer al respecto.
- Pérdida de biodiversidad. La vida no humana en la Tierra está sufriendo enormemente en manos humanas. Conozca las principales amenazas a la biodiversidad y lo que se puede hacer para evitar que nuestros organismos se pierdan para siempre.
La fluctuación climática, la variación climática o el cambio climático es la modificación periódica del clima de la Tierra provocada por los cambios en la atmósfera, así como las interacciones entre la atmósfera y otros factores geológicos, químicos, biológicos y geográficos del sistema terrestre.
Causas del cambio climático
Es mucho más fácil documentar las pruebas de la variabilidad del clima y el cambio climático pasado que determinar sus mecanismos subyacentes. El clima está influenciado por una multitud de factores que operan en escalas de tiempo que van desde horas hasta cientos de millones de años. Muchas de las causas del cambio climático son externas al sistema de la Tierra. Otras son parte del sistema de la Tierra pero externas a la atmósfera. Otras implican interacciones entre la atmósfera y otros componentes del sistema terrestre y se describen colectivamente como retroalimentaciones dentro del sistema terrestre. Las retroalimentaciones se encuentran entre los factores causales más recientemente descubiertos y difíciles de estudiar. No obstante, se reconoce cada vez más que esos factores desempeñan un papel fundamental en la variación del clima. En esta sección se describen los mecanismos más importantes.
Variabilidad solar
La luminosidad, o brillo, del Sol ha ido aumentando constantemente desde su formación. Este fenómeno es importante para el clima de la Tierra, porque el Sol proporciona la energía para impulsar la circulación atmosférica y constituye el aporte para el presupuesto de calor de la Tierra. La baja luminosidad solar durante el tiempo del Precámbrico subyace a la tenue paradoja del joven Sol, descrita en la sección Climas de la Tierra temprana.
La energía radiante procedente del Sol es variable en escalas de tiempo muy pequeñas, debido a las tormentas solares y otras perturbaciones, pero las variaciones en la actividad solar, en particular la frecuencia de las manchas solares, también están documentadas en escalas de tiempo que van de decenios a milenios y probablemente se producen también en escalas de tiempo más largas. Se ha sugerido que el "mínimo de Maunder", un período de actividad de manchas solares drásticamente reducida entre 1645 y 1715 d.C., es un factor que contribuye a la Pequeña Edad de Hielo. (Ver abajo Variación y cambio climático desde la aparición de la civilización).
La actividad volcánica
La actividad volcánica puede influir en el clima de varias maneras y en diferentes escalas de tiempo. Las erupciones volcánicas individuales pueden liberar grandes cantidades de dióxido de azufre y otros aerosoles en la estratosfera, reduciendo la transparencia atmosférica y, por tanto, la cantidad de radiación solar que llega a la superficie y la troposfera de la Tierra. Un ejemplo reciente es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que tuvo influencias mensurables en la circulación atmosférica y los balances de calor. La erupción de 1815 del Monte Tambora en la isla de Sumbawa tuvo consecuencias más dramáticas, ya que la primavera y el verano del año siguiente (1816, conocido como "el año sin verano") fueron inusualmente fríos en gran parte del mundo. Nueva Inglaterra y Europa experimentaron nevadas y heladas durante todo el verano de 1816.
Los volcanes y los fenómenos conexos, como el desgarramiento y la subducción de los océanos, liberan dióxido de carbono tanto en los océanos como en la atmósfera. Las emisiones son bajas; incluso una masiva erupción volcánica como la del Monte Pinatubo libera sólo una fracción del dióxido de carbono emitido por la combustión de combustibles fósiles en un año. Sin embargo, a escala geológica, la liberación de este gas de efecto invernadero puede tener efectos importantes. Las variaciones en la liberación de dióxido de carbono por los volcanes y las grietas oceánicas a lo largo de millones de años pueden alterar la química de la atmósfera. Esta variabilidad en las concentraciones de dióxido de carbono probablemente explica gran parte de la variación climática que ha tenido lugar durante el Eón Fanerozoico.
