Las primeras cuestiones de seguridad surgieron a principios de la década de 2010. Curiosamente, fue EE.UU. quien dio el primer paso, que condujo al aumento de las tensiones en las proximidades de Kaliningrado, concretamente el plan estadounidense de desplegar componentes del sistema de defensa antimisiles balísticos en la región del mar Báltico, anunciado en 2010. El problema más importante para el Kremlin fue el despliegue de baterías de defensa antiaérea Patriot en el norte de Polonia, a sólo 100 km de Kaliningrado. Esto llevó al entonces presidente Medvédev a advertir a Estados Unidos de que, si seguía adelante con su plan, el Kremlin respondería con el despliegue de sus propias armas estratégicas en el óblast de Kaliningrado. En diciembre de 2011, poco después del despliegue del sistema Patriot en Polonia, se instaló en la región una nueva y moderna estación de radar de defensa rusa, a la que siguieron misiles de defensa aérea S-400 un año después. El contexto de la situación cambió drásticamente después de que los separatistas apoyados por Rusia iniciaran su lucha armada contra el gobierno de Kiev, de tendencia occidental, en 2013, y después de que los “hombrecillos verdes” rusos ocuparan Crimea.