En los últimos 50 años, el encarcelamiento se ha convertido en una sanción cada vez más utilizada. Con más de 2,3 millones personas actualmente tras las rejas en un día determinado en Estados Unidos, es imperativo que los estrategas políticos y los académicos entiendan las implicaciones duraderas de esta práctica. Aunque, en teoría, las prisiones tienen la posibilidad de reducir la reincidencia, la investigación existente ha demostrado que no es así. Más bien, las prisiones, al menos tal como se están ejecutando actualmente la política penitenciaria en numerosos países, están contribuyendo al mismo problema que están tratando de resolver. Es crucial que los estrategas políticos se alejen de las sanciones orientadas a la disuasión y adopten sanciones más terapéuticas que han demostrado empíricamente que tienen un efecto de supresión en la reincidencia. Hasta que se implementen estas sanciones más eficaces, hay pocas esperanzas de que el encarcelamiento tenga un efecto disuasorio sobre la delincuencia.