Idealización nostálgica del periodo comprendido entre c. 1895 y 1914, que vio el triunfo de la burguesía, su estilo de vida, su cultura y su creencia en el progreso científico y técnico, incluso en países donde la aristocracia seguía ejerciendo una fuerte influencia. Contribuyó a la idealización nostálgica el hecho de que Europa viviera en aquellos años un periodo ininterrumpido de paz y un desarrollo económico continuo, ligado a la segunda revolución industrial, que marcó definitivamente la transición a la era moderna. Aunque los trabajadores de cuello blanco y azul también se beneficiaron del crecimiento económico a partir de 1895, la época fue “hermosa” sobre todo para las clases media y media alta, que podían permitirse una vida más cómoda, presumir de prosperidad económica y pertenencia a un rango social superior, y hacer gala de buen gusto, distinguiéndose así de las clases bajas. El ocio y los pasatiempos mundanos, los viajes de placer, las vacaciones y las actividades deportivas como las carreras de caballos, el automovilismo o el tenis pasaron a formar parte del estilo de vida burgués, que perdió parte de su tradicional reserva y respetabilidad y adquirió gradualmente la elegancia que tanto admiraba en la vida como en el arte; esto fue acompañado de una tendencia a imitar los modos de vida y comportamiento aristocráticos o de la clase alta.