Durante cientos de miles de años, la caza, junto con la más importante economía de recolección, constituyó la base de la obtención de alimentos. Aunque la revisión parcial de la Ley de Caza de 1925 sirvió principalmente para mejorar el camino ya emprendido en 1875, en 1962 se introdujeron cambios sustanciales debido al aumento de los daños causados por la caza y a la disminución de diversos animales salvajes. Aunque se mantuvo el principio de aumentar las poblaciones de corzo, rebeco, ciervo e íbice, al mismo tiempo se introdujeron disposiciones para la defensa contra los daños y la indemnización por los daños causados por la caza. También se incorporó la idea de la conservación de la naturaleza: se protegieron el lince, el oso, el castor, la nutria, el urogallo, el urogallo avellano y el águila. La revisión total de 1986 dio lugar a una nueva ley federal sobre la caza y la protección de los mamíferos y las aves salvajes, en la que la conservación de la biodiversidad pasó a figurar como objetivo primordial.