Actividad tectónica
Los movimientos tectónicos de la corteza terrestre han tenido profundos efectos en el clima en escalas de tiempo de millones a decenas de millones de años. Estos movimientos han cambiado la forma, el tamaño, la posición y la elevación de las masas continentales, así como la batimetría de los océanos. A su vez, los cambios topográficos y batimétricos han tenido fuertes efectos en la circulación tanto de la atmósfera como de los océanos. Por ejemplo, el levantamiento de la meseta tibetana durante la era cenozoica afectó las pautas de circulación atmosférica, creando el monzón de Asia meridional e influyendo en el clima de gran parte del resto de Asia y las regiones vecinas.
La actividad tectónica también influye en la química atmosférica, en particular en las concentraciones de dióxido de carbono. El dióxido de carbono se emite desde los volcanes y las fumarolas de las zonas de fisura y de subducción. Las variaciones en la tasa de propagación en las zonas de fisuras y el grado de actividad volcánica cerca de los márgenes de las placas han influido en las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono a lo largo de la historia de la Tierra. Incluso la meteorización química de la roca constituye un importante sumidero de dióxido de carbono. (Un sumidero de carbono es cualquier proceso que elimina el dióxido de carbono de la atmósfera mediante la conversión química del CO2 en compuestos de carbono orgánicos o inorgánicos). El ácido carbónico, formado a partir de dióxido de carbono y agua, es un reactivo en la disolución de silicatos y otros minerales. Las tasas de meteorización están relacionadas con la masa, la elevación y la exposición del lecho rocoso. La elevación tectónica puede aumentar todos estos factores y, por lo tanto, conducir a un aumento de la meteorización y la absorción de dióxido de carbono. Por ejemplo, la meteorización química de la meseta tibetana en ascenso puede haber desempeñado un papel importante en el agotamiento del dióxido de carbono en la atmósfera durante un período de enfriamiento global a finales del Cenozoico.
Variaciones orbitales
La geometría orbital de la Tierra se ve afectada de manera predecible por las influencias gravitatorias de otros planetas del sistema solar. Tres características primarias de la órbita de la Tierra se ven afectadas, cada una de ellas de manera cíclica o recurrente. Primero, la forma de la órbita de la Tierra alrededor del Sol, varía de casi circular a elíptica (excéntrica), con periodicidades de 100.000 y 413.000 años. En segundo lugar, la inclinación del eje de la Tierra con respecto al Sol, que es el principal responsable de los climas estacionales de la Tierra, varía entre 22,1° y 24,5° con respecto al plano de rotación de la Tierra alrededor del Sol. Esta variación se produce en un ciclo de 41.000 años. En general, cuanto mayor es la inclinación, mayor es la radiación solar recibida por los hemisferios en verano y menor la recibida en invierno. El tercer cambio cíclico en la geometría orbital de la Tierra resulta de dos fenómenos combinados: 1) El eje de rotación de la Tierra se tambalea, cambiando la dirección del eje con respecto al Sol, y 2) la orientación de la elipse orbital de la Tierra gira lentamente. Estos dos procesos crean un ciclo de 26.000 años, llamado precesión de los equinoccios, en el que la posición de la Tierra en los equinoccios y solsticios cambia. Hoy en día la Tierra está más cerca del Sol (perihelio) cerca del solsticio de diciembre, mientras que hace 9.000 años el perihelio se produjo cerca del solsticio de junio.
Estas variaciones orbitales causan cambios en la distribución latitudinal y estacional de la radiación solar, que a su vez impulsan una serie de variaciones climáticas. Las variaciones orbitales juegan un papel importante en el ritmo de los patrones glaciales-interglaciales y monzónicos. Sus influencias se han identificado en los cambios climáticos de gran parte del Fanerozoico. Por ejemplo, los ciclomotores -que son lechos marinos, fluviales y de carbón intercalados característicos del subperíodo de Pensilvania (hace 318,1 millones a 299 millones de años)- parecen representar los cambios impulsados por Milankovitch en el nivel medio del mar.
