El impuesto real grava la materia imponible en sí, sin tener en cuenta la persona del contribuyente, mientras que el impuesto personal tiene en cuenta la situación individual de cada contribuyente. Basados en factores reales (ingresos, patrimonio, gastos), se ajustan en función de la situación personal del contribuyente. Para ello se tiene en cuenta el volumen y el origen de los recursos y la situación familiar del contribuyente (edad, cargas familiares, etc.). Mientras que el impuesto sobre la renta puede personalizarse fácilmente, el impuesto sobre sucesiones, que debe tratarse como un impuesto real, se personaliza para tener en cuenta la relación entre el difunto y el heredero, las responsabilidades familiares del heredero, etc. En menor medida, los impuestos sobre los gastos (véase en relación a los obligatorios) también están personalizados, como lo demuestra la modulación de los tipos del IVA.