La tortura durante los conflictos armados está específicamente prohibida por el derecho internacional humanitario, tanto si el conflicto es internacional como interno, y sin importar si las víctimas son soldados que han depuesto las armas, civiles o rebeldes. La prohibición existe en el derecho consuetudinario y en los tratados. Los Convenios de Ginebra de 1949 incluyen la tortura de personas protegidas (miembros enfermos o heridos de las fuerzas armadas, prisioneros de guerra o civiles en manos del enemigo) entre las infracciones graves que los Estados están obligados a aplicar mediante el enjuiciamiento penal. El primer Protocolo Adicional prohíbe la tortura, así como los tratos humillantes y degradantes a cualquier detenido, al igual que el artículo 3 común de los Convenios de Ginebra en los conflictos no internacionales. El estudio del Comité Internacional de la Cruz Roja sobre el derecho internacional humanitario consuetudinario dice que el uso de “la tortura, los tratos crueles o inhumanos y los ultrajes a la dignidad personal, en particular los tratos humillantes y degradantes” contra cualquier persona está prohibido en todos los conflictos armados. En todos estos casos, la ley distingue entre la tortura, que a menudo se utiliza para forzar la obtención de información de un sospechoso, y el trato inhumano, que atenta contra la dignidad de una persona, pero la línea que separa a ambos suele ser borrosa. De hecho, la venganza y el odio, tanto como la necesidad de obtener una confesión, suelen impulsar a los torturadores a infligir el sufrimiento. La tortura se utiliza no sólo para herir físicamente, sino también para humillar a la víctima, por lo que a menudo se deja a los presos desnudos durante las sesiones de tortura, y la violación o el dolor infligido en los genitales son algunas de las formas de tortura más utilizadas. A pesar de su prohibición en el derecho internacional, la tortura se produce porque la trágica realidad es que la tortura a veces funciona (otras veces no, como reconocen algunos informes internos), por mucho que mucha gente desee que no lo haga. Por supuesto, afirmar que la tortura a veces funciona no nos dice nada de sus dimensiones legales.