Los gases de efecto invernadero son moléculas de gas que tienen la propiedad de absorber la radiación infrarroja (energía térmica neta) emitida desde la superficie de la Tierra y volverla a radiar hacia la superficie terrestre, contribuyendo así al fenómeno conocido como efecto invernadero. El dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua son los gases de efecto invernadero más importantes, y tienen un profundo efecto en el presupuesto energético del sistema terrestre a pesar de que constituyen sólo una fracción de todos los gases atmosféricos. Las concentraciones de gases de efecto invernadero han variado sustancialmente durante la historia de la Tierra, y estas variaciones han impulsado cambios climáticos sustanciales en una amplia gama de escalas de tiempo. En general, las concentraciones de gases de efecto invernadero han sido particularmente altas durante los períodos cálidos y bajas durante las fases frías. Varios procesos influyen en las concentraciones de gases de efecto invernadero. Algunos, como las actividades tectónicas, operan en escalas de tiempo de millones de años, mientras que otros, como la vegetación, el suelo, los humedales y las fuentes y sumideros oceánicos, operan en escalas de tiempo de cientos a miles de años. Las actividades humanas -especialmente la combustión de combustibles fósiles desde la Revolución Industrial- son responsables del aumento constante de las concentraciones atmosféricas de diversos gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido de carbono, el metano, el ozono y los clorofluorocarbonos (CFC).
Tal vez el tema más intensamente discutido e investigado sobre la variabilidad del clima sea el papel de las interacciones y retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre. Las retroalimentaciones implican diferentes componentes que operan a diferentes velocidades y escalas de tiempo. Las capas de hielo, el hielo marino, la vegetación terrestre, las temperaturas oceánicas, las tasas de meteorización, la circulación oceánica y las concentraciones de gases de efecto invernadero están todas influidas directa o indirectamente por la atmósfera; sin embargo, todas ellas también retroalimentan a la atmósfera, influyéndola así de manera importante. Por ejemplo, las diferentes formas y densidades de vegetación en la superficie terrestre influyen en el albedo, o reflectividad, de la superficie de la Tierra, afectando así al balance global de radiación a escalas locales y regionales. Al mismo tiempo, la transferencia de moléculas de agua del suelo a la atmósfera está mediada por la vegetación, tanto directamente (por la transpiración a través de los estomas de las plantas) como indirectamente (por las influencias de la sombra y la temperatura en la evaporación directa del suelo). Esta regulación del flujo de calor latente por parte de la vegetación puede influir en el clima a escalas locales y globales. Como resultado, los cambios en la vegetación, que están parcialmente controlados por el clima, pueden a su vez influir en el sistema climático. La vegetación también influye en las concentraciones de gases de efecto invernadero; las plantas vivas constituyen un importante sumidero de dióxido de carbono atmosférico, mientras que actúan como fuentes de dióxido de carbono cuando se queman por incendios o se descomponen. Estas y otras retroalimentaciones entre los diversos componentes del sistema terrestre son fundamentales tanto para comprender los cambios climáticos del pasado como para predecir los futuros.
Las actividades humanas
El reconocimiento del cambio climático mundial como una cuestión ambiental ha llamado la atención sobre el impacto climático de las actividades humanas. La mayor parte de esta atención se ha centrado en la emisión de dióxido de carbono mediante la combustión de combustibles fósiles y la deforestación. Las actividades humanas también producen emisiones de otros gases de efecto invernadero, como el metano (procedente del cultivo de arroz, el ganado, los vertederos y otras fuentes) y los clorofluorocarbonos (procedentes de fuentes industriales). Hay pocas dudas entre los climatólogos de que estos gases de efecto invernadero afectan al presupuesto de radiación de la Tierra; la naturaleza y la magnitud de la respuesta climática son objeto de una intensa actividad de investigación. Los registros paleoclimáticos de los anillos de los árboles, los corales y los núcleos de hielo indican una clara tendencia al calentamiento que abarca todo el siglo XX y la primera década del siglo XXI. De hecho, el siglo XX fue el más cálido de los últimos 10 siglos, y la década 2001-10 fue la década más cálida desde el comienzo de los registros instrumentales modernos. Muchos climatólogos han señalado este patrón de calentamiento como una clara evidencia de los cambios climáticos inducidos por el hombre como resultado de la producción de gases de efecto invernadero.
Un segundo tipo de impacto humano, la conversión de la vegetación por la deforestación, la forestación y la agricultura, está recibiendo una creciente atención como una fuente adicional de cambio climático. Cada vez es más evidente que los impactos humanos sobre la cubierta vegetal pueden tener efectos locales, regionales e incluso mundiales sobre el clima, debido a los cambios en el flujo de calor sensible y latente hacia la atmósfera y la distribución de la energía dentro del sistema climático. La medida en que estos factores contribuyen al cambio climático reciente y en curso es una importante área de estudio emergente.
