La democracia representativa es una forma de democracia en la que los ciudadanos no toman directamente las decisiones políticas, sino que las dejan -durante un tiempo- en manos de representantes elegidos (representantes) que actúan en su nombre. Contrasta con la democracia directa, que es una forma de democracia interna en la que los ciudadanos toman directamente las decisiones políticas y no las dejan en manos de los representantes elegidos. Ejemplos de democracia directa en el presente son el referéndum. En la mayoría de las situaciones de toma de decisiones constitucionales, las creencias de los miembros del electorado determinan sus preferencias o elecciones secundarias. Decisiones clave en la historia política de Estados Unidos, como la ratificación de la Constitución en 1787 y la elección de Lincoln en 1860, estuvieron condicionadas por el cambio de creencias en cuanto a la verdad de las proposiciones sobre el universo político. Los modelos electorales basados en las preferencias tienden a concluir que los candidatos, o los partidos, convergen hacia una posición política maximizadora de votos en el “centro electoral”. Los trabajos empíricos sugieren que tal conclusión no es válida. Este capítulo sostiene, por el contrario, que los partidos o candidatos adoptan posiciones que optimizan, en un sentido de equilibrio de Nash, con respecto tanto a sus creencias sobre la respuesta electoral, como a sus creencias sobre las opciones políticas adecuadas.