Toda migración masiva es intrínsecamente trágica, y que incentivarla con políticas de inmigración demasiado liberales, aunque parezca amable, es en realidad cruel. La “apertura de las fronteras”, declaran algunos observadores, al abrazar la inmigración sin restricciones, está perjudicando a las mismas personas a las que tratan de ayudar, y socavando las perspectivas de una organización laboral exitosa y de una reestructuración del sistema económico mundial. Llega algún autor, incluso, a argumentar que los defensores de la libre circulación sin restricciones son los “idiotas útiles de las grandes empresas”, porque están sancionando la explotación de los trabajadores importados.