El cambio climático en el transcurso de la vida humana
Independientemente de su ubicación en el planeta, todos los seres humanos experimentan la variabilidad y el cambio climático durante sus vidas. Los fenómenos más familiares y predecibles son los ciclos estacionales, a los que las personas ajustan su ropa, las actividades al aire libre, los termostatos y las prácticas agrícolas. Sin embargo, no hay dos veranos o inviernos exactamente iguales en el mismo lugar; algunos son más cálidos, húmedos o tormentosos que otros. Esta variación interanual del clima es en parte responsable de las variaciones de un año a otro en los precios del combustible, el rendimiento de los cultivos, los presupuestos de mantenimiento de las carreteras y los riesgos de incendios forestales. Las inundaciones provocadas por las precipitaciones en un solo año pueden causar graves daños económicos, como los de la cuenca de drenaje del río Misisipí superior durante el verano de 1993, y pérdidas de vidas, como las que devastaron gran parte de Bangladesh en el verano de 1998. También pueden producirse daños y pérdidas de vidas similares como resultado de incendios forestales, tormentas graves, huracanes, olas de calor y otros acontecimientos relacionados con el clima.
La variación y el cambio climático también pueden ocurrir en períodos más largos, como décadas. Algunos lugares experimentan múltiples años de sequía, inundaciones u otras condiciones duras. Esas variaciones decenales del clima plantean problemas para las actividades humanas y la planificación. Por ejemplo, las sequías plurianuales pueden perturbar el suministro de agua, inducir a la pérdida de cosechas y causar trastornos económicos y sociales, como en el caso de las sequías de Dust Bowl en el medio continente de América del Norte durante el decenio de 1930. Las sequías plurianuales pueden incluso causar una hambruna generalizada, como en la sequía del Sahel que se produjo en el norte de África durante los años setenta y ochenta.
Variación estacional
Todos los lugares de la Tierra experimentan una variación estacional del clima (aunque el cambio puede ser leve en algunas regiones tropicales). Esta variación cíclica es impulsada por los cambios estacionales en el suministro de radiación solar a la atmósfera y la superficie de la Tierra. La órbita de la Tierra alrededor del Sol es elíptica; está más cerca del Sol ( 147 millones de km [unos 91 millones de millas]) cerca del solsticio de invierno y más lejos del Sol (152 millones de km [unos 94 millones de millas]) cerca del solsticio de verano en el Hemisferio Norte. Además, el eje de rotación de la Tierra se produce en un ángulo oblicuo (23,5°) con respecto a su órbita. Por lo tanto, cada hemisferio está inclinado lejos del Sol durante su período de invierno y hacia el Sol en su período de verano. Cuando un hemisferio está inclinado lejos del Sol, recibe menos radiación solar que el hemisferio opuesto, que en ese momento está apuntado hacia el Sol. Así, a pesar de la mayor proximidad del Sol en el solsticio de invierno, el hemisferio norte recibe menos radiación solar durante el invierno que durante el verano. También como consecuencia de la inclinación, cuando el Hemisferio Norte experimenta el invierno, el Hemisferio Sur experimenta el verano.
El sistema climático de la Tierra está impulsado por la radiación solar; las diferencias estacionales en el clima resultan en última instancia de los cambios estacionales en la órbita de la Tierra. La circulación del aire en la atmósfera y del agua en los océanos responde a las variaciones estacionales de la energía disponible del Sol. Los cambios estacionales específicos del clima que se producen en cualquier lugar determinado de la superficie de la Tierra resultan en gran medida de la transferencia de energía de la circulación atmosférica y oceánica. Las diferencias en el calentamiento de la superficie que tienen lugar entre el verano y el invierno hacen que las vías de las tormentas y los centros de presión cambien de posición y fuerza. Estas diferencias de calentamiento también provocan cambios estacionales en la nubosidad, las precipitaciones y el viento.
Las respuestas estacionales de la biosfera (especialmente la vegetación) y la criosfera (glaciares, hielo marino, campos de nieve) también contribuyen a la circulación atmosférica y al clima. La caída de hojas de los árboles de hoja caduca al entrar en el letargo invernal aumenta el albedo (reflectividad) de la superficie de la Tierra y puede conducir a un mayor enfriamiento local y regional. De manera similar, la acumulación de nieve también aumenta el albedo de las superficies terrestres y a menudo amplifica los efectos del invierno.
