El paradigma (un conjunto de principios, doctrinas y teorías relacionadas que ayudan a estructurar el proceso de investigación intelectual) del desarrollo sostenible, que se introdujo en la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992 y fue reconocido por la comunidad mundial (o global) como un paradigma (un conjunto de principios, doctrinas y teorías relacionadas que ayudan a estructurar el proceso de investigación intelectual) para el siglo XXI, ha sido recibido con percepciones muy diferentes entre los expertos en teoría económica. Es posible discernir entre el continuo de percepciones al menos tres orientaciones y justificaciones diferentes. Éstas se diferencian aún más, pero todas comparten fundamentalmente un punto de partida común. La equidad intergeneracional es el punto de partida común, lo que significa que la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus necesidades no debería ser menor que la de la generación actual. Sin embargo, partiendo de este punto de partida, rápidamente llegamos a una divergencia de diversas percepciones.
Las posiciones opuestas pueden superarse en términos de sostenibilidad equilibrada. Esto propone la existencia de varios ecosistemas. En algunos casos, ciertos ecosistemas se caracterizan por una reserva esencial de capital natural. No deben hacerse más reclamaciones a esos sistemas. En otros casos, hay ecosistemas que mantienen una reserva grande y renovable de capital natural. Es posible seguir utilizándolos como fuente de prosperidad. En esta medida, la relación entre la economía y el medio ambiente se caracteriza a veces por la complementariedad y, otras veces, por la sustitución.