Patente Europea
Un primer paso real hacia el establecimiento de una patente europea se consiguió con el Convenio sobre la unificación de ciertos puntos del derecho sustantivo en materia de patentes de invención (Convenio de Estrasburgo), que se concluyó en el marco del Consejo de Europa en 1963. El primer borrador de este Convenio se presentó en 1955, y el Convenio de 1963 entró finalmente en vigor en 1980. Su principal resultado fue armonizar las leyes de patentes en toda Europa. Con el tiempo, esto condujo a la unificación de los requisitos de patentabilidad y, por lo tanto, sentó las bases para posteriores desarrollos europeos. En la Unión Europea, los desarrollos comenzaron inmediatamente después de la entrada en vigor del Tratado de Roma el 1 de enero de 1958. La Comisión de la recién creada Comunidad Económica Europea (CEE) se dio cuenta enseguida de que, debido a sus efectos territoriales, las patentes nacionales constituirían un obstáculo para la libre circulación de mercancías en el Mercado Común. Un grupo de trabajo creado por los Estados miembros ya en 1960 presentó los principios de una patente europea, es decir, comunitaria, que debía establecerse como una patente autónoma y unificada, es decir, no como un conjunto de patentes nacionales.