Variación interanual
Las variaciones climáticas interanuales, incluidas las sequías, las inundaciones y otros acontecimientos, son causadas por una compleja serie de factores e interacciones del sistema terrestre. Una característica importante que desempeña un papel en estas variaciones es el cambio periódico de las pautas de circulación atmosférica y oceánica en la región del Pacífico tropical, conocido colectivamente como variación de El Niño-Oscilación Austral (ENSO). Aunque sus principales efectos climáticos se concentran en el Pacífico tropical, la ENOS tiene efectos en cascada que a menudo se extienden a la región del Océano Atlántico, al interior de Europa y Asia, y a las regiones polares. Estos efectos, denominados teleconexiones, se producen porque las alteraciones en las pautas de circulación atmosférica de baja latitud en la región del Pacífico influyen en la circulación atmosférica de los sistemas adyacentes y descendentes. Como resultado, las trayectorias de las tormentas se desvían y las crestas de presión atmosférica (zonas de alta presión) y las canalizaciones (zonas de baja presión) se desplazan de sus patrones habituales.
Como ejemplo, los eventos de El Niño ocurren cuando los vientos alisios del este en el Pacífico tropical se debilitan o invierten su dirección. Esto cierra el afloramiento de las aguas profundas y frías de la costa occidental de América del Sur, calienta el Pacífico oriental e invierte el gradiente de presión atmosférica en el Pacífico occidental. Como resultado, el aire de la superficie se desplaza hacia el este desde Australia e Indonesia hacia el Pacífico central y las Américas. Estos cambios producen grandes precipitaciones e inundaciones repentinas a lo largo de la costa normalmente árida del Perú y una grave sequía en las regiones normalmente húmedas del norte de Australia e Indonesia. Los fenómenos de El Niño particularmente graves provocan el fracaso de los monzones en la región del Océano Índico, lo que da lugar a una intensa sequía en la India y en África oriental. Al mismo tiempo, las trayectorias del oeste y de las tormentas se desplazan hacia el Ecuador, lo que proporciona a California y al desierto del sudoeste de los Estados Unidos un clima invernal húmedo y tormentoso y hace que las condiciones invernales en el noroeste del Pacífico, que suelen ser húmedas, se vuelvan más cálidas y secas. El desplazamiento de los vientos del oeste también provoca sequías en el norte de China y desde el noreste de Brasil a través de secciones de Venezuela. Los registros a largo plazo de la variación del ENOS a partir de documentos históricos, anillos de árboles y corales de arrecifes indican que los eventos de El Niño ocurren, en promedio, cada dos a siete años. Sin embargo, la frecuencia e intensidad de estos eventos varían a lo largo del tiempo.
La Oscilación del Atlántico Norte (OAN) es otro ejemplo de una oscilación interanual que produce importantes efectos climáticos dentro del sistema terrestre y puede influir en el clima en todo el hemisferio norte. Este fenómeno es el resultado de la variación del gradiente de presión, o la diferencia de presión atmosférica entre el máximo subtropical, situado normalmente entre las Azores y Gibraltar, y el mínimo islandés, centrado entre Islandia y Groenlandia. Cuando el gradiente de presión es pronunciado debido a un fuerte máximo subtropical y un bajo islandés profundo (fase positiva), Europa septentrional y Asia septentrional experimentan inviernos cálidos y húmedos con frecuentes y fuertes tormentas invernales. Al mismo tiempo, el sur de Europa es seco. El este de los Estados Unidos también experimenta inviernos más cálidos y menos nevados durante las fases positivas de la NAO, aunque el efecto no es tan grande como en Europa. El gradiente de presión se atenúa cuando la NAO está en un modo negativo, es decir, cuando existe un gradiente de presión más débil a partir de la presencia de un débil máximo subtropical y un mínimo islandés. Cuando esto sucede, la región del Mediterráneo recibe abundantes precipitaciones invernales, mientras que el norte de Europa es frío y seco. El este de los Estados Unidos es típicamente más frío y con más nieve durante una fase negativa de la NAO.
