La fundación del Estado poscolonial fue acompañada de la creación del sujeto colectivo transtemporal que lo habitaba. Condicionadas por el vocabulario y la gramática del constitucionalismo moderno, las sociedades poscoloniales trataron de construir ese sujeto homogéneo que supuestamente preexistía al Estado: cada nación correspondía a un Estado, cada Estado a una nación. El requisito conceptual chocaba con la diversidad cultural, racial y religiosa de las sociedades poscoloniales (como había chocado con la diversidad de las sociedades europeas en el siglo XIX y principios del XX). La supuesta unidad, cohesión y homogeneidad cultural del sujeto colectivo imaginado entraba en profunda tensión con la heterogeneidad, y a veces fragmentación, de las poblaciones que realmente habitaban el territorio nacional. Por ejemplo, la nación nigeriana imaginada como culturalmente homogénea se enfrentaba, y se enfrenta, a la existencia de 370 grupos étnicos en el territorio nigeriano, de los cuales los hausa, los yoruba y los igbo constituyen la mayoría. La realidad es que lo “poscolonial” aún está por nacer. Más bien, lo que se vislumbra en el horizonte es lo que ha denominado un devenir negro del mundo. Históricamente hablando, esto queda claramente demostrado por el hecho de que a nivel continental africano, casi sesenta años después de las celebraciones de la “descolonización política”, la Unión Africana, sigue hablando de construir y lograr un África próspera, unida, autodefinida y pacífica en 2063.