Poder de Veto
La última vez que se había ejercitado el veto había sido en nombre de Fernando VII de España, en el cónclave de 1830-31 y contra el cardenal Giustiniani, que precisamente había sido nuncio en Madrid. Lo que se conocía como la exclusiva, Ius Exclusivae en latín, era un antiguo privilegio que gozaban los soberanos de los grandes países católicos, es decir, España, Francia y el Imperio, para oponerse a la elección de un candidato papal contrario a sus intereses. No era un derecho escrito ni oficialmente reconocido por la Iglesia, pero sí existía una práctica aceptada por las distintas partes. El enviado por un monarca con una objeción frente a un candidato debía anunciarla antes de que fuera elegido, para sacarlo de la competición, y tenía que aducir una causa justa para su veto. El colegio cardenalicio aceptaba la exclusiva y no insistía en respaldar al candidato boicoteado. Aunque muchos tratadistas eclesiásticos lo hayan presentado como una intolerable injerencia del poder civil en los asuntos de la Iglesia, respondía a un criterio pragmático.