Durante los años en que la Oscilación del Atlántico Norte (OAN) se encuentra en su fase positiva, el este de los Estados Unidos, el sudeste del Canadá y el noroeste de Europa experimentan temperaturas invernales más cálidas, mientras que en estos lugares se encuentran temperaturas más frías durante su fase negativa. Cuando tanto el Niño/Oscilación Austral (ENSO) como la NAO se encuentran en su fase positiva, los inviernos europeos tienden a ser más húmedos y menos severos; sin embargo, más allá de esta tendencia general, la influencia del ENSO sobre la NAO no se comprende bien.
Los ciclos del ENSO y la NAO son impulsados por las retroalimentaciones e interacciones entre los océanos y la atmósfera. La variación climática interanual es impulsada por estos y otros ciclos, interacciones entre ciclos y perturbaciones en el sistema terrestre, como las que resultan de grandes inyecciones de aerosoles de las erupciones volcánicas. Un ejemplo de perturbación debida al vulcanismo es la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, que provocó una disminución de la temperatura mundial media de aproximadamente 0,5 °C (0,9 °F) el verano siguiente.
Variación decenal
El clima varía en escalas de tiempo decenales, con grupos de varios años de condiciones húmedas, secas, frescas o cálidas. Estos grupos plurianuales pueden tener efectos dramáticos en las actividades y el bienestar humanos. Por ejemplo, una grave sequía de tres años a finales del siglo XVI probablemente contribuyó a la destrucción de la "Colonia Perdida" de Sir Walter Raleigh en la isla de Roanoke, en lo que hoy es Carolina del Norte, y una posterior sequía de siete años (1606-12) provocó una elevada mortalidad en la colonia de Jamestown, en Virginia. Además, algunos estudiosos han implicado a las sequías persistentes y graves como la principal razón del colapso de la civilización maya en Mesoamérica entre 750 y 950 d.C.; sin embargo, los descubrimientos de principios del siglo XXI sugieren que las perturbaciones del comercio relacionadas con la guerra desempeñaron un papel, posiblemente interactuando con las hambrunas y otras tensiones relacionadas con la sequía.
Aunque la variación climática a escala decenal está bien documentada, las causas no están del todo claras. Gran parte de la variación decenal del clima está relacionada con las variaciones interanuales. Por ejemplo, la frecuencia y la magnitud del ENOS cambian a lo largo del tiempo. Los primeros años de la década de 1990 se caracterizaron por repetidos eventos de El Niño, y se han identificado varias agrupaciones de este tipo que tuvieron lugar durante el siglo XX. La pendiente del gradiente del NAO también cambia en escalas temporales decenales; ha sido particularmente pronunciada desde el decenio de 1970.
Investigaciones recientes han revelado que las variaciones del clima a escala decenal son el resultado de las interacciones entre el océano y la atmósfera. Una de esas variaciones es la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO), también conocida como Variabilidad Decadal del Pacífico (PDV), que implica cambios en las temperaturas de la superficie del mar (SST) en el Océano Pacífico Norte. Las TSM influyen en la fuerza y la posición de la Baja Aleutiana, que a su vez afecta fuertemente los patrones de precipitación a lo largo de la costa del Pacífico de Norteamérica. La variación de las TSM consiste en una alternancia entre los períodos de "fase fría", en los que la costa de Alaska es relativamente seca y el noroeste del Pacífico relativamente húmedo (por ejemplo, 1947-76), y los períodos de "fase cálida", caracterizados por una precipitación relativamente alta en la costa de Alaska y una precipitación baja en el noroeste del Pacífico (por ejemplo, 1925-46, 1977-98). Los registros de anillos de árboles y corales, que abarcan al menos los últimos cuatro siglos, documentan la variación del DOP.
