El urbanismo propiamente dicho, es decir, la disposición racional del espacio a urbanizar, aparece muy pronto, en Grecia y Etruria, ya en el siglo VIII a.C.. Tanto en Grecia como en Italia, la colonización, es decir, el trasplante de una parte de la comunidad cívica, fue desde el principio un fenómeno urbano. En Grecia, los motivos de la colonización fueron principalmente sociales y comerciales: el asentamiento (apoikia) acogía el desbordamiento de una población privada de tierras en la metrópoli, mientras que el puesto comercial (emporion) era un punto de intercambio con los nativos. En ambos casos, la elección del emplazamiento venía dictada por las necesidades de cualquier asentamiento griego: fondeadero protegido, agua potable, una posición defensiva natural y tierras de cultivo cercanas. Las excavaciones llevadas a cabo en las colonias griegas del Mar Negro, Sicilia y el sur de Italia demuestran que, en función de las circunstancias locales y de la finalidad de la colonia, se realizaba una doble subdivisión, simultánea o sucesiva, en la que cada colono recibía una parcela de tierra cultivable y otra de suelo urbano para construir una casa. Estas parcelas, generalmente oblongas, cerradas y delimitadas por un entramado de calles generalmente ortogonales, no estaban totalmente ocupadas por viviendas, al menos al principio: aunque el trazado estaba establecido desde el principio, con emplazamientos reservados para el ágora y los santuarios, el tejido urbano permaneció suelto durante mucho tiempo.