Mujeres Reclusas
Estar encarcelado es una experiencia extraordinaria en un entorno extremadamente inhóspito y opresivo e implica una compleja red de problemas para los prisioneros. Tanto las experiencias interpersonales preinstitucionales como las identidades que las mujeres aportan a la prisión y los dilemas inherentes a las prisiones, como la cultura de los reclusos o la naturaleza coercitiva de las relaciones entre el personal y los reclusos, conforman la forma en que las mujeres experimentan la prisión y cumplen su condena. Junto con los sentimientos de restricción y privación que toda reclusa encuentra, muchas mujeres se enfrentan a una serie de “dolores de encarcelamiento” adicionales como resultado de sus antecedentes, circunstancias y necesidades específicas de sexo y género, especialmente aquellas reclusas que están embarazadas, amamantando o menstruando. Sin embargo, las reclusas son un grupo heterogéneo de personas con una considerable diversidad de características y preocupaciones. Así pues, el encarcelamiento se experimenta de muchas maneras diferentes porque ciertos elementos del entorno penitenciario pueden estar muy cargados emocionalmente para algunos reclusos, mientras que para otros puede no ser significativo. Muchas mujeres conforman activamente su experiencia en la cárcel, ejerciendo su autonomía al elegir formas particulares de adaptarse a su vida carcelaria, aunque el encarcelamiento por lo general silencia la agencia individual y más bien alienta la pasividad. En particular, la deficiencia de conocimientos sobre los relatos subjetivos de las reclusas sobre sus experiencias en la cárcel requiere un debate académico continuo. El aumento explosivo de la participación de las mujeres en el sistema de justicia penal -en particular de las tasas de encarcelamiento- ha estimulado la investigación de las experiencias, necesidades y perfiles criminógenos de las delincuentes femeninas. Aunque hay más interés en las causas y consecuencias del aumento de las tasas, la atención prestada a las experiencias “universales” de las mujeres ha conducido inadvertidamente, al menos en Estados Unidos, a la marginación de las mujeres de color encarceladas.