Una oscilación similar, la Oscilación Multidecadal del Atlántico (OMA), se produce en el Atlántico Norte e influye fuertemente en los patrones de precipitación de América del Norte oriental y central. Una AMO de fase cálida (TSM del Atlántico Norte relativamente cálida) se asocia con precipitaciones relativamente altas en Florida y bajas en gran parte del Valle de Ohio. Sin embargo, el AMO interactúa con el PDO, y ambos interactúan con variaciones interanuales, como el ENSO y la NAO, en formas complejas . Tales interacciones pueden llevar a la amplificación de sequías, inundaciones u otras anomalías climáticas. Por ejemplo, las graves sequías que se produjeron en gran parte de los Estados Unidos conterminosos en los primeros años del siglo XXI se asociaron con la OMA de fase cálida combinada con la DOP de fase fría. Los mecanismos que subyacen a las variaciones decenales, como el PDO y la AMO, no se conocen bien, pero probablemente estén relacionados con las interacciones océano-atmósfera con constantes temporales más grandes que las variaciones interanuales. Las variaciones climáticas decenales son objeto de un intenso estudio por parte de los climatólogos y los paleoclimatólogos.
En segundo lugar, la realidad política actual de EE. UU. sugiere que la acción climática a escala estatal y federal es poco probable.
Finalmente, los impactos del cambio climático pueden ser particularmente omnipresentes en las ciudades: daños en infraestructuras de transporte y servicios, una mayor demanda de aire acondicionado, la necesidad de reubicar y reforzar viviendas e instalaciones comerciales y una mayor presión sobre los servicios de salud pública, entre otros.
A la vista de todas estas tendencias, es muy probable que las ciudades tengan que redoblar sus esfuerzos e innovación frente al cambio climático.
Fuente: HBR
Visualización Jerárquica de Cambio climático
Medio Ambiente > Deterioro del medio ambiente > Degradación del medio ambiente
Organizaciones Internacionales > Naciones Unidas > Programas y fondos de la ONU > Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente > Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático
Unión Europea > Construcción europea > Estrategia de crecimiento de la UE
Relaciones Internacionales > Política internacional > Instrumento internacional > Convención internacional > Convención ONU > Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) > Protocolo de Kyoto
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Relaciones Internacionales > Política internacional > Instrumento internacional > Política en materia de cambio climático
Medio Ambiente > Deterioro del medio ambiente > Contaminación > Contaminación atmosférica > Efecto invernadero
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Cambio climático
A continuación se examinará el significado.
¿Cómo se define? Concepto de Cambio climático
Véase la definición de Cambio climático en el diccionario.
Características de Cambio climático
Medio Ambiente
Este recurso incluye las siguientes materias: política del medio ambiente, derecho ambiental, medio natural, y deterioro del medio ambiente.
Organizaciones Internacionales
Este recurso incluye las siguientes materias: Derecho de las Organizaciones Internacionales, Naciones Unidas, organizaciones europeas, organizaciones extraeuropeas, organizaciones mundiales y organizaciones no gubernamentales.
Unión Europea
Este recurso incluye lo siguiente: instituciones de la Unión Europea y función pública europea, Derecho de la Unión Europea, construcción europea y finanzas de la Unión Europea.
Las relaciones internacionales es el estudio de las relaciones de los Estados entre sí y con las organizaciones internacionales y ciertas entidades subnacionales (por ejemplo, burocracias, partidos políticos y grupos de interés). Está relacionada con otras disciplinas académicas, como la ciencia política, la geografía, la historia, la economía, el derecho, la sociología, la psicología y la filosofía. Este recurso incluye lo siguiente: política internacional, política de cooperación, seguridad internacional y defensa.
Política exterior y sistemas internacionales
La influencia del conductismo contribuyó a organizar las diversas teorías de las relaciones internacionales y la disciplina en dos partes principales o perspectivas: la perspectiva de la política exterior y la perspectiva del análisis de los sistemas internacionales. Dentro de cada una de estas perspectivas se desarrollaron diversas teorías. La perspectiva de la política exterior, por ejemplo, abarca las teorías sobre el comportamiento de los Estados individuales o de categorías de Estados como las democracias o las dictaduras totalitarias, y la perspectiva del análisis del sistema internacional abarca las teorías sobre las interacciones entre los Estados y cómo el número de Estados y sus respectivas capacidades afectan a sus relaciones mutuas. La perspectiva de la política exterior también incluye estudios de los rasgos, estructuras o procesos dentro de una sociedad o política nacional que determinan o influyen en la forma en que dicha sociedad o política participa en las relaciones internacionales. Uno de estos estudios, conocido como el enfoque de la toma de decisiones, analiza la información que utilizan los responsables de la toma de decisiones, sus percepciones y motivaciones, la influencia en su comportamiento de la opinión pública, los entornos organizativos en los que operan y sus antecedentes intelectuales, culturales y sociales. Los estudios que analizan las relaciones entre la riqueza, el poder o el nivel tecnológico de un Estado y su estatus y papel internacional proporcionan otros ejemplos de la perspectiva de la política exterior.
