Desde 2010 se ha producido una rápida expansión de la comprensión de la violencia electoral como subconjunto de la violencia política por parte de profesionales y académicos. Tres de los hallazgos más importantes son: (1) el predominio de la violencia preelectoral, que subraya la necesidad de intervenir en una fase temprana; (2) la propensión de los gobiernos en el poder sobre los contendientes a utilizar la violencia como herramienta, lo que brinda oportunidades para los compromisos diplomáticos y de otro tipo entre Estados para prevenir la violencia; y (3) la persistencia de la violencia electoral, a pesar de la mayor aceptación de las normas democráticas, que pone de relieve la necesidad de considerar la dinámica política y de conflicto subyacente. Así pues, aunque el campo ha avanzado en su comprensión de los componentes de la violencia electoral, la prevención sigue siendo un reto.