Gran parte del análisis económico dominante ha presumido o afirmado la aparición natural de la universalidad de los mecanismos y valores del mercado como los principales principios organizadores de la vida económica o, de hecho, de la sociedad en su conjunto. Asimismo, los tipos de entidades o personas jurídicas no humanas, como las empresas o corporaciones, se describen a menudo en estos análisis como consecuencias naturales de estos principios naturales universales del mercado. La antropología tiene una larga y exitosa historia de compromiso crítico con estos supuestos. Durante gran parte del siglo XX, estas críticas se basaron en gran medida en descripciones etnográficas específicas de contextos culturales no occidentales en los que el funcionamiento de diferentes principios económicos podía considerarse igual o más importante que los principios del mercado. A partir de la década de 1980, la crítica antropológica tomó cada vez más una dirección diferente en la que sometió el supuesto dominio natural de los principios del mercado, e incluso los núcleos occidentales del capitalismo, a un examen etnográfico, ilustrando el interminable trabajo que tuvo que realizarse para desvincular parcialmente el intercambio de mercado de otras formas de interacción e interconexión social. Esta crítica se aplica cada vez más no sólo a las operaciones de los mercados financieros, sino también a las entidades, como las empresas, que actúan en ellos. Dado que la naturaleza y la estabilidad de los mercados y las empresas parecen estar cada vez más en juego en el incierto entorno económico de principios del siglo XXI, la tarea antropológica de explorar etnográficamente cómo surgen los mercados y los agentes económicos que actúan en ellos es quizá más importante que nunca.