El análisis comparativo de la política exterior apareció por primera vez a mediados de la década de 1960. Mediante la comparación de las fuentes internas de la conducta exterior en diferentes países, utilizando criterios estándar de selección y análisis de datos, este enfoque trata de desarrollar cuentas generalizadas de la actuación de la política exterior, incluyendo teorías que exploran la relación entre el tipo de vínculo interno-externo que muestra un país y su sistema político y económico y nivel de desarrollo social. Algunas investigaciones también han estudiado hasta qué punto ciertas pautas de comportamiento, como las manifestaciones o protestas violentas, pueden extenderse de un Estado a otro.
Mientras que el análisis de la política exterior se centra en las unidades del sistema internacional, el análisis del sistema internacional se ocupa de la estructura del sistema, las interacciones entre sus unidades y las implicaciones para la paz y la guerra, o la cooperación y el conflicto, de la existencia de diferentes tipos de Estados. El término interacciones sugiere desafío y respuesta, dar y recibir, movimiento y contramovimiento, o entradas y salidas. Las historias diplomáticas presentan relatos de acción y respuesta en situaciones internacionales e intentan interpretar los significados de los intercambios. La teoría del equilibrio de poder, que afirma que los Estados actúan para protegerse formando alianzas contra Estados poderosos o coaliciones de Estados, es otro ejemplo de la perspectiva del sistema internacional. Otros ejemplos son las explicaciones y descripciones de los regateos en las negociaciones internacionales y los estudios de las carreras armamentísticas y otros procesos de escalada de acción-reacción.
En nuestro mundo contemporáneo, la circulación transfronteriza de personas, bienes, dinero e información evoluciona continuamente. Con esta profundización de la dependencia mutua, los gobiernos locales o nacionales no pueden hacer frente por sí solos a diversos retos en materia de políticas públicas. A la hora de formular y aplicar las políticas públicas nacionales, los Estados suelen considerar necesario consultar a diversas organizaciones internacionales y a otros Estados miembros que se enfrentan a retos similares.
La cooperación internacional es la interacción de personas o grupos de personas que representan a varias naciones en la búsqueda de un objetivo o interés común.
En los últimos dos siglos, el rápido aumento de la población, la industrialización/urbanización y el uso excesivo de combustibles fósiles han provocado problemas medioambientales como el cambio climático, la escasez de energía, la contaminación y los residuos. Las repercusiones de estos problemas amenazan el futuro de la sociedad humana.
La cooperación entre países puede ser una herramienta eficaz para, por ejemplo, reforzar, compartir y acelerar el desarrollo sanitario dentro de los países y entre regiones. Implica crear, adaptar, transferir y compartir conocimientos y experiencias para mejorar la salud, aprovechando al mismo tiempo los recursos y capacidades existentes.
Ciencia
Este recurso incluye lo siguiente: ciencias naturales, ciencias aplicadas y humanidades.
Cambio climático
Recursos
Traducción de Cambio climático
Inglés: Climate change
Francés: Changement climatique
Alemán: Klimaveränderung
Italiano: Cambiamento climatico
Portugués: Alteração climática
Polaco: Zmiany klimatyczne
Tesauro de Cambio climático
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Organizaciones Internacionales > Naciones Unidas > Programas y fondos de la ONU > Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente > Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático > Cambio climático
Unión Europea > Construcción europea > Estrategia de crecimiento de la UE > Cambio climático
Relaciones Internacionales > Política internacional > Instrumento internacional > Convención internacional > Convención ONU > Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) > Protocolo de Kyoto > Cambio climático
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Véase También
- Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático
- Protocolo de Kyoto
- Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático)
- Política en materia de cambio climático
- Comercio de derechos de emisión
- Derechos de emisión
- Aplicación conjunta
- Mecanismo para un desarrollo limpio
- Reducción de las emisiones de gas
- Adaptación al cambio climático
- Efecto invernadero
- Clima
- Adaptación al cambio climático
- Climatología
- Modificación del clima
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