En derecho canónico, la renta asociada a la dignidad de canónigo se conoce como prebenda; es una forma de beneficio (renta asociada a un título eclesiástico). En el uso común, prebenda se utiliza a veces en el sentido de beneficio; es este concepto más general el que es objeto de este artículo. Ya en la Alta Edad Media, el fundador de una iglesia privada (patronato) reservaba a veces un capital, independiente de la riqueza de la diócesis, para el mantenimiento del ministro y del edificio. Bajo los merovingios (siglo VIII), con la extensión de la inféodación de los bienes de la Iglesia, el mantenimiento de los eclesiásticos se aseguró cada vez más, al principio en el campo, mediante la concesión en feudo de ciertas parcelas de tierra y pronto (siglo VIII / IX) de todas las tierras pertenecientes a una iglesia de pueblo. La introducción del diezmo en el siglo IX permitió dividir la propiedad eclesiástica según el sistema ya confirmado en 494 por el papa Gelasio I, de acuerdo con su finalidad: para el sacerdote, para los pobres y para la iglesia parroquial. Los beneficios se componían de rentas de la tierra, derechos de uso y pagos en especie y en dinero; muy desigualmente dotados, se conferían de por vida pero no podían legarse.