La historia del humanitarismo sólo puede entenderse dentro de su contexto global. Este enfoque tiene tres elementos definitorios que, en combinación, lo hacen distintivo. Mientras que muchas historias del humanitarismo hacen hincapié en la geopolítica, el capitalismo o la ética, cabe llamar la atención de cómo estos tres se combinaron para dar forma al entorno global en el que operaba el humanitarismo. Y aunque muchos relatos de humanitarismo no incorporan adecuadamente el cambiante contexto mundial, se identifica, en esta entrada y otras sobre esta materia, tres épocas distintivas de humanitarismo, una época de humanitarismo imperial desde finales del siglo XVIII hasta la Segunda Guerra Mundial, una época de neohumanitarismo desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta el final de la Guerra Fría, y una época de humanitarismo liberal desde el final de la Guerra Fría hasta el presente. Y, por último, aunque muchas historias mundiales de humanitarismo tratan al mundo únicamente como una limitación de la acción humanitaria, también creemos que interesa saber cómo el momento global da forma a lo que es el humanitarismo. Aunque el humanitarismo puede tener una cualidad de otro mundo, de lo trascendental, también es en gran parte de este mundo. El humanitarismo está marcado por la modernidad, la Ilustración, y la creencia de que es posible diseñar el progreso. De esta manera, el humanitarismo está conectado a la gobernabilidad, y un desarrollo impresionante de los dos últimos siglos es la profundización y el crecimiento de la gobernabilidad del humanitarismo. Durante gran parte de la historia de la humanidad los actos de compasión fueron un asunto mayormente privado, el dominio de los privilegiados, los piadosos y los filántropos. Cuando los individuos estaban necesitados, ya sea por sus circunstancias cotidianas o por sus exigencias, tenían que confiar en la amabilidad de los demás. A partir del siglo XIX y continuando en el siglo XX, hubo un creciente afán por crear instituciones y otros organismos permanentes, organizados cada vez más y de manera más consciente en torno a los principios de racionalidad que son el sello distintivo de la organización moderna.